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C A T O R C E

Aprieto mis párpados, recordando por completo que no estábamos solos.

Mierda, ¿cómo se me pudo haber olvidado?

La ansiedad comienza a hacerse presente en mí, no sabiendo cómo reaccionar ante la situación. Asomo mi cabeza por la puerta para contestar.

—Espera, me tomará un minuto —digo fuerte y claro—. Ahora regreso.

—Si es Liam sabes que es más que bienvenido aquí, nene. —escucho el grito de mi madre.

Asiento una vez aunque no me viera, cerrando la puerta detrás de mí. Me paro justo enfrente de la mirilla, porque estaba seguro que las chicas optarían por ver quién estaba al otro lado de la puerta.

Hasta acá podía escuchar el revuelo que estaban causando las mismas. Rodé los ojos, negando con la cabeza como una demostración de frustración.

Después vine a parar con la extrañada expresión de Beverly, no sabiendo qué pasaba allá adentro.

—No me dijiste que venías, hermosa. —me sorprendió escucharme un tanto nervioso. También el hecho que la llamara por un nombre que no fuera el suyo.

Ella me echa una mirada picarona, acercándose a mí. Acaricia el cuello de la camisa que llevaba puesta

—Yo nunca aviso cuando vengo. No te había molestado antes, guapo.

Suspiré. —No, siempre me molestas, pero tú lo ignoras —me regala una sonrisa, encogiéndose de hombros—. Solo que hoy tengo visitas y hay casa llena.

—¿De verdad? ¡Me encanta conocer personas nuevas! —Estira su cuello en vano para ver si podía ver algo— ¿Quiénes son? ¿Tus amigos?

En ese momento, sin esperarlo, me toma del brazo y me hace a un lado, abriendo la puerta de un jalón. Sentí cómo la sangre se me drenó del rostro, al ver cómo mis primas posaban sus ojos en nosotros después de que hayan sido descubiertas espiando a través de la puerta, justo como lo esperé. Cubro mis ojos con la mano.

Se fueron corriendo a paso veloz después de sentir mi mirada aprehensiva sobre ellas, sin darle la oportunidad a la pelinegra de saludar. Desaparecieron en segundos.

Sin embargo, Beverly, en todo su esplendor, estiró sus labios carmesí en una sonrisa radiante al verlas, pasando como si fuese su propia casa, como lo usual.

Comenzó a caminar, y por un momento, me quedé de nuevo paralizado por cómo se movían sus caderas con cada paso que daba, su largo cabello ondulado cayendo suavemente sobre su espalda. Sacudí mi cabeza, reaccionando al saber que una bomba estaría por explotar si permitía que ella llegara a la gran sala donde se encontraban todos.

Cerré la puerta con candado y troté hasta llegar a ella, tomándola del brazo con delicadeza.

—Espera, tú no quieres estar allá con los demás. —le advertí.

Se volteó, dándome la cara y robándome el aliento. Mierda, Hunter. Debes controlarte.

—Pero sí quiero. —hizo un puchero con los labios.

—Que no.

—No. Yo sí quiero. Eres tú el que se niega, y justo por eso quiero conocer a quienes están aquí aún más. —me regala otra sonrisa pícara, alzando sus cejas.

En un intento de persuadirme, se acerca a mí, enredando sus brazos alrededor de mi cuello. Su perfume de lavanda llega a mis fosas nasales e inspiro su esencia. Coloco mis manos en sus caderas, acercando su figura más aún a mi cuerpo.

—Me vas a volver loco. —confieso a centímetros de su rostro.

Me da otro beso, uno que logró hacerme olvidar todo por segundos. Acariciaba mi cabello, enredando sus largos dedos en él, mientras que los míos se aferraban con fervencia a su cadera.

Me despegué de ella cuando escuché unos jadeos de sorpresa a espaldas de la pelinegra.

—Buen intento, pero tienes que irte, Bev. Ya nos vieron —digo, irritado por la invasión de privacidad. Luego se llevarían un regaño esas chicas—. Puedo ir a verte más tarde.

Tallo mi boca con la palma de la mano, queriendo quitar el labial de mi boca, pero para mi sorpresa, ésta no se mancha de rojo. Al menos el labial no se había corrido con el beso. Eso lo compruebo al ver el maquillaje en la boca de Beverly intacto.

—¿Quiénes son para que te niegues a que los conozca?

Acaricio su mejilla y estiro la comisura de mi labio en una sonrisa pequeñísima.

—No, nena, el problema es que mi familia te conozca a ti. —alza las cejas, sorprendida ante la revelación. Maldigo al notar que le dije quiénes eran en realidad.

—Con que tu familia, ¿eh?

Tal vez la mención de conocer a mi familia la asustaría y saldría corriendo, asi que asiento como respuesta después de unos segundos. Me jala rápidamente hacia ella de nuevo, pegando su boca a mi oreja, mordiendo el lóbulo de ésta.

