Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

S I E T E

Bien.

Repasaré por quinta vez lo que le había propuesto a Beverly.

Ella, yo, mi casa. Ella durmiendo en la misma casa que yo esta noche. Una completa desconocida que podría ser...no sé. Algo malo. No creo que confiar en ella sea algo bueno, pero, ¿qué mal se pueda esperar de una chica como Beverly? No parecía mala y tenía por seguro hasta ahora que no era una asesina serial.

Sobreviviría con saber aquel hecho, ahora solo quedaba guardar todo lo de valor. Tal vez no era una asesina, pero tal vez sí una cleptómana.

Uno nunca sabe.

No me agradaba la idea de una persona desconocida hurgando entre mis cosas en la madrugada o haciéndome preguntas personales al día siguiente sobre algo que les ha llamado la atención o simplemente porque creen que hay la confianza suficiente para hacerlo. Irónicamente, mi hogar no se encontraba repleto de fotografías como muchos esperan de mí siendo un fotógrafo, pero sí tenía unas cuantas fotos enmarcadas en cada habitación, todas llenos de memorias y personas importantes para mí. Solo que esas mismas personas eran las que las han visto al pasar de los años.

No mucha gente desconocida entraba a mi hogar.

Otra opción sería llevarla a un hotel que se encontrara cerca, pero implicaría seguir manejando debajo de esta tormenta y no parecía muy sabio considerarlo. No cuando ya habíamos sido testigos de un accidente automovilístico hace apenas unos cuántos minutos.

Suspiro con frustración, sabiendo que el único remedio era llevarla a casa.

Me distraigo de mis pensamientos cuando escucho música inundar el silencio que nos rodeaba. Escucho el ritmo de la canción y de inmediato sé que no es de mi agrado. Era muy chillante, ruidosa.

Alcanzo la radio y la cambio, poniendo música con un ritmo más lento.

—¿No eres fan del pop, eh? —se ríe. Niego.

Ya había tardado en hablar.

—En realidad no soy amante de todo aquello que es muy estrepitoso. Tú eres estrepitosa.

La pelinegra me mira con sus grandes ojos, curiosa, con el rostro ladeado. Después de unos segundos, esbozó una sonrisa de labios cerrados, pequeña.

—Me agradas, eres honesto —se concentra de nuevo en la carretera—. Muy bien. Entonces pondré algo que sé que te gustará —me dice. Volteo a verla y veo que saca su móvil de su bolso para después conectarlo a las bocinas de mi auto—. Escucha esto.

Y sin más, la canción que yo había puesto se cambia, ahora resonando otra. Una de su elección.

Me tomo unos segundos para escuchar la melodía. Esta era más acorde a lo que yo solía escuchar.

—¿Y bueno? ¿Qué opinas, te gusta? —observo por el rabillo de mi ojo que se remueve en su asiente y me mira con fijeza.

Ignoré sus preguntas, restándoles la importancia a darles una respuesta. Mantengo mi vista fija en la carretera, entornando mis ojos porque la lluvia solo parecía tomar más fuerza. No faltaba mucho para llegar a nuestro destino.

Pasaron unos minutos en los que pretendí que ella no venía acompañándome. El gusto no me duró mucho porque insistió en que respondiera sus preguntas. Rodé los ojos.

—No sabía que debía darte un reporte.

Me da un leve golpe en el brazo, divertida.

Le doy una repasada rápida a su rostro con una expresión de pocos amigos en mi cara. Por lo que veía, no iba rendirse y mi actitud seca no parecía afectarle, sino divertirle.

—Es buena. —limité mi respuesta.

—¡Lo sé! —chilla. Me arrepentí al segundo de haberle dirigido la palabra de nuevo— Pero déjame decirte que esta canción es de las más deprimentes que tengo en mi lista de reproducción y...

—Hemos llegado —la interrumpo antes que me empezara a doler la cabeza. Estaciono el auto y lo apago, pero me mantengo dentro de él—. Si no queremos empaparnos de pies a cabeza, sugiero que corramos. Mi casa no está muy lejos, pero sí debemos apurarnos.

