• Capítulo 30 •
M.
Mis ojos miran con angustia a Chaeyoung, quien con pasos acelerados sale de mi casa. Espero que de verdad no se haya molestado por la inesperada presencia de Adam, pero la verdad es que lo dudo mucho. Sé que él no es de su agrado y el mío tampoco, pero debo aparentar que sí, quizás así pueda lograr que se vaya de una vez por todas.
Regreso a la sala y mi poca paciencia se va por el drenaje en cuanto veo a Adam sostener mi fotografía entre sus manos. Pasa su dedo por el cristal con tanto sentimiento que me genera escalofríos. Me acerco a él por detrás y logro quitarle la foto. Le regalo una rápida sonrisa, con la intención de no parecer maleducada y dejo el cuadro de nuevo en donde pertenece.
—Siempre ha sido una mujer muy hermosa, señorita Myoui —me halaga con una incesante mirada.
—Gracias. —Le señalo el sillón y hablo con la poca cordura que aún me queda—: Por favor, tome asiento.
—Sí, gracias. —Se acomoda a un lado mío y con frustración me limito a quedarme callada ante su insistente cercanía.
—Entonces, ¿a qué vino? —pregunto tratando de ir al grano.
—Quería darle esto. —Abre su saco y me entrega una carta.
—Perdón, pero no entiendo —digo confundida mientras la tomo. ¿Carta? ¿Para mí?
—Supe por mi hermano que al final no viajó con su novio. —Oh, no—. Y la verdad se me hace una falta de respeto que por su trabajo la haya dejado plantada. Usted no se merece un hombre que no le dedique todo su tiempo.
—Comprendo lo que dice, pero él está muy ocupado.
—¿Es por eso que no se encuentra esta noche?
¿A dónde quiere llegar?
—No vive conmigo, señor Adam, pero tampoco tengo la necesidad de decírselo. Es mi vida y es privada —exclamo molesta.
—Lo sé, pero si tan solo usted me permitiera una oportunidad para demostrarle la clase de hombre que soy, tal vez...
—¿A eso vino? —menciono poniéndome de pie. Ahora sí ha colmado mi paciencia—. ¿A intentar que salga con usted?
—Por supuesto. —Me toma de la mano—. Yo quiero que ambos nos conozcamos y nos enamoremos. Soy el hombre indicado para usted. Dios me lo dice, estamos destinados el uno para el otro.
—¿Acaso no se da cuenta de la tontería que está diciendo? —Me suelto de su agarre—. Largo de mi casa.
—Espere. —Se pone de pie y me toma del brazo. La fuerza que ejerce en mi muñeca es tanta que un gemido de dolor sale de mi boca.
—No quiero que vuelva a poner un pie aquí y mucho menos que vuelva a dirigirme la palabra —suelto con odio.
—Solo deme una oportunidad —ruega una vez más.
—¡Ya le dije que no! —Busco soltarme, pero él me toma de ambos brazos y me pega a su cuerpo—. Estoy saliendo con alguien, así que entienda de una vez por todas que no quiero nada con usted.
—¿Le digo algo? —Me susurra en el oído—. Creo que miente.
Antes de que pueda replicar algo, sus labios chocan con los míos. Mis ojos se abren con tanto asombro que me congelo en el mismo lugar. Puedo sentir sus labios adueñándose de mi boca y su lengua haciéndose paso para encontrarse con la mía. No soy capaz de moverme. Estoy aturdida por lo que está ocurriendo. Jamás creí que él me haría esto.
Se separa de mí y vuelve a mis labios. Es en ese momento que reacciono y me alejo con brusquedad de él. No le doy tiempo a detenerme cuando mi mano actúa en automático, estrellándose en su mejilla y dejándolo en el suelo mientras se queja de dolor.
—¡¿Está loco?! —grito furiosa. Paso mi mano por mis labios y limpio todo rastro de él, pero aunque me mantengo firme, la verdad es que algo dentro de mí se desmorona y me provoca querer llorar.
Otra vez me siento como en aquellos tiempos cuando era adolescente y los chicos de mi escuela me acosaban. Me hacían cosas a pesar de que ellos sabían el daño que me hacían, que sus palabras y roces me herían el corazón y me provocaban inseguridades que ni con los años podría superar y mucho menos olvidar.
—Maldición —gruñe Adam mientras se soba la mejilla. Busca ponerse de pie, pero de un tropiezo vuelve al suelo.
—¡En su vida se le vuelva a ocurrir volver a besarme o tocarme! —Mi sangre hierve—. No se lo voy a volver a repetir, idiota. ¡Lárgese de mi casa!
—No me haga esto, Mina —suplica con tristeza.
—¡No me llame así! —Empuño mis manos—. Usted no tiene el derecho de hacerlo.
Intenta nuevamente acercarse a mí, pero ahora soy yo quien lo toma del brazo. Lo empujo con toda mi fuerza para intentar sacarlo de la casa. Él no hace el intento de impedirlo, pero tampoco se queda callado y me repite una y otra vez que lo perdone, sin embargo, para mí está muerto.
—Se va a arrepentir de esto, Myoui —exclama con dolor cuando al fin logro llevarlo hasta la puerta—. Yo de verdad hubiera hecho todo por usted.
—¡Cállese! —Las lágrimas amenazan con salir, pero me niego a que él me vea así—. No quiero volver a saber nada de usted, así que evítese que vuelva a abofetearlo, porque créame, no me voy a tentar el corazón para hacerlo de nuevo.
—Por favor...
Cierro la puerta con tanta fuerza que hace eco por toda la casa. No quiero volver a escucharlo, así que corro hacia las escaleras y me encierro en mi habitación. Me tomo el pecho y busco calmar mi respiración, pero el nudo en mi garganta me impide hacer cualquier cosa. Mi mente se nubla y mis ojos también. De mis mejillas bajan lágrimas traicioneras que exponen mi miedo.
No quiero estar asustada, pero el miedo que crece dentro de mí es más fuerte que mi propia voluntad. Todos aquellos momentos traumáticos de mi infancia, adolescencia y adultez me azotan cruelmente. No quiero pensar, no quiero recordar, pero mi cabeza no tiene cuerda con mis pensamientos y tan pronto como cierro los ojos, solo puedo pensar en todos esos hombres que en algún momento me hicieron sentir mal, inferior, como un objeto o como un simple adorno para verse bien.
Apenas en la oscuridad de mi mente un rayo de luz me recuerda a mi querida Chaeyoung, que se asoma y me sonríe con cariño. Me siento tan estúpida e infantil por recurrir a ella para sentirme un poco más valiente, pero en este momento solo la necesito a ella para poder alejar todos mis miedos.
Recuerdo sus dulces palabras, sus confesiones de amor, sus palabras de aliento, su calor, todo. Comienzo poco a poco a tranquilizarme y ver mi propio poder. Nadie debe hacerme dudar de mí y mucho menos del valor que tengo. Solo yo puedo decidir que quiero que ocurra, así que abro los ojos y con todas mis fuerzas, logro calmar mi llanto. No debo temerle a Adam y menos dejar que haga cualquier cosa que desee conmigo, si mi respuesta ha sido que no, entonces no será.
La situación con Adam ha abierto heridas que pensé que ya habían sido cerradas, pero que por lo visto no son así. Todo aquello que en el pasado alguna vez me hirió, ha jugado en mi contra en este momento, pero sobre todo, me ha hecho ver que en lo más profundo de mi ser todavía hay una pizca de dolor, de temor y de debilidad. Cosas que creí que habían desaparecido, pero aunque parezcan que van a devorarme, las voy a saber superar. Como siempre lo he hecho.
Mi día termina con una mezcla de emociones, sin embargo, mi necesidad de ver pronto a Chaeyoung me impulsa a seguir adelante. Tomo una larga ducha, aunque el día de mañana este igual que Chaeyoung, con una congestión que me deje en cama, pero aún así, un baño con agua fría sirve para calmar mi desesperación, esa que me causa las ansias por borrar cualquier rastro que me haya dejado ese monstruo.
A la mañana siguiente, tan pronto como he terminado de desayunar, salgo rumbo a Orange. Quiero ver a mi novia, aunque sea solo desde lejos. Sé que tan siquiera poder apreciarla me hará tener la fuerza suficiente para poder ver la cara de Adam el día de hoy. Además, si cree que logrará que me esconda de él o que su presencia ocasione algún poder sobre mí, entonces está muy equivocado, porque ningún hombre hará que dé un paso atrás.
Mientras conduzco por aquellas desoladas calles, veo los primeros rastros del sol hacerse presente. En segundos el día toma su color, aunque sin ser tan brillante como antes. Todavía parece que no dejará de llover y para mí mala fortuna, no me equivoco. Aún con un leve azul en el cielo, las primeras gotas de lluvia comienzan a caer en el parabrisas de mi auto.
Al llegar a la escuela la fuerte brisa aumenta y la densa nube que aclama con generar un diluvio, pasa para dejar pequeños rastros de ella sobre la acera. Los charcos se forman, y cómo limpios espejos, reflejan el cielo despejado. Parece que todo fue una falsa alarma, no obstante, no dudo que la lluvia regrese.
Me estaciono bastante alejada de la entrada y me tomo mi tiempo para salir del auto. Debo esperar a que Chaeyoung llegue para darle su mochila, así que me recargo en la puerta del copiloto, mientras falsamente finjo buscar una cosa en mi bolso y así, poder hacer algo de tiempo.
—Buen día, señorita Myoui. —La repentina voz de una mujer hace que pegue un brinco por el susto.
—¿Katerin? —digo incrédula al ver que aquella mujer en realidad es la madre de Chaeyoung—. No esperaba verla aquí.
Sus ojos me penetran con tanta intensidad que rápidamente me encuentro más temerosa de ella, que ayer con Adam. Estoy confundida por su inesperada presencia. Se supone que ella va a trabajar antes de que Chaeyoung venga a la escuela, entonces no entiendo por qué está aquí.
—Sí, yo tampoco —menciona con un leve tono de molestia—, pero hoy he querido acompañar a mi hija.
—Entiendo.
Me fijo en Katerin y observo que detrás de ella se encuentra oculta Chaeyoung. No la había visto, sin embargo, noto su notoria distancia conmigo. No me mira, ni me habla, solo se aferra a su suéter. Algo no muy propio de ella, porque a pesar de que debemos disimular, ambas frente a los ojos de los demás tenemos una buena relación, una buena amistad.
—¿Cómo ha estado, señorita? —pregunta Katerin sacándome de ese trance.
—Muy bien, ¿y ustedes?
—Por desgracia no tan bien, hemos tenido situaciones muy difíciles, pero esperamos que todo mejore y que las cosas no lleguen más lejos.
—Ya veo —menciono frunciendo el ceño. ¿Qué habrá sucedido?—. Ojalá todo mejore para ustedes.
—Sí, eso esperamos todos, ¿no es así, Chaeyoung? —Su tono agrio me confunde, pero Chaeyoung no menciona nada al respecto, tan solo exclama una afirmación vaga que solo ayuda a confundirme aún más.
—Sí, mamá.
Katerin da un paso hacia adelante y mira hacia mi auto. Regresa la mirada hacia mí y me sonríe.
—Veo que ha traído la mochila de mi hija, muchas gracias, señorita Myoui.
—No es nada... —Guardo silencio en cuanto me doy cuenta de lo que ha dicho.
—Vamos, Chaeyoung, no seas maleducada y agradécele —la incita Katerin dándole un empujón.
—Gracias, maestra. —El sonido de su voz se escucha sombrío y débil. Sigue sin mirarme, apenas se acerca un centímetro a mí y luego retrocede como un animal asustado.
Abro la puerta del auto y le entrego su mochila. Por un instante cruza miradas conmigo, pero solo necesito de unos segundos para apreciar lo rojos e hinchados que se encuentran sus ojos. Es claro, ha llorado.
—Entra a la escuela, hija, voy a hablar con la señorita Myoui un momento.
—Mamá, no...
—Chaeyoung, no me hagas repetírtelo.
La tensión que se siente en el ambiente me da mala espina y aunque espero estar muy equivocada, sé por las intensas y desafiantes miradas que ambas se dedican, que no estoy muy lejos de la realidad. Las cosas se han descubierto, lo presiento y ahora me toca hacerme responsable y dar la cara. Estoy lista para lo que venga, aunque en el proceso pierda todo.
