D I E C I O C H O
7 de mayo, 2021.
Me aviento contra la cama de mi antigua recámara, la cual ahora le pertenecía a Ana. Mi espalda chocó contra el suave colchón, el olor a flores llegando a mi nariz. Inhalo profundo, dejando salir después el aire en un profundo suspiro.
Lo único que se mantenía igual era el techo, el cual me reconfortaba de cierta manera. Los colores en las paredes eran ahora deun verde limón con franjas amarillo pastel, según había dicho ella.
En lo personal, no me desagradaban los colores, pero seguía prefiriendo los neutros, de esos que no te mareaban con solo verlos. El ambiente se sentía tan diferente ahora que la habitación era de mi hermana, quien ya no jugaba con muñecas como antes, sino que ahora prefería no hacerlo en absoluto.
Sus coletas con moños se habían cambiado ahora por rulos relajados que le caían por la espalda y sus frenos de colores habían sido removidos dejando una dentadura recta y bonita.
Sus dibujos coloridos se habían convertido en cartas de amor y su ropa aniñada la había cambiado por una más adecuada.
—Mierda, Ana, cómo has crecido, pequeña. —confesé en un susurro bajo.
—Bueno, en algún momento tenía que hacerlo, ¿no crees? —contestó, sorprendiéndome.
Alcé mi cabeza, encontrándome con su pequeño cuerpo parado frente a mí. Jamás la sentí entrar, tampoco noté su presencia como usualmente lo hacía con tanta facilidad. No tenía que mirar para saber que era ella, pero mi mente estaba tan concentrado en el momento, que por primera vez en muchísimo tiempo, su presencia no la había sentido.
Relajé mi cabeza y la dejé caer de nuevo contra el colchón.
—Ven acá, mocosa. Déjame abrazarte. —le extendí el brazo izquierdo con los ojos cerrados.
Sin rechistar, se acercó a la cama y se acostó a mi lado, recargando su cabeza en mi brazo. La estreché contra mí, depositando un beso en su mejilla, sacándole una pequeña risita.
Siempre habíamos sido así desde pequeños ya que la diferencia de edad no era tanta. Nos llevábamos cuatro años y algunos meses. Solamente que ahora casi no pasábamos tiempo juntos como antes. Sí, nos veíamos en el trabajo casi a diario, pero cada quien tenía cosas que hacer, lo cual no nos permitía convivir demasiado.
Yo siempre tenía mi agenda saturada y cuando ella no se encontraba conmigo, estaba en la universidad o con su estúpido novio.
Así que decidí aprovechar el momento bajo aquella excusa y ella lo aceptó, pero sabía en el fondo que no me había creído. Me quedé en silencio, no queriendo explicar por qué me encontraba de esta manera, más serio de lo usual, más gruñón que lo normal. Estaba perdido en mis propios pensamientos, ahogado en mis sentimientos.
No había querido pensar mucho en lo sucedido con las chicas, pero cada vez que cerraba mis ojos, veía los ojos tristes de Jamie y la expresión desesperada de Beverly.
Esta vez, no sabía qué hacer.
Ahora, ninguna de las dos hablaba conmigo. No recibía respuestas de la primera y ninguna señal de vida de la segunda.
No había querido insistir mucho con Beverly ya que ella me había exigido averiguar cuáles eran mis sentimientos sobre ellas dos y eso todavía no podía ponerlo en orden dentro de mi cabeza, causando que me frustrara más.
Demasiado, al punto de querer volverme loco.
Estaba más tajante de lo usual, con la cabeza en el limbo. Mi paz se había disipado y no hallaba una manera de recuperarla.
¿Y Liam? Bueno, él se encontraba ocupado con sus trabajos finales. Este año graduaba. No estaba en condiciones de escuchar los lamentos de su mejor amigo, no cuando su futuro dependía de ello.
Además, no parecía querer darme mucha información sobre Jamie. Ella le había hecho prometer que no lo haría, y debía respetar su decisión. Le daría tiempo, el que necesitara.
Solo que... dolía.
—... y entonces le dije pasaría la noche con él. —habló Ana, mirándome con los ojos entrecerrados.
Salí de mi ensimismamiento, volteando a verla con horror en mi mirada.
—¡¿Que tú qué, Ana?! —rugí exaltado. Mi ceño ahora se había fruncido.
—Hasta que por fin obtengo tu atención, idiota. Llevaba hablando más de veinte minutos cuando me di cuenta que tú no me estabas escuchando —dijo molesta, haciendo un puchero con sus labios—. Es increíble como solo escuchaste lo último que dije.
Rasqué mi cabeza y la sacudí un poco, reaccionando al fin.
¿De verdad había estado ausente veinte minutos? Increíble.
—Entonces... ¿lo último que dijiste no es verdad?
—¡Por supuesto que no, Hunter! —se rio, atestándome un golpe en el pecho— Pero de verdad, necesitas decirme que rayos sucede contigo. Nunca te pones así.
