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• Capítulo 32 •

M.

La gente me mira con asombro, aunque estoy segura que es más por como el auto se encuentra. Doblo las últimas cuadras y a lo lejos puedo observar mi antiguo hogar. La reja está abierta, tal y como se lo pedí a Nayeon, pero para mi desgracia, su automóvil también se encuentra aparcado a un costado de ella. Todo se ve tal y como lo recuerdo, los bellos jardines y la gran fuente al frente que me enamoraron desde el primer día y que me hicieron comprar esta bella casa.

Estaciono mi auto, procurando no hacer tanto ruido, pero el chirrido de las llantas además de la creciente expansión de humo que sale de él, me hace complicado —por no decir imposible—, el trabajo. Veo salir a Nayeon de la casa y la sonrisa que tiene en el rostro al verme desaparece tan pronto como nota el estado en el que me encuentro.

En estos momentos son más mis ganas de llorar por la rabia que tengo, que simplemente no me apetece conversar con nadie y menos darle explicaciones a mi hermana, pero conociéndola, eso será difícil de hacer.

Ella se acerca a mí y me ayuda a salir del auto, sin embargo, en el momento que busco huir de ella, me retiene mirándome con ojos confusos.

—¡Dios! ¿Qué te pasó? —pregunta mientras observa mis brazos llenos de cortes.

—Nayeon, no quiero hablar ahora.

—Bueno, pues me vas a tener que decir quieras o no —dice seriamente—. ¿Por qué carajos parece que saliste de una película de acción?

—¡Ya te dije que no quiero hablar! —Me zafo de su agarre y entro con rapidez a la casa.

La oigo seguirme, pero no se lo impido. Necesito ir al baño y limpiarme la sangre; quitarme la suciedad junto todo aquello que me recuerde lo que pasó horas atrás, pero es imposible. Me veo en el espejo y noto un gran corte en mi mejilla, producto de los vidrios que han salido volando. Niego con la cabeza intentando calmarme, aunque en este momento lo único que quiero es hacer todo pedazos, pero no puedo, debo tranquilizarme.

—Mina, dime que te pasó —menciona Nayeon mientras entra al baño—. ¿Dónde está Chaeyoung?

Solo esa pregunta logra que me desmorone. Un incontrolable llanto se apodera de mí y nubla mi mente. No he podido cumplir mi palabra, porque tal y como ella me lo dijo, no íbamos a poder escapar. Ha sido cierto y el dolor que ahora siento por no tenerla conmigo, lastima mi alma. Trato de disimular, porque no quiero llorar frente a mi hermana, pero las emociones que tengo en este momento son incluso más fuertes que mi propia voluntad.

Siento como sus brazos rodean mi cuerpo, busca apaciguar mi llanto, pero justo ahora no hay nada en este mundo que me pueda hacer sentir mejor que tener a Chaeyoung a mi lado. Soba mi espalda hasta que puedo volver a respirar con regularidad, no obstante, el sufrimiento que siento solo ayuda a que llore aún más.

—No pude salvarla —digo sin separarme de ella—. Al contrario, fue ella quien lo hizo. Me salvó a mí.

—Tranquila, hermanita. —Deja un beso en mi cabello—. Cuéntame, ¿qué fue lo que pasó?

—¡Ese maldito hijo de puta! —grito con odio.

—¡Wou! —Se separa de mí y me observa sorprendida—. ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi hermana?

Jamás he dicho malas palabras frente a ella, siempre he sido reservada hasta en lo que pienso, pero ahora, crece dentro de mí una ira incontrolable. Una sed de venganza.

—¡Te juro que lo voy a matar!

—¿A quién, Mina? —pregunta confundida.

—A ese malnacido de Adam. —Empuño mis manos—. Por culpa de él, es que ahora no estoy con Chaeyoung.

—Hermana, sé que en este momento tienes muchas cosas en la cabeza, pero si no me explicas, no puedo entenderte.

—Ese hombre estuvo intentando cortejarme desde que llegué a Belhaven. Nunca le tomé importancia. Siempre lo rechazaba, así que creí que tal vez algún día entendería que no habría nada entre nosotros, pero... —Suelto un grito de lo molesta que estoy—. ¡Parece que el tipo no capta que cuando una mujer dice que no, es no!

