Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• Capítulo 1 •

Esta historia da lugar en el estado de Carolina del Norte, Estados Unidos, en un pequeño pueblo de nombre Belhaven, ubicado en el condado de Beaufort.

Era un pueblo, sí, pero no era pequeño, tal vez no era de lo más ostentoso comparado con el lujoso vecindario donde vivía Mina, pero el lugar se daba a defender con su bien pavimentadas calles, sus encantadoras casas de dos pisos —aunque muy pequeñas—, y con los patios bien podados. Un bonito lugar tranquilo.

Sin embargo, a pesar de eso, Mina sabía que iba ser un dolor de cabeza los hombres de aquel lugar y lo confirmo desde el momento en que su auto decidió que ya no quería continuar más y la dejó varada en el transcurso de su viaje, donde terminó por conocer a un hombre que de sutil no tenía nada.

—¿Y ahora que voy hacer? —Se vio diciéndose a sí misma ante tan impredecible escenario.

Fue entonces cuando un hombre de cabellera perfecta y con una vestimenta sencilla, se había detenido para ayudarla. El joven había sido un descarado total en su coqueteo y aunque no quiso ser muy indiferente con él, decidió que tampoco cambiaría mucho, pero sería lo más amable que pudiera, al menos para que la ayudará a salir de esta detestable situación.

Agradeció la ayuda pues era lo mínimo que podía hacer. Henry —como se presentó el chico—, le recomendó un lugar para pasar a desayunar y ella no pudo estar más que dispuesta a ir. Llevaba todo el día y la noche conduciendo y su estómago le pedía a gritos que se detuviera por una vez y se dignara hacerle caso a su razón y a su hambre. No pudo más y se vio obligada a aparcar su automóvil en aquel restaurante de aspecto familiar.

Desde que entró pudo sentir algunas miradas seguirla, no sabía si aquello era por lo mismo de siempre o esta vez era por algo diferente, ya sea por su vestimenta o muy seguramente por la extraña presencia de alguien nuevo. Porque estaba segura que en este pueblo todos y todas se conocían, daba por hecho que el rumor de que un habitante nuevo arribaba en aquel lugar, no tardaría en esparcirse.

Mina, en cambio, trató de pasar lo más desapercibida que se pudiera y con desesperación llegó hasta una de las mesas donde ordenó un desayuno completo, sin embargo, el restaurante y sus decoraciones no fueron lo que llamaron la atención de Mina, mucho menos las bonitas casas del lugar, no. A Mina nada de eso fue lo que le llamó la atención, sino fue aquella pueblerina de ojos color avellana y bonita sonrisa.

Pero detengamos hasta aquí y permíteme contarte con más detalle cómo fue que pasó todo y como después de ese día, a Mina se le hizo imposible apartar la vista de la menor.

.

.

.

Era 1960 cuando en el estado de Carolina del Norte, Estados Unidos, en un pequeño pueblo llamado Belhaven ubicado en el condado de Beaufort, justo en la vereda de la carretera, un joven detenía su paso para auxiliar a una hermosa dama.

El sol incesante de la época mantenía a todos los transeúntes con la ventana abajo.

—¿Necesita ayuda? —pronunció el joven cuando se acercó a ella y esta le sonrió incómoda mientras asentía.

Apenas una gota de sudor bajaba del rostro del hombre y se perdía en su marcada clavícula.

—De verdad sería usted muy amable si me ayudara.

La dulce voz dejó por un momento aquel hombre, en un estado de inducción.

—Sería todo un placer para mí —contestó él con coqueteo.

Alzó el capote del carro y en un segundo, una gran nube de humo se levantó con frenesí de adentro de este. Ambos no pudieron evitar apartar el rostro y toser sin cautela.

—¿Es serio? —preguntó ella después de que el humo se esparciera.

—Nada de que preocuparse, este modelo de carro siempre tiende a fallar por el clima, solo necesita agua y aceite y en un instante estará de nuevo sobre la carretera.

El verano parecía estar haciendo estragos en el recorrido de la joven dama, que con cautela disfrazada de desespero, se acomodaba sobre la puerta de su vehículo a esperar a que aquel hombre terminara de ayudarla.

—¿De dónde es? No parece ser de estos lados —preguntó el joven mientras subía sus mangas y comenzaba a intentar poner en marcha el vehículo.

—Cleveland, de allí soy.

