T R E C E
29 de marzo, 2021.
Uno, dos tres...
Vamos, respira, Hunter. Cierra los ojos y respira profundo.
—¡Hunter, ven a saludarme! —Escucho como me llaman— ¡No huyas, cobarde! ¡Déjame abrazarte!
Cuatro, cinco, seis...
Bien, tienes que salir del cuarto, no puedes seguir escondiéndote más. No quieres que todos entren y empiecen a crear más desorden.
Suspiro con pesadez y frustración. Era lunes, lo que significaba que hoy tocaba reunión familiar. De nuevo, como cada semana.
No era que me molestara convivir con mi familia, en absoluto. De hecho, me gustaba estar con los demás, pero viéndolos a todos desde lejos, involucrándome desde metros, sin toda la efusividad siendo dirigida hacia mí.
Sí, así me gustaba más.
El único problema era que esta vez no podría llegar tarde a la reunión o siquiera esconderme ya que todos vendrían a mi casa, pero por más grande que fuera esta, sería inútil siquiera pensar en huir.
Además, si me iba aunque sea veinte minutos, daba por seguro encontrar mi casa patas arriba con lo revoltosos que eran todos. Ni hablar de mis primas que se pasearían por todos los cuartos, intentando sacar más información sobre mi vida privada.
Una vez sucedió y el dolor de cabeza me duró semanas. Lección aprendida.
Hasta ahora habían dejado las preguntas sobre Beverly de lado. Lo bueno de eso es que no tenían idea de que ella y yo manteníamos contacto y habíamos salido ya, sino que solo la conocían mediante fotos que compartía en mi página web solamente.
Todos morían por conocer una chica que me gustara.
No pasaría en un futuro cercano si la decisión estuviera en mis manos.
Solamente dos veces estuve a punto de ceder y presentarle a mi familia a Jamie para que no me abrumaran más sobre conocerme una novia, pero el hecho de hacer que la conocieran, conllevaría a que se involucraran y encariñaran con ella —cosa que hacían muy rápido. No estaba seguro si podía hacer que Jamie soportara algo así cuando nuestros términos claramente eran otros.
Sí... eso no sucedería.
Escuché el timbre sonar, para después oír cómo abrían la puerta e invitaban a más personas a pasar.
Me acomodo la camisa y la aliso con las palmas de mis manos, después pasando éstas por mi cabello, revolviéndolo en el proceso. Alcanzo el pomo de la puerta y le quito el seguro. Lo giro, abriéndola ligeramente.
Asomo mi cabeza por ésta, viendo que nadie se encontraba cerca para recibirme. Decido relajarme, porque estar estresado no me ayudaría en nada.
Debería estar ya acostumbrado al singular trato que me brinda la familia de mi madre, ya que desde siempre han sido así, pero yo me mantenía reacio a su calidez.
Cierro la puerta detrás de mí, no preocupándome mucho si alguien más decidía entrar, ya que esta no era usada. Solo usaba una habitación en mi casa, dejando otras cuatro recámaras completamente libres, incluyendo en la que se había quedado Beverly... bueno, la que yo había preparado para ella, porque desde luego que no la había usado.
—¡Ahí estás! —reacciona Clara, una de las más escandalosas de la familia.
—Hola, bonita. —saludo, recibiendo un sonoro beso en mi mejilla. Le regreso uno, apenas rozando su mejilla.
Contengo una queja. Ya me sentía abrumado.
Se engancha de mi brazo y me arrastra con ella a la sala grande, donde todos los demás sueltan un chillido al verme al fin. Todas las mujeres se levantan de un brinco, viniendo a mi encuentro.
Pensándolo bien, a la mierda todo. Yo me voy de aquí y no me importa que hagan lo que quieran en mi casa.
Hagan una fiesta, un concierto. Conviértanla en una pista de baile. Lo que quieran.
Doy media vuelta, listo para marcharme, pero mi madre se interpone en mi camino. Observo su rostro inconforme, su ceja alzada y sus manos puestas en su cintura, como jarra.
Me quedo estático.
Ahí iba mi oportunidad de zafarme de todos.
—¿A dónde ibas, nene? —pregunta en un regaño. Suspiro— ¿No ibas a saludar?
—De hecho, justo iba a irme de aquí. Ya sabes, como siempre quiero hacer, pero que alguien no me deja lograr nunca —digo monótono. Escucho risas a mis espaldas—. Y los saludos era justo lo que quería evitar, madre.
Tía Martha se coloca a mi lado, rodeándome el torso con su brazo. Suelto un suspiro al sentir su toque.
—Lola, ¿cuándo llegará el tiempo en que Hunter nos reciba con los brazos abiertos? —Inquiere, bromista— De pequeño nos amaba, pero creció y se hizo reacio al contacto físico.
Mi madre suspira. —Yo también espero eso. —ambas ríen.
—¿Pero qué esperan? —Pregunta mi hermana— ¡Abracémoslo todas juntas!
Siento cómo la sangre se drena de mi rostro al escuchar la sugerencia que dio Anna, sabiendo muy bien que todas seguirían. Le dirigí una mirada a mi hermana, quien tenía una sonrisa maliciosa en sus labios mientras se acercaba a mí. Ella fue la primera en abrazarme.
—Traición. Eso es traición, Anna-Marie Morgan.
Un segundo después sentí el peso de las chicas sobre mí, abrazándome con tanta fuerza que sentí que me faltaba el aire, casi. Todas se mecían de un lado a otro, haciendo que me moviera junto a ellas.
Estaba seguro que mi reacción era digno de una fotografía, pero todos estaban tan ensimismados riéndose al ver a todas abrazándome, que nadie pensó en aquello.
Llegó un punto en el que mi irritación no fue tanta y hasta relajé los músculos tensos, bajando los hombros un poco. Hasta se me escapó una sonrisa, la cual duró un segundo, cuidadoso de que nadie la viera.
—¡Hunter nos quiere, ha sonreído! —remarca Violeta con asombro.
Bueno, al parecer alguien sí la había notado. Todas las chicas se ríen a carcajadas, apretándome con sus brazos aún más fuertes.
—Dios mío. Piedad. —dije con la voz atorada.
***
La tarde había pasado rápido. Y a decir verdad, no me encontraba tan irritando como otras veces.
Las chicas decidieron dejarme en paz cuando habían concluido el abrazo que duró minutos. No quise contarlos.
—Hunter, ¿quieres que te lleve una limonada? —pregunta Clara, levantándose para ir a la cocina.
—Yo quiero un vaso, hermosa. —pide John, su novio.
Volteo a verlo, observando su rostro suplicante y sonrisa socarrona.
—Levántate por uno, flojo. Además, yo le pregunté a Hunter, no a ti.
Alcé las cejas cuando la rubia me miró interrogante, esperando una respuesta. Reprimí mi risa al ver la reacción de su pareja. —Claro, un vaso con hielo estaría bien, bonita. —le respondo sin más. Ella asiente energética, metiéndose a la cocina.
—Mierda, hermano, ¿cómo haces para que te quieran tanto? —Me pregunta el chico— A veces pienso que Clara te quiere más a ti que a mí.
—Eso tendría bastante sentido. —replico.
—Me he hecho esa pregunta desde siempre, pero, ¿qué hacer? —Mike, mi primo, se une a la conversación— Hunter es el favorito de las chicas. Su actitud indiferente hace que lo quieran más.
El novio de Clara rueda los ojos, incrédulo.
—Mujeres, ¿quién las entiende?
Y se ríen ambos, chocando puños. Siguen conversando, pero su temática no capta mi atención como para unirme a ellos.
En su lugar, decido revisar el móvil, viendo qué cosa entretenida podía encontrar en las redes sociales.
Veo que Beverly publicó unas fotos suyas en donde comía una barra de chocolate. Observo la vestimenta que llevaba puesta en las fotografías. Me río internamente al ver las elecciones tan alocadas de ropa que siempre tendía a escoger; sus atuendos siempre rebosando colores vibrantes y alegres.
A decir verdad, pegaba bastante bien con su personalidad. Llamativa, irritante y alegre.
—Ella es la chica de tus fotografías, ¿verdad? —inquiere Clara, peligrosamente cerca de mí.
No me muevo de mi lugar, tampoco demuestro que me ha asustado, pero tomo el vaso con limonada que me tiende, apagando la pantalla del teléfono.
Me había quedado ensimismado con el retrato de la pelinegra, que no había notado siquiera que alguien se encontraba a mi lado.
—Subiste unas fotografías de ella recientemente en las cuales se encontraba posando en una cama —recuerda, tomando un sorbo de su bebida—. Esas fotos están preciosas, por cierto, pero debo decir que esa recámara me parece muy, pero que muy conocida. —alza las cejas, echándome una mirada superior, como si hubiera descubierto algo.
Pero mierda, sí que estaba cerca de acertar.
Creo que hasta podía escuchar lo que pensaba, y sí, esa recámara es mía. No pensé mucho en que mi familia —la que no sabía que tenía algo con Beverly— podía identificar esa habitación.
—¿Por qué? ¿Se parece a la tuya? —le pregunto con voz neutral.
Clara achica sus ojos, echándoles un vistazo a las demás chicas. Pareciera que se podían comunicar con solo una mirada, porque de pronto, todas se encontraban a mi alrededor.
