• Capítulo 17 •
C.
Llevo más de tres horas despierta, pero aún no me he atrevido a salir de la cama. He pasado toda la mañana pensando en lo que ocurrió ayer. En el beso que nos dimos. Había sido tan incorrecto, pero tan placentero al mismo tiempo, que no había podido negarme a dejarla hacerlo otra vez. Su boca sobre la mía y sus manos pasando por mi cuello hacen que me sienta como otra persona; una más viva.
Estos días me la he pasado pensando mucho sobre la confesión de Mina, pero creo que hoy ha sido el último día que lo haré. Cada minuto que ha transcurrido ha tenido el único fin de saber que es lo que siento. Llegué a la conclusión de que me gusta Mina, y mucho. Y aunque nunca antes me había llamado la atención una mujer, no será la excepción con Mina, porque solo tendré ojos para ella. Quizás no es el mejor momento ni el mejor lugar para un romance, sin embargo, estoy lista para todo con tal de estar a su lado.
Su rostro se encuentra a centímetros del mío y verla así de cerca, hace que quiera besarla. Una de sus manos aún sujeta mi cintura, y es en esta extraña posición como hemos dormido toda la noche. No me quejo, me ha gustado mucho. Su cercanía me da paz y no encuentro mejor refugio ahora que sus brazos. Es tan extraño y a la vez tan armonioso todo lo que me hace sentir, que dejarme llevar es lo único que quiero hacer ahora. Incluso si no debo amarla, pienso hacerlo. Quiero quererla como toda mujer debe ser querida y espero que eso sea suficiente, porque solo le puedo ofrecer mi corazón.
Paso una de mis manos por su hombro y me acerco más a ella. Puedo sentir el calor que desprende su cuerpo y es increíble. Hay una fuerte tormenta afuera, y aunque desde ayer no se ha dignado en desaparecer, no me molesta. Es gracias a ella que puedo compartir un momento así con Mina y no puedo estar más que agradecida con que haya ocurrido.
Siento a Mina removerse al lado mío, pero cuando abre los ojos no hace el intento de levantarse, al contrario, se pega más a mí y oculta su rostro en mi cuello. Mi corazón late a una velocidad impresionante. Todo mi cuerpo pide su calor y ella parece darse cuenta de eso. No sé por qué nunca antes había sentido esta emoción que rodea mi pecho, incluso estoy segura que ni siquiera con Tom me he sentido así. Mina me hace sentir amada, querida y protegida al mismo tiempo. No quiero negar de nuevo lo que siento por ella y aunque Mina me ha dado tiempo, no quiero esperar. Necesito darle una respuesta. Una que salga desde el fondo de mi corazón y le aclare que estoy igual que ella.
—Buen día —dice con su voz adormilada.
—Buen día —repito.
Ella se separa de mí y acaricia una de mis manos. Le sonrío y antes de levantarnos me tomo el atrevimiento de dejarle un beso en su mejilla. Mina me mira anonadada por lo que acabo de hacer, pero tan rápido como se repone, hace lo mismo. Entre risas nerviosas y sonrojos es cómo salimos del cuarto.
Me acerco al cuarto de mis padres y un suspiro de alivio se escapa de mis labios al notar que no están. Si bien me preocupa el hecho de que no hayan llegado a la casa, es verdad que me alegra haber tenido todo el día y ahora, toda la mañana para estar a solas con Mina. Bajo las escaleras y encuentro a Mina en la cocina preparando algo de desayunar. Me apena mucho no poder ofrecerle algo bueno de comer, sin embargo, ella no parece incómoda por eso. Se desplaza de un lado a otro con una sonrisa que me hace pensar que es una mujer magnífica.
—Lo siento —menciona mientras se da la vuelta.
—¿Por qué?
—Por tomar el atrevimiento de cocinar.
—No te preocupes, aún estoy esperando la recompensa que me prometiste. —La veo levantar una ceja mientras me mira confundida—. Dijiste que me cocinarías la próxima vez.
—Lo dije porque tú ibas a cocinar para mí, pero al final no lo hiciste.
—Bueno... —río—. Si no me hubieras estado distrayendo mientras cortaba las verduras, no me hubiera cortado y habría podido hacerlo.
—¿Ahora es mi culpa? —dice fingiendo molestia.
—Sí, porque me pusiste nerviosa. —Desvío la mirada y la puedo escuchar acercarse.
—¿Te pongo nerviosa? —Una de sus manos aprieta mi hombro y me obliga a mirarla—. ¿O fue porque te besé?
