Capítulo 26
Por alguna razón, tener a Lola en mi vida nuevamente hace que las cosas tengan un flujo normal, tranquilo, y ¿por qué no decirlo?, también dulce. Desde aquel incidente en el que Aruna nos descubrió, separé su habitación de la mía en casa mientras buscaba la forma de divorciarme sin correr el peligro de que Aruna acusase mi "infidelidad" a un jeque.
Llegué cerca de las seis de la tarde tras hablar con Abraham, quien le ha estado costando un poco entender que Mamá ya no está aquí. Entonces, como este hombre es lo más cercano que tengo a mi Padre, estoy con él todas las tardes trabajando en una de nuestras joyerías, precisamente en la que se encuentra en el mercado antiguo. Por ahora dejaría de lado la fotografía, sólo para estar con él y con mi Lola.
Subí las escaleras a dos escalones, tenía prisa por buscar en mi habitación una factura de la mercancía que llegó antes de ayer. Tras la muerte de mamá, comencé a invertir en las piedras preciosas que a ella le gustaban, las agathas, los zafiros, y en más oro. Lo extraño, es que hoy faltaron tres cosas en el inventario, y quizá era error mío, por eso me pondría a revisar la factura.
Pero belcebú se empeña en hacerme enfadar por muy feliz que me sienta. Aruna estaba acostada en mi cama, durmiendo.
Me acerqué lentamente y di un golpe fuerte al respaldo de la cama haciéndola despertar de golpe.
—Mirán...
— ¿¡No te dije que no te quería en mi habitación!?
— ¡Estoy donde tengo que estar! ¿Crees que me olvidé de lo que hiciste?, aun puedo correr donde un jeque y decir la verdad, ¡Así que no me desafíes!
— ¿Me estás chantajeando? —Alcé una ceja y me senté en el filo de la cama para verla más de cerca, y finalmente apartar la mirada, es obvio que no puedo retarla si no quiero perder a Lola.
—Llámalo como tú quieras, pero esa mujer no entra a esta casa ni aunque yo me muera. Ahora, dame la chequera.
— ¿Qué? ¡Estás loca!
—Uno de los jeques me ofreció una charla, creo que quiere que...
— ¡Ok, tendrás la chequera! —Abrí el cajón de mi mesita de noche y se la lancé— ¿Me dejas en paz? Sólo no gastes demás, si no quieres que de alguna forma nos quedemos en casa de tus padres, y que mal se viera, ¿No crees?, nos apuntaran y no quiero pensar que pasaría.
—No soy tonta pequeño. —Aruna me guiño y finalmente ha salido de mi habitación con una sonrisa.
Como bala me tiré de cabeza a la factura, iba a averiguar qué habría pasado, y más tarde, iría con Lola, deseaba verla y darle una joya que compré para ella.
La llamada de un número desconocido entró en mi teléfono, me enfermaban estas llamadas extrañas, siempre eran los de las compañías jodiendo para que contratásemos no sé qué mierda, ofuscado contesté:
—No quiero ningún plan, no quiero ningún seguro de hogar, y si usted quiere ofrecerme tranquilidad, lo escucho.
— ¡MALDITO TURCO DE MIERDA!
— ¿¡TURCO!? —Enfadado dejé la factura a un lado— ¿Quién habla?
— ¡Por tu culpa Lola está en la cárcel! ¡Seguro tú fuiste quien puso esas joyas en su habitación del hotel! ¿¡QUIÉN MÁS TENDRÍA LLAVES!?
— ¿Cómo? ¿¡Qué le sucedió a Lola!? —Dejando de lado los tontos insultos me centré en la voz de Dylan, a quién reconocí de inmediato.
— ¡A Lola le encontraron unas joyas en su habitación! ¡Tu esposa la mando a investigar y ya veo! ¡Todo fue un complot contra mi hermana! ¿¡Qué no te basta con todo lo que ya hiciste!? ¡Mira si te encuentro te mato porque ya es suficiente!
Escuchar todo eso me pateó las neuronas, era mucha información, ¿Cómo habría ocurrido todo? Claro. Aruna robó entonces esas joyas que me faltan en la tienda. ¿Y cómo habría obtenido llaves?, nuevamente me percato, de que dejo las llaves en la mesita de entrada, quizá sacó copias...