—Ay, Mina. —Toma mi mano—. Sé cuanto odias que los hombres te persigan, pero te recuerdo que el hecho de que estés aquí en Cleveland, también traerá consigo otro hombre que odiar: Alexander.

—¡Lo que me faltaba! ¿Por qué no pueden entender que no estoy interesada? Ya estoy harta de que me hostiguen todo el tiempo. —Cubro mi rostro—. Hasta que no salga a la calle de la mano de un hombre, es posible que nunca me dejen en paz.

—Lamento que no puedas tener una vida tranquila, hermanita. Cuanto quisiera que fueras feliz.

Cuanto quisiera lo mismo.

Al fin han colmado mi paciencia, han acabado y extinguido todo lo que quedaba de ella. Ya no quiero saber de nadie más, de ningún otro hombre. No quiero que vuelvan a presentarme a alguien. No quiero que vuelvan a obligarme a que me case con alguien a quien no amo. Ya no quiero nada de eso, solo quiero a Chaeyoung. Deseo... No, necesito esa felicidad que sentía cuando mi amor con ella era solo nuestro. Cuando nadie conocía lo que hacíamos en aquella rústica casa.

—Necesito ir por ella —pronuncio separándome de Nayeon, pero ella lo impide. Seca mis lágrimas y limpia mi rostro. No quiere verme deplorable y se lo agradezco.

—¿Hablas de tu novia?

—Sí, ella seguro en estos momentos está sufriendo la furia de sus padres.

—¡¿Se han enterado?! —exclama Nayeon exaltada.

—Adam, él les ha dicho. Estoy segura.

—¿Pero, cómo?

—Anoche llegaron policías junto a los padres de Chaeyoung para buscarnos. Él también estaba ahí —suspiro con pesadez—. Todo se complicó y no había nada a nuestro favor. Chaeyoung se ofreció... mejor dicho, me rogó para que la dejara ir y la atraparan, para así darme algo de tiempo para poder escapar.

Nayeon me mira anonadada por lo que le cuento. Guarda silencio mientras parece pensar en que decir o tal vez, asimilando lo que le he dicho. Ella no había estado del todo a favor de que saliera con Chaeyoung por todo el riesgo que implicaba hacerlo y ahora veo el por qué me lo ha dicho. Al igual que ella, Nayeon tenía toda la razón.

—Escuchame, Mina. —Me toma de ambas manos—. En otro momento te hubiera dicho que aprovecharas esta oportunidad para que rehicieras tu vida y buscaras a otra mujer, no sé, ¿de tu edad? ¿De ciudad?

—Nayeon...

—Déjame terminar —me interrumpe—. Pero si es verdad lo que me dices, entonces esa chiquilla de verdad te ama, tanto como para priorizar tu seguridad antes que la de ella. Y eso sí que amerita mis respetos, porque entonces sé que es la mujer indicada para ti. Una que piensa más en la persona que ama que en su propio bienestar.

Le sonrío con los ojos nuevamente llorosos, no tanto por lo que ha dicho y lo que significa (que ella nos apoya), sino porque me hace recordar que es cierto. Chaeyoung me ama tanto que incluso entre el miedo de ser atrapadas, ella pensó primero en mí antes que en ella. En ese momento no pude verlo, pero ahora que Nayeon me lo dice, solo puedo pensar una cosa: "La amo, incluso más que antes".

—Vamos por ella —exclama Nayeon con determinación—. Hay que salvar a mi cuñada.

Sonrío en respuesta y ambas salimos al fin del baño. Bajamos por mis cosas y las dejamos en mi habitación, repetimos el proceso hasta que en mi automóvil ya no quedan rastros de lo que alguna vez hubo.

—¿Qué haremos ahora? ¿Acaso tienes un plan? —pregunta Nayeon.

—Sí, pero primero necesito que nos deshagamos de mi auto, la policía seguramente intentará rastrearlo.

—¡¿La policía?! —Palidece mientras me mira.