—Sí, también por eso. —Mis ojos bajan a sus labios. Que irresistible se ve su boca por la mañana.
—No puedes negar que te gusto —susurra suavemente y la miro confundida. ¿Su voz se escucha seductora?
—Nunca dije que no... —Y sin más me vuelve a besar.
¿Besos por las mañanas? Podría acostumbrarme a ello, podría hacerlo también muchas veces. Mina se está convirtiendo en mis primeras veces, aunque hubiera deseado algo con Tom, no puedo evitar pensar que con Mina las cosas resultan más fáciles. Puedo estar confundida por esta nueva atracción hacia una mujer, pero es imposible no caer bajo los encantos de Mina. Ella es tan increíble, que amar lo desconocido no suena tan malo, al contrario, se escucha muy tentador.
Una de sus manos me atrae a ella y termina arrebatándome un beso diferente a los demás. Este es mucho más agresivo. Parece incesable su boca sobre la mía. Desliza su lengua por mis labios y los chupa cada vez que puede. Introduce su lengua y me roba el aliento. Yo quiero seguirle el paso, pero parece imposible. Ella se mueve y se deshace en cada beso que me da. Me muerde y alivia el dolor con un beso más profundo que el anterior. Sus manos se posan en mi cintura y me aprieta contra ella con suavidad haciéndome enrojecer.
—Mina... —digo separándome de ella cuando siento un olor a quemado, pero ella regresa de inmediato a mis labios impidiéndome continuar—. M-mina.
—¿Sí? —menciona en medio del beso.
—E-el desayuno... se va a quemar.
En ese momento ella se separa de mí y nota el olor. Abre los ojos horrorizada para luego correr hacia la estufa. Las verduras y los huevos (que por lo visto estaba haciendo para desayunar), han quedado completamente calcinados. Es inevitable echarme a reír mientras la veo como intenta con desesperación enmendar su error, pero es tarde. Ya nada se puede salvar. No queda de otra más que tirar todo a la basura y comenzar de nuevo.
—Quedan prohibidos los besos en la cocina —pronuncia avergonzada—. Siempre ocurren desgracias cuando hacemos algo aquí.
—Como mi dedo mutilado —digo y ambas estallamos en risas.
Un amor con Mina suena bien. Ella es una mujer hermosa y de buen corazón, pero lo que realmente me gusta de ella es su forma de cuidarme, su manera de enseñarme, el cómo se esfuerza para hacerme sentir bien, su sonrisa, la manera en cómo se expresa, su inigualable carácter. Es su forma de ser lo que me cautiva. No puedo negar el hecho de que la gente queda impresionada ante la belleza que desprende Mina, pero ella es mucho más que una cara bonita. Y me gustaría ser yo quien descubra cada parte de ella.
—Lamento haber quemado el desayuno —pronuncia bajando la cabeza.
—Al parecer hoy es el día de las disculpas. —Niego divertida—, pero no necesitas disculparte por nada.
—Bueno. —Ladea la cabeza y me mira sonrojada—. Se me hace muy difícil no querer besarte.
—Sí, eso noté —río—. Aunque yo estoy igual.
—Eso me agrada. —Me sonríe.
—Mina.
—Dime.
—Si nunca has besado, ¿entonces, cómo sabes hacer todas esas cosas con la boca? —menciono y ella se detiene para mirarme.
—¿De qué hablas? —pronuncia y suelta una risa nerviosa.
—Usas tu lengua, yo ni siquiera sabía que uno la usaba para besar. Los únicos besos que he visto en mi vida han sido los que se dan mis papás. —Tomo un mechón de mi cabello y juego con él—. Siempre que voy con los chicos al autocine nunca quieren ver películas de romance, entonces me conformo con esperar a ver algún beso en la escuela, pero eso no ocurre.
—¿Te gusta ver a la gente besándose?
—¡No! —Siento mi cara arder—. Lo que quiero decir es que eso de los besos sigue siendo algo nuevo para mí.
—Ya. —Se acerca a mí y me entrega el desayuno—. Pues yo sé de besos por... los libros.
—¿Los libros te enseñan a besar? —Frunzo el ceño cuando la veo asentir—. ¿Cómo puede ser eso posible?
Ella me empuja para que caminemos al comedor. Sin reproches me dejo guiar, pero en cuanto nos disponemos a comer ella me mira sin decir nada.
—¿Sucede algo? —menciono confundida.
—¿Para qué quieres saber?
—¿Qué? —río—. ¿Entonces los libros si te enseñan? ¿Dime en cuál? Yo también quiero saber.
—Siempre me puedes besar a mí si quieres aprender.
