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D I E Z

17 de marzo, 2021.

—Liam, ¿podrías dejar de mirarme? Me perturbas.

Estábamos en el estudio, en mi oficina, y él llevaba más de veinte minutos observándome con fijeza, como si quisiera decir algo, o en su caso, que yo le dijera lo que quería escuchar.

Solo que esta vez no estaba seguro de qué decir.

Muchas veces, cuando sabía que no le diría nada, recurría a métodos como éstos, en los que me sacaba de quicio, y al final, o le atestaba un golpe en la cabeza, lo seguía ignorando hasta que se diera por vencido —cosa que muy pocas veces sucedía— o terminaba por contarle lo que quería.

Si poníamos en una balanza a mis padres y a Liam Bennett, sobre quién era más hostigador, desquiciante y entrometido, mi querido amigo se llevaba el primer puesto. Al menos mis padres me daban un poco más de privacidad, respetaban mis asuntos —moderadamente— mientras que a mi amigo no le importaba en absoluto.

Liam era de aquellas personas que conseguían lo que se proponía, y sabía muy bien cómo hacerlo dependiendo de quién lo quería conseguir. En mi caso, me enfadaba hasta explotar, y vaya que aquello era su especialidad. Si quería algo de Anna, la complementaba y decía cosas bonitas a sabiendas que ella estaba un poco enamorada de él; se aprovechaba de aquello. Solo bastaba con ponerle cara de ángel a mis padres, ya que ellos lo estiman mucho, y bueno, de Jamie, le coquetea y enfada.

Todo dependía de la persona y su manera de ser. Los analizaba, conocía, y después, atacaba. Tal cual cazador con su presa.

—Estoy pensando en las probabilidades que alguien pueda tener en quitarte lo... Hunter. —comenta sin apartar la vista de mi persona.

Dejo de mirar la pantalla del ordenador, enfocando mi vista en el castaño.

Aprieto mis labios en una fina línea y comienzo a asentir con una sonrisa incrédula en los labios. Recargo mi torso en el asiento de la silla y cruzo mis brazos.

—De Beverly, quieres decir, ¿verdad?

—Oh, vaya, ¿ahora estamos hablando de Beverly, la sexy pelinegra que te tiene un poco loco? —se hace el inocente, como si nunca hubiera querido mencionar a la chica— Y es que a decir verdad, creo que vuelve a todos los hombres un poco locos, hermano. —termina en un susurro.

Suspiro, fastidiado.

—¿Hasta cuándo dejarás el tema de Beverly y yo por la paz? —le pregunto seco, aburrido.

—No pronto, eso debes saberlo —suspira luego él—. Es que en verdad esta es una excelente manera de sacarte de quicio y eso no es algo que consigas muy a menudo —sonríe, pero después pone cara pensativa, analizando sus palabras—. Me corrijo: el tema sobre una chica que te ponga de esa manera no se consigue fácil, porque cualquier cosa y persona puede sacarte de tus casillas con facilidad.

—Jódete.

Y aunque no quisiera, terminé divirtiéndome por la conversación. No oculté mi diversión, sino que una risa ronca salió de mi garganta, en la cual Liam me acompañó.

Era cierto que la mayoría de las cosas y personas no eran tolerables para mí, pero el tema sobre Beverly, de alguna manera u otra, lograba frustrarme. No entendía aquel sentimiento que provocaba en mí solo la pronunciación de su nombre, ya que no se me aceleraba el corazón ni mucho menos temblaba del nerviosismo cuando ella estaba presente.

Más bien, era como una mezcla de gusto y enfado a la vez. No lo entendía muy bien.

Si bien ella parecía poder tener la suficiente influencia para lograr sacar el mejor lado de Hunter Morgan, también lo tenía para sacar el peor. Era aún muy temprano para saber qué era exactamente lo que lograba hacerme sentir, y no podía decidir si aquello me gustaba o no.

