• Capítulo 7 •
C.
¿Por qué tienes que ser tan lindo? ¿Por qué? ¿Cuál es la necesidad? Quiero que dejes de gustarme, pero lo vuelves muy complicado. Tus expresiones, la manera en que sonríes, incluso cuando estás enojado, todo lo que haces logras que me guste. No quiero seguir sintiéndolo. No cuando sé que no me vas a corresponder. Porque me va a doler y eso es algo que no quiero vivir.
—Chaeyoung.
Tu dulce voz hace que se me erice la piel y me siento mal por eso.
—Te escucho.
—¿Por qué estás molesta? ¿Te hice algo malo?
Niego.
—No estoy molesta contigo, Tom... Solo he estado muy ocupada en estos días y no he tenido tiempo para verte.
—No te creo, no me lo estás contando todo. Algo te molesta, lo sé, porque te conozco.
—Me tengo que ir, Tom. Mañana tengo que levantarme temprano.
—¿Es en serio? —Me mira preocupado, él sabe que estoy actuando diferente a lo acostumbrado.
—Sí. —Me levanto del asiento y camino hasta él—. Te veré el lunes en la escuela. —Acaricio su cabello y salgo rápidamente del lugar.
Regreso a casa y como de costumbre papá no está. Tomo un baño y voy directo a mi habitación. Tengo cosas que pensar.
Tom. Mi dulce Tom.
Lamentablemente ese es mi mayor pensamiento y también mi mayor preocupación. Siempre he querido sentir lo que es el amor y vivirlo, sin embargo, he terminado por sentir lo que es amar sin ser correspondida. Quiero no sentirme tan mal, pero es imposible. Las emociones desgraciadamente son algo que nadie puede controlar y ahora eso me atormenta. ¿Qué pensará Tom sobre mí? Tal vez me ve como una hermana o cómo lo que somos, mejores amigos. Sí, seguramente es así como él me ve y nada podrá cambiarlo.
Esta noche antes de irme a dormir me siento diferente. He desechado al fin todas mis esperanzas hacia Tom. Ahora solo somos yo y un corazón roto, pero me siento bien, extraña e ilógicamente me siento de maravilla. Me mantengo fuerte y no lloro. No digo nada. Ni siquiera lucho. Me he rendido con Tom sin siquiera intentarlo, pero creo que es lo mejor. Así él no se alejará de mí y yo no me sentiré mal por perderlo. Quizás es lo mejor, o quizás no, pero no quiero dar vuelta atrás. Estoy lista y entusiasmada para lo que el futuro me depare. Quien sabe, tal vez no estoy tan lejos del verdadero amor.
[...]
En cuanto la mañana llega, tan pronto como el sol se cuela por mi ventana, salgo corriendo hacia la cocina. Preparo unos cuantos emparedados y una deliciosa agua de naranja. Todo lo guardo en una canasta mientras escucho a mi madre bajar por las escaleras. Me mira extrañada en cuanto me nota limpiando los trates y aunque no dice nada, supongo que quiere preguntar por mi clara alegría. Apenas subo a mi habitación, busco uno de mis más bellos vestidos hechos por ella y luego tomo un baño. Como imaginé, el agua está fría. Así son las mañanas en Belhaven. Aunque luego por la tarde sea al revés.
Bajo y veo a mi madre sentada en el comedor mientras señala a la canasta con clara desilusión.
—Cuando me dijiste que iríamos juntas al mercado, pensé en una linda salida de madre e hija, pero por lo que veo... —Hace un círculo con el dedo para referirse a mí y a la canasta—. Es todo lo contrario.
—Bueno —río—. En realidad nos va a acompañar una amiga. —Me mira expectante—. No la incomodes por favor, te conozco y a veces sueles ser muy pesada e insistente.
—Son cosas de madres —dice en broma—. Esta amiga tuya, ¿la conozco?
—No, creo que no —digo haciendo memoria. No recuerdo en ningún momento que ambas se hayan visto o conocido, a menos que su encuentro hubiera sido cuando yo no estaba presente, no obstante, me da cierta curiosidad saber cuál será su reacción al enterarse sobre quién es mi supuesta "amiga".
—Entonces, ¿no estás segura? —Alzo los hombros—. ¿Quién es?
—Será mejor que ya nos vayamos —digo nerviosa. Tomo la canasta y salimos rumbo a Clay, donde se encuentra el mercado.