—Oh.
Me mira con una ceja alzada y comienza a comer, sin embargo, yo me quedo aturdida sin saber qué hacer o qué decir. Quién diría que mi propia maestra también me enseñaría a besar.
—Come, o se enfriará el desayuno —menciona sin verme.
—Eso iba hacer.
Después de comer, nos quedamos un rato más charlando. Realmente quiero decirle que ahora estoy segura de lo que siento por ella, pero por alguna razón me avergüenzo en cuanto intento hacerlo. Jamás en mi vida me he confesado, y la experiencia con Tom me ha hecho más indecisa con respecto al amor, aunque sé que Mina no me rechazará, es cierto que mostrar mis verdaderos sentimientos es algo de lo cual no estoy muy segura de hacer, pero puedo ser valiente por Mina. Aunque no sepa a dónde nos llevará mi confesión.
Ella me ayuda con los trastes y yo subo a mi habitación solo para acomodar la cama. En cuanto regreso la encuentro viendo por la ventana, el clima sigue igual de terrible que el del día anterior. El auto de Mina casi ha sido cubierto por la nieve y las banquetas de las calles han desaparecido por completo. Todo está nublado, apenas y se pueden visualizar las casas que hay al frente. Me acerco a ella y noto en sus ojos un destello de preocupación. ¿Acaso estoy siendo mala anfitriona? He hecho todo lo posible para hacerla sentir cómoda, tal vez no estoy haciendo un buen trabajo.
Mina se gira y me regala una pequeña sonrisa. Yo le regreso el gesto y me abrazo a ella.
—¿No estás cómoda aquí? —digo y ella me mira con sorpresa.
—No es eso, Chaeyoung. —Pasa una de sus manos por mi hombro y me acerca más a su cuerpo—. Esta época del año es mi favorita, pero no estoy cerca de mi familia y estaba pensado en que será un poco raro pasar las festividades que vienen sola.
—¿Hablas de la navidad?
Asiente.
—Sí, siempre para estos días de invierno salía con mi padre al lago cerca de mi casa o íbamos a esquiar a la cabaña de mi abuelo. Mi hermana llegaba con su marido y su hija para pasar el Año Nuevo con nosotros, casi nunca la vemos, así que esa época era muy importante para mi familia, son las únicas fechas en donde estamos todos juntos sin la necesidad de aparentar ser algo. Solo somos una familia feliz. —Sus ojos brillan y mi corazón duele al imaginar que ella quiere llorar.
—No te puedo ofrecer los lujos a los que estás acostumbrada, Mina —exclamo captando su atención—, pero siempre puedes pasar la navidad a mi lado. Yo te puedo llevar a ver el lago cerca de Brown... o al lago que quieras. Aunque no a esquiar, porque yo no sé. —Me sonríe divertida y la igualo—. Yo puedo ser tu familia, si me lo permites.
—Eso que dijiste ha sido lo más lindo que alguien me ha dicho.
—Dudo que eso sea cierto. —Desvío la mirada avergonzada—. Estoy segura de que te dicen cosas lindas a diario.
Niega con la cabeza y acaricia mis mejillas.
—Pero no como tú, nadie nunca lo ha hecho desde el corazón —me confiesa con sinceridad.
—¿Entonces, aceptas a esta humilde chica?
—¿Quién no lo haría?
—¿Eso es un sí?
—Por supuesto. —Me sonríe mostrando su blanca dentadura—. Nunca podría decirte que no.
Le ofrezco tomar un baño y no se niega. Me dice que no quiere oler mal porque desde ayer no ha tomado una ducha y yo solo puedo reír. Le entrego una toalla junto con su ropa de ayer y la encamino al baño. Le menciono que esta vez no tengo ropa para ella porque dudo mucho que la mía le quede, pues ella es mucho más esbelta que yo y seguro que en proporciones todos mis vestidos le quedarán apretados, Mina me consuela diciendo que no me preocupe, que no le importa usar la misma ropa, solo necesita una ducha para sentirse mejor, así que asiento y ella por fin entra al baño.
Caliento agua para mí y espero con paciencia a que Mina termine, al cabo de unos minutos lo hace y noto que su cuerpo tiembla disimuladamente. Me acerco a ella y le pregunto si se encuentra bien, ella de inmediato se echa a reír exclamando que ni con el agua caliente pudo dejar de sentir el frío. Algo temerosa me tomo en serio su comentario y procuro calentar más el agua, pero a cómo Mina lo dice, ocurre. Salgo temblando del baño y no me queda de otra más que buscar ropa más abrigada. En cuanto estoy lista bajo y corro directo a la cocina para hacer de nuevo la bebida con arroz de ayer. Necesito algo caliente para poder sobrevivir a este frío infernal que hay.
