• Capítulo 28 •
C.
El regreso al hotel está acompañado de una atmósfera acalorada. Una que describe muy bien mi sueño. Las intensas miradas que ambas nos damos solo contribuyen a que pierda la cordura —o la poca que aún me queda—. Mina toma mi mano cuando entramos a nuestra habitación y ahí, en el silencio y en la oscuridad de la noche, nuestras almas al igual que nuestros cuerpos se acarician.
Sus dedos rozan mi mentón y luego, muy lento, besa mis labios. Los lame y muerde hasta que por fin me hace perder el habla. Sus manos se pasean por mis hombros hasta llegar a mi espalda. Me presiona contra sí y sin dejar de besarme, me encamina hasta la cama.
—Mina, ¿acaso... —no me deja completar la pregunta cuando con un beso apasionado me desestabiliza.
—Sí, Chaeyoung, tendremos sexo.
Aunque me asombra la franqueza con que lo menciona, no puedo mentir al decir que es algo que no estaba esperando, porque en efecto, lo veía venir y con muchas ansias.
Estoy hipnotizada por toda su persona y a su vez, tan entregada que, por primera vez, voy a callar todos mis miedos. La voy a seguir a donde sea que me lleve, no importa si incluso después de esto hay consecuencias. Necesito que tome todo de mí, que haga que en mi cabeza no haya nada más que no sea nosotras. Este momento hará que el día de mañana seamos otras; unas más maduras o atrevidas.
Quiero ir a su paso, así que me atrevo a ser yo quien decide ir por más. Me separo de ella e impulsada por el momento tan pasional que tenemos, desuno los primeros botones de mi corto vestido. Mi respiración es tan agitada que parece que hubiera corrido un maratón. Intento controlarme para poder terminar mi tarea, pero todo de Mina hace que me ponga nerviosa. Esto es algo nuevo para ambas, sin embargo, siento que soy la única aturdida de las dos.
Sus ojos viajan a los primeros rastros de mi piel morena. Me detengo porque quiero que ella sea quien termine por quitarme cada prenda que cubre mi cuerpo, sin embargo, no necesito decir ni una sola palabra, porque ella me entiende. Se inclina hacia mí, no obstante, no besa mis labios, sino que furtivamente besa mi cuello. Mi boca exclama con gloria la satisfacción que siente. Dejo caer mi cabeza hacia atrás, mientras cierro los ojos inundada de placer.
Su cálida lengua se desliza hasta tocar mi clavícula, la detalla como si de un dulce se tratara y luego, apresa de nuevo mis labios. Con delicadeza termina de quitarme el vestido, el cual cae como una delgada pluma sobre mis pies. No utilizo sostén por lo que sus manos no tardan en cubrir mis senos y acariciar mis duros pezones. Gimo sin poder evitarlo —tampoco es como que haga el intento de callarlo—. Las sensaciones que tengo ahora mueven todo en mi interior. Es tan exorbitante la sensación que siento, que no dudo hacerlo notar con mi boca.
—Quítame la ropa, Chaeyoung —exige Mina con tono sensual. Su voz me desconcierta, pero no me niego.
Quito el listón que la priva de mis manos en su piel y con el mismo cuidado que ha tenido conmigo, alejo de su cuerpo ese largo vestido. En cuanto quito la prenda que cubren sus pechos, sus senos aparecen como dos grandes perlas, blancas y alucinantes. Mi mirada las detalla con fervor. Tiene una figura digna de una modelo. Sus pezones son sutiles y rosas. Suficientemente atrayentes para cualquier persona.
Mi imaginación vuela cuando toco su duro y plano abdomen. Jadea cuando rozo su intimidad con mis manos. Aún en la oscuridad de la noche, me permito conocer cada rincón de su cuerpo. Dejo un beso entre sus senos y luego junto su cuerpo con el mío. Su calidez me inunda y me acaricia con cada movimiento que ella hace.
Llevo mis manos hacia su firme trasero y lo acaricio sobre la tela. Mina me susurra en el oído que lo haga ya, y solo con eso logra que mi deseo por ella crezca más. Quito la última prenda que la cubre y la presión que siento entre las piernas se vuelve descomunal. Su piel es ahí incluso más blanca y suave. Le sonrío con cierta picardía para luego besarla.
Mis pensamientos solo tienen como finalidad venerarla mientras ella recorre mi cuerpo con sus manos. Me recuesta sobre la cama y luego ella se posa sobre mí. Entre besos logra quitarme el lazo que sujeta mi cabello, así mismo, hunde sus dedos, apreciando su suavidad.
—Me encanta tu cabello —susurra, al mismo tiempo que toma uno de mis mechones y juega con él.
Como si se tratara de nuestra última noche juntas, mi mente me transporta a una velocidad impresionante a cuando nos conocimos. Cuando por primera vez nos besamos, cuando sin notarlo comenzamos a amarnos. Todos aquellos recuerdos que significan tanto para mí, parecen tatuarse en mi piel cuando los labios de Mina me acarician los muslos y su mirada profunda me detalla con desbordante insinuación.
Desliza su mano desde mi cuello hasta mi última prenda y ahí, me hace ver el cielo. No sé qué ha pasado entre mis piernas, pero con un solo roce de Mina basta para humedecerme. Sus dedos se cuelan por debajo de la tela y sin pensarlo dos veces, me desnuda con completo resplandor.
El frío fresco de la noche golpea con recelo mi intimidad y un gemido sale de mi boca sin poder evitarlo. Las manos de Mina abren mis piernas, las que he cerrado sin querer. Ella abre la boca solo para exclamar un "Dios mío" y luego guarda silencio. Se lame los labios y me mira sin decir nada. Parece que su propia mente la ha transportado a otra dimensión, porque no parece estar conmigo en esta habitación.
—¿En qué piensas? —digo ante el silencio. Mina parece reaccionar, porque sus iris detonan la verdadera profundidad de sus acciones.
—En que esta noche voy hacerte mía.
Un fuerte sonrojo golpea mi rostro. Tiene razón, me hará suya, sin embargo, ya soy de ella. Desde el momento en que la elegí antes que todos los demás, lo fui. Siempre, en esta vida y en todas las demás, siempre seré de ella. De mi Mina.
Se inclina hacia mí y comienza a besarme. Su lengua no tarda en aparecer. Juega con la mía mientras una de sus manos tímidamente toca uno de mis senos para masajearlo. Es imposible para mí poder seguir besándola. Alejo mi rostro solo para comenzar a gemir. Siento como si mi pecho fuera oprimido y me privaran de respirar.
—Te amo —menciona Mina.
No soy capaz de responderle. Quiero hacerlo, pero de mi garganta solo salen sucios sonidos.
Mis manos se aferran a la suave manta que cubre la cama. Uno de sus dedos detalla mi pezón y comienza su propio camino. Besa mis senos, al tiempo que baja hasta mi ombligo. Como si siguiera un sendero que baja hasta llegar entre mis piernas. Un grito escapa de mi garganta cuando toca mi feminidad. Una fuerte sensación se forma en mi vientre. Soy incapaz de controlar lo que le pasa a mi cuerpo. Mi entrepierna se humedece de forma descomunal. A Mina no parece incomodarle eso, al contrario, hunde su cabeza ahí. Su lengua toca un punto muy sensible que me hace volver a gritar.
—¡Mina!
Lame una y otra vez, haciendo que me retuerza de excitación bajo ella. Muerdo mi labio inferior intentando calmarme, pero su boca juega con mi intimidad sin importar lo que los demás huéspedes digan por los desorbitantes gritos que salen de mi garganta.
Mi cuerpo se cubre de sudor, mis piernas tiemblan y mi respiración se vuelve errática. Un creciente calor baja hacia mi vientre y llega hasta mi intimidad. Cierro fuertemente los ojos y levanto mis caderas. La presión se vuelve insoportable, no soy capaz de resistir por más tiempo. Solo bastan unos segundos más para que al fin me libere.
—¡Ah! —Mi voz temblorosa me hace ver lo débil que he quedado.
¿Qué es lo que acabo de sentir? Jamás mi cuerpo había experimentado algo similar. Nunca me había tocado, pero tampoco sabía que algo tan increíble se sentiría así solo por hacerlo. Sin duda quiero que se repita.
—¿Estás bien? —la voz agitada de Mina me deleita de forma sensual.
—Lo estoy. —Sonrío con la poca fuerza que me queda.
—Entonces, ¿podemos seguir?
—¿Todavía hay más? —pregunto sorprendida.
—Si tú quieres.
—Sí quiero. —Mentiría si no.
Me sonríe complacida.
—Qué bueno, porque yo también.
Junta nuestras intimidades y mi cuerpo sensible lo recibe con temblores. Toma mis piernas y las enreda en su cintura. Un vaivén excitante me nubla la vista. Sus caderas golpean mi cuerpo y el rechinar de la cama confirma la fuerza con la que lo hace. Deja caer su cuerpo sobre el mío mientras toma fuerza de mis hombros para moverse más rápido. Su cuello expuesto es atacado por mi boca. Lo muerdo para callar todos esos sonidos que amenazan con exponer mi estado lujurioso. La escucho gemir de placer y dolor cerca de mi oído, y eso solo aumenta la humedad que comienza a formarse en mi vagina.
Antes de que llegue el momento más glorioso que he sentido en mi vida, una de sus manos se escabulle entre la unión de nuestros cuerpos y me arrebata mi virtud. Sus dedos me penetran con tanta agilidad y fuerza, que me arrancan el gemido más fuerte que he soltado en toda la noche.
—¡Ah! ¡Dios!
Sus dedos salen y entran mientras que con cada penetración borra todo rastro de dolor que llegué a sentir en el momento. Todo después de ahí se vuelve confuso, a la vez que excitante.
Dos dedos exploran mi interior y sin darme tiempo para estabilizarme, salen dejándome un vacío que rápidamente es reemplazado con una fuerte embestida que logra que la cama golpee con suficiente fuerza contra la pared y que provoca que una decoración de la habitación caiga al suelo. Sus labios me silencian cuando vuelve a repetir la misma acción, una y otra vez hasta que mi cuerpo se libera.
Saca sus dedos de mi interior, cubiertos con un líquido transparente. Lo acerca a su rostro, al tiempo que lo detalla con curiosidad, luego lo introduce en su boca. Gimo de sorpresa por su acción. Ella cierra los ojos con satisfacción mientras lo lame de manera insinuante frente a mí. Esta Mina atrevida me desconcierta y a su vez me gusta tanto, que dejaría que hiciera cualquier cosa conmigo y con mi cuerpo.
Cuando abre los ojos su mirada se vuelve indescriptible. Sus pupilas dilatadas me miran con deseo. Se levanta y lleva mi mano hacia su intimidad. Es tan húmeda y cálida que la excitación vuelve a mí y pasa como una torrente sanguínea por todo mi cuerpo. Se recuesta al lado mío y ahora soy yo quien termina encima suyo.
No sé qué ha pasado con mi inocente yo, porque en este momento no me reconozco. Es como si un monstruo creciera dentro de mí, uno que quiere devorarla. Mis ojos se pasean por su angelical cuerpo. Sus pezones duros y erguidos me atraen de manera descomunal. Me acerco a ellos y me llevo uno a la boca.
—¡Ah! —gime Mina enredando sus dedos en mi cabello.
Me tomo mi tiempo y repito la misma acción con el otro. Suaves y deliciosos. Me deleito con todo de ella. Los presiono y masajeo hasta que veo las mejillas de Mina ponerse de un fuerte color carmesí. Muerde sus labios para ahogar sus gemidos.
No sé qué es lo que debo hacer. Es mi primera vez en una situación así. Con los hombres parece fácil, pero, ¿cómo se supone que satisfaga a una mujer? ¿La toco? ¿La beso? Ella me hizo ver el cielo con unas simples caricias, pero yo no entiendo qué es lo que debo hacer.
—¿Qué pasa? —pregunta Mina con la voz entrecortada.
—Yo... —La vergüenza sube a mi rostro.
—Chaeyoung, puedes tocarme, no tengas pena.
—No es eso, Mina, es solo que tú pareces más experimentada que yo.
—No tengo experiencia, Chaeyoung, solo soy pervertida.
¿Eh?
—Oh, ¿entonces?
—Solo déjate llevar. —Besa mi mejilla—. Te aseguro que cualquier cosa que hagas me complacerá.
—Bien... Eso haré.
Sus manos rodean mi cuello y me llevan hasta su boca. La temperatura entre nosotras solo demora unos segundos para volver y formar un incendio en la habitación. Solo con la ayuda de la luna puedo ver el cuerpo de Mina. El cual me embriaga ante su incesante brillo. Su piel suave y lisa me incita a tocarla.
No sé lo que hago, pero seguiré el consejo de Mina.
Mi mano baja hasta su intimidad y de nuevo me permito conocerla. La siento y la acarició. Mis dedos se cubren de un abundante fluido. Quiero mirar entre sus piernas, conocer el rincón más oculto de Mina, pero no puedo apartar los ojos de su rostro.