— ¡Escúchame Dylan! ¡Yo no tengo nada que ver en todo esto! ¡Iré por Lola, juro que la sacaré de ahí!
— ¡Eso espero, si no quieres que papá se entere y finalmente nunca más la vuelvas a ver! ¡Mira que te tengo compasión turco de mierda!
— No soy turco, Dylan. —Cabreado le corté la llamada y me levanté tomando mi abrigo.
Aruna me volvería infeliz y loco al mismo tiempo. Tenía que tomar una decisión pronto o acabaría mal. Conduje hasta donde Dylan me señaló, Azeneth insistió en venir, y finalmente ya éramos ella y yo con la sangre a tope, aunque... de Azeneth no lo entendía.
Cuando llegamos al lugar, Dylan se me acercó furioso pero se detuvo en seco al ver a Azeneth que lo miró fríamente. ¿Qué cuento se traían estos dos?
Dejando de lado sus juegos de niños, me acerqué a un oficial.
— ¿Tienen detenida aquí a Lola Colleman?
— ¿Quién es usted?
—Mirán Alauî.
— ¡Ah!, sí, su esposa nos advirtió que vendría, pase por aquí, le entregaremos las joyas de su esposa y podrá marcharse.
—Quiero saber cómo se encuentra Lola Colleman. —Insistí.
—Acusada de robarle a su esposa, ¿No lo sabe?
— ¿Cómo la acusaron de algo sin siquiera revisar las cámaras de seguridad del hotel? Hasta dónde yo sé, nadie me las ha pedido, y sobre todo, ¿Quién les ha autorizado a entrar a un Hotel donde el propietario soy yo?
—La ley, señor Alauî —Afirmó el oficial volteándose a verme — Además... ¿Usted no mantiene una causa pendiente con nosotros?
Me quedé estático un momento. Si por alguna razón, el primer robo que hice con mi nombre (Sí, un error de pendejo, no me cambié el nombre para robar la primera vez que lo hice en la mafia) está a un registrado, tendría una condena que cumplir, y en mis planes no estaba eso.
—Déjelo así, por ahora devuélvanme las joyas.
— ¿Está usted bien?
—Claro que estoy bien, ¿Cree que me sobra el tiempo para estar aquí?
—Bien, le daremos las joyas.
—Me pertenecen a mí, esas joyas están en esta factura que traigo, las compré hace nada, no se las he regalado a mi esposa porque ya están compradas por alguien más, de hecho, el número de serie en la pulsera y los zafiros lo acreditan.
— ¿¡Qué!? Entonces su esposa tendría graves problemas si eso fuese verdad.
—Los tendrá, porque ha mentido, las joyas ya fueron compradas, las entregaríamos mañana.
He debatido con un abogado, el oficial y otro abogado más como por una hora y media, intentando demostrar que las joyas son mías, que en las cámaras de seguridad que tuve que pedirle a Abraham que trajera, verificamos que fue Aruna quien entraba a la habitación con las joyas, y mil cosas más que no sé de dónde saqué. Me arriesgué tanto que estuve a punto de ser descubierto, pero todo valió la pena, Lola pudo salir por la madrugada.
La abracé con algo de recato, no quería levantar sospechas a los oficiales que miraban atentos cada paso que Lola daba.
—Sé lo que ocurrió, por eso, necesito que hagas algo por mí, Lola.
Ella me observó con atención al percatarse de los oficiales.
—Vete a Santo domingo, espérame allí... necesito que me esperes allí, quiero hacer algo bien, y no creo que me funcione si estás acá.
— ¿Por qué a Santo Domingo, Mirán?
—Porque Aruna sabe que detesto ir a Latinoamérica, no me buscará allí, también sabe que detesto pisar los lugares que pisaron mis padres, piensa que lo odio, pero en realidad no es así, es muy obvio que yo amo ir a esos lugares... a escuchar su música... bailar, y todo eso que hacía con Mamá. Allí, tengo una mansión que me heredó papá, una que ocupaba su... —Aquí me detuve, yo sabía bien que papá tuvo un hijo con otra mujer, pero no sabía si sería bien aceptado por Lola así que lo obvie— la ocupaba un pariente lejano, pero ahora es mía y de Azeneth, hazlo Lola, por favor, estoy seguro que aun cuando me separé de ella, querrá vengarse o venir por ti, y allí no nos hallará.