Tallo el tabique de mi nariz, preparándome mentalmente para la ola de preguntas que se avecinaba.
—Antes que comiencen a hacer conjeturas, no. No tengo nada que ver con ella.
Todas se quedan calladas, creando un puchero en sus labios, decepcionadas por mi declaración. Lo mejor de todo, es que ellas lo creerían porque no era muy común de mí escuchar excusas o mentiras. No tenía pelos en la lengua al decir las cosas, y ellas lo sabían muy bien.
Claro, no siempre me mantenía fiel a aquello, ya que en ocasiones como esta, lo ameritaba. Decir una mentira para salir de una situación incómoda era muy conveniente.
—¿De verdad? —pregunta Anna, con los ojos entrecerrados.
Suspiro. —Sí. Ahora, déjenme respirar, que están muy cerca todas.
—Hunter, ¿Por qué nunca nos cuentas nada de tu vida personal? —escucho a Violeta.
—Porque no me apetece, además que todas son muy chismosas. —me encojo de hombros.
Todas ruedan sus ojos. Anna les confiesa que ni ella sabía nada sobre mi vida. Nada fuera del trabajo, al menos, siendo ella mi secretaria.
Había tenido suerte en que las pocas veces que Beverly había ido al estudio, mi hermana y ella no coincidían. De Jamie ella ya sabía, pero también estaba enterada que no era nada serio, solamente amigos.
—Si no fueras tú, Hunter, ya nos hubiéramos ofendido. Pero descuida, amamos todas tu amargura.
Y depositan un beso en mi mejilla, para después tallar con sus dedos mi rostro, limpiando las manchas de labial que habían dejado de paso.
—Tú sí que vives la vida, hermano —menciona el novio de Clara en voz baja, dándome unas palmadas en la espalda—. Lo que yo daría porque esas chicas me trataran así, campeón. Estas mujeres tuyas son ardientes. —y me guiña el ojo.
Arrugo el entrecejo. Este era un completo idiota si pensaba que yo veía los tratos de mi familia hacia mí con morbo, como si no fuéramos sangre.
Lo miro de arriba hacia abajo, contemplando su expresión perversa.
Retiro en un movimiento tosco su brazo, que se encontraba con anterioridad alrededor de mis hombros.
—Clara, linda, creo que deberías terminar con este idiota al que llamas novio. —dije en voz alta, causando que todos callaran.
La chica se sorprende, abriendo los ojos, perpleja.
—¿Por qué dices eso, Hunter?
Pero justo cuando estaba a punto de contestarle, el timbre resuena por toda la casa, captando la atención de todos.
Posé mi mirada sobre el idiota una última vez, quien se encontraba pálido ya.
—¿Alguien más iba a venir? —pregunta mamá. Los demás responden que no.
—Yo abro. —digo como excusa para alejarme del medio hombre aquel.
Doy unos pasos sin mirar hacia atrás, aun sintiendo las miradas de todos sobre mi espalda. No le presto atención y eso causa que los demás resuman lo que estaban haciendo anteriormente.
Cuando estoy frente a la puerta, doy un respiro profundo con solo pensar que más personas estarían aquí en mi casa.
Agacho mi cabeza, mirando el piso y revuelvo mi cabello, dándole una apariencia más desordenada de lo usual. Abro la puerta un poco, sin ver previamente quién era.
Para mi sorpresa, veo un par de zapatillas rojas, unas piernas kilométricas con unos pantalones negros ajustándose a ellas, uniéndose después a un torso delgado con una blusa de tirantes blanca descansando sobre su piel.
—Hola, cazador, ¿me extrañaste, guapo? —observo los hipnotizantes labios rojos de Beverly moviéndose mientras pronunciaba aquellas palabras.
"Hechizado" es una buena palabra para describirme en este momento. Así me tenía ella. Completamente idiotizado.
Entreabro los labios, anonadado de verla parada allí, hermosa por completo sin hacer esfuerzo alguno. ¿Acaso era ella real?
No me resisto y doy un paso fuera de la casa, tomando su rostro entre mis manos, depositando un beso casto en su boca.
No quería arruinar su labial.
—Tomaré eso como un sí. —ríe con delicadeza, trazando con su dedo índice mi barbilla.
Beso su dedo también.
Entonces, escucho otra voz filtrarse por mis oídos.
—Hunter, ¿quién es?
***
Ya hasta pena me da saludar después de estar desaparecida casi dos meses por esta historia jajaja
Realmente lo lamento mucho, pero estuve bloqueada horrible y decidí tomarme mi tiempo y escribir algo que realmente me gustara y no aventarles algo mal hecho.
Por ahora, me pondré a trabajar cuanto antes en él para publicarlo cuanto antes.
¡Hasta la próxima!
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