Dicho esto, tomé mi maletín y las llaves antes abrir la puerta y salir del auto, con Beverly haciendo lo mismo. Le pongo seguro al coche y corremos a toda velocidad. Mientras tanto, intento refugiar con mi cuerpo el maletín para que no se mojara tanto. Siento las gotas frías del agua mojar mi cuerpo; me estremezo ante su contacto pero no me detengo.

Algunos minutos después es cuando llego a la puerta principal de mi casa e inserto la llave abriendo la puerta. Aviento mis cosas dentro y espero a Beverly, la cual estaba tirada en medio de la calle. Me llevo la mano a la cabeza, tallándola a medida que suspiraba e iba perdiendo la paciencia.

¿En serio? ¿Justo ahora se detenía a disfrutar de la lluvia? Ahora no parecía mala idea dejarla afuera y disfrutar mi casa en silencio.

Grito su nombre para que trajera su trasero dentro de la casa. Al parecer recapacitó cuando escuchó mi voz y vino corriendo detrás de mi. Cerré la puerta cuando entró, pero para este entonces ella ya estaba remojada por completo, con el pelo y ropa escurriendo.

—Perdón, me caí.

Entorné mis ojos hacia ella. Evité rodarlos.

—Ven. Te llevaré a la habitación en donde podrás pasar la noche —le indico, sintiendo su presencia siguiéndome—. Puedes instalarte aquí. Hay un baño, cepillos de dientes nuevos en el cajón de encima —le apunto la cajonera—. También hay cobijas y sábanas.

—Oh, vaya. ¡Muchísimas gracias! —Me regala una sonrisa abierta— ¿Puedo tomarme una ducha? Es que si no me quito esta ropa terminaré resfriada.

Me la pensé un segundo antes de asentir.

—Claro. Buscaré algo de ropa limpia para que puedas usar.

Salgo de la habitación para irme a la mía y buscar entre todo lo que tenía algo que pudiera quedarle. Saco de mi cajonera una camiseta y el par de pantaloncillos más chicos y cómodos que encontré, aunque dudara mucho que le quedaran. Era muy menuda.

Toqué la puerta del cuarto. La abrí después que me haya indicado que podía pasar. Asomé mi cabeza antes de entrar, encontrando la habitación sola; asumí que se estaba duchando y dejé la ropa sobre la cama y me marché.

A mí también me apetecía una ducha caliente. Me metí a la regadera sintiendo la temperatura agradable del agua tocar mi piel. Sentí mis músculos relajarse al instante.

Cuando terminé, opté solo por ponerme unos pantalones deportivos grises. Tomé mi teléfono y me dirigí a la cocina para prepárame algo de cenar antes de irme a dormir con la vista fija en mi móvil, revisando mensajes pendientes que tenía. Revoloteé mi cabello con mi mano derecha, sacudiéndolo un poco para secarlo mientras seguía caminando, olvidando por completo que no me encontraba solo en casa.

Coloco mi teléfono en la mesa para poder tomar un plato hondo y una cuchara de la vajilla, dejándolos a un lado de mi móvil. Doy media vuelta en un movimiento rápido, chocando con la figura menuda de Beverly, causando que se tambaleara por el impacto.

Sin pensarlo y para evitar su caída, envuelvo mi brazo izquierdo alrededor de su estrecha cintura. Ambos nos quedamos completamente quietos, observándonos a los ojos y con la respiración agitada.

El silencio nos envuelve, pero ninguno se mueve, sino que nos quedamos en esa posición. Detallo sus maravillosos ojos color azul claro y me quedo perdido en ellos por lo que parece un buen rato. No relajo mi apriete en su cintura, sino que mi impulso es apegarla más a mí.

Mas no lo hago.

Beverly ladea un poco la cabeza, colocando sus manos en mi pecho desnudo. Traza una caricia que logra estremecerme. Con mi mano libre despejo unos mechones rebeldes de su rostro para admirarla mejor.