Por un momento temo que Mina este molesta conmigo por haberla dejado sola aquella mañana y que hoy aquello se vea reflejado en su actitud conmigo o en todo caso, en el hecho de que no se presente como acordamos. A pesar de que en realidad yo quería irme con ella, no podía seguirme negando a Tom, sin embargo, hoy es diferente. Porque sin importar qué, elegiré a Mina antes que a él.
—Vaya —dice mi mamá asombrada.
—¿Qué sucede? —La miro preocupada, pero ella solo señala una esquina de la calle.
Justo antes de llegar a la entrada del mercado, en una esquina bajo el incesante sol, Mina se encuentra de pie sobre la acera.
—Que mujer tan hermosa.
Asiento dándole toda la razón.
Sus ojos cafés brillan a la luz del sol. Se ve vivaz, divina e inalcanzable mientras la mañana fresca golpea su cabello. Parece más alta y mucho más bonita de lo que recordaba. Al igual que mi madre, la miro anonadada. Cautivada por su inigualable belleza. En este pueblo ajeno a la delicadeza y elegancia, ella resalta todos esos atributos con tan solo estar de pie en la acera. Como siempre, viste un vestido caro, sus orejas son adornadas por grades Dalias que lleva por aretes y su cintura es acompañada por un delgado y negro cinturón que la hace ver mucho más delgada de lo que ya es.
Puedo escuchar a mi madre preguntarme por la extraña presencia de esa citadina y sé entonces, que ella aún no sabe nada sobre Mina y muy seguramente se sorprenderá al saber que es ella la amiga de la que le hablaba.
—¡Maestra Myoui! —grito eufórica y ella inmediatamente me regresa el saludo de la misma manera. Corro hacia ella con la misma felicidad con la que le hablo.
—¿Maestra? ¿Myoui? —Mi madre solo se limita a mirarnos. En cuanto me giro, noto que se acerca a nosotras con desconcierto.
—Mamá, ella es de quien te hablé. —La expresión que pone en ese momento es sin duda, memorable—. Maestra, ella es mi madre, también de quien te comenté.
—Mucho gusto, soy Myoui Mina.
—Ah, s-sí. Un gusto, Son Katerin. —Ambas estrechan sus manos en saludo y se alejan con una sonrisa.
—Mina. —Me arriesgo a llamarla así frente a mi madre y aún más, ser a ella a quien van dirigidas mis palabras—. Quería que le enseñaras a hacer las compras. Ella es de ciudad, así que no sabe muy bien el manejo del mercado. Imaginé que no te molestaría que la invitara a tus compras de los domingos.
—Claro que no me molesta —dice alegremente, sin embargo, aún la noto confundida por la situación—, pero... —Señala el bolso que trae Mina—. Esto no servirá.
—Ya veo —menciona ella avergonzada—, pero me temo, que no poseo otro bolso para las compras.
—Para comprar necesitas un morral, no un bolso —ríe y velozmente le extiende uno de sus morrales haciendo que inevitablemente, Mina se sonroje—. Así está mejor. Ahora sí, ya podemos irnos.
—Gracias. Se lo devolveré en cuanto llegue a mi casa.
Mi madre niega de inmediato.
—Eres nueva aquí, ¿verdad? —pregunta y Mina asiente con timidez—. Entonces ahora es tuyo, tómalo como un regalo de bienvenida.
—Muchas gracias, lo cuidaré muy bien. —Ambas sonríen sinceramente.
Como lo supuse, Mina y mi madre parecen llevarse muy bien. Con la personalidad tan calidad que tiene ella para acoger a la gente, hará que pronto ambas se hagan buenas amigas. O al menos eso espero, porque si algo tiene mi madre, es que cuando alguien no le agrada, no hay forma de hacerla cambiar de parecer sobre esa persona.
Después de esa conversación las tres vamos directo al mercado. Mi madre le enseña cómo debe revisar si un pollo fue alimentado correctamente e incluso como saber si las frutas que compra están en su punto. Recorremos gran parte de los puestos en busca de la mejor vendedora y como buena madre, le aconseja la hora correcta para salir a comprar la comida. "Siempre de mañana, justo cuando el sol salga, deberás ir al mercado o las mejores cosas se acabarán", le repite mi madre en todo el camino. No podemos evitarlo, y Mina y yo reímos por la seriedad con que lo dice.