La piel se me eriza. Cierro los ojos al sentir su aliento, en un intento de tranquilizarme.

—¿Estás loco? —Dice al separarse— No dejaré pasar esto. Yo iré a presentarme. No todos los días tengo la oportunidad de conocer más de ti, cazador. Y lo admito, eso me vuelve loca, toda tu aura misteriosa, en realidad.

Y con eso, sale corriendo sin previo aviso, cuando notó que había bajado mi guardia. Maldita sea, lo que tenía de irritante, lo tenía de inteligente y sensual. Además, es increíble cómo puede avanzar tan rápido con zapatillas de tacón de aguja puestas.

Me reprendo al haber dejado que esto pasara a mayores, no insistiendo más en que se fuera. Esto no saldría bien para nada. En todos los posibles escenarios que imaginaba, todo terminaba en lo mismo: en un desastre descomunal y un tedioso dolor de cabeza.

Para cuando la alcanzo, me doy cuenta que ya era muy tarde como para salvarme el pellejo. Esta chica ya había venido las veces suficientes como para conocer bien mi casa, así que supo exactamente a dónde dirigirse.

Beverly ya se encontraba en medio de la sala grande, donde mi familia estaba charlando. Logró callar a todos con solo su presencia. Ella no era para menos.

Pero así de impresionante era ella.

Puedo ver claramente cómo toda mi familia se queda boca abierta al verme parado a su lado y en cómo la pelinegra se aferró de mi brazo.

Después de unos segundos en silencio, mi madre se pone de pie, no haciendo ningún esfuerzo en ocultar su gran sonrisa.

—Nene, ¿no vas a presentarnos a tu amiga? —pregunta mamá. Sabía que había usado ese término para no presionarme, y en el fondo, le agradecía.

Mis músculos se tensan en un segundo, sintiendo ojos curiosos en nosotros y escuchando susurros que me sacaban de mis casillas. Trago duro.

Justo cuando quiero hablar, no puedo, ya que no tenía idea de cómo presentarla ante todos...¿debería solo decir su nombre o ponerle una etiqueta a lo que sea que tenemos?

En eso, Sam, mi sobrina, sale a cavar mi tumba.

—Tío Tunter, ¡ella es la mujer que te besa! —Exclama a todo pulmón, poniéndome pálido. Viene corriendo hacia mí— Ella no me gusta. —dice, abrazándome de la pierna. Escucho la risa de Beverly a mi lado.

La levanto en mis brazos como una excusa para verme más en confianza y distraerme.

Beverly, al notar que no hablaba, se inclinó cerca de mí.

—No te preocupes, yo me encargo —me guiña un ojo—. ¡Hola, familia de Hunter! Yo soy Beverly, la novia de este amargado. Siento muchísimo la intrusión.

Oh, mierda.

***

30 de marzo, 2021.

Justo como esperé, después que Beverly se haya presentado frente a todos, la bomba no tardó más de veinte segundos en estallar.

No negué lo que ella dijo, la manera en cómo se introdujo a mi familia, pero admito que sí me tomó de sorpresa. Una jodidamente inesperada.

Si yo me sorprendí, claro estaba que todos los Morgan más aún.

En resumen: Beverly fue interrogada, abrazada y besada por todos hasta que la saqué de ahí.

—Debes recompensarme el dolor de cabeza que tuve que soportar ayer, mujer —le digo, acomodando un mechón de su cabello azabache detrás de su oreja—. No fue placentero.

Se acomoda en mi regazo, quedando a horcajadas.

—Fue interesante notar que tú familia es todo lo contrario a ti.

—¿A qué te refieres?

—Que ellos son agradables. Mucho.

Me encogí de hombros, aceptando aquello. Sería inútil siquiera pensar en negarlo.

Nos quedamos en silencio unos momentos, viéndonos a los ojos sin más. Momentos después se acurruca en el hueco de mi cuello, reposando la palma de su mano izquierda en mi pecho.

—Luego te recompenso, pero por ahora estoy cansada. Mi clase de baile me dejó exhausta. —dice con voz dormilona.

—Bien, ¿quieres ir a la cama? —pregunto.

Niega repetidas veces. —No, quiero quedarme así.

Pega sus labios a mi cuello, besándolo cortamente.

Un escalofrío me recorre cuando hace eso, mas no digo otra palabra, aceptando su petición.

Curiosamente, me encontraba relajado y cómodo en esta posición. Beverly no pesaba mucho, era delgada. Acaricio la piel de su espalda por debajo de la blusa que llevaba puesta, sintiendo cómo se relajaba en el proceso. Su respiración fue tornándose más y más relajada conforme los minutos pasaban, hasta que finalmente se durmió.

El agarre que mantenía en la tela de mi camisa era débil, pero no me soltaba a pesar de estar dormida. Es como si aquello fuera una aseguranza de que no me iría.