—Ya te lo dije, Nayeon. Las cosas en Belhaven se complicaron, así que necesito que en cuanto me vaya de Cleveland, no queden rastros míos, ni siquiera de lo que alguna vez fue.

—De acuerdo —suspira—. ¿Y después qué?

—Hablaré con mis padres —digo seriamente—. Aún tengo una plática pendiente con ellos, además que los necesito en estos momentos.

—¿Estás segura?

—No, pero es parte del plan.

—¿Después buscaremos a Chaeyoung?

—Desearía que eso fuera lo primero en la lista, pero sí, será lo último. Quiero que no haya nada que nos impida irnos de aquí, pero para eso necesito resolver todo antes de ir a buscarla.

—Estoy de tu lado, hermana, lo que decidas, yo te seguiré.

—Gracias —digo con cariño. Esta situación parece que nos ha acercado aún más y espero en el futuro poder regresarle todo lo que ha hecho por mí.

—Vamos —exclama y asiento.

Después de calmarme un poco, Nayeon se encarga de curar mis heridas, luego nos deshacemos de mi antiguo auto. Ahora tengo que recurrir —aunque no quiera—, a mis padres. Al llegar a casa ellos me miran asombrados por mi repentina presencia, pero guardan silencio ante la mirada amenazante de Nayeon, quien les indica que no digan nada innecesario, porque la que está aquí para hablar soy yo y no ellos.

Los cuatro nos ubicamos en la gran sala principal. Miro el lugar, algunas cosas han cambiado, como por ejemplo: la falta de fotografías mías. Apenas puedo ubicar dos entre centenares de fotos más. Seguramente igual me han desheredado, pero no me importa, yo he sabido ganarme mi propio dinero desde siempre y el hecho de que no me den nada, no cambia ni me afecta.

—Es... bueno verlos —menciono incómoda.

Mi padre codea a mi madre, quien parpadea confundida por la situación. Ambos siguen sin creer que después de dos años yo haya vuelto, sin embargo, no he venido para quedarme, pero sí para solucionar las cosas, no porque quiera sino porque en estos momentos los necesito. A ellos y a su influencia.

—¿Cómo has estado, cariño? Nosotros hemos estado muy preocupados por ti —exclama mi padre con cierto nerviosismo.

—Bastante bien. La verdad es que he sido muy feliz en estos últimos años —menciono y ambos asienten sin saber que decir.

—Por favor, no están frente a una desconocida, así que no la miren así —intervine Nayeon molesta por la actitud de mis padres.

—Lo siento, es solo... —comienza a decir mi madre, pero pierde el hilo. Alza ambas manos en una señal extraña y luego vuelve a hablar—: Simplemente, ¿volviste?

—No volví —aclaro y ambos me miran asombrados—. Sé lo que pasó aquí y como Alexander intentó buscarme.

—¿Te vas a casar con él? —pronuncia mi padre con un tono indiscutible de felicidad.

—¡Por Dios! ¡Solo escuchen! —grita Nayeon. La observo, no quiere pelear, pero mis padres no ayudan mucho.

—¿Entonces, a qué viniste? —menciona mi madre mirándome directamente.

—Porque necesito que me hagan un favor —digo y la veo enarcar una ceja.

—¿Y por qué crees que haríamos eso, después de todo lo que nos hiciste pasar? —pregunta mi padre con disgusto.

—Porque sé cuanto los dos odian que los chismes dañen su imagen y por lo visto, soy la única aquí, que es capaz de calmar las aguas y por fin dar punto y final a todo lo que esa gentuza dice de nosotros.

Ambos se miran entre ellos adivinando que no he venido a esta casa a pedirles perdón ni mucho menos a buscar el suyo; que lo que quiero va más allá de lo que yo en estos dos años he podido conseguir por mí misma, pero sobre todo lo que ellos no han podido, porque les hace falta lo primordial: A mí. Yo diciéndole a todo el mundo lo que fue de mí en estos años, para así por fin lograr que las personas los dejen en paz.

—¿Y qué es lo que quieres? —exclama mi madre con intriga.

La conozco suficiente, no hay nada en esta vida que ella odie más que el hecho de que alguien dañe su imagen y que con eso, provoque que la miren por encima del hombro. Como siempre, tan predecible.