¿Qué estoy haciendo? Apenas la conozco, pero no parezco tener la fuerza para apartarme ahora mismo.

Siento cómo ella se pone de puntillas para ganar unos cuantos centímetros de altura. Sé lo que se aproxima y no pongo resistencia.

—¿Qué haces? —le susurro cuando solo unos centímetros nos separan. Ella sonríe levemente, todavía con sus ojos sobre los míos.

—Déjame averiguarlo.

Entendí que ninguno tenía idea de lo que hacía. Me corrijo. Sabíamos a la perfección lo que estamos haciendo, lo que nos aproxima, pero en realidad no teníamos idea del porqué lo hacíamos. No tenía sentido experimentar este tipo de acercamiento con alguien al que solo llevas conociendo un par de días, superficialmente.

Beverly se quedó quieta, con nuestras respiraciones entremezclándose entre sí. Ella ya había hecho el primer movimiento, ahora quería que yo lo completara, que cerrara los milímetros que nos separaban.

Rocé sus labios con los míos. Una corriente eléctrica me recorrió toda la espina dorsal. Separé mis labios un poco más para abarcar los suyos, pero nunca llegaron a encontrarse porque un teléfono sonó causando que saliéramos del momento y la apartara de mi cuerpo un poco hostil.

Entonces me di cuenta que solamente llevaba la camiseta que le había prestado junto a sus bragas. No más. Ella también repasó mi torso, deteniéndose en mi rostro y cayendo en cuenta del poco vestuario que traía.

No era como que me quejaba.

—El pantalón me quedó muy grande. Se me caía —rio, haciendo un ademán con su mano para darle énfasis a sus palabras. No parecía avergonzarse frente a mí—. Pero yo solo venía a ver qué podía comer. Claro, si no te molesta.

Carraspeé y compuse mi postura.

—No, puedes tomar lo que gustes —terminé frunciendo el ceño—. Buenas noches, Beverly. Descansa.

Me tomó un segundo salir de la cocina. De pronto el apetito se me había ido. Cuando entré a mi habitación, cerré la puerta detrás de mí con seguro.

Me tumbé sobre la cama e intenté dormir después de atender la llamada, pero curiosamente, el sueño también había abandonado mi cuerpo.

¿Qué acaba de pasar? Eso fue extraño.

***

3 de marzo, 2021.

—¿Qué quieres, Liam? —le hablé con molestia impidiendo que entrara a la casa.

No sabía que hora era, pero asumía que todavía era temprano, sin embargo, anoche no tuve las horas suficientes de sueño.

Estuve caminando alrededor de mi habitación, consciente de que Beverly se encontraba en la sala de estar puesto que hacía ruido. Al parecer ella tampoco podía dormir.

Solo salí cuando escuché la puerta de la otra habitación cerrarse con delicadeza. Encendí un rato la televisión con el volumen bajo para no delatar que me encontraba en la sala. Terminé durmiéndome alrededor de las tres de la mañana.

Así que sí, estaba cansado.

—Quiero entrar, pero no me dejas —rodó los ojos—. Siempre me dejas entrar, pero ahora no, ¿qué escondes? ¿una chica que no es Jamie? —me mira con diversión.

Mierda. Trago un poco de saliva, manteniendo mi rostro inexpresivo.

—No escondo nada. Solo estoy cansado, no he dormido y tú estando aquí me impedirá descansar. —bostezo.

—Parece que dices la verdad.

—La digo.

—Bien, soy buen actor, haré como que te creo. Ahora muévete y déjame pasar. Te haré un café, nenaza, será el más bueno de todos. Y te gustará.

No me da tiempo de rechazarlo porque me empuja con brusquedad y se adentra a la casa como si fuera la suya.

Todavía podía sacarlo a patadas, pero no me apetecía. En su lugar, opto por gruñir con fastidio, cerrando la puerta con llave.

Solo espero que Beverly no haga acto de presencia, y menos en tan poca ropa como la que llevaba anoche.

Sigo a Liam por detrás y me acomodo en un taburete, esperando a que prepare el café que había prometido. Ya no me molestaba que se metiera a mi cocina, y aunque me siguiera faltando de gustar, no le importaría; me terminé rindiendo, reconociendo que él ya jugaba un papel importante en mi vida, aunque me costara admitirlo.

Me quedo sumido en mis pensamientos, con el recuerdo de anoche repitiéndose una y otra vez en mi cabeza, recordando cómo se sintió su toque, lo atormentado que me sentí porque no pude apartarme, sino que quise sentirla a mi lado aún más. Recuerdo el roce de nuestros labios y de cómo, casi, por unos milímetros se convertía en algo más. Ansié con ganas besarla en ese momento, fue como si estuviera hipnotizado por sus ojos en hacerlo, y estuve a un segundo de lograrlo, de cumplir la necesidad que sentí en ese momento.

Todo fue completamente extraño. Pasó todo tan rápido y lo sentí tan intenso que mi pensamiento se nubló, solo concentrándose en la pelinegra, absorbiendo toda mi atención.

De manera inconsciente volteé hacia atrás, ubicando con mis ojos la habitación en la que ella se encontraba, queriendo ver a través de las paredes para verla de nuevo. Casi fue una necesidad hacerlo.

—Prueba el café, cariño. —Liam por fin logra llamar mi atención, haciendo que lo mirara a él, para después observar la taza de café humeante que tenía en frente.

—A veces pienso que en realidad lo dices en serio, idiota. —le regalo una sonrisa burlona, causando que me la devuelva de una manera más pervertida. Después me llevo la taza de café a los labios, probándolo.

—Siento hacerte ilusiones, hermano, pero eso no es lo mío —se burla, alzando las cejas—. Tampoco te juzgo si es lo tuyo.

Paso el líquido caliente por mi garganta.

—Vete al diablo, Liam —una carcajada se me escapa—. Por cierto, el café está bueno.

Alzo la taza en su dirección, todavía riéndome de la estúpida plática. Él era una de las pocas personas con las que me reía, por no decir la única.

—Bueno, uno aprende a hacerse café cuando al día siguiente la resaca lo está matando. —se encoje de hombros.

La charla continuó por unos minutos más, en los que hablábamos de cualquier cosa. El sueño se había disipado un poco gracias a la cafeína, pero no terminó de esfumarse cuando oí ruido proveniente de una habitación.

Sabía que se trataba de ella. Me quedé serio, tomando otro sorbo de café cuando Liam escuchó el barullo que causaba Beverly.

Me miró con la curiosidad abrazando sus facciones y con la picardía llenando sus ojos. Segundos después alzó las cejas, enfocando su vista en algo detrás de mí.

Seguí con la vista a donde los ojos de Liam apuntaban. Él ya llevaba una sonrisa ladina en su rostro cuando vio la figura femenina de espaldas, con el cabello oscuro cayéndole en frente.

—¿Acaso es...? —la pregunta se quedó en el aire.

Me quedé helado, porque por segunda vez, la vi con poca ropa. Solo con sus bragas y con mi camiseta cubriéndole el torso.

Cuando se volteó y nos vio a ambos en la cocina. Sonrió, saludando a Liam con la mano, acercándose a nosotros como si no estuviera casi semidesnuda. Coloco mi mano en la frente.

¿En realidad a esta mujer no le da pena estar así frente a dos hombres básicamente desconocidos? Había dos opciones, o era muy ingenua, o en realidad no le daba miedo mostrar su cuerpo, completamente segura.

Optaba más por la segunda.

—¡Liam, hola! —expresó emocionada.

Mi amigo, antes de responderle, me dirigió la mirada y volvió a alzar sus cejas, divertido, aprobando la situación. Pasó la lengua por sus labios, reteniendo una carcajada.

Conocía esa mirada. Lo que me esperaba después no sería nada grato.

—Hola, preciosa, ¿qué te trae por aquí?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro