• Capítulo 34 •
Parte 2. La caída de la reina; Final.
C.
Un escalofrío recorre mi cuerpo, llega hasta mis manos y me acelera el corazón. Siento una briza golpear mi mejilla y un fuerte calor en mi pecho. Es tan extraño, pero me siento como si hubiera vuelto a nacer. Me pesan los párpados, pero esta vez no es por dolor sino por cansancio. Intento moverme, pero mis extremidades no reaccionan a lo que mi mente ordena. Busco hablar, pero también estoy privada de eso.
Escucho algunas voces a mi alrededor, sin embargo, no distingo a quien pertenecen. Todo se siente tan confuso que apenas soy consciente de lo que estoy sintiendo. Unos dedos acarician mis brazos, algo húmedo se concentra en mi rostro y me ayuda a sentirme más despierta. ¿Acaso sigo en esa habitación? ¿Habrá sido todo un sueño? Quiero descubrirlo, pero tengo miedo de que todo haya sido una mentira.
¿Quiénes están aquí?
Respiro profundo, tomo tanto aire como puedo y comienzo a hacer el esfuerzo de abrir los ojos. Logro hacerlo con uno de ellos, mientras tanto el otro por alguna razón mira un profundo vacío. ¿He perdido mi ojo? Espero y no, y que en realidad solo sea por la herida que tengo. Trato de incorporarme, pero me siento demasiado débil como para hacer el intento.
—Está despertando —dice una voz cerca mío.
Me concentro en buscar a la persona que habló, no obstante, me sobresalto cuando en cambio me encuentro con unos ojos azul claro mirándome con intensidad. Es una mujer pelirroja, con pecas que inundan sus mejillas. Se arrodilla frente a mí y toca mi frente. Sonríe comprobando que estoy bien. Tiene una mirada cariñosa y un extenso rubor en su rostro.
—Samantha, déjala en paz —menciona otra voz.
¿Samantha? Sé quien es, pero cuando se acerca a mí la reconozco mejor; su cuerpo desprende ese olor particular a flores. Ella estuvo cuando me sacaron de Belhaven.
—No estoy haciendo nada malo —se justifica ella.
—Espera a que se le aclare la mente, seguro debe estar confundida en este momento.
—Debemos hablarle a Mina, Nayeon. Ha estado esperando a que esto ocurra —exclama ella con ilusión.
Relajo mi cuerpo, tal parece que no ha sido todo un sueño y que en realidad si he podido escapar de ese infierno. Me siento tan plena y feliz al darme cuenta que de nuevo estoy rodeada de gente que me cuida, que no me harán daño y aunque se escuche raro, es un gusto volver a ver a mi cuñada.
—Iré por ella —menciona Nayeon.
—De acuerdo.
La veo partir de la habitación. Todo se queda en silencio, expectante a la espera de mi amada Mina, que sin duda es la persona que más espero ver. Samantha, como se dice llamar esa otra mujer, acerca a mi boca un vaso de agua. Me ayuda a beber y luego a tomar asiento sin dejar de cubrir mi cuerpo.
—Ten cuidado, no tienes ropa debajo —dice ella y bajo mi mirada solo para comprobar que en efecto es así. Apenas una sábana cubre mi desnudez.
La puerta se abre con rudeza y me deja ver a Mina entrando con desesperación. Veo como de sus ojos bajan una que otra lágrima de felicidad mientras me observa.
—¡Ya estoy aquí! —grita con entusiasmo—. ¡Dios! Por fin despiertas.
—Mina... —susurro con la voz temblorosa.
Ella no lo piensa dos veces y me toma entre sus brazos. Besa mi mejilla y luego llega hasta mis labios. Su calor me devuelve a la vida. No hay mejor medicina que sus besos. Me acerca a su pecho y acaricia lentamente mi espalda. Nuestro silencio es roto por nuestro propio llanto. Uno desconsolado que demuestra el sufrimiento de haber estado alejadas por tanto tiempo.
—Vamos a darles un momento —exclama Samantha y Nayeon asiente—. Es un gusto conocerte, Chaeyoung.
—También es un gusto verte de nuevo —pronuncia Nayeon.
Las miro con agradecimiento, incapaz de decir algo más. Mis fuerzas y mi voz las tengo reservadas solo para Mina. Ellas nos miran un momento y luego salen del cuarto, dejándonos al fin solas.
—Perdóname, bonita, no te imaginas cuanto tiempo estuve buscándote. —El dolor con el que habla Mina me demuestra el arrepentimiento que crece en ella. Sé que no miente, ella está siendo completamente sincera.
—Yo... esperé por ti.
Aunque hay miles de palabras que quiero decirle y miles de preguntas más que tengo que hacerle, sigo demasiado débil para poder expresarme. Me duele respirar y estar sentada, pero por Mina puedo hacer un esfuerzo y estar horas entre sus brazos; compartiendo este momento que tanto hemos anhelado las dos.
—Hace cuatro días que duermes, Chaeyoung, estaba muy preocupada porque tenías demasiada fiebre y estabas muy desnutrida. No sabes cuanto me dolió verte así.
Parece que fue ayer la última vez que la vi.
—Ya estoy bien. —Porque estoy contigo.
—Te daré de comer, necesito que te alimentes, porque aún nos espera un viaje de diez horas hacia Italia, ahí es donde vamos a vivir desde ahora.
¿Italia? No tengo ni la mínima idea de donde se encuentra ese lugar, ni tampoco cómo vamos a sobrevivir allí sin hablar su idioma, pero sé que mientras esté al lado de Mina, todo estará bien. Ambas sabremos salir adelante, como justo ahora lo estamos haciendo.
—Yo te sigo... a cualquier lado, Mina.
—Me alegro que pienses así, tenía miedo de que no estuvieras de acuerdo. —Acaricia mi frente y luego deja un beso ahí.
Días atrás habría pensado que nunca más volvería a ver a Mina, que lo nuestro había llegado a su fin, pero aunque aún nos espera más adversidades en el camino, seremos fuertes. Estando juntas sabremos llegar lejos, sin embargo, me preocupa que puedan encontrarnos. Justo ahora no sé donde estamos, si quiera sé si llegamos a Cleveland, pero por el lugar rústico intuyo que no debe ser de Mina. Es una cabaña por lo que parece.
—¡Nayeon! —grita Mina en busca de su presencia. Su hermana aparece segundos después a la espera del motivo de su llamada—. Trae la comida que hemos preparado.
—Entendido —dice ella y luego aparece con un taza que desprende humo de lo caliente que está—. Espero que mejores pronto, cuñada.
—Gracias —menciono tomando su mano. Nayeon la acaricia con aprecio y luego se retira.
—Dormiste por mucho tiempo, Chaeyoung, en esos días tuvimos que mantenerte viva solo con agua —revela Mina y la miro asombrada.
—Lo siento.
—No te disculpes por nada, bonita, al contrario, perdóname a mí por dejar que te hicieran tanto daño. Nunca me perdonaré por haberte dejado ir esa noche. —La culpa aún la carcome, pero ella sabe bien que fui yo quien decidió que las cosas pasaran así.
—Tú tampoco has hecho nada malo.
—Demoré demasiado tiempo.
—¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo me encontraste? —intento cambiar de tema, aunque me siento agotada, quiero saberlo todo.
—Primero come y luego te diré todo, ¿de acuerdo?
—Está bien.
Acomoda mi cuerpo en el respaldo de la cama, dejando algunas almohadas en mi espalda para poder mantenerme cómoda. En silencio me da de comer, algo de pollo y verduras sirven para ayudarme a sentirme mejor, aún así las heridas de mi cuerpo todavía reclaman atención, sin embargo, ya no duelen como antes. Parece que Mina me ha curado mientras he estado inconsciente estos días.
Cuando termino de comer, me sobresalto cuando las manos de Mina van a parar sobre mis piernas y espalda. Ella me mira, pero no parece haber dobles intenciones en sus acciones, así que no me quejo. Me levanta de la cama y me lleva a una habitación, donde una gran tina con agua caliente me espera. Sumerge con cuidado mis pies y luego mis caderas hasta que deja caer todo mi cuerpo.
—Ha sido muy complicado bañarte en estos días. Por eso optamos por dejarte sin ninguna prenda, para así no tener que desnudarte cada vez que había que limpiarte o lavar tu cuerpo —revela Mina y desvío mi mirada avergonzada.
—¿Ellas me han visto...
—No —me interrumpe—. Solo yo tengo permitido ver tu cuerpo.
Se acerca a mí y con la ayuda de una barra de jabón comienza a tallar con delicadeza mis brazos. Limpia con paciencia mi rostro y luego lava mi espalda. Me baña sin ninguna malicia, cuidando de no rozar ninguna de mis heridas. Me acaricia y besa para distraerme del dolor que siento con tan solo moverme. Tararea una de nuestras canciones favoritas mientras enjuaga mi cabello. Esta es la paz que he estado esperando durante tanto tiempo.
—Mina, aún no has respondido a mis preguntas.
—Lo sé. —Guarda silencio un momento, parece pensar en las palabras que dirá—: ¿Cuál quieres que responda primero?
—¿Cómo me encontraste?
—Esa pregunta también está ligada con lo que pasó en Cleveland.
—Cuéntamela —digo con interés y ella asiente.
—Solo necesitaba esperar una semana para que las cosas estuvieran resueltas, pero para eso necesitaba solucionar primero un problema: Alexander. Fue difícil hacerle creer que estaba saliendo con alguien, tuve que ponerme la sortija de Nayeon para que viera que hablaba en serio, pero después de eso, él ya no siguió siendo un problema. Arreglé todo en Cleveland, mis padres obviamente estaban felices por ello, así que comencé a ponerme en marcha para irte a buscar, sin embargo, eso no resultó como esperaba.
—Todos en Belhaven se enteraron de lo nuestro —digo con disgusto, no por lo mío con Mina, sino por el odio que recibí por aquello.
—Lamentablemente fui la única que no lo supo —suspira—. Tuvimos que regresar a Brown después de que casi destruyeran el auto de Nayeon. No teníamos a quien recurrir ni tampoco como encontrarte, puesto que ambas ya estábamos al acecho de los habitantes de Belhaven y de tus padres. Fue ahí que tuve que recurrir a Samantha. Ella desde el momento en el que se lo pedí, me dijo que sí; que me ayudaría a encontrarte y solo fue cuestión de tiempo para que otras personas también se unieran.
—¿Martha y el viejo Rob?
—Sí, de hecho si no hubiera sido por aquella viejecilla, es muy probable que nunca te hubiera encontrado.
—¿Cómo llegó a ti?
—Por Samantha, ella inventó que venía a buscar una casa donde vivir, así que habló con muchas personas, hasta que dio con Martha, rápidamente ellas dos perecieron entenderse en un segundo. Solo bastaron algunas palabras para que ella terminara ayudándome. Y el viejo Rob, siempre estuvo de nuestro lado. No dudó ni un segundo en buscarme por toda la ciudad para brindarme una mano.
—Jamás creí que ellos nos ayudarían —digo pensativa, sigo sin creer todo lo que ha pasado.
—A veces los extraños son más leales que la familia. Ellos no nos juzgaron, al contrario, sirvieron para ayudarnos.
—Tienes razón, estaré agradecida toda la vida por lo que hicieron por nosotras.
—Volviendo con lo que pasó, fue más complicado de lo que pensé que sería sacarte de ahí. Quería ir por ti en cuanto me dijeron donde estabas, pero Martha me dijo que no. Tú estabas muy mal y era muy probable que murieras si primero no te alimentabas correctamente. Entonces tuvimos que esperar otra semana hasta que ella nos dijo que te veías con la suficiente fuerza como para aguantar el viaje. Ahí fue cuando comenzamos con el plan.
—Por un momento pensé que no vendrías —exclamo con la voz temblorosa. Miro a Mina y las lágrimas se desbordan de mi rostro.
—Por un momento pensé que no te encontraría —menciona ella.
Es claro que tuve miedo de no volver a verla, pero ahora que sé que en ningún momento se olvidó de mí, es imposible que no me sienta mal por dudar de ella.
Mina se acerca a mí y calma mi llanto con un dulce beso, a pesar de que estoy mojada, acerca mi cuerpo al suyo y me abraza.
—Ya pasó, bonita, desde ahora nadie te va hacer daño, te lo prometo.
—Te amo.
—Yo también te amo —dice y me aferro más a ella.
Al terminar el baño me lleva de vuelta a la habitación. Busca entre su maleta algo de ropa y me viste. No hace el intento de llevarme con el resto, en cambio me recuesta en la cama y hace lo mismo, solo que a mi lado. Busco sus manos y las resguardo con las mías. Ya estamos en otoño y pronto llegará el invierno, por lo que las temperaturas en estos días nos mantienen a todos con grandes bufandas y guantes en las manos.
Escuchamos tocar la puerta, Mina grita un "adelante". Su amiga Samantha se asoma por la puerta. Nos avisa que saldrá con Nayeon para comprar comida, puesto que al fin han acabado con todo en la despensa. Mina las deja ir y les recalca que sean cuidadosas y procuren que nadie las vea, mucho menos que las sigan. Samantha asiente con seriedad y se retira.
Nosotras aprovechamos nuestra soledad para caer en un profundo sueño, al parecer las dos estamos igual de cansadas y no dudo que Mina no haya dormido las noches anteriores por cuidar de mí. Ella siempre ha procurado mi bienestar y eso haré con ella desde ahora. Empezaremos una nueva vida en un lugar desconocido, con gente nueva y también con nuevos obstáculos que enfrentar, algo que sin duda me aterra, pero que estoy segura que al final sabremos superar y encontraremos nuestra propia libertad.
Cuando despierto de nuevo Mina ya no está a mi lado. Frunzo el ceño mientras miro a ambos lados con la intención de toparme con ella, pero en cambio me encuentro con un profundo silencio. Hace semanas que no he caminado, así que hago el intento de levantarme de la cama, sin embargo, ya requiere mucho esfuerzo para mí tan siquiera sentarme por lo que descarto la idea al instante.
—¿Mina? —digo con la suficiente fuerza para que ella me escuche.
—¡Estoy en la cocina! —me responde ella en respuesta. Suspiro aliviada.
La veo entrar con dos tazas, una en cada mano. Me entrega una y miro asombrada el contenido: chocolate caliente. No recuerdo cuando fue la última vez que lo probé, pero eso debió haber sido hace muchos años. Lo tomo gustosa y su sabor calma el ardor en mi garganta. Aunque he hecho el esfuerzo por no hablar mucho, lo poco que he dicho ha servido para generar un malestar en mi garganta.
—¿Te gusta? —pregunta Mina tomando asiento al lado mío.
—Sí, gracias.
—No hay de que, bonita.
—Mina —digo con inquietud.
—Dime.
—¿Qué haremos en Italia?
—No tienes nada de qué preocuparte, Chaeyoung, ya todo está resuelto. —Toma mi mano y entrelaza nuestros dedos—. Conseguí un trabajo como maestra de inglés, tal vez no sea por lo que me he graduado, pero haré mi mejor esfuerzo. Además, también conseguí una bonita casa y cuando estemos en Italia compraré un nuevo auto, luego te inscribiré en una muy buena escuela.
—No quiero ser una carga —exclamo con culpa.
—Sabes que no lo eres y menos para mí.
—Lo sé, pero yo...
—Nada de peros, Chaeyoung, ya sabes que no me gustan. —Me da una mirada en represaría y asiento dudosa—. Solo debes esforzarte en la escuela, ya luego cuando trabajes compartiremos las deudas, ¿te parece?
—Claro que sí —menciono en seguida. Voy a ayudar a Mina con lo que ella necesite.
—De acuerdo, entonces ya no quiero que sigas con esa inseguridad. Sé que no te gusta que haga todo por ti, pero debes entender que por el momento así serán las cosas.
Tiene razón, no hay mucho que pueda hacer, así que lo mejor será dejarme llevar.
—¿Y qué pasará con nosotras?
—Puede que haya días malos, como también días buenos, Chaeyoung, pero siempre debemos mantenernos con la cabeza en alto. Seguiremos como hasta ahora hemos llevado nuestra relación: en la intimidad de nuestra casa, pero tampoco negaremos lo que tenemos. La gente es la que debe entendernos, no nosotras a ellos.
Mina parece otra persona, una mujer incluso más fuerte que antes. Quizás sí era necesario que viajará a Cleveland, para terminar con todo aquello que la retenía y esa ciudad pareció volverla más decidida, más firme de lo que ya era. Mina tiene sus propios ideales. Es un ser que está por encima de cualquiera, sin embargo, ella nunca pasa por encima de nadie. Es una mujer digna de admiración y yo estoy dispuesta a admirarla hasta los últimos días de mi vida.
—Está bien, Mina, yo también haré de mi parte. Te prometo esforzarme tanto como pueda.
—Esa es la actitud —dice sonriente.
—Mina —la voz de Nayeon nos interrumpe, la observamos entrar con Samantha a la habitación.
—¿Qué sucede? —exclama Mina con preocupación cuando ve a ambas exaltadas.
—Cuando regresábamos de las compras encontramos un auto oculto entre los árboles. Debemos irnos, podría ser alguien que nos ha seguido.
—Bien, yo me encargaré de Chaeyoung, ustedes vayan por las cosas —menciona Mina.