Al parecer, no iba a encontrar un escape o excusa alguna que lograra quitármela de encima, porque una vez que lo había notado, no lo iba a dejar ir. Mucho menos si se trataba de mí.
—Estoy preocupada, ¿debería llamarle a Jamie para que venga a hablar contigo? —Se incorporó, sentándose— Hasta ahora, ella es la única que puede llegar a ti.
—No. —respondí casi de inmediato, completamente serio.
Frunció el ceño. No había dado indicios de nerviosismo o ansiedad, pero con solo la mención de su nombre, me había exaltado.
—¿No? Entonces a Liam.
—Tampoco. Él está bastante ocupado esta semana con sus proyectos finales.
Recargó la barbilla sobre su rodilla, pensando en quien más podría ayudarla a ayudarme. No pasó mucho cuando habló de nuevo.
—¿Y aquella pelinegra linda que siempre va a verte al estudio? —inclinó la cabeza, curiosa— Beverly es su nombre, si mal no recuerdo.
La respiración se me detuvo. —Menos. Muchísimo menos.
Ana se quedó un momento callada, con el dedo índice dando toquecitos en sus labios. Pareciera como si quisiera descubrir lo que sea que estuviera pasando con la poca información que le había revelado.
En verdad a veces me aterraba un poco la mente de Ana y cuán perspicaz y receptiva podía ser. Era inteligente, y aunque eso fuera bueno, también tenía sus desventajas.
Unos minutos después, alzó el rostro y me miró desde arriba, ya que yo todavía me encontraba recostado.
—Comprendo.
Fue todo lo que dijo antes de acomodarse en la posición anterior, estrechándome como si estuviera reconfortándome. La piel se me erizó.
Mamá entró después momentos después con una bandeja en manos, la cual contenía dos platos con comida en ella.
—Traje la comida, mis amores —dijo, empujando la puerta con la cadera. Dejó la bandeja en una pequeña mesa desplegable y se nos quedó viendo unos segundos—. Vaya, hace mucho no los veía así. Amo verlos de esta manera, me lleva a todas las veces en las que por años durmieron juntos porque Ana le temía a la oscuridad. Eras su héroe, nene.
—Todavía lo es, mamá. —dijo Ana, sonriendo con ternura, devolviéndome el beso que había plantado en su mejilla.
Mamá juntó sus manos, pegándolas a su barbilla. Casi al instante, sacó de su bolsillo su teléfono en un movimiento rápido, en el cual nos sacó un par de fotos juntos.
Ambos nos reímos, dejando que mamá se diera el lujo de hacerlo ya que no muchas veces nos veía de esta manera.
—Coman, nenes. Todavía tengo que terminar algunas cosas, y cuando lo haga vendré a verlos, ¿de acuerdo? —Dijo rápidamente— Háganme un poco de espacio cuando regrese.
—Claro, como los viejos tiempos. —hablé, con una sonrisa en mi rostro.
Y de repente, otra foto había sido sacada.
Mamá salió no mucho después y tanto Ana como yo acomodamos unas almohadas en el respaldo de la cama y colocamos la primera película que vimos.
Comimos juntos, riendo y pasando tiempo al lado del otro, como si nada más importara.
Eso me ayudó bastante y ni siquiera lo había intentado.
Para cuando la película terminó, ambos ya estábamos bostezando. Nos acomodamos de nuevo sobre el colchón y nos cubrimos con la cobija.
—¿Algún día me dirás lo que sucede, Hunter? —inquirió, recostada sobre su costado. Sus ojos grises, iguales a los míos, me observaron de tal manera que no pude resistirme.
Asentí varias veces en silencio.
—Prometo que, cuando ya no lo soporte más, tú serás a la primera que llamaré, pequeña.
—De acuerdo...
Después de eso, ambos nos quedamos dormidos.
***
9 de mayo, 2021.
Deslizo mi dedo por la superficie de la cámara, tomándola después entre mis manos.
La enciendo y veo la calidad de ésta, leyendo todas las características que venían en el folleto. Tomo una foto de prueba y la reviso en la pequeña pantalla de ésta misma, impresionado por tan buena resolución.
La chica la cual me estaba asesorando en la compra, explicaba bien todas sus funciones, y aunque yo supiera para qué servía cada cosa y entendiera la cámara a la perfección, decidí dejarla hablar.
Hoy no me sentía con muchos ánimos de hablar demás.
Hace un par de horas, cuando desperté, supe que hoy sería un largo día ya que no había mucho por hacer hoy en la oficina, así que opté por venir a ver equipos nuevos ya que quería actualizar los que tenía ahora.
Ya era un tanto viejo lo que usaba y quería un cambio para bien, e invertir mi tiempo en algo que no me volviera loco era exactamente lo que buscaba. Mis empleados ya habían reportado conmigo que un par de cosas se habían averiado y que era tiempo de reemplazarlos, asi que heme aquí.
—¿Cuál es el precio de esta cámara? —le pregunté a la chica, quien por fin había callado después de diez minutos.