Y en lo más profundo de mí, lograba escuchar susurros diciéndome que sabía que me lo hacía, que me gustaba, aunque me costara admitirlo.

Pero una cosa sabía muy bien: todo esto que Beverly pudo revolucionar en mí con su corta llegada a mi vida, no se le acerca ni un poco a lo que causa Jamie en mí, la cual tiene muchísimo más tiempo conmigo.

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre ambas? ¿Qué es lo que tiene Beverly que Jamie no? Francamente, quisiera que la segunda tuviera ese efecto en mí, porque me daba un poco de miedo que lo causara alguien que no conozco tan bien como Jamie... o Liam.

—Mierda, hermano. ¿Ella en verdad te tiene así? —dice Liam, de repente.

Yo salgo de mis pensamientos y vuelvo la mirada hacia él.

—No dije nada, Liam. Absolutamente nada. —entorno mi vista hacia él.

—Con esa mirada y aquel ceño fruncido junto a esos labios arrugados no creo que las palabras hayan sido falta. —apunta a todos los pequeños detalles que no había notado que tenía y expresaba.

Entreabrí los labios, ligeramente sorprendido.

—No lo sé, joder. Técnicamente la conocí enenero, pero llevo frecuentándola desde febrero, ¡un mes, un jodido mes! —Exclamo, alzando mis brazos— No sé lo que pasará si ella decide quedarse por acá por más tiempo.

Liam alza las cejas, sorprendido.

A pesar de todo, él siempre era el experto con las mujeres, o eso le gustaba pensar a él ya que de entre los dos, él tenía más experiencia con ellas, aunque nunca una relación formal o una parecida a la que yo tenía con Jamie. Y no porque careciera de buen aspecto, sino que yo no era tan universal como Liam lo era.

—¿Qué puede ser tan malo de eso?

—No tengo ni la más mínima idea. —digo, echando la cabeza hacia atrás.

—¿Entonces?

—Que es eso —recalco—. Que no tengo la menor idea, ni imagino lo que pueda cambiar mi vida con la llegada de ella a la mía.

Él se queda pensativo unos momentos.

—Mierda, Hunter. —es lo único que logra decir.

—Y lo peor es que creo que todo esto me pueda llegar a gustar. Que ella en verdad pueda llegarme a gustar.

Suelto un bufido al aire, seguido de un gruñido.

—¿No te gusta ya? —preguntó con extrañeza. Lo miro, comprendiendo que no había dicho las palabras correctas.

—Sí, ella me gusta, pero si ella se queda, tal vez aquello puede escalar, ¿no crees? —digo con cautela— Yo no quiero eso.

Liam se pone serio, entendiendo que el tema se había tornado, de pronto, más serio de lo que había esperado. Se cruza de brazos y recarga su espalda en el respaldo de la silla en la que estaba sentado.

Se queda callado unos momentos, averiguado qué era lo que podría decir, pero se había quedado sin palabras. No tenía nada que decir que pudiera serme de ayuda. Suspiró con pesadez.

—Estás jodido, amigo. Ya no hay vuelta atrás.

Despeino mi cabello, frustrado, echándole una mirada furtiva.

—Oh, ¿tú crees?

***

18 de marzo, 2021.

Respira hondo, Hunter.

—Vamos, solo un besito, nena —dice Liam, rogándole a Jamie que accediera a besarla—. Uno pequeño.

Jamie parece estar a punto de explotar porque mi amigo no dejaba de insinuársele desde que llegó a la casa de Liam, cuando había ido a verme. Llevaba toda la mañana y parte de la tarde con él.

Me levanto para ir a la cocina por un vaso de agua y ver si así me despejaba un poco de aquellos dos ya que parecía que no iban a callarse pronto.

—¡Hunter, ayúdame aquí con este animal! —Pide Jamie— ¡Liam, juro por Dios que te voy a patear en donde más te duele si no me dejas en paz! —le gruñe.

Niego con la cabeza al verlos juntos.

Usualmente, si alguien más estuviera en mi lugar, no dejaría que su mejor amigo se metiera con Jamie, pero yo no. Si no tuviera nada que ver con la pelinegra frente a mí, asumiría que entre ellos algo estaba sucediendo. ¿Y por qué? Una sola razón: la tensión sexual que emanaba de aquel par.

Y, sinceramente, los había imaginado un par de veces como pareja. Solo que eso no parecía ser posible por el momento, no cuando yo seguía involucrada con ella, de una manera en que los amigos no se trataban.

Avanzo a donde se encontraban los dos, revisando la hora en mi teléfono. Faltaba una hora para mi cita con Beverly, y estaba planteándome la opción de no ir.

¿Me vería como un cobarde? Absolutamente, pero por alguna razón que no podía idear, me sentía temeroso.

Sin embargo, me despedí de ambos y emprendí mi camino para recoger a la pelinegra con ojos deslumbrantes.

—¡Cazador! Llegas temprano —me recibe con una sonrisa y un beso rápido en la mejilla; después me invitó a pasar—. En realidad no me quejo, ya que la última vez ni siquiera se dignaron en aparecer.

Se echa a reír, agraciada de su propio chiste, mientras tanto yo seguía con mi expresión inquebrantable.

—No me gusta la impuntualidad. —dije con voz pasiva. Cerré la puerta tras de mí, observando a la chica que tenía al frente, con una bata cubriendo su cuerpo, un moño desaliñado recogiendo su cabello y poco maquillaje en su rostro.

Me di cuenta que todavía seguía alistándose para la cita y aun así, se veía increíblemente hermosa.

—¿Quieres algo de tomar, guapo? —me ofreció, caminando a la cocina. La seguí sin darme cuenta, completamente hipnotizado por el movimiento de su cuerpo.

—Agua.

Segundos más tarde me tendió un vaso con agua, el cual yo recibí. Mi sed había regresado, de pronto.

—Me iré a cambiar, espera un momento aquí, ¿de acuerdo?

No le respondí ya que ví aquello como algo sobrante. La vi desaparecer en el cuarto. Solo esperaba que no tardara demasiado.

En el tiempo que la esperé, me di la libertad de hacer algo que yo odiaba que hicieran en mi casa: husmear. Repudiaba aquello con el alma, ya que me parecía impertinente y desagradable, como si se estuvieran inmiscuyendo demasiado en mi vida.

La única razón por la que hago esto, y con la cual me excuso es que ella ya había hecho lo mismo en mi casa la noche que había dormido ahí. Aunque no le pregunté ni comprobé mis sospechas, sabía que lo había hecho ya que Beverly, por naturaleza, era curiosa y entrometida.

Al hacer esto, comprendí un poco más la razón detrás de todos los que hacían esto. Era agradable conocer, aunque sea, una pequeñísima parte de su mundo, ver las decoraciones, colores, muebles y colores que adornaban su hogar, pero aún así seguía sin gustarme aquello. Solamente que ahora, por primera vez en muchísimo tiempo, sentí curiosidad de enterarme de un mínimo detalle que fuese con Beverly.

Sí, ella era colores y felicidad, pero con el poco tiempo que la conozco, esta era la primera vez que conocía su casa. Al igual que yo, no compartía mucho de ella. Quien sabe, a lo mejor y tampoco le gustaba que husmearan por su hogar.

—¡Hunter, ven aquí! —Escuché su voz a través de la sala— ¡Ocupo tu ayuda! —sonó desesperada, y eso me puso en alerta. ¿Algo malo le habrá pasado?

Dejé el vaso vacío en un mueble y me dirigí a paso rápido a su habitación. Entré sin previo aviso, exaltándola un poco por mi presencia repentina. Al verme, alzó dos vestidos al aire.

—¿Cuál te gusta más? —preguntó.

Entreabrí los labios, incrédulo al enterarme que me había hablado por esa estúpida razón. Sin más, comencé a darme la media vuelta para salir de la habitación, cuando repitió mi nombre, causando que la mirara de nuevo. Me hizo la misma pregunta, a lo cual yo solo cerré los ojos y me llevé una mano a la cara, frustrado.

—Pensé que me habías hablado para algo más importante, Beverly. —dije con cansancio. Ella solo se rió ante mi reacción. Se acercó unos pasos a mí, deteniéndose cuando la distancia era poca.

—Era una crisis de moda. Necesitaba una opinión honesta y qué mejor que la tuya —una sonrisa surcaba sus delineados labios. Alzó los vestidos nuevamente—. Vamos, elige, ¿por favor?

Ya comenzaba a arrepentirme de esto, pero terminé cediendo.

—Con cualquiera te verías hermosa, pero me gusta este. —apunté el negro. Ella alzó las cejas.

—Espera, ¿me acabas de complementar? —habló en un chillido emocionado.

Mierda, ¿se ponía así porque le dije hermosa? Solo decía un hecho.

Asentí, corroborando su duda. Bueno, si me ponía a pensar, yo nunca daba complementos a nadie, he ahí su sorpresa, y la mía, para variar. Estaba demás decir que no era comunicativo.

Pero Beverly me robó el aliento por completo cuando se quitó la bata, dejándola caer al suelo y exponiendo su cuerpo curvilíneo ante mis ojos. Llevaba ropa interior, pero hasta me sentí un poco avergonzado de verla con tanta fijeza, pero no podía apartar mi vista de ella.

En definitiva, esta mujer era toda una pieza de arte que solo quisiera que se quedara para mis ojos.

Se deslizó dentro del vestido después de soltarse el cabello, éste cayendo por su espalda. No parecía molestarle que me quedara en el mismo cuarto con ella mientras se vestía, así que me quedé, admirándola, estático, idiotizado.

—¿Me ayudas a subir el cierre? —invitó.

En silencio, me acerqué a ella con pasos lentos, cautelosos. Me regaló una sonrisa cuando estuve solo a unos centímetros de ella. Se dio la vuelta lentamente.

Inspiré hondo y alcé mi mano hasta su cuello. Con mis dedos aparté con delicadeza su cabello azabache, rozando su piel y erizándola en el proceso. Coloqué mis manos en su espalda baja y subí con lentitud el cierre. Después, como si hubiera sido atraído a su cuerpo, acerqué mi nariz a su cuello y deposité un beso detrás de su oreja.

Inclinó su cabeza al lado y me permití absorber su aroma dulce. Enredé mis manos en su cintura y ella se volteó, encontrando mi rostro.

Nos miramos a los ojos un par de segundos, con intensidad, incapaz de elaborar palabras con mi boca. Rocé mi boca con la de ella, expectante a que terminara de cerrar el espacio entre ambos y así poder saborear sus labios de nuevo.

Lo sentí casi una necesidad.

—Estás... preciosa. —susurré.

Con la respiración agitada, cerré mis ojos, expectante.

Cuando los volví a abrir, me encontré con su rostro. Desesperando, abrí los labios, listo para capturar los de ella, pero justo cuando estaba a punto de unirlos, su dedo índice me detuvo.

—Creo que es hora de irnos. 

***

*Han pasado 84 años desde que Madai actualizó "Como ella"*

Hola de nuevo, ¿cómo han estado? ¿Pasaron bien la Navidad y Año Nuevo? Espero que sí.

Siento muchísimo no haber actualizado en tanto tiempo, pero cuando les digo que estaba seca, ESTABA SECA. Me senté frente a la laptop a escribir, pero solo me quedaba observando la pantalla, con la mente en blanco. Decidí no escribir hasta que estuviera inspirada y dar lo mejor de mí.

PD: Sí, mi nombre es Madai, mucho gusto. 



Espero les haya gustado el capítulo. Nos leemos a la otra.

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