—¿Puedes encender la chimenea? —le grito a Mina desde la cocina y la oigo decir que sí.
Mientras espero que el arroz esté lo suficientemente caliente para las dos, voy a espiar un rato a Mina. Desde una esquina de la puerta puedo verla acomodar los troncos de madera. Es obvio que sabe lo que hace, pues seguramente en su casa hay una gran y linda chimenea. La sigo observando por un rato más y me doy cuenta de que su cabello está completamente suelto a diferencia de cómo estoy acostumbrada a verlo. Me gusta, es de un negro muy oscuro, pero brilla lo suficiente para hacerme saber que es un cabello cuidado. Sigo manteniendo la mirada en Mina y observo su rostro, no tiene ni una gota de maquillaje y aún así se ve hermosa.
—¿No crees que algo huele a quemado? —dice sin siquiera verme y recuerdo de repente lo primero que estaba haciendo.
—¡El arroz!
Me doy la vuelta y corro hasta la estufa para apagarla. Gracias a dios no se ha quemado por completo, aunque un poco de sabor amargo va a quedar en él. Con algo de vergüenza salgo de la cocina con la bebida en las manos y camino hacia ella. Mina ya ha logrado encender el fuego y me espera con una sonrisa mientras toma una de las tazas.
—Al parecer no soy la única a la que se le queman las cosas, ¿o sí? —menciona con burla. Se nota divertida por mi torpeza y la dejo, es justo, porque yo también lo he hecho horas atrás.
—Un error cualquiera lo comete —digo con falsa seriedad.
—Aún así sabe bien. —Bebe y me mira con dulzura—. ¿Tus padres vendrán hoy?
—No lo sé. —Me siento a su lado y oculto mis piernas con el largo de mi vestido—. Lo más probable es que así sea, mamá nunca me dejaría sola en casa, pero entiendo que lo haya hecho por el mal tiempo.
—Entonces terminaré esto. —Alza la tasa—, y me iré a casa.
—Quédate, dudo mucho que lleguen temprano, además por el clima no va a haber clases.
—Lo sé, pero no quiero que tengas problemas porque esté aquí.
—Créeme, no los tendré —menciono recordando la plática de mis padres sobre presentarle a Mina a mi hermano.
Ella me mira confundida por mi cambio repentino de actitud, pero no indaga.
—De acuerdo, pero me iré en cuanto baje aunque sea un poco la tormenta —exclama mirándome y asiento.
—Está bien.
En silencio comenzamos a beber y en cuanto ambas acabamos nos recostamos una junto a la otra. Cierro los ojos y al cabo de unos segundos siento como una de sus manos toma la mía, sonrío sin poder evitarlo. Es grata la sensación, sin embargo, ella parece tener más frío que yo, pues sus dedos están completamente congelados. Me separo de ella y le digo que nos sentemos más cerca de la chimenea, no parece muy convencida de que yo renuncie a mi comodidad por ella, así que la convenzo de que no pasa nada, por lo que al final terminamos sentándonos en el suelo, apenas recargando nuestra espalda en el propio sillón.
Tomo una de sus manos y la entrelazo con la mía, ella me mira atenta y sin despegar la mirada de mí, termina por hacerme recostar mi cabeza sobre sus piernas. El piso no está tan frío como imaginé, por lo que no me incomoda acostarme sobre él. Mina juega con algunos de mis mechones que aún se encuentran mojados, ese gesto solo ayuda a hacerme cerrar los ojos. El día de ayer y el de hoy sin duda alguna nunca los olvidaré. Tener a Mina a mi lado me hace sentir muy bien, tanto que no puedo evitar sonreír. Quizás sea el momento adecuado para decirle que me gusta, que ya no necesito tiempo. Que estoy lista para todo con ella.
—Mina —le digo aún con los ojos cerrados. Puedo sentir las yemas de sus dedos pasar por mi rostro.
—Te escucho.
—Tom sí me gustó —le confieso y la siento tensarse. Quiero ser sincera con ella. No quiero volver a mentirle—. Lamento no habértelo dicho. —Abro los ojos y la encuentro mirándome.
—Está bien, entiendo que no lo hayas querido hacer, pero agradezco que me seas sincera.
—Ya no siento nada por él, Tom dejó de gustarme hace mucho tiempo, aún así siempre será mi mejor amigo.
—¿Él lo supo?
—No, y me siento mejor así.
—¿Y por qué me lo dices ahora?
—Porque no quiero volver a ocultarte nada. Te digo esto porque confío en ti y...
—¿Y?
Me levanto de sus piernas y me acerco a ella. Estamos una frente a la otra. Aún puedo sentir como nuestras manos siguen entrelazadas, sin embargo, decido romper el contacto para poder posar ambas manos sobre sus hombros. La miro intentando transmitirle mi sinceridad en mis palabras, porque lo que estoy apunto de decirle es completamente la verdad.
—Y porque me gustas.
—¿De verdad? —Me mira anonadada, aún no creyendo lo que acabo de decir, así que asiento para afirmar que sí, que realmente lo hago.
—Está mañana lo supe, pero no creas que es algo momentáneo. Yo venía pensando en lo que sentía por ti desde hace mucho tiempo, al igual que tú, desde el día en el cementerio mi cabeza no te sacaba de mi mente, además de que ya había pensando en querer besarte.
—Debiste decírmelo.
—¿Cómo crees que iba hacer eso? A pesar de nuestra amistad, tú sigues siendo mi maestra, no podía decirte algo así —menciono avergonzada.
—Me hubiera gustado que sí —ríe—, pero saber que yo también te gusto sin duda es lo mejor que pudiste haberme dicho.
—Estuve muy confundida con respecto a ti y lamento no haber podido corresponderte cuando tú lo hiciste, pero realmente no sabía qué pensar. Nunca antes me había gustado una mujer y bueno... creo que también serás la única que me gustará de esta manera.
—Tú también lo serás.
—¿Entonces, el hecho de que me gustes me vuelve... lesbiana?
—Pues... —Ladea la cabeza y me mira entre divertida y confundida.
—Me gustan los hombres, pero también me gustas tú.
—No necesitas ponerte una etiqueta, Chaeyoung. —Se acerca a mí y deja un beso en mi mejilla—. Te gusto y eso es lo único que importa.
—¿Eso quiere decir que puedo besarte cuando quiera?
—Claro, pero debes recordar que no todas las personas entenderán lo nuestro y será mejor que las cosas que hagamos sean a escondidas. Yo sigo siendo tu maestra y eso también podría traernos problemas.
—Lo sé, y no te preocupes, no pensaba hacer nada en público. Yo quiero que esto sea solo nuestro.
—Entonces, aclarado eso, ya puedes besarme —pronuncia coquetamente.
Río tímidamente, pero no me niego, quiero hacerlo, así que tomo su rostro y por primera vez soy yo quien la besa. Sus manos van a parar directamente en mi cintura, solo para acercarme más a ella. Quiero hacer lo mismo que ella hace conmigo. Chupo su labio inferior sin despegar la vista de sus ojos y noto cómo sus mejillas cambian de color. No entiendo por qué no estoy igual de avergonzada que ella si estoy siendo muy atrevida y eso es algo que no suelo ser con ella ni con nadie.
Presiono sus labios con los míos y con una de mis manos la obligo a abrir la boca. No sé qué estoy haciendo, pero sí sé lo que quiero hacer. Introduzco mi lengua y un repentino calor me invade y hace estragos en mi estómago. No me incomoda, al contrario, me hace desear aún más. Me separo de ella y la observo. Parece que a ella también le ha gustado porque me toma del brazo y me obliga a volver a sus labios, ella abre la boca sin que yo se lo pida y entiendo que es lo que quiere que haga. Me tomo mi tiempo y vuelvo a introducir mi lengua. Que fantástica sensación. ¿Por qué no había hecho esto antes?
Estoy tan concentrada besando a Mina, que no noto que la puerta está siendo abierta. Puedo escuchar el sonido de la madera crujiendo, pero todo pasa tan rápido que cuando escucho la voz de alguien, ya es demasiado tarde.
—Ya llegué, cariño.
—¡Mamá! —digo en cuanto la veo y me alejo de Mina tan rápido como puedo.
—¿Qué... estaban haciendo?
Mis manos sudan y siento como si me oprimieran el pecho. No puedo respirar, esto es demasiado. Miro a Mina y ella parece estar igual de nerviosa que yo. Ninguna de las dos nos atrevemos a decir algo. Somos malas disimulando por lo que nos limitamos a guardar las apariencias, no obstante, entre más pasan los segundos más mi mente crea miles de escenarios donde mi madre me reclama por lo que estábamos haciendo. Ella nos observa confundida y presiento que algo malo va a pasar, sin embargo, en cuanto cierra la puerta, me acorrala y ya no hay escapatoria. Éste es el final.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
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