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• Capítulo 6 •

F.

Es extraño. Muy extraño. Hoy me levanté con más alegría que de costumbre. ¿Y cómo lo sé? Bueno, me duché mientras escuchaba Death of a clown en mi tocadiscos y aunque muy probablemente mis vecinos se molestaron por el ruido, no me importó y le subí todo el volumen. Canté alegremente mientras el agua caía por mi cuerpo.

Es increíble sentirme tan bien desde tan temprano.

Salgo con una sonrisa del baño y me visto lo mejor que puedo. Ahora simplemente ya no sé si voy a desayunar o a una fiesta. Tal y como recuerdo, solo voy a probar una tarta de fresas y después de eso regresaré con Yoko a mi casa, no obstante, me encuentro emocionada. Es inevitable sentirme desconcertada, pero no lo voy a negar, ella me agrada y mucho. Así que en cuanto estoy lista, salgo rumbo al R'chester.

El viaje es rápido y aunque las miradas de los transeúntes me siguen cada que doblo alguna cuadra, no me atrevo a subir el descapotable. Quiero que todo el mundo hoy me vea, porque la música en la radio, el clima fresco y la hermosa mañana, de verdad me hacen mantener una vívida sonrisa en mi rostro.

Motivada por la invitación bajo con delicadeza de mi auto y camino decidida hasta el restaurante... Después de tanto tiempo vuelvo a escuchar esa campana. Como recordaba todo el lugar parece familiar y hogareño, sin embargo, hay una gran diferencia con la última vez, y es que ahora se encuentra repleto de gente. En las mesas como mínimo hay entre cinco a seis personas. El ruido es exorbitante, todos hablan y se ríen.

—Adelante, tome asiento —dice un señor detrás de la barra. Casi de inmediato la mirada de todos va a parar en mí.

Trago fuerte y asiento en cortesía.

—Sí, gracias.

Con serenidad y delicadeza camino hasta una mesa desocupada. Me siento y espero pacientemente a que llegue Yoko, pero extrañamente no la veo por ningún lado. Hay tanta gente que esperaba verla tomando órdenes en alguna de las mesas, pero no es así. Al contrario, termino por toparme con otra de mis estudiantes junto con otro chico.

Hoy es sábado, de eso estoy segura. Es imposible que me haya equivocado. Ayer Yoko me había recordado sobre la salida en el R'chester, así que no hay duda de que hoy la vería aquí, pero veo a ambos meseros correr de aquí para allá y Yoko en ningún momento aparece. Empiezo a preocuparme por ella. Tal vez ha pasado algo en su casa o peor, me ha dejado plantada. De cualquier manera, espero que ninguna de esas dos suposiciones sea el caso.

—¿Qué va a ordenar? —preguntan.

Alzo la mirada y termino por encontrarme al chico de segundos antes, quien agitado me espera con papel y bolígrafo en mano.

—Yo... —Me detengo de inmediato cuando de repente Yoko aparece detrás de él. Ella me dedica una sonrisa mientras me saluda.

—Chris, esta orden es mía —dice risueña y no puedo evitar sonreír.

—Oh, ya veo —ríe el joven—. Entonces las dejo. —E inmediatamente termina por desaparecer.

La miro y realmente se ve muy bonita. No trae su uniforme. Al contrario, lleva puesto un sencillo vestido color blanco. Su cabello se encuentra suelto, como muy pocas veces lo he visto. Me mira alegremente y termina por sentarse al frente mío. No digo nada. Tampoco se me viene nada a la mente, pero me agrada que el silencio no sea incómodo.

—Bueno —dice avergonzada—. ¿Qué va a ordenar?

—¿Tú vas a pedir mi orden?

Niega.

—Este fin de semana estoy de descanso. —La miro sorprendida—. Lo sé, justo concordó con nuestras salidas. Así que mi trabajo no nos molestará por ahora.

—Oh. Entonces, ¿esto es cómo...?

—Supongo que... ¿una salida de amigas? —menciona dudosa, pero yo no puedo estar más de acuerdo con ella.

Nunca me he relacionado con otras personas, por lo tanto mis amistades se reducen a una y justo ahora, se encuentra al otro lado del país. Difícilmente la veré de nuevo, sin embargo, me agrada saber que puedo convivir con otra persona. Sin contar que Yoko realmente parece encantada con todo lo que le digo. Y eso es gratificante.