—Mirán, pero... tengo que trabajar.
—Sólo ve. Por favor ve.
Los gritos de Azeneth a Dylan nos hicieron apartar la mirada, ofuscada salió del lugar, y él que ni se movió se acercó a Lola.
—Ya vámonos Lola, estoy cansado de toda esta gente y sus costumbres. —Alzó la mirada a la mía, y sin decirnos nada, bajé nuevamente la mirada a Lola para despedirnos así, en silencio.
Cuando Dylan arrancó llevándose a Lola, me dirigí a casa en busca de Aruna, nada de esto se quedaría así.
Pero mis planes de pudrieron cuando Azeneth subió las escaleras a toda prisa y se tiró en su cama como una niña pequeña a llorar como si nunca hubiésemos podido tener nada.
— ¿Qué demonios te ocurre a ti? Todo el día peleaste con ese tipo, si tanto se quieren, ¿Ya qué más da? ¡Pues quiéranse! No creo que venga Samir a decirle a su hijo qué tiene que hacer, sólo te pido que no cometas errores Azeneth, ya no estás de trece años, ya tienes casi veinticuatro y has fornicado más que cualquier adulta a tu edad ¿Me crees mal hermano aun al no facilitarte dinero a destajo?, pues hermanita, te digo de una que ya no espero nada de ti, nos han deshonrado una y otra vez.
— ¡Estoy harta de todo esto! ¡Estoy harta de Dylan Colleman y de su enorme polla! ¡Estoy harta de que mamá no esté y de que tú solo tengas el tiempo para joderme!
— ¡Yo no quería saber de qué tamaño la tiene Dylan! ¡Lávate la boca niña!
Azeneth sigue llorando desconsolada, y yo cabreado la dejo llorar. Todo me resulta mal en esta casa.
A la mañana siguiente, comprobé que Aruna estaba tomando desayuno, y como ya no había tiempo de retrasarlo más llegué hasta donde estaba y la solté delante de Azeneth y ella:
—Nos separamos, ya no podemos con esto, te lanzaré al viento hoy mismo Aruna, ahora que te equivocaste incriminando a Lola, no tienes como comprobar que no has sido tú, las cámaras lo dicen, ¡Bendito Alá!
Ella no soltó su cuchara, y sin comprenderlo, Azeneth se pone a llorar otra vez.
— ¿Qué es ahora? ¿Te canceló una cita?
—Mirán, mi amor. —Irrumpió Aruna— Nuestra pequeña Azeneth está muy triste por que el chico que tanto le gusta, la ha dejado al viento.
— ¡Pero Azeneth! —Suspiré— ¿Qué más esperabas? Ese tipo no estaba comprometido contigo.
—Y además—Continuó Aruna— La dejo al viento y embarazada de ¿Un mes? —Preguntó a Azeneth que negó.
—Un mes y una semana... —Murmuró mi hermana viéndome.
En este punto me dejé caer en la silla que arrastré sin fuerza. Azeneth embarazada de un tipo que la dejó, y que ese tipo es el hermano de la mujer con la que planeo tantas cosas... Aruna lo disfruta, sabe que de alguna forma que aun cuando me divorcie de ella mi vida se hace añicos sabiendo esto.
— ¿Y él que te dijo, Azeneth?
—N...No... no le importa, no qu...quiere saber más de mí.
Di un golpe a la mesa y me puse de pié nuevamente.
— ¿¡Cuántas veces te dije que no hicieras esas cosas!? ¡JODER!
Apenado, decepcionado. Era poco para lo que estaba sintiendo, como pude salí de casa a la joyería, aquí me puse a llamar a Lola, quién ya estaba en el aeropuerto esperando su vuelo junto al imbécil de su hermano. Le he contado como estaban las cosas, y que, como sea yo no podría dejar de pelear por Azeneth, que, lamentablemente nuevamente me voy a tener que meter con los Colleman, y que nunca íbamos a ser felices.
JavieraJames2604
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