• Capítulo 23 •
C.
Cuando todos mis amigos hombres hablaban de las cosas que aprendían en la escuela, me hacían sentir como una completa tonta, como una persona inferior e insuficiente, de la cual no tenía derecho a saber ni la mínima cosa que ellos sabían. No comprendí muchas veces de lo que reían, de lo que hablaban y lo que más me dolía, era no saber qué era aquello que leían.
Había estado fascinada toda mi vida con esos libros que adornaban los estantes de la biblioteca y me vi tentada muchas veces a pedirle a un adulto que leyera para mí aunque fuera solo un párrafo de alguna de las hojas que contenían, pero al final del día era incapaz de hacerlo. Me avergonzaba el simple hecho de hablar con la gente, porque yo siendo tan inculta, temía que fuera víctima de las burlas por ello.
Quizás Mina no lo entienda o tal vez sí, pero estudiar para mí significaba todo. No quiero ser como las demás mujeres de mi pueblo, no quiero que por el simple hecho de ser yo, muchas cosas se me prohíban y nieguen. ¿Es malo pensar así? Al parecer sí. Mis amigos, mi familia y mi propio padre me prohibieron tener ese deseo. El deseo de aprender.
Yo en aquel momento era solo una niña que soñaba con alcanzar las estrellas —y no hablo metafóricamente—. Anhelar era lo único que al final podía permitirme hacer. Tal vez pedí mucho, porque todo siempre se encontraba fuera de mis posibilidades, sin embargo, no me dejé arrastrar en esa fuerte corriente de comentarios negativos. Aunque el costo de no hacerlo fue muy grande.
Ahora que lo veo fui demasiado ingenua al aceptar algo que era todo menos correcto. ¿Pero que querían que hiciera? Si los sueños no se cumplen si al final no sacrificas algo.
Yo dije "acepto" sin tener ninguna idea de que con el tiempo aquello jugaría en mi contra. Puede que aún tenga una venda en los ojos y por eso crea que todo va a salir bien, pero me gusta creer que sí, que al menos podré ser feliz. Quizás no al lado de un hombre como esperaba, sino de una bella mujer.
Una de linda sonrisa y que también es delicada al hablar. Que arruga la nariz al reír. Que frunce el ceño al no recordar algo y que sin quererlo, parece hacer todo con mucha gracia, tanta como si en realidad estuviera frente a una princesa.
¿Es malo amar? Mejor dicho, ¿es malo amar a Mina?
Voy a creer que no.
Si Dahyun no me hubiera hablado sobre su matrimonio, probablemente nunca habría recordado lo que hace tantos años prometí: Casarme. Jamás pensé que al crecer el sentimiento de amar me envolvería y no me dejaría ir. Primero lo sentí con el chico más dulce que alguna vez conocí y luego lo experimenté, pero de una forma muy diferente, porque fue con una mujer.
Temí por lo que significaba sentir lo que siento por ella. Pretendí que en realidad nada pasaba conmigo, que todo era un malentendido, pero Mina es alguien que no tan fácilmente se puede ignorar.
Me gusta y cada día lo hace más. Si ella está arriesgando todo para no irse de mi lado, yo también pienso hacer lo mismo por ella. Si mi padre se vuelve un impedimento para nosotras, yo buscaré la forma de esquivarlo y seguir al lado de Mina. "A donde nos lleve esto", me repito incontables veces, porque así es, seguiré a su lado sin importar las adversidades.
—¿Qué? —dice Mina confundida.
—Solo tenía doce años, Mina. Para mí que mi padre me pidiera eso, sonaba como una broma.
—Lo sé, no te estoy recriminando nada, pero no puedo evitar sentirme desconcertada.
—Yo le dije que sí porque a esa edad ni siquiera se me cruzaba por la cabeza la idea de casarme con alguien. No hablo mucho con mi padre, pero sé que él no es de los que olvida tan fácilmente lo que dice.
—¿Y por qué lo mencionas hasta ahora?
—No lo recordaba —suspiro—. Cuando Tom me gustaba callé esos sentimientos no solo por miedo a lo que pensara él, sino que también por lo que mi padre pudiera hacer.
—Pero puedes negarte, ¿no? —pregunta con ilusión.
—No, Mina, aquí todas las mujeres del pueblo se casan siendo mayores de edad o menores, sería raro para mi familia que yo no hiciera lo mismo.
—No puedes casarte siendo menor —menciona pasmada.
—No sé como sea donde tu vives, Mina, pero aquí así suceden las cosas. Debemos casarnos para seguir nuestro deber como mujer.
—¿Y ya sabes con quién te casaras? —dice y niego con la cabeza.
—Papá deberá decirme un año antes para comenzar con los preparativos de la boda y para que la familia del novio conozca a la mía, y así hablen sobre dónde viviremos.
—Ya no falta mucho para tu cumpleaños —exclama pensativa—. Te casarás hasta los diecinueve por lo que me dices, ¿no es así?
—Sí, como ingresé más tarde que los demás a la escuela me graduaré hasta el próximo verano. —Me tomo el cuello incomoda—. Si mi padre aún mantiene en pie nuestro trato, primero dejará que termine mis estudios y luego hará que me case.
Ambas nos miramos en silencio.
Tanto Mina como yo tenemos el mismo destino: casarnos. Es así como nosotras debemos honrar a nuestras familias, siguiendo las tradiciones que las mujeres tenemos impuestas y que son inquebrantables, porque en caso de hacerlo, traería vergüenza y deshonra, y eso sería inaceptable.
—Dahyun solo estará estudiando hasta este año, ella debe volverse ama de casa o trabajar en el pueblo, por otro lado una vez que Tom y Anthony se gradúen, seré la única de los cuatro que seguirá en Orange.
—¿Ellos ya no seguirán estudiando? —pregunta Mina haciendo referencia a mis dos últimos amigos.
—No, la universidad más cercana está en Brown y son más de seis horas para poder ir y regresar a Belhaven, además creo que ninguna de sus familias desea que sigan estudiando. Anthony lo más probable es que trabaje en la clínica de su padre y Tom vaya a trabajar como campesino con su abuelo.
La educación no sirve para nada en un lugar como este, a nadie le interesa que sepas leer o escribir, sino que sepas trabajar sin tener quejas.
—Quisiera ayudarlos, pero parece que la vida de todos ellos ya están decididas. —Me mira con ojos melancólicos—. No me agrada saber que todos estamos atados a lo que nuestros padres decidan, sin embargo, eso es una lucha de cada uno.
—Mina. —Llevo mis manos a su rostro y le regalo una débil sonrisa—. Eres la primera persona que me hace ver la vida de una manera diferente a la que me enseñaron. Yo solo necesité de una sola vez para cuestionarme algo y ahora tengo que casarme a la fuerza por eso. Tú me enseñaste un mundo distinto, uno que parece imposible de creer. Donde incluso yo como mujer puedo decidir.
—Algún día podremos elegir nuestro propio camino, bonita. —Deja un beso en la palma de una de mis manos—. Ya lo verás.
Eso espero.
—Un año se escucha muy lejos, pero sé que terminará pasando el tiempo más rápido de lo que deseo, aún así voy a disfrutar todo lo que pueda contigo —menciono y sonrío.
—Chaeyoung —pronuncia seriamente.
—Dime.
—¿Te casarás? —Me mira fijamente, pero yo no sé que decir.
Es obvio que no quiero, si Mina no es la persona con la que pasaré toda mi vida, entonces no estoy dispuesta a hacerlo, no obstante, esto es algo que está fuera de mis manos. ¿Qué dirá mi padre si me niego? Aunque deseo formar mi propia familia, la verdad es que al final de cuentas no tengo la certeza de cómo me tratará el hombre que mi padre me elija.
—A diferencia tuya, Mina, yo fuera de Belhaven no tengo donde ir. —Me aparto de ella—. Todo está aquí, incluso mi trabajo, no puedo huir porque lo más seguro es que al final regrese por falta de dinero.
—Yo tengo mi propia casa en Cleveland y no hablo de donde vivía con mis padres, sino una que es solo mía. Podemos vivir ahí hasta que consiga un nuevo trabajo y tú una nueva escuela.
—¿Hablas de escapar juntas? —pregunto sorprendida.
—Sí, a un lugar donde nadie nos conozca. Tal vez no podamos decir que somos novias, pero ya sabremos que inventarnos, total, una mentira no le hará daño a nadie y menos a nosotras.
—No lo sé, Mina, no quiero ser una carga para ti.
—Bonita, tú nunca serías eso para mí —menciona y me sonrojo.
—¿Estás segura? Yo no puedo ofrecerte nada, apenas el dinero que tengo nos daría para vivir unos días.
—De eso no te preocupes, Chaeyoung. —Me sonríe—. Tú solo confía en mí.
—Confío en ti, Mina.
—Entonces cuando termines la preparatoria nos iremos, ¿de acuerdo?
¿Nos iremos? No estoy lista para dejar mi vida aquí, no quiero abandonar a mis amigos y tampoco quiero alejarme de mi familia, pero entiendo que cuando llegue el momento de casarme todo eso no importará, menos si es que quiero ser feliz. Quiero una vida con Mina y espero que tal y como ella lo dice, pase. No deseo nada más que una vida tranquila a su lado.
—Sí —digo decidida.
—No tienes que tener miedo, Chaeyoung, yo voy a estar a tu lado todo el tiempo y si decides regresar, lo voy a entender —exclama comprensiva, pero niego con la cabeza.
—Lo sé, por eso quiero hacerlo.
—Todo estará bien.
—Todo estará bien —repito con una sonrisa.
Voy a creerle porque al igual que en el pasado, es todo lo que puedo hacer. Confío en ella, porque no me ha dado motivos tampoco para no hacerlo. La vida es larga y no quiero ser presa de lo que las personas decidan para mí siempre. Quiero descubrir el mundo, quiero amar, quiero sorprenderme, temer y llorar, pero todo al lado de Mina.
Ella es el mundo nuevo que quiero descubrir.
Han pasado muchas cosas este día, pero sobre todo, nuestro futuro se ha decidido. La tarde, como solo pasa con Mina, vuela tan rápido que apenas soy consciente de que la noche está apunto de caer. Entre largos y cortos besos nos despedimos de la otra, yo parto esperanzada hacia mi casa y es ahí, con las emociones a flor de piel que termino cayendo en un profundo sueño.
Los días siguientes a nuestra primera discusión son igual de extraños como los demás. Mi madre aún sigue distante, no la he vuelto a ver por las mañanas, tan solo en las noches cuando llega de trabajar, pero ambas estamos tan cansadas que apenas y cruzamos dos o tres palabras, después de eso cada quien toma su camino.
Los 18 por fin tocan a mi puerta y la emoción que se desprende en casa es grande. No estoy acostumbrada a tanta atención de parte de mis padres, pero sin duda parece ser que a ambos la celebración de mi edad es de su agrado. Nunca hemos festejado los cumpleaños de ninguno de nosotros y tampoco es que nuestra situación económica nos lo permita, pero me han dado con mucho esfuerzo —y quiero creer que también con mucho cariño—, un pastel y un hermoso vestido de parte de ambos, además mi padre me ha obsequiado aparte una linda orquidea, mi flor favorita, y con ella, me ha recordado lo que tanto temía, mi compromiso.
Aunque con Mina no hemos hecho ningún plan en específico, he decidido seguir todo con gran alegría y le he dicho que no lo he olvidado. Sigo el juego de que cumpliré fielmente mi palabra solo si él cumple la suya y mi padre lo ha tomado todo con gran aceptación. No se opone a que estudie así que me dejará seguir por un año más y obviamente también como el último.
Siguiendo con Mina, hubiera deseado pasar mi cumpleaños al lado de ella, pero ha sido imposible, aunque inventé mil excusas para salir de casa y poder verla, ninguna ha servido, aún así al día siguiente hago todo lo posible para hacerlo. Hoy en la mañana que la he visto en la escuela le he explicado mi ausencia el día anterior, ella, como siempre, me ha sabido entender así que en cuanto las clases terminan aparezco al frente de su casa. Llevo puesto el vestido que me regaló en navidad y su expresión al verme es digna de retratar en pintura.
Me invita a pasar y al entrar puedo sentir el aroma de pastel recién horneado. Lo conozco bien porque muchas veces lo he hecho yo. Con delicadeza me toma de la mano y me lleva a la sala, ahí me vuelve a admirar, solo que ahora con más intensidad.
—¿Cómo me veo? —digo coqueta. Sus ojos detallandome me avergüenzan y me enorgullecen al mismo tiempo.
—Hermosa —menciona al tiempo que me atrae a ella y me besa.
—Gracias —exclamo con repentina timidez.
—Cubre tus ojos —ordena y la miro confundida—. Anda, hazlo.
—Está bien —río. Llevo mis manos a mi rostro y espero pacientemente a su llamado.