—¿Tiene algún problema con llegar tarde hoy a su trabajo? —pregunta cortante.
—Ninguno —contesto con la mayor seguridad que poseo.
Ella me observa por un momento y luego desvía la mirada.
—¿Podemos ir a su casa? Me gustaría hablar con usted en privado.
—Claro, sígame.
Bajo la mirada curiosa de algunos estudiantes ambas entramos al auto y comenzamos nuestro recorrido. Un viaje silencioso, muerto e insípido nos acompaña hasta llegar a mi casa. Katerin me sigue por detrás hasta que por fin entramos. Toma asiento al frente mío y después de varios tortuosos minutos, habla.
—Es claro que en esta vida hay cosas que jamás voy a lograr entender. Cosas que por más que intente encontrarles una respuesta, simplemente no las atrapo —suspira—. ¿En qué pensaba cuando sedujo a mi hija? A una niña inocente con sus aberraciones del diablo. ¿Acaso no se dio cuenta que la llevaría al camino del mal?
—Katerin —menciono asombrada.
—¡¿Por qué hizo eso?! ¡¿Por qué de tantas mujeres tuvo que ser ella?!
Veo su dolor, la tristeza comiendo su alma. Se siente traicionada, herida y usada. Lo sé, porque mi madre también me habló alguna vez así, me miró así. No sé si debo seguir con esta farsa. No sé ni siquiera qué es lo que debo de hacer. Lo único que sé, es que quiero que las cosas vuelvan a la normalidad, pero lamentablemente sé que eso no va a pasar. Ya nada será igual. Desde ahora todo será diferente y temo por eso, por no volver a estar con Chaeyoung.
—Desde el momento en que me dijo que no estaba casada, supe que algo andaba mal —pronuncia con desdén—. Cuando las vi tan cariñosas, tan necesitadas por la otra, tuve un mal presentimiento, pero ahora que lo sé, puedo ver realmente la verdad. ¡Usted es una maldita lesbiana y quiere llevar a mi hija por el mismo camino!
—Katerin, por favor, tranquilícese. —Por más que intente negarlo, tengo miedo. No quiero que lo mío con Chaeyoung acabe—. Hay explicaciones para todo. Yo...
—¡No quiero saber nada de usted! —Sus ojos furiosos me obligan a permanecer en silencio—. Chaeyoung no va a vivir en pecado. Antes muerta que permitir que mi hija entre a ese mundo al que usted pertenece.
—Yo no he hecho nada con su hija, nada que ella misma no quiera.
—¡Porque usted le ha lavado la cabeza!
—Lo mío con Chaeyoung...
—¡No diga eso! —Se pone de pie y me mira amenazante—. ¡No vuelva a decirlo! Ustedes dos no tienen nada y tampoco lo tendrán.
—Por favor, Katerin, escúcheme.
—¡No! —Me señala histérica—. Quiero que se aleje de ella. No la busque, no le hable, no la vea. ¡Si es posible desaparezca de nuestras vidas!
—Eso que pide es imposible —digo molesta. Puede que no sea el mejor momento para desatar mi ira, pero no voy a permitir que ella me aleje de Chaeyoung.
—No lo es, solo que usted también está cegada por el pecado. El diablo ha jugado con su cabeza y no le permite ver la luz de Dios. ¡Dese cuenta de lo que hace!
—No meta a Dios en esto, él no tiene nada que ver aquí. Lo que haga yo con mi vida y a quien decida amar, no está en decisión de nadie. Solo mía.
—¿Amar? —exclama de forma sarcástica—. Ustedes no se aman, solo están confundidas. Entre mujeres no puede haber amor.
—¿Es que acaso no ha visto a su hija? —pregunto poniéndome de pie—. Ella sonríe más que antes, es una persona más feliz. Esto que tenemos nadie lo puede entender, solo nosotras, así que tampoco espero que lo haga y menos que lo apruebe.
—Claro que no lo veo, trabajo todo el día para darle una buena vida, pero ya vi que fallé al hacerlo, porque al final de cuentas solo la está desperdiciando.
—Katerin, nunca haría nada para dañar a Chaeyoung. Mi amor por ella es sincero. La amo, y quiero estar con ella aún así el mundo se interponga en nuestro camino. Si usted no lo ve, entonces el problema no es con nosotras.
—Yo confié en usted, Myoui, le entregué mi completa confianza, la dejé entrar a mi casa y estar cerca de mi hija, le hice un lugar en mi mesa y también en mis oraciones. Me preocupé por usted todos los días como una madre, ¿y es así como me paga?
—Perdón, señora, pero yo nunca le pedí nada de eso. Yo solo quiero a su hija, a nadie más.
—¡Usted...
—No espero nada de ustedes, nada que no sea comprensión —la interrumpo—, que comprendan que lo nuestro no es malo. Solo somos dos mujeres amándonos, y dudo mucho que a Dios le moleste eso.
—Pues conmigo no va a encontrar nada de eso —menciona de forma despectiva—. Se lo digo enserio, Myoui, no quiero volver a verla cerca de mi hija o haré que todos en el pueblo se enteren de la clase de mujer que es. Que vean que una asquerosa lesbiana es la que les imparte una materia a sus hijos y créeme, no saldrá viva si la gente del pueblo se entera de esto.
—Usted tampoco me conoce —digo igual de amenazante. El plan está en marcha.
Sus ojos me miran furiosos, pero aún así, sin más, sale de mi casa. La puerta se cierra con tanta fuerza que me recuerda a los sucesos de ayer.
Miro la hora en el reloj, aún estoy a tiempo para llegar a la mitad de la clase, así que salgo de prisa y me monto en mi auto. El viaje es corto. Al entrar los estudiantes y maestros me miran sorprendidos por mi hora de llegar, sin embargo, ninguno de ellos sabe que dentro de mi casa se ha declarado una guerra y que ahora dar un paso en la escuela es como pisar un campo minado.
Camino con pasos fuertes y acelerados y entro al salón. Todos los alumnos se giran para toparse con mi furiosa presencia. Mi mirada se clava en cada uno de ellos, quienes en silencio y con temor, toman sus lugares. Me acerco a mi escritorio y busco una tiza y un borrador, apenas escribo en el pizarrón la palabra "hora libre" todos dan un grito de felicidad.
—Pueden salir al patio a jugar o a lo que quieran, si preguntan, la maestra Myoui les dio la actividad de encontrar nuestra propia historia en los alrededores de la escuela —exclamo directa. Ninguno reniega, al contrario, asienten para luego desaparecer de mi vista.
La única persona que aún se encuentra en su lugar es mi linda Chaeyoung; cabizbaja se mantiene en silencio. Me acerco a ella y me hinco para quedar a su altura. Intento tomar una de sus manos, pero ella la aleja en cuanto ve mis intenciones.
—Chaeyoung —menciono llamando su atención, pero ella no me contesta—. ¿Qué pasa, bonita?
—Ella ya lo sabe —susurra.
—Lo sé, pero no te preocupes, saldremos de esto, ¿de acuerdo?
Por fin se digna a mirarme, pero tan pronto como lo hace, rompe en llanto. La abrazo de inmediato mientras beso su mejilla para intentar calmarla. No sé qué ha pasado con ella, mucho menos donde ha quedado su sonriente personalidad, pero mientras estemos juntas voy a intentar recuperarla. Quiero que este bien, para que así ambas podamos afrontar lo que se avecina.
—¿Qué haremos? —dice entre lágrimas—. No quiero que nos alejen. No quiero vivir sin ti.
—Nada de eso va a pasar.
Y pido a Dios que de verdad nada malo ocurra, al menos por esta vez voy a permitirme creer en eso, en que todo saldrá bien, aún si las tenemos todas de perder.
—Puede que hoy no sea veinte de Junio, Chaeyoung. Puede que hoy no sea el día de tu graduación y puede también que hoy no sea el día que habíamos planeado escapar, pero hoy puede ser el único día que podamos hacerlo.
—¿Escaparemos juntas? —Se separa de mí y asiento mientras limpio sus lagrimas.
—Hoy al anochecer, Chaeyoung, nos iremos de Belhaven.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro