• Capítulo 13 •
F.
Siempre pensé que el amor que se narra en los libros eran puras fantasías, algo que simplemente está más allá de lo real. Qué tonta fui. Aunque sé que eso del "amor" no lo puede experimentar todo el mundo, es cierto que amar lo imposible es algo que existe y que también a las personas —al menos una vez en la vida—, les ha tocado pasar. Mirar desde otro ángulo siempre resulta mejor a la hora de ver qué es el amor, pero yo solo lo había leído y visto en las películas. Que me toque algo así, no puede ser posible.
Sigo pensando mucho en eso.
El otoño dando paso al invierno me mostró que a pesar de ser un clima frío —que siempre suele traer más desgracias que alegrías—, también pueden suceder milagros. Supongo que en mi caso mi milagro sería el amor. Para mí, que siempre creí con vaguedad sobre ese tema en la vida real, últimamente se estaba volviendo una tortura el preguntarme por ese sentimiento.
"¿Qué es el amor?", sin duda es algo que hace que me duela la cabeza sin siquiera haberlo experimentado.
Yo claramente no tengo la respuesta, porque en mi vida lo he sentido o vivido, pero según otras personas, el amor es un sentimiento que, si lo sientes, no sabes cómo explicarlo y según ellos, esa es la respuesta. Porque si hubiera una, entonces no sería amor, sería admiración, fanatismo o idolatría. He llegado a pensar que tal vez sí tengan razón. El amor es más que simples palabras, es un sentimiento que más allá de ser hermoso, también consiste en dolor, pero que entre la balanza de ambos, nace un sentimiento que simplemente no se puede explicar.
Y es así como yo me encuentro ahora. Varada en un mar de emociones, en donde no sé cómo salir del agua o cómo regresar a tierra firme.
Yoko es una chica dulce, amable, comprensiva y muy encantadora. Simplemente entre todas sus matices no sé cuál me gusta más. No sé si fue la primera vez que la vi o si acaso se debe al tiempo que llevo conociéndola, pero la emoción que almacena mi pecho cuando la veo empieza a ser devastadora.
Su sonrisa: me aturde. Su voz: me embelesa. Sus expresiones: me cautivan. Su risa: me fascina. Sus lágrimas: me duelen y su dolor: lo comparto.
Jamás había experimentado algo así, el ver todo de alguien y que me guste, ver su dolor y que lo sienta. Sé que algo así solo se debe a una cosa, pero me niego a creerlo, o al menos a aceptarlo. Yoko ha confiado en mí, sus acciones y sus detalles son meramente por educación. Ella no tiene maldad ni dobles intenciones, lo he notado por toda la inocencia que la rodea. Y así me siento yo. Inocente ante un amor que más que romántico, es incorrecto.
Yoko es mi alumna y yo su maestra. Yoko es mi amiga y yo la de ella. Yoko es menor de edad y yo estoy a nada de cumplir los veinticuatro. ¿Qué hago pensando en ella? Más allá de un amor entre mujeres, lo nuestro no dará para más. Nuestra sociedad no lo permitirá, sus padres tampoco, ella seguramente ni siquiera lo piensa y yo... Yo empiezo a tomarle demasiado cariño, y ya con eso se me hace imposible dejar de verla como lo hago.
Desde el día en el cementerio, mi corazón comenzó a saltar cada vez que la veo en los pasillos. Mis manos tiemblan cuando alegremente me regala una de sus características sonrisas. Comienzo a ser un completo desastre. Y todo va empeorando día tras día, semana tras semana y tengo miedo de no poder controlarlo.
Maldito libro, por culpa de él, me ha llegado un deseo inimaginable que me rodea a cada hora del día. Veo a Yoko y la detallo sin vergüenza. Incluso cuando las dos estamos rodeadas de gente, es imposible no querer ver sus labios, su cuello, sus manos. Es claro que ya no estoy pensando con la cabeza, sino con las hormonas. Tanto que me he quejado de los jóvenes hormonales y estoy empezando a convertirme en uno de ellos.
Traté de mantenerme lo más distante ante el tacto con ella. No la he vuelto a abrazar desde la última vez en Brown, tampoco espero hacerlo, tengo miedo de no poder contenerme y terminar diciéndole o haciéndole algo que simplemente me dejé expuesta. He prometido jamás revelar mi secreto. Mi oscuro secreto. Pero es inevitable, ya le he dicho tantas cosas que seguramente no tardará en armar los cabos y exigir una respuesta. No estoy lista, pero por ella puedo intentar ser honesta.
El invierno sin duda alguna ha traído consigo grandes sentimientos. Unos que sin importar la estación, no piensan irse. Quiero hacerme la indiferente, pero tan pronto como ella aparece frente a mí o en mis pensamientos, ya es imposible ignorar lo que siento. Quizás me estoy adelantando. Quizás solo estoy confundiendo las cosas y en realidad lo que siento por ella es un sentimiento de protección —uno bastante grande—, pero no puedo mentirme a mí misma cuando yo mejor que nadie sé cómo mi corazón actúa frente a otras personas.
He llegado a mi límite —o al menos por ahora—. Haber pensado tantas cosas me ha provocado un terrible dolor de cabeza. Tomo mi abrigo y corro por las llaves del auto. Nuevamente me he quedado en mi propia nube de pensamientos y estoy a nada de llegar tarde a la escuela. A cómo el pesado y fuerte clima me permite, salgo de mi casa y me monto en mi auto. En menos de veinte minutos estoy llegando a Orange. Salgo y puedo ver a todos los estudiantes entrar bien abrigados.
Invierno, mi estación favorita. Este es el clima al que estoy acostumbrada y volver a revivirlo, por un momento me tranquiliza. Tomo mis cosas y me dirijo a la entrada, para mi desgracia, mi dolor de cabeza incrementa cuando veo cerca de la puerta a la persona con la que menos necesito lidiar ahora.
—Buen día, señorita Peraya —menciona Adam, atravesándose en mi camino y siguiéndome por detrás—. Luce tan hermosa como si...
—Ahora no, disculpe —digo secamente, mientras entro a la sala de maestros.
—Buen día, maestra Peraya —exclama Rick con desinterés. Él es otro de los maestros de matemáticas. No tengo trato con él, apenas hemos conversado una que otra vez y todo por cuestiones de trabajo.
—Buen día —pronuncio, al tiempo que dejo mis cosas en mi escritorio.
—Es extraño que llegue tarde, siempre es bueno probar su café, lástima que hoy no hubo a pesar del clima frío.
Lo miro extrañada por su inicio de conversación.
—Mañana trataré de hacer el café...
—¡Esos mocosos otra vez! —grita con molestia William, mientras ingresa a la sala. Él, entre todos los demás, es el que menos me agrada.
—¿Qué sucede? —pregunta Adam, quien interviene ante el repentino alboroto.
—¡Necesito que vayan a separarlos! Esos vándalos nuevamente se están peleando y ninguno me quiere hacer caso —revela con furia desmedida. Lo miro sorprendida, teniendo en cuenta que William, por mucho, es el maestro al que los estudiantes más respetan—. No sé qué ocurre en esta escuela, todos parecen estar haciendo lo que les plazca —exclama antes de salir.
Miro a Rick y a Adam, ambos asienten y rápidamente salimos a controlar la supuesta pelea, sin embargo, mi sorpresa es más grande cuando termino por encontrarme una pelea a punto de convertirse en una escena del crimen. Un muchacho bastante alto y corpulento, sujeta de la camisa a Tom, el amigo de Yoko, por lo que recuerdo. Otro chico intenta separarlos, pero ante la tensión del ambiente y por el ceño fruncido del más alto, todo parece dar a entender que las cosas no van a terminar bien.
Casi de inmediato cuando los tres nos disponemos a confrontarlos por su comportamiento, Yoko se hace paso entre los demás estudiantes, detrás de ella viene Nink, quien parece estar a punto de desmayarse, sus mejillas rojas me aclaran que ambas han venido corriendo a ver lo que está ocurriendo.
Me detengo cuando veo a Yoko interponerse entre ambos. Jala a Tom del brazo y logra sacarlo de las manos del más alto. Mi corazón comienza a latir —y no precisamente de emoción—, cuando veo que ella casi se derrumba entre sus brazos solo para preguntarle con insistencia si se encuentra bien y si aquel chico no le ha hecho nada malo.
—¡Alto! —grita William intentando separar al alto, quien vuelve a intentar tomar de la camisa a Tom.
—¡¿Qué te ocurre, imbécil?! —Otro chico se une a la pelea y las cosas parecen no poder detenerse.
—¡Basta, Anthony! Déjalo ya —exclama Yoko.
—Deténganse —digo y ella por fin se percata de mi presencia—. A la dirección los tres —menciono señalando a Tom, al chico alto y al tal Anthony—. No me hagan repetirlo de nuevo.
Los tres bufan molestos y siguen a William, quien los fulmina con la mirada. Adam se acerca a mí y me indica que vayamos detrás de ellos, pero me niego, tengo que saber qué ha pasado y por la reacción de Yoko, parece que sabe muy bien la historia.
—Yoko, acompáñame —le digo con molestia.
Ella asiente.
—Te veo luego —le dice a Nink, quien le sonríe nerviosa y termina por alejarse.
Nos dirigimos hasta la sala de maestros y para mi suerte, no hay nadie. Cierro la puerta y le señalo que tome asiento.
—¿Por qué tu amigo se estaba peleando?
—Él no tiene la culpa —menciona avergonzada—. Fui yo.
¿Ella?
—Yoko, dime qué fue lo que pasó.
—Steve.
—¿Steve? —pronuncio sin entender.
—Sí, el chico alto que peleaba con Tom.
—¿Qué sucede con él?
Guarda silencio, parece inquieta por la conversación.
—Cuando venía a la escuela, él junto con su grupo de amigos estaba molestando a Nink. Ella por mucho no se podía defender y yo intenté que la dejarán en paz, pero terminó siendo todo lo contrario.
—¿Qué pasó?
—¿Qué podía pasar? —dice con sarcasmo—. Tomaron una gaseosa y tiraron todo el líquido en mi mochila. Después de eso... —Desvía la mirada avergonzada—. Él intentó levantarme el vestido.
—¡¿Qué?! —Me pongo de pie de inmediato. Eso fue demasiado. Ahora quiero matar a ese chico.
—Anthony, el chico que llegó después, es uno de los amigos de Tom, él pasaba cuando ocurrió eso y fue gracias a él que ellos pararon.
—Voy a hablar con el director Richard y me voy a encargar de que lo expulsen.
—¡No! —dice ella exaltada—. No sé quién le dijo a Tom, pero en cuanto se enteró, fue a encarar a Steve. Anthony llegó después para intentar separarlos, ellos no tienen la culpa.
—Pero Steve sí la tiene, y merece una expulsión.
—No, Faye. Tú no lo conoces, ni a él ni a toda su pandilla.
—Lo siento, Yoko, pero esto no se puede quedar así, en este instante me va a escuchar ese mocoso.
A regañadientes hago que Yoko regrese a su salón.
No importa lo que diga, lo que ha hecho Steve, está más allá de lo que puedo tolerar. ¿Qué habría pasado si Anthony no hubiera llegado a tiempo? No me quiero imaginar lo que esos chicos podrían haber hecho con ella. Yoko no es alguien con quien tan fácilmente pueda dejar pasar cosas así. No puede quedar impune. Sin importar qué, me voy a encargar de ese idiota.
En cuanto llego a la dirección el ambiente allí dentro es por mucho desagradable. Steve no deja de decir groserías al mismo tiempo que intenta volver a tomar a Tom por el cuello y él, claramente tampoco se deja, parece que se van a matar en cuanto los dejen solos. No puedo evitarlo y los mando a callar a ambos. Richard me mira nervioso y yo solo puedo exigir que los dos se comporten.
—¡Esto ha sido el colmo! ¿Cómo se les ocurre hacer algo así? En esta escuela su comportamiento no será tolerado —exclama William y por primera vez estoy de acuerdo con él.
—Tiene razón. —Me giro hacia Richard—. Director, el comportamiento de estos jóvenes sin duda no ha sido el apropiado y por lo que he sabido, el que ha iniciado todo fue Steve, además de que también me han comentado por allí sobre sus actitudes inapropiadas con sus compañeras de clase. Es un delincuente —menciono y el chico inmediatamente me mira furioso.
—De acuerdo, tranquilícense —dice Richard—. Primero voy hablar con ambos y después decidiremos la sanción.
—No —niego molesta—. En las escuelas en las que he estado, este comportamiento debía ser resuelto con una expulsión. Este chico le ha faltado el respeto a dos de sus compañeras, y como si fuera poco, decide comenzar una pelea a primera hora de la mañana.
Richard me mira dudoso. Sé que decir eso (sobre las escuelas de la ciudad) hará un cambio significativo en la decisión que él tome y necesito que esto quede resuelto de una vez por todas.
—Tiene razón, señorita Peraya. Un comportamiento así debe ser motivo de expulsión —menciona Richard y sonrío satisfecha—. Ve por tus cosas, Steve, estás expulsado.
—¿Qué? ¡No! —La ira con la que habla, deja claro que las cosas no se quedarán así.
—A los otros dos —dice Richard señalando a Tom y a Anthony—. Estarán suspendidos por una semana. Ahora vayan a clases.
Los dos asienten y terminan por salir de la dirección.
Se dan unos cuantos intercambios de palabras más y en unos minutos ya se esta dando por completada la expulsión del chico. Si creía que sus malas acciones iban a quedar impunes, estaba muy equivocado. Mientras yo esté en Orange, no voy a dejar que este tipo de cosas pasen y menos si Yoko sale perjudicada por su comportamiento.
—Lo siento, Steve, pero estás expulsado, ve por tus cosas y retírate —dice Richard señalándole la puerta.
El chico se levanta del asiento y mientras camina hacia la salida derrumba unas cuantas cosas de los libreros.
—¡Qué no se le olvide con quién se acaba de meter! —grita Steve mientras me señala—. ¡Púdranse! —exclama furioso antes de salir.
Me despido de Richard sin antes decirle que ha hecho muy bien, me sonríe y me pide que vuelva al trabajo, no refuto y lo hago.
Las clases siguen su rumbo normal, todos parecen aún aturdidos por lo que ha pasado esta mañana, así que intento evadir el tema a pesar de que varios estudiantes me piden saber qué ha ocurrido con los chicos. Después de las clases regreso a mi casa y unas horas después, Yoko toca a mi puerta. Aunque la amenaza de Steve no me da miedo, debo admitir que por la reacción de Yoko cuando le dije sobre la expulsión, me provoca un extraño escalofrío.
—¿Por qué te pones así? —pregunto mientras tomo lugar al lado de ella—. Sabes que lo correcto era que lo expulsaran.
—Lo sé, pero Steve es capaz de todo. Estoy inquieta porque antes de que se fuera de la escuela pasó por mi salón y me gritó que esto no se iba a quedar así.
—No te preocupes, Yoko. —Tomo su mano y la acaricio—. No voy a dejar que te haga nada. Además, ya no volverá a molestarte.
—Eso espero.
—¿Ya comiste? —digo intentando cambiar de tema.