Ella me mira mientras gime. Como si me retara con su mirada. Su pecho sube y baja, haciéndome sentir orgullosa de lo que estoy logrando. Abre más las piernas y mis dedos sin esfuerzo se deslizan con facilidad por sus pliegues. No voy más lejos, aún intento grabar en mi memoria este momento, busco guardar la sensación lujuriosa de su cuerpo.
La beso con fervor y luego bajo a su cuello. Marcándolo sin darme cuenta que eso mañana dejará rastro, pero no pienso, no razono, solo estoy inducida por el deseo, el que crece y nubla mi mente.
Muerdo y lamo hasta que fuertes marcas rojas resaltan su blanca piel. Su cuerpo comienza a temblar mientras mis dedos se deslizan hacia arriba y hacia abajo. Una y otra vez. Gime con fuerza intentando mantener la cordura. Su cadera se levanta intensificando la sensación. Sé lo que quiere y no voy a seguir haciéndola esperar.
Apreso uno de sus pezones, sin control lo muerdo y sin dejar que haga algo al respecto, introduzco dos de mis dedos en su intimidad. Echa la cabeza hacia atrás y un gemido de satisfacción sale tan fuerte que me detengo para mirarla. Su interior es cálido, tan cálido que no mentiría al decir que parecen las puertas del infierno.
—No te detengas —me pide antes de besarme.
Sus paredes presionan mis dedos, su lengua se introduce en mi boca con brusquedad, sus manos recorren mi espalda y llegan hasta mi trasero. Lo aprieta con deleite y provoca que gima ante la sensación. Me besa mientras me incita a tomarla de nuevo. Lo hago deseosa. Mis dedos la invaden con firmeza una y otra vez. Me permitiré llegar tan lejos como pueda, sin importar que mañana ninguna de las dos esté en posiciones de caminar o de incluso hablar.
La penetro hasta que inunda mi mano de sus gloriosos fluidos. Sus gemidos no dejan rincón alguno de la habitación que no haya sido impregnado con sus bellos sonidos. No acabo ahí y sin dejar de embestirla, sigo devorando su cuello, sus pechos, justo en este momento pienso en lo mucho que parece que cada parte de ella necesita de una marca mía. No se queja a pesar de que sabe lo que estoy haciendo.
Nos entregamos hasta que la mañana comienza a darnos los primeros rayos de luz después de tanto tiempo, los que se cuelan por la única ventana que hay y exponen nuestra excitación, que parece perdurar a pesar de las horas que han transcurrido.
Aunque es nuestro último día en Ocracoke, ninguna de las dos parece interesada en salir de la habitación. Las únicas veces que salimos es para bajar a desayunar y luego a comer, después de eso volvemos a la cama. Como un deseo que no tiene final, nuestros cuerpos siguen con la tarea de conocerse. De explorarse. De satisfacerse.
Y sin quererlo, la noche nos atrapa. Tomamos un baño que se vuelve igual de lujurioso que nuestros encuentros en la cama. Luego partimos hacia el barco que nos llevará de vuelta a Carolina del Norte, en donde por fin estaremos en tierras conocidas, pero por ahora nos amamos en la habitación que nos han dado. Procurando falsamente callar todas las plegarias que parecen salir de nuestras bocas.
En cuanto el día siguiente llega, ambas nos sentimos en paz. El viaje ha acabado justo como lo esperábamos. Ahora hemos dado un paso más hacia adelante en nuestra relación. Somos más íntimas en todos los aspectos. Nos amamos y nos lo demostramos.
El viaje a Belhaven es de cinco horas, por lo que aprovechamos a tener —una vergonzosa, pero necesaria—, conversación y también retomar la normalidad de nuestras vidas, porque aunque no lo queramos, debemos regresar a los días de siempre: con más precaución y más restricciones entre nosotras.
—¿Qué te pareció el viaje? —pregunta Mina con una sonrisa en su rostro.
—Increíble —confieso eufórica—. Cada día lo disfruté al máximo.
—Yo igual, aunque el último fue mi favorito.
—Sí, igual el mío —digo con las mejillas sonrojadas.
—No hice nada que tú no quisieras, ¿verdad? —Me mira con cierta preocupación y niego con la cabeza para tranquilizarla.
—No, Mina. Hicimos justo lo que yo quería. —Justo lo que soñaba—. No me arrepiento de nada. Yo realmente te amo y estoy dispuesta a todo contigo.
—Yo igual te amo. Jamás hubiera llegado tan lejos si no fuera así.
Mi corazón se acelera antes sus palabras. Fui a ese viaje queriéndola y regresé amándola. Cada día mis sentimientos por Mina toman más fuerza. Y de nuevo confirmo que solo la quiero a ella. No tengo ojos para nadie más y dudo que alguien pueda compararse con ella. Mina es única.
—¿Cómo te sientes con respecto a lo de ayer? ¿Algo te duele? —menciona tomando una de mis manos, cuidando no alejar su vista del camino.
Maneja con prisa, procurando que lleguemos —si es posible—, antes a casa, pero los múltiples senderos y los interminables automóviles al frente nuestro, dificultan su labor.
—Lo estoy. Solo tengo una pequeña incomodidad al sentarme. —Beso su mano—. Aunque no te niego que pensé que me dolería mucho cuando lo hiciéramos. ¿Y tú? ¿Te lastimé?
—Bueno —ríe—. Solo me duelen las mordidas que me dejaste en el cuello.
—Oh, sí, perdón. Fue el momento de la noche que me hizo actuar así —exclamo apenada.
—Está bien, no me molesta, solamente espero que no tarden mucho en desaparecer. —Deja expuesto su cuello mientras mira por el retrovisor las marcas que cubren su blanca piel.
—Sí, además hace mucho calor como para cubrirlas.
—Trataré de usar vestidos con cuello largo o no salir de la casa —pronuncia divertida.
—Lo mejor será que te quedes en casa o te dirán loca por usar ropa de invierno en el infernal calor de Belhaven —menciono y ambas reímos.
—Seguro que sí. —Niega con la cabeza divertida—. ¿Qué harás al llegar?
—Darme una ducha y luego irme a dormir. Estoy muy cansada.
—Tienes razón, no hemos descansado bien.
—Sí, una tal Mina no me dejó dormir anoche —exclamo insinuante y la veo abrir los ojos con asombro.
—Parece que alguien regresa más atrevida.
—Culpa tuya y de tus manos.
—No me queda de otra más que hacerme cargo de mi error. —Me guiña el ojo y vuelve su mirada al frente. En respuesta solo puedo reír.
Las siguientes horas pasan tan rápido que cuando menos lo espero, Mina ya está estacionandose una cuadra antes de mi casa. Llegamos antes del medio día, justo como le había prometido a mi madre, por lo que espero que no me inunde de preguntas cuando me vea.
—Aquí termina nuestro viaje, bonita. —Me acerca a ella y me besa—. Fue un gusto pasar esta semana contigo.
—Opino lo mismo. —Le sonrío—. De verdad te agradezco todo lo que hiciste por mí. Espero algún día poder hacer lo mismo por ti.
—Sabes que no espero nada. Nunca hago nada por ti para recibir algo a cambio, lo hago porque nace de mí y porque adoro verte feliz.
—Lo sé, por eso te amo.
Me acaricia la mejilla y asiente. Me besa con suavidad y luego me susurra en el oído:
—Yo te amo más.
Esa es nuestra despedida.
Salgo del auto y voy en busca de mis maletas. Regreso y me acerco a la ventana.
No hay palabras en este momento para describir lo agradecida que estoy con ella, pero sobre todo por el amor que me está dando. Cada día me aseguraré de hacerle saber lo siento por ella, inclusive con tan solo una mirada, una sonrisa o un roce.
—Ve con cuidado —exclama extendiendo su mano para que la tome. Lo hago y la acaricio.
—Tú también ve con cuidado. —Me acerco a ella y dejo un último beso en sus labios.
Arranca el auto y sin soltarme, me expresa de nuevo lo mucho que disfrutó mi compañía. Ambas deseamos que algo así se repita y espero que el futuro no sea tan abrumador como dice ser y que al menos una vez más, podamos viajar solo para volver a confesarnos lo que sentimos.
—Hasta luego, bonita.
—Nos vemos, amor.
Su intento por irse es impedido por mis palabras, las cuales la hacen frenar con brusquedad el auto. Me da una mirada asombrada y a la vez feliz, pero no hay motivos más de lo que ya están claros para que ese sobrenombre ahora sea mi forma de llamarle.
Me sonríe encantada y luego me repite las mismas palabras.
—"Nos vemos, amor".
Cada una parte por su lado; en silencio y con las emociones a flor de piel. Un largo viaje nos espera. Uno incierto y con obstáculos, pero que ambas esperamos poder superar. El amor será nuestro fuerte, aunque para mucha gente le suene infantil. Nuestro amor, el que nos va a dejar ser libres. Solo necesito esperar un año. Uno en donde los miedos y preocupaciones desaparezcan, pero que al lado de Mina voy a saber superar.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
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