—Este equipo la encuentra por ocho mil dólares, pero si decide llevársela, podría...
Y entonces, alcé mi mano, interrumpiéndola cuando recibí una llamada entrante de uno de los chicos que se encontraba trabajando en el estudio ahora mismo.
—Perdona, debo contestar esto.
—Adelante. —sonrió cordial.
Me retiré de ahí, imponiendo distancia para que nadie pudiera escucharme, pero en cuanto contesté la llamada, la voz histérica e impaciente de Gustav me recibió.
—¡Hasta que al fin podemos localizarlo! —Exclamó— ¿En dónde se encuentra, señor Morgan? —preguntó, ahora más tranquilo.
—Eso no es de tu incumbencia, Gustav, pero dime, ¿qué sucede?
—Sí, lo siento, solo es que en una hora y media tiene la sesión para la revista Elle, ¿ya viene en camino?
Mis labios se abrieron ligeramente.
—Mierda —dije en un susurro muy bajo, cuidando que este no pudiera escucharse al otro lado de la línea—. Sí, en cinco minutos llego. Preparen todo para cuando esté ahí.
—Todo está listo, señor. Lo esperamos.
—Espero así sea.
Y colgué.
Salí disparado de la tienda y dejé todo lo que había elegido dentro ya que no me daba tiempo para pagar las cosas. No podía darme el lujo de hacerlo ahora cuando había sido tan irresponsable como para olvidarme de esta sesión tan importante. Tal vez una de las más importantes de este año para mí.
Abro el coche y me adentro lo más rápido que pude, encendiéndolo y poniendo este mismo en marcha, arrancando a toda velocidad.
Me puse el cinturón a duras penas con un brazo mientras con el otro dirigía el volante.
Parecía que el mundo no estaba muy contento conmigo ahora, ya que el tráfico más adelante estaba horrendo y si no se despejaba dentro de poco, no podría llegar a tiempo. No importaba que tuviera una hora y media libre, ya que eso era muy poco tiempo para prepararme y revisar que todo estuviera en orden, sino que además, el personal de la revista llegaba temprano en veces para ver que todo estuviera bien coordinado.
Tenía que encontrar una ruta alterna ya, sí o sí.
Desesperado, saco mi móvil y busco el camino corto hacia el estudio. Lo único positivo de esto, era que no me encontraba tan lejos de mi destino y eso facilitaba un poco las cosas, pero tenía que llegar en el tiempo que había avisado, aunque sonara imposible.
Por obras del destino, al cual le rogué se compadeciera de mí unos momentos, logré encontrar una ruta favorecedora. Celebré dando un pequeño golpe en el volante y girando a la izquierda, cambiando mi camino.
Esos fueron los nueve minutos más largos de mi vida. Digo nueve porque eso fue lo que tardé en llegar porque claro estaba que no podría hacerlo nunca en menos que eso.
Estaciono el auto en el primer lugar disponible que encontré, no importándome que estuviera un poco retirado del estudio. Una vez me bajé del coche, le coloqué el seguro y comencé a correr.
—¡Estoy aquí! —anuncié una vez estuve dentro, llamando la atención de todos los que estaban presentes.
Claramente vi cómo sus rostros se relajaron al verme al fin presente. Estaban todos tensos, como yo, pero no había ni tiempo de respirar con tranquilidad ahora mismo.
Me desabroché los primeros tres botones de la camisa que llevaba puesta, un poco acalorado por el momento. Y como si Ana me hubiera leído el pensamiento, se aceró a mí, recibiéndome con un beso rápido en la mejilla y tendiéndome una botella helada de agua.
—No tienes idea cuánto me alegra ver tu pequeña cara.
Ella rio con sutileza y un toque de nerviosismo.
—Sí, bueno, tal vez te agrade ver mi rostro, pero no sé cómo te sentirás al ver el de ella. —dijo, apuntando con el mentón hacia un lugar en específico.
Fruncí el ceño, siguiendo la dirección, no entendiendo muy bien a lo que se refería.
Y de pronto, fue como si un balde de agua fría me hubiera caído encima.
Ahí estaba ella, sonriente como siempre, con su atuendo alocado y su melena negra que tanto adoraba.
Beverly, quien ahora me miraba directo a los ojos.
***
Sorpresaaaaaaaaa! Me adelanté, increíble, lo sé jajaj esto no pasa muy seguido, pero es que estoy bastante emocionada porque al fin he llegado a una de las partes que más moría por escribir de esta historia.
Descuiden, más adelante se pone incluso más intenso...¿o no? No lo c, io no c nada.
¿A quién le gustó el momento entre Hunter y Ana? A mi me encantan<3 Díganme que creen ustedes, ¿debería incluir más momentos entre estos dos o nel?
Sin más, espero les haya gustado el capítulo. Ojalá se hayan ido pa' tras cuando leyeron lo último muajajajajajaja
Nos leemos luego, cazadoras rompe corazones (sí, todavía no me decido cómo llamarlas jeje)
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