—Me agrada.

—¿Entonces? ¿Qué va a pedir? —dice mientras se acomoda correctamente en el asiento.

—No lo sé, ¿por qué no me sorprendes? Elige algo que creas que me puede gustar —exclamo y ella niega rápidamente—. Tranquila, sé que harás una buena elección. Tú trabajas aquí, entonces sabrás lo mejor para mí.

—¿Estás segura? —pregunta y asiento—. No quisiera elegir algo que no comas o que simplemente no te guste. Y no hablo de la comida, sino de algo en específico...

—¡Vamos a ordenar! —Alzo la mano y rápidamente el chico se nos acerca— Adelante, señorita Apasra. Ordene.

Ella me mira sorprendida y termina por sonreír divertida.

—Chris, tráenos una porción grande de panqueques y una orden de huevos en salsa. —La miro complacida. Todo eso se escucha delicioso—. Y no olvides lo que te encargué.

—Imposible olvidarlo, seguro y me matas —ríen, pero prefiero no preguntar. Eso seguramente tiene que ver con su vida privada—. ¿Algo de beber?

—Jugo de manzana para las dos —menciona segura.

Acierta correctamente. Además de que me demuestra que aún recuerda la primera vez que nos conocimos.

—En un momento estará su orden. —Nos dedica una sonrisa a ambas y se retira.

—¿Ya pensó en lo de mañana? —pregunta. Frunzo el ceño y la miro confundida—. Sobre el mercado.

—Ah, sí, pero, ¿qué tiene?

—Sé que ya aceptó, pero anoche no dejaba de pensar en usted. —Me avergüenzo fugazmente ante su comentario y las diversas interpretaciones que tienen sus palabras—. Ya sabe... No quería incomodarla con mi invitación. Si no quiere ir, simplemente es libre de cancelar.

—Bueno... —Me aclaro la garganta—. No me molesta y mucho menos me incómoda, todo lo contrario, me agrada. Además, sería todo un honor conocer a tu madre. A como la pintas, seguro es una mujer increíble.

—Y lo es. Se llevarán bien, ya lo presiento.

—Seguro que sí.

—Por cierto... —Asiento para que continúe—: Sobre la tarea que dejó, ¿no podría darme una pista?

—¿Una pista?

—Sí. Hablo de cómo poder sacar una buena nota.

Río, porque realmente parece preocupada.

—Eso sería injusto para mis demás alumnos. —Baja la mirada avergonzada y no puedo evitar volver a reír—, pero haré una excepción por ti.

—¿De verdad?

Asiento.

—Nada de historia —revelo, y la confusión se expresa por todo su rostro.

—¿Eh? ¿Cómo así?

—Solo quiero su opinión, no quiero nada más que eso. Ni hechos históricos, ni la historia misma, solo su propia creencia. Eso es todo lo que diré —sentencio y ella suspira.

—Sigo sin comprender muy bien qué es lo que quiere, pero haré mi mayor esfuerzo —dice entre frustrada y motivada.

Sin duda este pueblo queda demasiado "pequeño" para ella.

—Será mejor que así sea, porque espero mucho de tu trabajo. —Y no miento. Porque principalmente por ella he cancelado el trabajo en parejas. De verdad quiero conocerla y saber qué es lo que piensa sobre un tema que a mí tanto me apasiona y me fascina.

—Aquí está su comida. —Ambas detenemos abruptamente nuestra conversación—. Qué lo disfruten —dice aquel joven mesero, mientras deja cada platillo en la mesa. Nos da nuestras bebidas y luego se retira.

—Vaya —digo sorprendida—. Sí que son rápidos aquí, sin contar que todo se ve delicioso.

—La especial del R'chester: entregar la comida rápido. —Toma los cubiertos y desliza frente a mí el plato lleno de panqueques—. Sírvase usted primero. Coma todo lo que quiera. Yo invito.

—No es necesario —digo avergonzada—. Yo también voy a pagar.

—No —niega rotundamente—. Yo invito e insisto que lo tome. Es mi pago por la pista que me dio. Trataré de no decepcionarla.