—No —ríe avergonzada—. Vine en cuanto pude, quería saber qué había pasado, porque los chicos no me quisieron decir nada.
"Los chicos", aún tengo ese mal sabor de boca de la mañana. Recordar su preocupación por Tom hace que me sienta incómoda, pero sé que ambos son amigos y es normal que ella se preocupe por él, sin embargo, algo me dice que hay sentimientos de por medio. Aunque no me quiero hacer ideas por un simple hecho, es obvio que no me agrada la situación.
—Faye. —Me toca el hombro—. ¿Estás bien?
—Sí, sí. —El tema de Tom es algo que tengo que hablar con ella, pero en otro momento—. Entonces, ¿quieres comer? Podemos preparar algo.
—De acuerdo. —Se levanta y me extiende la mano. Con su ayuda me pongo de pie y caminamos hasta la cocina—. Hoy es tu día de suerte.
—¿Ah, sí? —Enarco una ceja—. Y se puede saber, ¿por qué?
—Bueno. —Se gira y me mira sonriente—. ¡Hoy te cocinaré!
—Vaya, eso sí que es tener suerte. ¿Y qué vas a cocinar?
—¿Qué quieres?
La miro pensativa.
—Que tal... pastel de carne.
—Puedo con eso. —Me mira coqueta y termina por darse la vuelta para dirigirse a la nevera.
—¿En qué te ayudo?
—Puedes poner la mesa, lo demás lo haré yo.
—Está bien.
A cómo me dijo, pongo las cosas, luego regreso a la cocina y me quedo mirándola cocinar. Es verdad que un extraño sentimiento me rodea al estar al lado de ella, pero no quiero ser imprudente. El verla hacer cosas por mí, me agrada. Su trato e incluso las sonrisas que me da son sin duda lo mejor del día.
—¿Hoy me leerás el libro? —dice Yoko de repente.
—Si veo algún avance en tu escritura, puede que sí.
—Qué mala eres. —Me mira solo para sacarme la lengua—. Te estoy cocinando y no voy a tener nada a cambio.
—Tal vez el libro no sea tu recompensa.
Ríe nerviosa.
—¿Y cuál sería mi recompensa?
—Que yo cocine para ti la próxima vez.
—Me agrada la idea. —Me sonríe y luego niega—, pero no. Quiero que leas para mí.
—De acuerdo —menciono divertida—, pero la próxima vez tendrás que avanzar en tu escritura o no tendrás el siguiente capítulo de la historia.
—Ya sabré qué inventarme para que cedas a leerme —pronuncia de manera retadora, al tiempo que comienza a picar algunas verduras.
Me agrada como estamos ahora, incluso parecemos una pareja. Sonrío sin dudarlo al pensarlo. Es cierto, Yoko comienza a gustarme. Quizás no es el mejor momento para sentir algo así y tal vez lo correcto no es empezar a sentirlo por ella, pero es inevitable. Algo tiene Yoko que la vuelve irresistible para mí.
—¿Qué has hecho estos días? —pregunto acercándome a ella.
—Aparte de venir a tu casa, solo he estado estudiando y yendo a trabajar. No hay mucho qué decir, paso gran parte de mi tiempo contigo.
Me sonrojo.
—¿Te gusta pasar tiempo conmigo? —exclamo, y aunque no lo hago adrede, hay dobles intenciones en mis palabras.
—¿Por qué preguntas eso? —Su mano tiembla y comienza a cortar las verduras más rápido.
—Curiosidad —aclaro, tratando de restarle importancia.
Asiente sin mirarme.
—Me gusta —suspira—. Me siento cómoda a tu lado.
Y si cruzo la línea, ¿qué pasaría?
—Igual yo. —Tomo un mechón de su cabello y juego con él—. Es extraño, nunca conviví con ninguno de mis estudiantes en mi antigua escuela, sin embargo, contigo es diferente. —La siento tensarse.
Pasa tan rápido que no me da tiempo de reaccionar. Ella grita y puedo ver cómo el cuchillo cae de sus manos y choca contra la mesa para luego caer al suelo. Se separa de mí y gime de dolor mientras aprieta su mano.
—¡Yoko! ¿Estás bien? —La miro preocupada hasta que noto una gota de sangre bajar por su antebrazo.
—Me corté —dice con la voz temblorosa.
—¡Rayos! —La acerco al lavabo y abro la llave, tomo su mano y la dejo sobre el agua.
La escucho quejarse, pero no me detengo. Se ha hecho una herida profunda en el dedo, aunque no entiendo cómo se ha cortado, es obvio que Yoko no es nueva en la cocina.
—Iré por una venda, no tardo —menciono mientras corro hacia las escaleras y entro al baño. Abro una gaveta y saco un pequeño botiquín que agradezco por tener.
En cuanto regreso la encuentro sentada en uno de los taburetes de la cocina, ya no sangra su dedo, pero ella sigue manteniendo firme su agarre.
—Ya estoy aquí —anuncio y me mira perturbada.
Se nota distante y confundida por la situación. No parece la misma. ¿Acaso se ha alterado por mi confesión? Espero que no la haya incomodado, porque justo ahora, es lo último que quiero.
Me siento al lado de ella y dejo las cosas sobre la mesa, saco un algodón y lo lleno de alcohol, ella frunce el ceño temerosa, pero no se niega cuando le pido su mano. Ahoga un grito cuando el algodón va a parar en su dedo y me toma del hombro con fuerza. Limpio bien su herida y luego la cubro con un pequeño vendaje.
—¡Dios, Yoko! Tienes que tener más cuidado.
—Lo siento. —Desvía la mirada avergonzada—. Estas cosas no suelen pasarme, no sé cómo no me fijé.
—No te atormentes, solo fue un accidente, pero debes tener más cuidado la próxima vez.
—Lo haré —bufa molesta—. Ahora la comida no estará a tiempo.
—Está bien, yo puedo terminar de cocinar.
—No, yo puedo sola, solo... corta las verduras por mí —exclama bruscamente y no puedo evitar sentirme extraña ante su comportamiento.
—Yoko —la llamo y me mira sonrojada—. ¿Qué te pasó?
Es obvio que está actuando diferente, pero si es por mi comentario, quiero saberlo ahora.
—N-no lo sé.
Ambas nos quedamos en silencio, puedo sentir su respiración pesada, pero la mía se corta cuando su mirada baja a mis labios. No puede ser posible, estoy segura que Yoko nunca me vería con esos ojos, pero por la atmósfera que rápidamente nos rodea, me dice que tal vez sí lo sea. Quizás Yoko, con algo de esfuerzo, pueda fijarse en alguien como yo. Aunque sea una mujer.
Mi corazón comienza a acelerarse, ella está a centímetros de mí y sus mejillas sonrojadas y sus labios rosas, solo me incitan a querer besarla. ¿Qué pasaría si lo hago? Estoy tan sumergida en el ambiente que no me importa lo que pase después. Jamás había tenido esta sensación, pero quiero que Yoko sea mía en todos los aspectos.
Subo mi mirada a sus ojos y es imposible no perderme ahí. Ya no puedo parar, estoy lista para que las cosas avancen o se acaben ahora mismo. Pongo una de mis manos sobre su muslo y me acerco a su rostro. Ella no se aleja, su mirada sigue perdida en mis labios y tomo aquello como una invitación. ¿Estaré lista para lo que vendrá después? No lo sé, pero sí sé algo y es que sin importar qué, no voy a detenerme. Estoy sintiendo a Yoko y aunque todo grita que es incorrecto, no hay espacio en mi mente que me permita darle la orden a mi cerebro de parar, menos aún cuando por fin pruebo sus labios.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
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