—Te esperaremos en el auto —pronuncia Samantha y ella asiente. Ambas salen de prisa de la habitación y rápidamente un aura de miedo nos rodea.
Mina se acerca a la ventana y observa el exterior, regresa a mí con el ceño fruncido, visiblemente alterada por la noticia.
—Estaba esperando a que te recuperaras por completo, pero supongo que esta noche estaremos viajando a Italia.
—Yo... solo necesito ponerme de pie. —Aunque no crea poder—. Vamos, Mina, ayúdame.
—¿Estás segura? Apenas hoy recobraste la conciencia, no quiero que te esfuerces demasiado.
—Ten fe.
Le extiendo ambos brazos y ella me toma de las caderas. Pongo uno de mis pies sobre la fría madera, pero tan pronto como lo hago me arrepiento. Sí, es verdad que me siento mejor que antes, pero sigo sin la fuerza suficiente como para poder caminar. Mina intenta elevarme para no poner todo el peso de mi cuerpo sobre mis piernas, pero aún así, no tengo respuestas de parte de ellas. Grito de dolor cuando inclino mi cuerpo hacia un lado y mi costilla sufre.
—Podemos conseguir en el camino una silla de ruedas, Chaeyoung.
—Puedo hacerlo.
Intento dar un paso, pero solo alcanzo a sostenerme de Mina para no caer. Mis piernas tiemblan ante cualquier intento de moverlas. Incapaz de hacerlo me obligo a tomar asiento en la cama; decepcionada por no poder hacer más.
—Bonita, tranquila. Mientras yo pueda, te cargaré.
—Lo siento.
—Ya no te disculpes, no es tu culpa. Tú no te hiciste esto.
—¿Lo sabes? —La miro temerosa y ella asiente.
—Solo porque es tu padre, Chaeyoung, si no en este momento estaría muerto.
—No le tengo resentimiento, mientras no te haga daño a ti, puedo dejarlo pasar —menciono con tristeza. Aún me lastima que me haya dejado casi morir.
—Pero yo no...
Escuchamos un grito y ambas detenemos abruptamente nuestra conversación. Mina se gira cuando un estruendo hace vibrar la cama, intenta acercarse a la puerta para espiar lo que sucede, pero se lo impido tomándola de la mano. No quiero que se vaya, si hay alguien afuera, podría hacerle daño y eso es lo último que deseo.
—Mina.
—Podría ser Nayeon o Samantha, no puedo dejarlas solas. —Me mira suplicante y no me queda de otra más que dejarla ir.
—No tardes.
Mina me deja sentada en la cama a la espera de su regreso, pero con cada segundo que paso sin verla cruzar el umbral de la puerta, un enorme miedo crece dentro de mí. No escucho a nadie más que el frío viento golpeando las ventanas y eso solo hace que me desespere. Quiero ir a buscarla, pero ya he comprobado minutos atrás el estado en el que me encuentro y sé que no lograré nada.
—¡Mina! —grito por su respuesta, pero esta vez nadie responde—. ¡Mina!
Justo cuando intento volver a gritar una sombra oscurece la entrada. Una figura grande y corpulenta se asoma por la puerta y me da una mirada siniestra que me congela la sangre. En una de sus manos hay un arma y con la otra toma la perilla de la puerta. Me susurra con una sonrisa que guarde silencio y luego cierra la puerta. Puedo escuchar un disparo y es en ese momento en que reacciono solo para darme cuenta de que en realidad se trata de Adam.
Aunque no puedo caminar, hago el intento, pero no lo consigo y caigo al suelo, a pesar de que la caída me deja agonizando por un rato, me arrastro entre llantos hacia la puerta. Trato de alcanzar el picaporte, pero está muy lejos. No puedo ahora tan siquiera alzar una de mis manos, el sufrimiento me deja en el suelo gritando el nombre de Mina con la impotencia más fuerte que mi propio dolor.
Otro disparo y siento que muero, aunque no sea yo quien los recibe. Le imploro a Dios por un poco de fuerza. Vuelvo a intentar tomar el picaporte; una y otra vez, pero caigo en cada intento. Creo que una de mis heridas parece haberse abierto de nuevo, porque debajo mío comienza a formarse un gran charco de sangre. A pesar de que mi vista poco a poco comienza a nublarse, vuelvo hacer otro intento, logrando al fin deslizar la perilla y abriendo de un azote la puerta. Lo que ven mis ojos después de eso me deja claro la cruda verdad y lo que será de mí en unos momentos.
Voy a morir.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
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