—Bien —río—, pero la próxima vez pagaré yo.

—¿La próxima vez? —pronuncia confundida. ¿He dicho que habrá una próxima vez? ¡Qué vergüenza!—. Suena bien, pero le aconsejo que tenga mucho cuidado, porque como demasiado.

¿Suena bien? Qué alivio...

—Sin problemas —exclamo divertida—. Nada mejor que alguien así.

En cuanto comenzamos a comer es inevitable apreciarla. No puedo entender por qué la gente con la que antes me relacionaba en Cleveland, decía que los pueblerinos eran gente vulgar e irrespetuosa, que no sabían hablar y mucho menos comer. Siempre escuchaba la manera tan brusca que ellos tenían de minimizar a las personas de bajos recursos. Y aunque me crié en un ambiente voraz y temerario, que tendía a destruir todo lo que no le gustaba o no los complacía, no les veía nada de malo a ellos, a esos "pueblerinos" de los que tanto hablaban. Al contrario, son gente que merece mucho respeto.

Yoko come frente a mí como cualquier otra persona. Claro, no tiene los modales ni la forma correcta que a mí me enseñaron para comer, pero no es para nada malo. Ella come tan delicadamente que parece incluso hacerlo con gracia. Sin contar que sonríe inconscientemente mientras mastica y que ríe cada vez que hablamos de algo. Sin duda, es una joven muy encantadora. No es para nada vulgar y mucho menos es irrespetuosa. Al contrario, es amable y muy trabajadora. Cosa que a veces falta en mi propia clase social.

Termino fascinada por su manera de comer. Y más por cómo con cada probada parece ponerse más feliz. Claro, si es que ella, siendo una persona tan sonriente, puede llegar a estarlo más.

En todo momento se ha comportado correctamente y aunque a veces tiende a señalarme con el tenedor, todo lo demás lo hace excelente. Terminamos de comer y a cómo lo pensé, ocurre: Paga la cuenta sin darme la oportunidad de renegar. Repite que este es mi pago y que no puedo quejarme. No me queda de otra más que aceptar a regañadientes.

Justo cuando ya nos vamos, Yoko me dice que aguarde un momento afuera del lugar, así que pacientemente lo hago. Cuando la veo salir, trae consigo entre sus manos una pequeña caja mientras sonríe alegremente.

—Este es mi último pago del día —dice mientras me enseña la caja.

—¿Qué es? —Intento tomarla, pero ella niega.

—Cuando lleguemos a su casa podrá abrirlo.

Asiento.

—Bien, ¿nos vamos?

—Sí.

—¡Yoko! —Ambas detenemos abruptamente nuestros pasos. Nos giramos confundidas y terminamos por toparnos a un joven alto de cabellera castaña—. ¿A dónde vas? Pensé que habíamos quedado de vernos hoy.

Trago incómoda y me alejo de ellos para que hablen cómodamente.

—No, no —dice ella tomándome del brazo—. Yo me voy con usted.

—De hecho...

No voy a ningún lado.

—¿Te vas? Estás molesta conmigo, ¿no es así? —pregunta con cierta frustración el joven, en cuanto Yoko busca desviar la mirada de él—. Me has estado ignorando toda la semana. Pensé que eran ideas mías, que tal vez estaba entendiendo mal las cosas, pero al parecer estoy en lo correcto.

—Tom, no estoy molesta contigo, estuve muy ocupada. —Lo mira con tristeza—. En serio, pero el lunes a primera hora hablamos. Tengo que irme.

—Yoko —dice con melancolía, ¿Tom?

Por la forma en la que Yoko lo mira y se despide... parece no querer dejarlo. Me mira indecisa y yo solo le sonrío nerviosa. Al parecer ambos son bastante cercanos. El chico le insiste, pero ella se niega. Aún así, por la expresión en su rostro, parece realmente preocupada por dejarlo solo. No quiero que se sienta obligada a cancelar su cita con él solo por mí. Aunque no mentiré diciendo que es un poco decepcionante dejar nuestra salida hasta aquí, pero bueno, no hay nada que se pueda hacer.

—Está bien, señorita Apasra. Regresaré a casa sola. Nos vemos mañana —digo sutilmente, pero ella me regresa la mirada más avergonzada que antes.

—Fay-maestra Peraya... —se corrige rápidamente al casi llamarme por mi apodo—, no es necesario, de verdad.

—No se preocupe. —Palmeo su hombro y le dedico una sonrisa a ambos—. Hasta luego, pásenla bien.

—Espere. —La miro expectante, pero al final solo puedo suspirar. Se acerca a mí y me entrega la caja—. Era para usted. Qué lo disfrute, y de nuevo por favor discúlpeme. Nos vemos mañana, ¿verdad?

—Por supuesto, adiós.

Me sonríe apenada y termina por ingresar nuevamente al restaurante con el chico.

Subo a mi auto y termino por regresar a mi casa. Justo cuando llego me topo con otra caja de espinacas en la puerta. Sonrío y perezosamente la meto a la casa.

Tiro mi bolso sobre el sillón y voy directamente a la cocina. Abro con cuidado la caja y me encuentro con la tan aclamada tarta de fresas. Todavía se encuentra caliente y huele increíblemente bien, sin embargo, habría sido más divertido comerla junto con ella. Y seguro, más delicioso también.

Abro una gaveta y saco un plato junto con una cuchara. Tomo una porción y guardo lo demás en el refrigerador. Suspiro y termino por llevarme la tarta al sillón. Dejo un momento el plato sobre la mesa de noche y camino hasta mi tocadiscos. Tengo unas inmensas ganas de escuchar música. Algo extraño de mí, porque casi nunca lo hago. A veces parece que lo tengo más de adorno que de gusto, pero desde aquella noche con ella, recordé y volví a sentir la emoción con la que se debe escuchar la música.

Es casi inevitable sonreír. Es todo un caso esa chica. Vuelvo al sillón después de dejar la música sonando y comienzo a comer. Delicioso. Tal y como ella lo había prometido. Sabe tan bien que tengo que cerrar los ojos para apreciar más su sabor. No mentía cuando me aseguró que me encantaría. Es tan buena como me lo había imaginado. Desde ahora iré todos los fines de semana a comprar una.

Me levanto para buscar un vaso de agua, pero me termino quedando cerca del tocadiscos. La música que suena me deja en un estado de inducción y es inevitable cerrar de nuevo los ojos y pensar en el día de hoy. Es obvio que el chico es más importante que yo. Además de que muy seguramente se conocen de muchos años atrás. No sé si la expresión avergonzada de Yoko se debía por mí o por Tom. Aunque es obvia la respuesta.

Ella está enamorada del chico alto de ojos bonitos.

Algo parece molestarle a Yoko respecto a eso. Cosas de jóvenes imagino. "Tom, Tom", juro haber escuchado ese nombre antes, tal vez es uno de mis estudiantes de mayor grado, sin embargo, no lo recuerdo. Casi nunca pongo atención a mis estudiantes más que cuando paso asistencia o alguien pregunta y yo le respondo. Supongo que el lunes lo sabré.

¿Qué estarán haciendo los dos ahora?

Una pregunta que claramente no debe importarme, no obstante, ronda en mi cabeza. Sin contar por el hecho de que el chico me ha visto de manera extraña. Casi confundido por mi presencia allí con ella. Y no está equivocado, porque ahora pensándolo bien, se ve muy extraño que una maestra conviva con una de sus estudiantes y más yendo las dos a desayunar juntas. Casi parecía que ambas estábamos en una cita.

Río, esas cosas de enamorados solo son para los libros. Alguien como yo, no tiene y tampoco tendrá la dicha de vivir esas cosas. Así que es mejor resignarme desde ahora a que eso nunca me va a pasar. De todas formas es bonito imaginarse saliendo a cenar con alguien. Tomándose de la mano. O tal vez, besándose, pero ese "alguien" con quien hacer todo eso nunca aparecerá y menos en un pueblo como este.

Aún es temprano, pero siento que ha pasado una eternidad y a la vez nada dentro de ese restaurante. Me levanto y termino por apagar el tocadiscos. Lavo los trastes y me voy directo a mi estudio. Tengo demasiados trabajos por revisar e imaginado tonterías no voy a hacer que las tareas se califiquen. Es momento de volver a la realidad y a mi soledad de siempre.

Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.

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