—De ustedes, nada —aclaro sin ninguna pizca de compasión—. Pero de sus amistades, sí.

—Dilo, entonces.

—Quiero conseguir un trabajo fuera del país, donde sea, al igual que una vivienda. Una fija de preferencia —digo y mi padre ríe con sarcasmo.

—¿Y tú crees que eso es así de fácil? —pregunta él.

—Para ti sí. O acaso, padre, ¿crees que no sé de tus otras propiedades fuera del país? —revelo desafiante y mi madre se gira a verlo asombrada. Mejor me ahorro lo de la amante, pero él bien sabe que no pierdo nada al decirlo. Total, esta familia ya se hundió hace mucho tiempo.

—¿De qué habla, Akira? —menciona mi madre.

—Solo está inventando cosas —suelta con enfado y luego me mira—. ¿Solo es eso lo que quieres, Mina?

—Sí. —Sonrío satisfecha, pues él ya ha dado su brazo a torcer—. Quiero irme de aquí lo más pronto posible.

—Está bien, hablaré con Jacob, él podrá hacerme el favor. A más tardar la próxima semana estará todo listo —exclama mi padre resignado.

—De acuerdo. —Aunque una semana sea mucho tiempo para estar sin Chaeyoung, sé que debo ser paciente si quiero que todo salga a como lo he planeado—. También quisiera dos boletos de avión para ese destino.

—Está bien, no hay problema con eso, pero, ¿qué nos darás tú a cambio? —pregunta mi padre seriamente.

—Lo que ya te dije, hablaré con Alexander, pero no para casarme con él. Le diré que ya salgo con alguien y que el otro año me casaré, así tanto él como todo Cleveland por fin los dejarán en paz y bueno, veré igual que inventarme para que no dañen más su imagen.

—Dijiste dos boletos, ¿acaso, sales con alguien? —exclama mi madre con curiosidad.

—Sí. —Ambos me miran sorprendidos ante mi declaración.

—¿Y es? —indaga nuevamente.

—Una mujer.

Veo a mi padre fruncir el ceño con desagrado. Empuña sus manos e intenta acercarse a mí, pero mi madre se lo impide al igual que Nayeon, quien niega con la cabeza mientras lo mira desafiante.

—No te volveremos a ver de nuevo, ¿verdad? —pregunta mi madre con indiferencia. Parece que ella nunca cambiará.

—Por supuesto. —Sonrío—. Ni una vez más en toda su vida.

Ella guarda silencio por un momento y luego por fin habla.

—De acuerdo, entonces lo haremos.

No hay nada más que hacer aquí. Me levanto del asiento con la mirada penetrante de los dos sobre mí y le digo a Nayeon que es hora de irnos. Aún tengo cosas que hacer. Mis padres por lo visto no parecen nada felices por el motivo de mi visita, pero sí lo están con el hecho de que me vaya. Aunque admito que me duele su indiferencia, yo he decidido este camino y sin importar que, no daré marcha atrás.

La noche nos alcanza al regresar. Nayeon insiste en que me quede en su casa para así poder cenar juntas, pero me niego rotundamente. Quiero estar sola, porque en estos momentos lo que necesito es pensar. Ella lo entiende, así que se marcha antes de que sea más tarde, aún así, quedamos de vernos al día siguiente, puesto que mañana vamos a ir a visitar a Alexander y así por fin terminar con su teatrito de "fiel enamorado''.

Aprovecho la poca energía que aún me queda y comienzo a hacer mis maletas. Guardo todo lo que no he podido llevar a Belhaven y que he dejado aquí; cajas y cajas comienzan a almacenarse en la planta baja de la casa. Mañana aprovecharé para comprarle mucha ropa a Chaeyoung, la suficiente para que no le falte en todo el año. Conozco sus medidas, su cuerpo y lo que le gusta, sé muy bien que cualquier cosa que le regale lo utilizará.

Me acomodo en mi antigua oficina y comienzo a buscar todos aquellos papeles importantes que necesitaré para el nuevo lugar en donde viviré, pero principalmente los papeles de adquisición de esta vivienda, puesto que al igual que la casa en Belhaven, la pondré a la venta. Ese dinero me servirá no solo para comprarme un auto nuevo, sino para terminar de pagarle la preparatoria a Chaeyoung y también la universidad. No voy a dejar que pierda el sueño de estudiar, yo la arrastré a esto, así que tengo que hacerme responsable y cuidar de ella. No solo porque la amo, sino porque también se lo he prometido.

—No te olvides de mí.

Esa frase se instala en mi cabeza cuando al fin me decido por ir a dormir. ¿Cómo estará ella? ¿Acaso la habrán lastimado? Lo más seguro es que sí. Si su padre ha tenido la valentía suficiente como para apuntarme con un arma, no quiero ni imaginarme que es lo que hará con Chaeyoung o mejor dicho, lo que estará haciendo con ella.

Es más fuerte mi cansancio que los tormentosos pensamientos, que tan solo me basta de unos segundos para caer dormida. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero la claridad comienza a molestarme y cuando abro los ojos me doy cuenta que han recogido todas las cortinas de la habitación y la luz de la mañana golpea justamente en mi rostro. Me quejo, realmente estoy cansada y me duele todo el cuerpo, en especial el brazo con el que ayudé a bajar a Chaeyoung por la ventana.

—Despierta, mocosa —la irritante voz de Nayeon me hace poner los ojos en blanco—. ¡Mina!

—Ya voy. —Me levanto y con una mueca de dolor camino hacia el baño. Las heridas en mis brazos me provocan incomodidad, aunque no quiero quejarme por ello, es verdad que me siento mal en todos los aspectos.

—¿Vamos a ir a ver a Alexander hoy? —pregunta Nayeon entrando al baño.

—Nayeon, ¿tú nunca tocas la puerta? —exclamo con enfado.

—¿Por qué debería? Te he visto hasta donde el sol no llega.

—Sal de aquí, por favor. Evítame que te diga algo demás —pronuncio cuando veo en su rostro malicia.

—No me contestaste lo primero que te pregunté.

—Sí iremos, tan solo deja que me de un baño y coma. —Me llevo una mano hacia mi frente. Me duele mucho la cabeza—. Hoy no me siento muy bien, pero haré todo lo posible porque hoy quede resuelto ese asunto.

—¿Ya sabes lo que le dirás?

—Créeme que sí lo sé, incluso sé en qué lugar lo golpearé.

—Vaya, quién viera en lo que se ha convertido la tímida Myoui Mina.

—Ya no voy a dejar que nadie más intente pasar sobre mí y mucho menos que tome mis propias decisiones. Desde ahora nunca más voy a guardar silencio.

—Esa es mi hermana —menciona orgullosa mientras me regala una sonrisa.

—Ahora sal del baño.

—De acuerdo —dice riendo—. No tardes, ya quiero ver la cara de ese sujeto cuando lo mandes por un tubo —exclama antes de salir.

Me observo en el espejo. Mi rostro lúgubre y demacrado por las noches en vela. Aunque me siento miserable por como mi vida se ha manejado, me doy cuenta que al final sí pude ser libre. Justo cuando anhelé a ser más, lo logré. Porque aunque nadie nunca esperó nada de mí que no fuera ser una buena mujer; casada, con hijos y fingiendo que eso es la verdadera felicidad, me encontré liberada por el simple hecho de amar. Amar a lo desconocido. Permitiéndome ser yo misma.

Ya no quiero callar más, desde ahora voy a decidir por mí misma lo que quiero hacer con mi vida y con quien deseo vivirla. Aunque la sociedad intente ocultar entre miles de murmullos más mi voz, no se lo voy a permitir, incluso si debo luchar contra todo el mundo, lo voy a hacer. Defenderé mi propio valor, porque aunque desde siempre me han enseñado a acatarme a lo que los hombres digan, no lo haré más. Quiero ser yo misma, incluso si eso no está en los planes o en el trato con mis padres. Desde ahora nadie más seguirá manejando mi vida, porque es mía y haré hasta lo imposible por protegerla.

¿Estás lista para lo que se avecina? Sí, sí lo estoy.

Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.

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