Aunque sus pasos son silenciosos, la escucho moverse, el crujir de la madera delata todo lo que hace. De repente todo se queda en silencio, pero rápidamente se sustituye con grandes pisotones y un leve rechinar. Siento su presencia al frente mío. Sus manos tocan mis brazos y luego van a parar sobre mis manos.
—Ya puedes ver —dice y con la ayuda de ella logro hacerlo.
Mi mandíbula cae y mis ojos se llenan de lágrimas cuando detrás de ella hay un gran y bello caballete. Al lado de él hay un gran estuche de madera que lo acompaña, y el cual contiene una infinidad de pinturas junto con muchas brochas.
—Por ahora empieza con hojas, luego te compraré lienzos —menciona Mina como si su regalo no fuera suficiente, pero es más de lo que alguna vez pude soñar.
—Mina —digo con las lágrimas bajando por mis mejillas. Dibujar y pintar para mí lo es todo en mi vida—. Es increíble, gracias.
—De nada.
Me extiende sus brazos y sin reproches corro hacia ellos. La abrazo con tanta emoción que la escucho reír.
—Feliz cumpleaños, bonita.
Mina huele tan bien que no deseo separarme de ella y sus manos apresando mi cintura tampoco parecen querer hacer lo mismo. Deja un casto beso sobre mi cabello y luego levanta mi rostro para dejar uno en mis labios.
—No debiste —le digo en cuanto me separo de ella—. No sé que voy a decirle a mis padres cuando me vean llegar con esto.
—Claramente que tu novia te lo regaló —exclama con gracia—. Bueno, tal vez eso no.
—De verdad, Mina. —Me acerco a detallarlo mejor y es inevitable sonreír por el bello regalo—. Es precioso, pero mis padres me matarán si les digo que es mío.
—Puedes dejarlo aquí si quieres, no tengo problema con ser yo la dichosa persona que tendrá el honor de verte pintar.
—No soy muy buena —menciono sonrojada por su halago.
—Eso es cierto, no eres muy buena, eres increíblemente buena.
—Espero que no mientas —río avergonzada—. Gracias por quedártelo, te prometo que serás lo primero que pintaré.
—¿Seré tu musa? —Enarca una ceja pícara y asiento sonriente.
—Algo así.
—Me gusta la idea. —Me abraza nuevamente y cierro los ojos encantada—. ¿Tienes hambre? Te cociné algo por tu cumpleaños, aunque la sorpresa era para ayer, hoy he hecho todo lo posible para hacer todo de la misma manera.
—Perdón por no venir, pero mi madre se enmendó en no dejarme salir de casa y tampoco quise seguir insistiendo más porque no quería levantar sospechas.
—No te preocupes, lo importante es que ya estás aquí. ¿Entonces, quieres comer?
—Me encantaría.
Tomo asiento en el comedor y nuevamente espero por la presencia de Mina, la cual se pierde en el marco de la puerta de la cocina. En cuanto regresa trae consigo varias hamburguesas en un plato. Río en cuanto las deja al frente mío. Ella aún recuerda ese penoso momento mío en el restaurante de Brown, pero al mismo tiempo me siento fascinada con que lo haga.
—A comer —dice con alegría.
—¡Sí! —exclamo para luego reír.
Nuestras conversaciones en toda la comida hablan sobre nosotras y de lo que hemos vivido en estos meses de habernos conocido. Todo parece tan irreal que sigo sin creer que salgo con mi maestra. Ella es sin duda el sueño de cualquier hombre y ahora también es el mío, solo con la excepción de que yo soy la única a la cual Mina quiere. Yo soy su elección y estoy feliz por ello.
—Es hora del postre —menciona poniéndose de pie.
—Ya estoy ansiosa de ver que es.
—Seguro te va a gustar. —Me dedica un guiño y vuelve a la cocina.
Aunque sé de que se trata, no puedo evitar sorprenderme cuando un gran pastel de chocolate se posa frente a mí. Con velas de colores forma un dieciocho perfectamente colocado. Ella me mira enternecida y con los ojos llorosos doy por terminado mi celebración con ella. Soplo las velas y Mina se acerca a mí dispuesta a llenarme de besos, sin embargo, aunque todo parece ser un gesto de cariño, sus dulces besos trascienden tan lejos que me dejan jadeando al terminar.
Siento una extraña sensación en el estómago además de que me invade un sofocante calor. Estoy tan avergonzada por la reacción de mi cuerpo por un simple beso —aunque de simple no haya tenido nada—, que desvío la mirada buscando calmarme. No sé por qué he reaccionado así, si al contrario de mí, Mina parece estar bien después de haberme besado como si en realidad no hubiera un mañana.
Me replanteo si en realidad no estoy enferma y por lo mismo he atrapado sin saberlo un resfriado. Extraño, porque aún es primavera.
Mina parte dos grandes porciones de pastel y me entrega una a mí. Es indiscutible llevarme con rapidez un pedazo a la boca, gimo de gusto al sentir el chocolate en mi boca. Es sin duda el mejor cumpleaños que he tenido.
—¿Qué tal te ha parecido todo? —dice Mina intrigada.
—No tengo palabras, Mina, todo ha sido perfecto, gracias.
—Me alegro que pienses así, porque todo lo he preparado con mucho cariño.
—Pues te has lucido por completo.
—Gracias —ríe—. ¿Te ha dicho algo tu padre sobre tu compromiso?
—Desgraciadamente, sí.
—Ya veo —suspira—. ¿Qué ha sido?
—Que recuerde nuestra promesa, y forzosamente le he dicho que sí, que sigue en pie. Mi padre parece seguir firmemente a lo que hemos acordado.
—¿Aún no te ha dicho con quién te casarás?
—No, pero por el momento tampoco creo que me lo diga, lo más probable es que espere a principios del otro año para hacerlo.
—¿Tu madre qué dice al respecto?
—Nada. Está más que feliz con que me case y le de nietos. Justo ayer me dijo que debía comenzar a pensar en qué nombre le daría a mi primer hijo, claro, dependiendo si es niña o niño, aunque me recomienda que tenga el par, para que así pueda disfrutar de ambos.
—Vaya —exclama Mina perturbada por mi declaración.
No es que me desagraden los niños, pero tampoco me veo teniendo hijos.
—Hoy ya no me menciono nada, aún así tampoco creo que lo haya dicho sin pensar. —Guardo silencio cuando la veo pensativa—. ¿Qué pasa?
—Solo estaba pensando en que mi madre me decía lo mismo cuando estaba en Cleveland. Es realmente incómodo que te lo repitan con tanta insistencia, pareciera como si en realidad ese fuera nuestro único deber; casarnos y tener hijos.
—¿Y no es así? —digo curiosa. Siempre me han dicho que eso es lo que debo hacer como mujer.
—No lo creo, Chaeyoung, pero es aceptable para quienes así lo sientan, sin embargo, si alguien no piensa así, también debería ser aceptable.
—Todos los días dices algo que hace que me de vueltas la cabeza, Mina. ¿De qué mundo te sacaron? —reímos—. Pero pensándolo bien, tienes razón.
—De un mundo maravilloso. —Me pellizca una mejilla y me quejo divertida—. Si no deseas hijos, Chaeyoung, conmigo eres libre de no tenerlos.
—¿Contigo? —Frunzo el ceño confundida—. Dos mujeres no pueden tener hijos.
—Bueno, uno nunca sabe. —Alza los hombros y me mira con malicia.
—Pero eso no es posible.
¿O sí?
—Hasta no hacerlo, no sabremos —sentencia y se levanta del asiento.
—¿Eh? ¿A qué te refieres? —digo y ella comienza a caminar hacia la cocina—. Mina, ¿qué quisiste decir con eso? ¡Mina!
Busco seguirla, pero parece leer mis pensamientos porque en cuanto la silla se desplaza hacia atrás, ella desde la cocina me detiene con un grito.
—¡No vengas a la cocina! —advierte con cierta insinuación—. Puede ser que hoy no sea precisamente la comida lo que se queme.
—¿Y qué más se podría quemar? —pronuncio pensativa.
La velada transcurre entre comentarios confusos y risas ruidosas. Todo el hogar de Mina se llena de la felicidad que desprendemos ambas. Ella y yo en su sillón mientras conversamos, es el escenario perfecto para un día romántico para mí, aunque en realidad estemos celebrando mi cumpleaños. Todo al lado de Mina siempre es alegría y el día es inevitable que también termine así. El volver a casa después de estar con ella es depresivo para mí, pero los recuerdos de hoy me invaden por completo y soñar con ella, es todo lo que puedo hacer.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
Feliz día del amor y la amistad, y qué mejor manera para celebrarlo que publicar un nuevo capítulo de esta historia.
-MigadePan
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