Mientras caminamos por una de las fruterías del lugar, mi madre se topa con miembros de la iglesia a la que asiste, por lo que casi de inmediato desaparece de nuestras vistas, dejándonos a Mina y a mí, a solas. Ella me sonríe cálida y me dice que vayamos por algo de beber. Tanto tiempo caminando seguramente la ha cansado, así que divertida le digo que sí. Le aviso a mi madre sobre mi ausencia y después terminamos por alejarnos las dos. Nos detenemos en un puesto que entre sus cosas también vende aguas naturales y nos sentamos a esperar a que mi madre nos venga a buscar para irnos.
—Mmm —dice deleitada mientras bebe—. Esto sabe muy bien, ¿qué es? —Me extiende la botella, pero niego.
—Naranja y zanahoria. —Ella me mira atenta mientras bebe—. Nada mejor que un agua deliciosa y saludable, además es muy típica de aquí. Los adultos siempre nos obligan a beberla desde niños.
—También voy a tener que venir a comprar esto —ríe—. La tarta de fresas y el agua de naranja y zanahoria, todo parece muy natural aquí.
—Estamos en tiempo de cosecha, pero en unos meses empezará de nuevo la sequía, entonces no habrá tantas frutas y verduras como quisiéramos, serán de nuevo tiempos difíciles —menciono preocupada sin querer.
—¿No habrá nada?
—Sí habrá —me corrijo—, pero las cosechas que sobrevivan se venderán a un precio demasiado alto —suspiro y retomo la postura dedicándole una sonrisa. No tengo la intención de preocuparla, sin embargo, es algo que ella también vivirá—. ¿Cómo se la pasó hoy? De verdad me preocupa que no se la haya pasado bien.
—Pues no hay nada de qué preocuparse, porque me la pase "muy bien" —enfatiza alegremente y no puedo evitar suspirar nuevamente, solo que está vez aliviada.
—¿Qué le pareció mi madre?
—Es una mujer muy encantadora. Sin contar que fue muy maternal conmigo sin siquiera conocerme. —Sonríe—. A todo mundo parece caerle bien, además de que es muy amable y considerada con la gente. Me recordó mucho a ti. Ambas se parecen.
—Sí, ella es la mejor —digo avergonzada, sin querer responder a su comentario, porque en realidad suelo ser amable, pero más con ella.
—Por un momento dudé en venir —exclama de repente y no puedo evitar mirarla asombrada—. No quería incomodarte, después de lo de ayer, pensé que creerías que estaba disgustada contigo por haberme dejado y el no venir hoy, seguramente alimentaría esas ideas, cuando en realidad no es así.
—¿No está molesta?
Niega comprensiva.
—Al contrario, pensé que tal vez estabas molesta conmigo porque interrumpí tu cita.
¡¿Mi cita?!
Dios mío, lo último que quería era que ella pensará que tengo algo con Tom, no solo porque sería incómodo para mí cuando Mina me encontrará junto a él, sino porque terminaré quedando en vergüenza cuando Tom salga con otras chicas y no conmigo. Sin contar por el hecho que ya he decidido rendirme con Tom y eso solo me traerá malos recuerdos cada vez que ella lo mencioné o incluso, lo vea.
—No fue una cita —menciono pesadamente—. Pensé que sus padres irían allí, porque siempre suelen ir los fines de semana después de la iglesia a desayunar al R'chester y por lo general yo soy quien los suele atender. No recordaba que días antes había hablado con él para que fuera de nuevo. Solo olvidé cancelar nuestro encuentro. Eso es todo.
—No necesitas darme explicaciones. Y lamento si te incomodé.
—No lo hizo, solo fue un malentendido. Además, Tom y yo solo somos amigos. Mejores amigos —corrijo.
—¿Nunca has salido con él?
¿Salir? Tuve muchos amigos en el pasado, pero después de la última cosecha, muchos se fueron. La última sequía había sido devastadora para los agricultores y también para los ganaderos. La mayoría del pueblo se fue, incluidos mis amigos. Después de cumplir los 12 años conseguí muchos trabajos, y cuando entré a la escuela por primera vez, me había refugiado en Jeongyeon, una antigua amiga mía y en Dahyun, mi compañera de trabajo. Salir con alguien no es algo que llamaría yo, "importante en mi vida".
No hasta que conocí a Tom y pasó a ser todo lo que quería hacer. Salir con él.
—No, y de hecho, con nadie —confieso avergonzada.
—Ya veo, pero supongo que ahora siendo una jovencita tan guapa, pronto lo harás.
Río tímidamente ante su comentario.
—No lo creo, tengo que cuidar a mi madre cuando está enferma y trabajar los fines de semana. Los hombres quieren a una mujer a su disposición todo el tiempo, o bueno, eso es lo que me ha dicho mi madre. Y yo realmente tampoco he buscado salir con nadie.
—Ya llegará alguien, estoy segura que sí.
—Es hora de irnos —menciona mi madre, mientras aparece de repente al frente nuestro—. Tengo que llegar a la casa a hacer la comida antes de irme a trabajar y ya se me está haciendo tarde.
—Claro, vamos por mi auto, las llevaré a casa —dice Mina mientras se levanta.
—La experiencia se hace a pie, señorita.
—Puede decirme Myoui —menciona divertida—. Y está bien, procuraré recordarlo la próxima vez que venga. Debo llevar la experiencia al máximo. —Las tres reímos y comenzamos a caminar rumbo al auto de Mina.
—Por cierto, me gustaría invitarla mañana a la casa a cenar. Preparo un delicioso pollo con especias. Le encantará, se lo aseguro —comenta mi madre, captando completamente la atención de Mina. Al parecer ese gesto la ha sorprendido demasiado.
—¿De verdad? —pregunta ella, a lo que mi madre asiente alegremente—. Entonces, sería todo un placer. Estaré mañana ahí mismo.
—Wow —dice mi madre asombrada cuando ve el automóvil de Mina y sin pudor se acerca a él para observarlo, dejando atrás la conversación de momentos antes—. ¿No se molestará su marido por llevarnos?
—No estoy casada —revela Mina y mi madre la mira ahora mucho más sorprendida que antes. Con incomodidad aparta la mirada de ella—. Este auto es mío, así que no hay ningún problema con llevarlas.
—Disculpe —menciona apenada por su intromisión.
—No hay problema —dice Mina sin ni una pizca de molestia. Realmente parece acostumbrada a este tipo de comentarios—. Suban, por favor.
En todo el viaje mi madre va en silencio, supongo que aún se siente incómoda por lo antes dicho. Mina, sin embargo, me pregunta durante el camino a casa cómo voy con mi tarea, de inmediato le aclaro que por el momento aún no he tenido tiempo suficiente para ponerme a escribir, pero que llegando a casa, le empezaré a dar la debida seriedad que se merece. Inevitablemente por mi torpeza, ahora ella espera mucho más de mi trabajo y no me queda de otra más que asegurarle que no la decepcionaré.
En cuanto llegamos a nuestro destino, ella amablemente nos acompaña hasta la puerta y allí, las tres, retomamos nuestra anterior conversación.
—Entonces, ¿la veo mañana en la noche? —dice mi madre con tranquilidad.
—Por supuesto. —Ambas se dan un corto abrazo de despedida y con eso mi madre entra por fin a la casa.
—Me gustó mucho verla hoy —exclamo con total sinceridad, ella en respuesta me sonríe—. De verdad espero que se la haya pasado bien y que obviamente, haya aprendido muchas cosas.
—Además de siempre llevar un morral, también sé que debo ir y venir a pie —menciona divertida y no puedo evitar reír.
—Recuérdelo bien o mi madre la regañará de nuevo.
—Imposible olvidarlo.
—Por cierto, hice esto para usted —menciono mientras le enseñalo el interior de la canasta—. Son unos emparedados y un agua de naranja. Supuse que tendría hambre después de caminar tantas horas e iba a dárselo tan pronto termináramos de hacer las compras, pero lo olvidé por completo —río avergonzada.
—Luce bien. —Toma la canasta y me dedica una sonrisa agradecida—. ¿Los hiciste tú?
—Sí, esta mañana me levanté temprano para cocinarlos y que estuvieran frescos para usted.
—Ya muero por probarlos, pero estoy segura que sabrán tan bien como me lo imagino. —La vergüenza arrasa con mis mejillas—. Mañana te devolveré la canasta.
—De acuerdo. —Miro hacia la entrada de la casa en cuanto escucho el crujido de la madera. Mi madre sale y se detiene en el umbral de la puerta esperando por mi presencia—. La veo mañana, que tenga buen día.
—Hasta mañana, señorita Son —dice por último y ambas con una sonrisa nos despedimos de la otra. La veo subir a su auto y perderse entre la infinidad de casas más.
Nunca antes había disfrutado tanto salir a hacer las compras como hoy. Y sin duda, a pesar de que las dos parecemos a gusto con la presencia de la otra, me encuentro extrañada por la creciente necesidad de verla todo los días. Incluso ahora, ya ansío verla de nuevo.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
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