—Eso está bastante apartado de aquí, ¿se puede saber, qué hace una hermosa dama como usted en un pueblo como este?

Una risa tímida salió de los labios rojos y finos de la chica. Un escultural cuerpo que era cubierto por un vestido demasiado fino para aquel lugar.

—A veces es bueno un cambio de ciudad, un nuevo ambiente y también, una nueva oportunidad.

—Tiene razón, lamento si la incomodé con mi pregunta.

Ella negó con una mueca.

—Como usted lo ha dicho, de donde vengo está bastante apartado y he transcurrido un gran recorrido para llegar aquí, ¿sabe usted de algún lugar donde pueda pasar a comer?

—Dígame Henry y claro que sí, siga todo derecho, hay un restaurante bastante popular de la zona y su comida es exquisita, le aseguro que no se arrepentirá.

Cerró el capote del carro y limpió sus manos en uno de sus pañuelos blancos, cubriéndolo rápidamente de negro.

—Estoy segura que si lo planta así de bueno, entonces no habrá nada de qué arrepentirse.

Volvió casi de inmediato a su auto y entre claxons se despidieron ambos. Ella siguió el camino que le había indicado aquel intenso sujeto y en unos cuantos minutos más, su auto por fin aparcó en tan ansiado lugar.

Desde afuera el lugar parecía bastante acogedor, la vista de algunas personas se colaba de entre los grandes ventanales y cuando se llevó un susto ante la campana que tenía la entrada, supo que ya estaba empezando su nueva vida lejos de su hogar.

—Tome asiento, en un instante estará alguien con usted —dijo un hombre de mediana edad desde la barra.

Ella asintió a pesar de no ser vista por él y caminó hasta una de las mesas desocupadas del lugar. Tomó su bolso y en un intento desesperado por controlar la temperatura de su cuerpo, desunión dos botones de su vestido.

Aquel restaurante parecía el típico lugar para venir a comer con la familia. Algo de melancolía se implantó dentro de ella por aquel pensamiento, pero aún así esquivó la idea y esbozó una sonrisa a la nada.

—¿Entonces, qué va a pedir?

Pestañeó confundida por la repentina interrupción de sus pensamientos y le regaló una sonrisa cálida a la joven que se encontraba frente a ella, la cual ya la esperaba con una en su rostro.

Su cabello largo y negro, junto a sus ojos feroces, retribuyeron a su marcado rostro y su esbelto cuerpo. Su piel algo bronceada y suave, por un momento la distrajeron de su pregunta y se sintió repentinamente tímida y algo avergonzada ante su mirada.

—Solo dame la comida más completa que tengas y un vaso grande de jugo de manzanas, por favor.

—Seguro —decía mientras anotaba todo a una rapidez impresionante —. En un momento estará lista su orden.

Quiso mirar el nombre de la chica en su uniforme, pero ella se giró bruscamente ante el llamado de otro cliente, donde rápidamente se dirigió, dejándola con la curiosidad a flor de piel.

No pasó mucho tiempo cuando la misma chica se plantó frente a ella, con la misma sonrisa de minutos antes y que con gusto, ella misma retribuyó.

—Aquí tiene.

Rápidamente dos platos llenos de demasiada comida para una sola persona se postraron frente a ella y justo a su lado, el vaso grande de jugo de manzana que pidió.

—Gracias.

Unos segundos después de que la comida empezará a desaparecer de su plato, una pequeña plática llamó totalmente su atención.

—Tu papá te matará si sabes que estás aquí.

Su mirada subió a la poco discreta conversación que se llevaba a cabo frente a ella.

—Lo sé, Han, pero no hay nada que pueda hacer al respecto.

—Está bien, niña, solo aléjate de los problemas, porque al parecer siempre los atraes.

—No te preocupes, Han, eso haré.

Casi de inmediato sus miradas chocaron y pudo notar que se trataba nuevamente de la mesera. Algo avergonzada por haber sido descubierta escuchando una conversación ajena, bajó lentamente su mirada y prosiguió comiendo.

[...]

Salió del restaurante con una sonrisa y fue inevitable perderla cuando su auto no arrancó. Era tarde y pronto la noche caería, debía llegar pronto a su nueva casa porque aún tenía cosas que desempacar.

—¡Rayos! —dijo entre dientes mientras salía del automóvil y miraba con desespero la escena.

En un lugar donde nadie la conocía y mucho menos sabía de sus alrededores, ¿cómo una citadina podría ser auxiliada en este pueblo?

Pudo ver aquella chica salir con tranquilidad del restaurante, ya no llevaba su uniforme y su cuerpo ahora era adornado por un vestido demasiado entallado, que drásticamente hacía resaltar sus definidas curvas. La chica guardaba algo dentro de su bolso y ante la repentina necesidad de un teléfono y un mecánico, se vio en la penosa necesidad de pedir nuevamente ayuda.

—Disculpe —mencionó llamando su atención y la ojos chocolates alzó la mirada sorprendida.

—¿Sí? ¿Necesita algo?

La chica se veía menor que ella, casi podía jurar que todavía era una estudiante y no como ella, que ya era profesionista.

—Disculpe que la moleste, seguro ya vas a casa después de su turno.

—No hay nada de qué disculparse, dígame que necesita.

La voz serena y amigable de la chica, le hicieron imposible no sonreír.

—¿Sabrá de un teléfono que pueda usar o conozca algún mecánico que esté cerca de aquí? Mi auto se averió y por lo que puede notar, no soy de aquí.

La chica más baja pareció pensarlo con detenimiento por un momento antes de responderle y mirando por detrás de su hombro, supo que no mentía sobre su situación.

—Claro, le invitaría a llamar por el teléfono del restaurante, pero justo ahora está fuera de servicio, por suerte hay un teléfono no muy lejos de aquí, si quiere puedo acompañarla.

—Si usted me indica bien el camino, puedo llegar sola.

Ella negó mientras se acercaba a la más alta.

—No se preocupe, no tengo nada más que hacer hoy.

—Entonces, se lo agradecería para siempre.

[...]

Ambas algo cansadas —una más que la otra—, llegaban hasta el teléfono que se encontraba cerca de la carretera, apenas la citadina lograba reprimir un gesto de dolor ante la incesante jornada que había llevado el día de hoy.

—Llamaré a un mecánico que trabaja con mi padre. Puede esperarme aquí —exclamó la más baja y ella asintió mientras la veía disponerse a marcar sobre el tablero.

Pasaba la manga de su vestido sobre su mandíbula para secar algunas gotas de sudor que comenzaban a estancarse ahí y qué peligrosamente daban aviso de que caerían de su rostro. Miró a la chica quien hablaba con total seriedad por el teléfono, había amarrado su cabello en una cola alta y ese detalle la hacía ver aún más delgada.

Por alguna extraña razón su rostro se le hizo conocido y un repentino escalofrío recorrió su cuerpo, erizando su piel a su paso.

—¿Todo bien? —preguntó ella cuando la vio palidecer ante el indescriptible momento.

—Sí, debe ser el calor que me ha dejado más cansada de lo usual.

Aquella mesera no demostraba cansancio ni tampoco dejaba ver ninguna gota de sudor sobre su rostro. Sin duda, aquello la sorprendió.

—¿Cómo le haces para no sudar? —dije en broma y la más baja rió levemente.

—Estoy acostumbrada a este clima, adoro el calor así que no es problema. Justo esta época del año se me hace demasiado agradable, además suelo hacer todo mi recorrido a pie bajo el incesante sol.

—Bueno, por lo general no estoy acostumbrada a este tipo de clima, así que ahora entiendo el motivo ambas soltaron una corta risa—. Cambiando de tema, ¿qué ha dicho el mecánico?

Pareció avergonzarse ante su pregunta.

—Lo siento, se me olvidó por completo. Me ha dicho que esperemos cerca del auto, no debería de tardar en llegar, así que será mejor que volvamos al restaurante.

Asintió retomando el camino junto a ella, durante el regreso intercambiaron algunas palabras, parecía una chica demasiado agradable y sonriente, tanto que le fue difícil poder evitar sonreír en todo el camino.

No pasaron más de treinta minutos cuando el mecánico al fin llegó. La más alta insistió en que no era necesario que la esperara, pero aquella chica se negó rotundamente ante la petición, diciendo que era peligroso que una mujer como ella estuviera a estas horas de la noche con un hombre y terminó por hacerle compañía en su soledad.

El problema de su auto parecía un poco más serio del que el joven le había descrito y la espera porque el automóvil quedará listo se demoró más de dos horas, dejando caer la noche sobre ellas. Ambas esperaban sentadas sobre la banqueta a que aquel hombre terminará su trabajo y mientras tanto, volvieron a conversar.

—¿De dónde es usted? —indagó la más baja.

—Cleveland. —La chica asintió levemente esperando a que prosiguiera—. Pasaron algunas cosas allá que me obligaron a tomar un nuevo rumbo de mi vida y uno de ellos fue que me cambiaron de escuela.

—¿Es maestra?

—Así es, tenía varias opciones dentro del estado y fuera de él, así que decidí irme a lo drástico y aproveché a mudarme de condado.

—Este pueblo es bastante calmado, nada nuevo y tampoco nada extravagante. Imagino que trabajarás en la preparatoria cerca de aquí, ¿verdad?

—Sí, impartiré historia, apenas tengo dos años llevando la profesión, así que se puede decir que soy algo nueva. ¿Y usted?

—¿Yo? ¿Sobre qué?

—Sé que trabaja en un restaurante, pero no sé si aquello es su trabajo definitivo o solo es algo de medio tiempo.

Su rostro se mantuvo sereno y algo distante ante su pregunta, ella dudó en ese momento de si había dicho o preguntado algo demás.

—Trabajo solamente los fines de semana, es para ayudar a mamá a pagar la escuela, de ahí en fuera soy estudiante, aunque solo me queda un año y medio para terminar.

Así que no se equivocaba, aunque la verdad incluso si terminara su universidad sería siempre de apariencia joven.

—¿Entonces, tiene 18? —inquirió, pero la más baja negó apenada.

—Tengo 17 —confesó. Ella abrió los ojos sorprendida, porque a pesar de todo, parecía mayor—. ¿Cuántos años tiene usted?

—23, aunque seguro parezco más grande.

Ella negó con la cabeza de inmediato.

—De hecho, bien podría ser estudiante como yo, seguro tendrá un montón de admiradores cuando se vuelva maestra.

—Es bueno saber eso, aunque lo de los admiradores se escucha catastrófico para una maestra.

La chica rió y ella inevitablemente terminó contagiada por su risa.

—Sí, seguro será muy popular. Usted será la maestra más linda de la escuela.

Su comentario hizo que se avergonzara, pero no pudo evitar reírse también.

—Listo, señorita, puede intentar arrancarlo para ver si el auto funciona con normalidad —pronunció el mecánico interrumpiendo la agradable plática.

—En seguida. —Se levantó del suelo y rápidamente entró a su auto, corroborando que efectivamente, todo estaba en orden.

—Parece que ya quedó mencionó aliviada—. ¿Cuánto sería entonces? —pronunció buscando su cartera dentro de su bolso, pero se detuvo cuando el mecánico negó su pago.

—Es amigo de papá, así que no necesita pagarle, ambos se arreglarán después —exclamó la chica y ella se avergonzó al instante.

—Cómo crees, ya ha hecho demasiado por mí, al menos permíteme que pague esto.

Ella negó con calma y al momento el hombre subió a su camioneta para marcharse.

—No se preocupe por el pago, la vida pronto lo hará por usted —dijo para comenzar a caminar.

Asombrada por sus palabras y por el repentino adiós que le estaba dando, se acercó rápidamente hacia ella para detenerla y a su vez la tomó del brazo, algo avergonzada y ella algo sorprendida por la acción, se miraron.

—Déjeme acercarla hasta su casa —dijo soltándola.

—No se preocupe, seguro debe estar apurada por llegar a donde sea que se dirija.

Negó con la cabeza mientras abría la puerta del copiloto para invitarla a entrar.

—Es peligroso que una mujer tan bonita como usted, ande sola por las calles a estas horas de la noche. —Modificó las palabras que anteriormente le había dicho para acompañarla.

Una sonrisa tímida se formó sobre sus labios y podía jurar que ante su broma, un leve sonrojo cubrió sus bronceadas mejillas.

—Por favor —insistió.

—Está bien.

Ambas entraron al auto y se dispusieron a comenzar el viaje, la más alta le comentó sobre dónde se estaría quedando y ella muy amablemente se ofreció para enseñarle donde estaría su nuevo hogar. Después con algunas direcciones llegaron hasta el hogar de la chica. Una casa convencional de dos pisos, color azul cielo y un patio demasiado animado, adornaba el frente de su casa.

Ella bajó del auto para acompañarla hasta la entrada y ambas ruborizadas, continuaron con su antigua conversación.

—Entonces, ¿nos veremos seguramente por los pasillos de la escuela? —pregunto y la joven asintió.

—Sí, será un gusto verla de nuevo, si ha viajado hasta acá, entonces es porque debe amar mucho su profesión, así que estoy segura que impartirá excelente su clase.

—Pues está completamente en lo correcto, espero que también sea una excelente alumna.

La chica hizo una mueca.

—Creo que en eso no está completamente en lo correcto. —Soltó una pequeña risa y con algo de vergüenza, igualó su acción.

Ella nunca antes se había relacionado con ninguno de sus alumnos y ahora justamente le apetecía demasiado seguir entablando una plática con aquella chica. Seguro si no fuera ya de noche y ambas aún desconocidas, la invitaría a tomar un café para formar una agradable amistad. Claro, que también eran alumna y maestra y aquello tampoco podía ser.

—Supongo que es el adiós, fue agradable conocerla —exclamó la chica.

—Lo mismo digo.

Ella se mantuvo en silencio por un momento y tocó levemente su hombro mientras señalaba rápidamente el cielo.

—¡Mire!

Casi tan rápido como un rayo de luz, en la estrellada noche, un evento único adornó el cielo y fue imposible no sorprenderse. Una estrella fugaz, que pasaba tan rápido como un parpadeo y con la misma se esfumaba del cielo.

Ella fijó su mirada en la más baja, quién aún miraba asombrada aquel suceso, la escena se le hizo demasiado tierna y fue imposible no sonreír.

—¿Sabe? Hemos pasado la mitad del día juntas y aún no sé su nombre —pronuncio la citadina, recibiendo su atención.

La miró en lo que diría ella—, la fracción de segundo más eterna de su vida. Sus ojos como el ámbar sin duda la hipnotizaron y la dejaron en una pendiente demasiado alta, una que sin duda se moría por saltar.

—Un gusto, Son Chaeyoung.

Estiró su mano en forma de saludo y acompañó el gesto con una detallada sonrisa. Una que recordaría para siempre.

—Un gusto también, Myoui Mina.

Ambas estrecharon sus manos en un más que lindo momento, fue totalmente indescriptible para Mina.

Chaeyoung se despidió con una gran sonrisa y caminó con delicadeza hasta dentro de su hogar. Ella todavía tardó un momento en procesar lo que acababa de ocurrir y totalmente aturdida por el momento, se vio obligada a caminar hasta su auto y entrar en él, para luego marcharse.

Jamás la compañía de alguien la había hecho sentir una infinidad de emociones... Tal vez su soledad en el futuro iba a cambiar.

Myoui Mina, ¿cómo describirla, además de hermosa?

¿Elegante? Tal vez, pero ella era mucho más que eso. Era simpática, alegre, cautivadora, respetuosa, correcta en todo el sentido de la palabra.

Nah, aquello no más.

Myoui Mina, ahora iba a ser conocida como el diablo hecho persona y no como la belleza hecha mujer.

Tampoco. ¿Entonces, cómo?

Myoui Mina, quería empezar desde cero y para eso quería ser totalmente ella misma, no quería alejarse de las personas, pero al menos en eso se iba a contener y lo iba a seguir, procurando siempre cuidar de su secreto.

Tal vez sería ambas cosas, totalmente correcta, pero irremediablemente severa. Sería fría como la nieve que cae en el invierno, pero se dejaría derretir por el hermoso verano que pronto la esperaría en las puertas de la escuela.

Así es como en un momento el destino volvió a sorprenderla y la llevó por un sendero interminable de emociones y sentimientos que jamás en su vida se imaginó que le ocurrirían.

Myoui Mina, ¿cómo describirla, además de hermosa?

No lo sé. Ni siquiera ella misma lo sabía.

Pero sí sabía algo, y era que deseaba ser descrita como el invierno. Sí, el mismísimo, el que todos conocemos.

Y se preguntarán, ¿por qué?
¿Por qué de tantas cosas, justamente eso?

Bueno, porque deseaba con tantas ganas que el caluroso y hermoso verano, la enamorara.

Pero ahora volvamos tiempo atrás y recapitulemos "¿Cómo el verano enamoró al invierno?". Porque estoy segura que ese amor que se vivió en 1960 debía ser plasmado en pintura y honrado en escritura.

Myoui Mina y Son Chaeyoung.
Maestra y alumna.
Mujer y mujer.

Empecemos desde el día en que se volvieron a encontrar por segunda vez y como la emoción por reencontrarse no cupo en el pecho de las dos.

Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro