Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

VIII


De: Aaron ([email protected])
Para: Lottie ([email protected])
Asunto: Cosmos.
Querida Lottie.
Sé que las mujeres odian ser comparadas entre sí, sin embargo, hace varios días que le he puesto tu nombre a alguien. Cuando la veo y hablo con ella algo me liga a ti de inmediato, ella sonríe e imagino que de esa manera luces tú cuando lees mis mensajes, se sonroja o arruga la frente y una vez más te tengo a ti frente a mí. Pareciera que el cosmos del que hablas las uniera a ustedes dos de alguna manera que no puedo evitar percibir.

De: Lottie ([email protected])
Para: Aaron ([email protected])
Asunto: Re Cosmos.
Temo que no comprendo, Aaron.
¿Me has conseguido un rostro? ¿Puedes decirme que tiene ella que llama tanto su atención?

De: Aaron ([email protected])
Para: Lottie ([email protected])
Asunto: Re Re Cosmos.
No lo sé, Lottie. No es una mujer especial, ni siquiera es en sí una mujer que llame la atención. Es un tanto torpe y distraída, no mide sus palabras y se sonroja todo el tiempo. Detesto cuando sus mejillas se tiñen de carmín porque es en ese momento que me parece la mujer más divina del mundo.

De: Lottie ([email protected])
Para: Aaron ([email protected])
Asunto: Vaya...
Me sorprenden sus palabras. Leerlas me hace pensar que se está enamorándose de ella lo que es imposible, ya que ha jurado en incontables ocasiones que el escepticismo que sienten respecto al amor.
Aaron, ¿estás enamorado de esa mujer?

De: Aaron ([email protected])
Para: Lottie ([email protected])
Asunto: Re Vaya...
¡Por supuesto que no!
Ella no es alguien que reúna lo que busco en una mujer digna.
Te aseguro, Lottie, que mi nuevo dolor de cabeza jamás sería un peligro para mi corazón.


—Si no quitas esa cara, todos se darán cuenta que hablas con el hombre de tus sueños.

Matty me sonrió, de pie del otro lado de mi escritorio. Suspiré ruidosamente. Jamás había pasado por mi cabeza que algo así pudiera ocurrir, durante todo ese tiempo creí que Aaron Been mantendría a Lottie en algún tipo de lugar sagrado en dónde no habría espacio para ninguna otra mujer. Sin embargo estaba equivocada, mi vecino conoció a una mujer despampanante y decidió ponerle mi nombre. Me pregunté cómo sería ella y en dónde fue que la conoció. Durante mi visita al bufete pude darme cuenta de cuán hermosas eras las mujeres con las que Aaron trataba diariamente, casi todas eran verdaderamente hermosas, delicadas y elegantes; además de inteligentes y exitosas. No me sorprendería que la mujer que comenzaba a robar la atención a mi vecino fuese una abogada con fachas de súper modelo.
¿Podía siquiera sentirme preocupada por eso? Era verdad que su manera de describirla hacía pensar que sus sentimientos por ella era incluso más fuertes de lo que él quería aceptar; pero también afirmaba que su nuevo dolor de cabeza no representaba un peligro para su corazón.

—¿Charlotte, estás ahí? —preguntó Matty, pasando una de sus manos frente a mí.

—¡Sí! —Gruñí, negué con la cabeza y volví a suspirar—. Lo siento Matt, es sólo que...

—¿Te sientes mal? —Negué una vez más. Ella me estudió con mayor atención—. ¿Been?

Tomé mi teléfono móvil y lo extendí para que ella pudiera leer los mensajes.
¡Una mujer desconocida en la vida de mi vecino!

Por supuesto sabía que el hecho de mi amor platónico conociera a alguien más significaba un riesgo latente, me había convencido a mí misma de que cuando llegara el momento lo tomaría con la sabiduría de una mujer de mi edad. Sin embargo, en ese momento no podía hacer más que pensar en la manera más eficaz de desaparecer a aquella mujer de la faz de la tierra.