Conforme pasaban los minutos, el sueño también fue invadiéndome de a poco, hasta que llegó un momento en el que yo al igual que ella, terminé cerrando mis ojos, cayendo en un profundo sueño, acurrucado en el sofá de mi casa.

Desperté al sentir cómo Beverly se acomodaba sobre mi, adquiriendo una posición más cómoda que antes. Mantuve mis ojos cerrados por la pereza que sentía todavía en mi cuerpo.

Un dedo delineó el contorno de mis labios, después pasando a mi mandíbula. Un escalofrío de recorrió la espina dorsal.

—Sé que ya despertaste, cazador.

Abro mis ojos con lentitud, encontrando su rostro justo frente al mío.

—¿Cuánto tiempo llevas despierta? —pregunto con voz ronca, ignorando lo que dijo antes.

—Un rato...—dice, encogiéndose se hombros.

—¿Y no pensabas quitarte de encima, Bev?

—Eres un buen colchón, tienes buen relleno —sonríe, pícara. —. Me gusta estar así contigo. —me da un beso rápido.

Asiento un par de veces. —Sí, pero no eres tú la que soporta el peso del otro por horas. —protesto, sobándome la nuca.

—Soy débil, no puedo estar abajo —susurra, mirando hacia abajo—. No me gusta.

Oculto una sonrisa que intenta escaparse de mis labios.

Tomo un mechón de su cabello y lo enredo en mi dedo, jugando con él. Después de unos segundos en los que ambos nos hayamos quedando observando el uno al otro, posiciono mis manos en su estrecha cintura y la alzo sin problema alguno.

Suelta un pequeño grito, exaltada por mi repentina acción. Me levanto un poco para acomodar su cuerpo y recostarlo sobre el sillón, para después mirarla otro poco, viendo su amplia sonrisa.

Sus ojos tenían este brillo hermoso que enmarcó sus expresiones. Pude verme reflejados en ellos por un segundo. Acomodo mis brazos a cada lado de su cabeza, quedando yo ahora por encima.

—Bueno, si esta es la situación, no me molesta estar ab...

No dejé que terminara la frase, pegando mis labios con ferocidad a los de ella, preocupándome por no cansarme de su tacto, su olor, su sabor.

Mierda.

Muy en el fondo sabía que todo iba apresurado entre los dos, al menos para mí. No acostumbraba a dejar a alguien dentro de mi vida tan rápido, pero fue ella la que se inmiscuyó sin ni siquiera notificarme. Fue imprevisto, y para cuando lo realicé, ya era tarde.

Pero para lo que todavía no era tarde, era para alejarla.

Pienso que todo esto es un capricho de parte de ambos, en los cuales después de un tiempo, ambos terminaremos siguiendo caminos diferentes. Aquello era algo que me daba la confianza para no preocuparme mucho por ella y no ver ningún futuro.

Cuando me separé, abrí mis ojos, notando que los de ella todavía se mantenían cerrados.

En un impulso irracional, la senté y enredé mis brazos a su alrededor con fuerza. Escuché su risa suave de fondo, para después sentir cómo ella me envolvía también.

—No preguntes, que yo tampoco sé a qué se debe esto. Solo... no hables.

Para mi sorpresa, se quedó callada. Ambos disfrutando de la intimidad momento, sin la necesidad de pasar a algo mayor ya que no era necesario hacerlo.

Los minutos pasaron y tanto ella como yo manteníamos nuestras cabezas recargadas en el cuerpo del otro. Se sintió infinito y efímero al mismo tiempo.

—Hunter, sobre ayer...—habla con suavidad— no has dicho nada.

—¿Esperas que diga algo? —la aparto, con el ceño fruncido al no saber a qué se refería.

—Sí, la manera en que yo me presenté con tu familia...

Aún con las cejas fruncidas, pienso, intentando saber de qué me quería hablar. ¿Podría ser que le preocupaba que me molestara porque se haya presentado como mi novia frente a todos?

—A la mierda con esto. Yo no soy así —dice, burlándose de sí misma—. Fue estúpido intentar enviar pistas.

—¿De qué hablas?

—Cosas de mujeres. —sigue riéndose.

—Ya no te sigo el hilo...

—Ayer dije que era tu novia, pero como no has dicho nada, yo seré la que preguntaré: ¿serás mi novio o no?

Sin poder evitarlo, parto en una carcajada limpia. Ella me acompaña al igual.

—Sigues sorprendiéndome cuando pienso que ya no lo harás —le confieso, depositando un beso en su mano—. Además, ¿no se supone que debería ser yo quien pregunte eso?

Se encoge de hombros. —No soy lo suficientemente paciente para esperar a que me lo preguntes... así que, ¿eso es un sí o un no?

Suspiro, derrotado.

—¿Cómo alguna vez podría decirte que no?

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