—Brown y Galeer ¿Por qué demonios no están trabajando? —La ácida voz de Xavier sonó a mi espalda. Me giré sobre mi silla y lo encontré mirándome del otro lado del cristal, dentro de su oficina—. ¡Vengan aquí inmediatamente!

Entré a la oficina de mi jefe detrás de Matty, sintiéndome completamente segura de que su menuda estatura y su delgado cuerpo serían motivos suficientes para que el maldito Xavier no intentara ningún movimiento en mi contra. Ya lo había dicho antes, la pequeña Matty era digna de respeto y terror. Xavier nos recibió sosteniendo un par de correas entre sus manos, una sonrisa malvada se extendía por su rostro.

—Señorita Galeer —dijo, casi con cariño—. ¿Podría decirme por qué demonios le quita el tiempo a brownie?

Matty resopló y le puso los ojos en blanco.

—Su nombres es Charlotte —gruñó ella, levantando la mirada para alcanzar los ojos de Xavier.

Él se encogió de hombros, totalmente desinteresado mientras jugaba con las correas. Caminó en dirección a sus mascotas y se inclinó sobre ellas.

—Me alegra que sea tan solidaria con su querida amiga —bufoneó, al mismo tiempo que acomodaba la correa sobre el cuello de Danna—. Así no tendrá problema alguno en pasear a mis bebés con browinie.

—Usted no es mi jefe —ladró Matty.

Xavier le sonrió, desafiante.

—¿Le han dicho, señorita Galeer, lo sensual que luce estando enfadada?

La postura segura de Matty se desinfló al momento. Nadie en todo el lugar deseaba ser víctima del acoso sexual de mi asqueroso jefe, era bien sabido que cuando él ponía los ojos en alguien sólo había dos finales para ella: la cama de Xavier o el desempleo.

—¡Hijo de perra! —maldijo mi mejor amiga después de salir de la oficina de Xavier con Bertha caminando delante de ella.

Había conocido a personas demasiado obsesionadas con sus mascotas, pero nadie con el grado de mi jefe. Xavier diseñaba la ropa, los accesorios, el plan alimenticio y la ruta de paseo de sus perras. Además de integrar un chip rastreador en sus collares cubiertos de diamantes. Siendo sinceros, si alguien se interesaba por robar a los jodidos perros sería única y exclusivamente por sus costosos collares.

—Me siento cómo el jodido Dalí paseando a su oso hormiguero —dijo Matty caminando a regañadientes junto a Bertha.

Forcé una sonrisa y continué mi camino hasta la salida de los estudios.
Una parte de mí me gritaba lo estúpida que realmente era, no se suponía que la maldita vida romántica de Been fuese de mi incumbencia. Cuando nuestra relación comenzó, sabía perfectamente que no podía aspirar a ser más que su ¿amiga? ¿amante cibernética? ¡Mierda! Se suponía que me encontraba del otro lado del océano, en un costoso departamento en Madrid, viviendo cómo una talentosa decoradora de interiores.
Pasó un mes desde la cena en el bufete y las atenciones de Oleg fueron en aumento; las noches que no recibía una invitación suya a cenar, lo encontraba esperando frente a la puerta de mi casa con una enorme taza de café entre sus manos. Y, Dios, no podía, ni quería pasar por alto todas sus señales. De alguna manera casi milagrosa, todo parecía indicar que un hombre real comenzaba a interesarse en mí. ¿Qué podía hacer si mi maldito corazón prefería sufrir por un inalcanzable amor y pasar de largo el comenzaba a pertenecerle?

Mi cuerpo estrellándose con el de Matty me devolvió al presente.

—¡Mierda! —Me quejé—. ¿Qué demonios te ocurre?

—¡Ay Dios, ay Dios! —Masculló, desesperada—. ¡Ahí está! ¡No, no, no!

—¿Qué ocurre, Matty? ¿De quién demonios hablas?

Ella sacudió la cabeza y giró su cuerpo, quedando completamente frente a mí. Estiré el cuello a espaldas de mi mejor amiga para averiguar quién la puso en ese estado. Un hombre larguirucho caminaba en nuestra dirección con una sonrisa tonta dibujada en su delgado rostro. Al acercarse un poco más, pude notar lo verdaderamente alto que era, su cabello castaño se encontraba alborotado y los rizos que salían disparados por doquier le daban cierto aire infantil. Parecía sacado de unos de los libros de los hermanos Grimm.

—Hola. —Saludó él, dejando claro el objetivo del chico. No despegó la mirada de la nuca de mi mejor amiga.

—Hola —respondió Matty, girando sobre sus talones para darle la cara al chico—. Kelvin, ¿no es cierto?

Él asintió, sonriente.

—Tú eres la encargada del departamento de audio, ¿no es así? —Ella asintió—. Matty Galeer.

—¿Sabes mi nombre? —El rostro de Matty se sonrojó.

—Tenía que saberlo.

Rodé los ojos, estaba a punto de vomitar sobre sus zapatos.

—¡Hola! —Intervine, cuando ninguno de los dos continuó hablando.

—Lo siento —Respondió Kelvin, con los ojos entrecerrados—. ¿Te conozco?

Deberían hacer algún tipo de ley que diga que sí un hombre no conoce el nombre de la mejor amiga de la mujer que le interesa, éste debe mantenerse a más de un kilómetro de distancia. Mejor aún, debería ser degollado, o castrado.

¡Pues claro! ¿Qué te parece Kelvin? ¿Alguna vez pensaste en la posibilidad de llamarte Kenia?

—Ella es Charlotte —Matty inició con las presentaciones, estaba segura que ella conocía mis negros pensamientos respecto a ese asqueroso humano—. Es mi mejor amiga.

—Encantado, Charlotte —sonrió y extiendió una mano hasta mí.

—Lo mismo digo, Kenner —repliqué con hostilidad.

—Es Kelvin.

—Cómo sea.

Kenner se despidió de Matty después de robarme cínicamente su atención por diez largos minutos. Aunque debo admitir que, sí paso por alto la grosería de no saber mi nombre, el tipo no resultaba tan desagradable. Sus ojos verdes brillaban mientras mantenía a mi mejor amiga a su lado y Matty no dejaba de sonreír cuándo él le hablaba. Verlos a ellos era dolorosamente tierno. En mi vida un hombre me había visto de esa manera y resultaba realmente triste pues tenía la firme convicción de que toda mujer merece a un hombre que la vea de la misma manera que se ve un eclipse solar por primera vez.

—No seas tan duro con él —dijo Matty—. Prácticamente soy la única que conoce.

Puse los ojos en blanco, continuando con mi papel de mejor amiga indignada.

—Charlotte... —Advirtió ella, cambiando el tono de su voz—. No mires ahora, pero creo que tu enamorado viene exactamente en esta dirección.

¡Oleg! 

Me volví para verlo de frente y le ofrecí mi mejor sonrisa acompañada de un movimiento de pestañas. Un par de ojos grises me devolvieron el gesto.

—Señorita Brown —saludó Terry Wolf, cuando llegó hasta nosotras.

—Bu-buenas tardes, señor Wolf —tartamudeé.

—Terry, querida. —Corrigió.

Volteé la cabeza a ambos lados de la calle para asegurarme que nadie se encontrara mirándonos.

—Claro, Terry —Intenté sonreír, Wolf me estudió de pies a cabeza. Tiré de Matty y me cubrí tras ella—. Le presento a Matty Galeer, mi mejor amiga. Matty, él es Terry Wolf.

Matty le ofreció una mano.

—Mucho gust...

—¿Puede comer conmigo? —cortó él, sin responder el saludo de mi amiga.

—¿Ahora? —Inquirí, él asintió—. Lo siento, Terry. No estoy segura, debo volver con las mascotas de mi jefe y...

—No te preocupes —intervino Matty—. Ya casi es la hora de la comida, yo me ocupo de los perros y te cubro con Xavier.

—Pero Xavier puede molestarse, no quiero...

—Por favor, señorita Brown —Wolf cerró un poco más el espacio entre nosotros y tomó la correa que sujetaba para entregársela a Matty—. Su amiga ya le dijo que ella se encargaba de cubrirla, acepté mi invitación.

Mierda.

—Bien —Accedí—. Vamos.

Matty se alejó con ambos perros arrastrando de ella de regreso a los estudios. La incomodidad pesó sobre mis hombros al momento. Terry Wolf me intimidaba de la misma manera que lo haría un asesino.


Entramos a un bar demasiado privado para mi gusto. Por supuesto, la cafetería frente a mi trabajo era demasiado poca cosa para un hombre de la talla de Wolf. El padre de Renée me dirijo hasta un privado en el lugar más oscuro y solitario del bar, un mesero se acercó de inmediato a nuestra mesa para tomar la orden y se marchó con la misma velocidad. Nuestras bebidas llegaron cinco minutos después y volví a quedarme a solas con el hombre. En el lugar comenzó a sonar música sensual.

Wolf me vio y arqueó una ceja, necesitaba pensar que se trataba de mi imaginación, sin embargo no logré convencerme. Aquello fue una clara invitación a bailar. Tomé un trago de mi bebida haciendo la tonta para ignorarlo.

—Señorita Brown. —Abrió la boca después de varios minutos de limitarse a observarme—. ¿Alguna vez le dijeron que sus labios son totalmente delirantes?

¿Qué? Carraspeé, tratando de pasar la bebida que se atoró en mi garganta.

—¿Gracias?—Murmuré, Wolf elevó las comisuras de sus labios en una sonrisa seductora—. Puedo preguntar qué era lo que necesitaba decirme, debo volver al trabajo.

Él tomó mi mano y la llevó hasta su boca, pude sentir su lengua rozando mis nudillos. Mi estómago se revolvió.

—Seré directo, señorita. —Su voz se convirtió en un ronroneo felino—. Usted es una mujer inteligente y puedo asegurarle que no hay nada en el mundo que deseé más que cuidar del bufete de su abuelo —Volvió a lamer mis nudillos—. Me parece que el Señor Dashner es un hombre mayor y lo mejor sería...

—Ésta canción me encanta —declaré, en un pobre intento de interrupción. Sabía por dónde iba Terry Wolf y no estaba dispuesta a dejar que terminara.

Él me observó con curiosidad.

—¿Baila usted? —Averiguó. Asentí lentamente con la cabeza, Terry se puso de pie sin soltar la mano que sostenía—. Baile conmigo entonces.

Caminamos hasta la pista ocupada por una sola pareja, bailaban tan juntos que estaba segura que se fundirían en cualquier momento. Wolf se pegó literalmente a mis caderas y comenzó con un movimiento poco decente. Miss pechos se apretaron contra su tórax y podía sentir su respiración en mi oído, contuve las ganas de empujarlo.

—Créame, Señorita —Comenzó, pude sentir su voz pegajosa en mi cabello—. Si usted me aceptara podría ayudarle para que el bufete sea el mejor del país.

—Ya lo es, el Señor Dashner cumple muy bien con su trabajo. —Declaré, tratando de liberarme de su agarre.

—El Señor Dashner es bastante anticuado. —Una de sus manos bajó hasta mi cadera, sus dedos rozaron la piel bajo mi blusa—. Usted y yo haríamos un mejor equipo.
Me apretó más fuerte contra él, lo sentí bajo sus pantalones. Me separé de inmediato, giré sobre mí y volví a la mesa. Ese bastardo pervertido. Cogí mi bolso del respaldo de la silla, al mismo tiempo que uno de mis brazos fue atrapado por Wolf.

—Déjeme en paz. —gruñí.

—Por favor, señorita Brown, no sea terca y acepte mi propuesta. No sólo le ayudaría con el bufete, también podríamos pasarla muy bien juntos...

Maldito asqueroso. Tomé uno de los vasos sobre la mesa y lancé el resto de su contenido sobre el rostro de Terry Wolf. En las películas nunca falla.

—Puede irse al demonio, señor Wolf.

Giré sobre mis talones y caminé con la cabeza bien alta hasta la salida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro