Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• Capítulo 11 •

Y.

El otoño llegó hace unos días, pero no conté que entre el bello paisaje de las hojas de los árboles cambiando de color, sus gloriosos atardeceres y sus frías mañanas, también traería consigo emociones y sentimientos nuevos.

Con una bufanda cubriendo mi cuello y un vestido más largo de lo usual, es como ingreso a Orange. La mañana está tan fría que puedo ver salir humo de la boca de cada persona que pasa frente a mí. Este año no ha ocurrido la sequía que tantos granjeros temían, pero por el contrario, el frío que comienza a haber por el invierno lo ha decidido adelantar el otoño y eso significa tiempos difíciles.

Miro al frente y me topo con Tom, quien camina al lado de Anthony. Hoy he llegado más temprano de lo usual a la escuela, todo con el motivo de tener tiempo para estar sola y pensar, pero ahora notando la alegría con la que ambos hablan y sus miradas risueñas, me hacen darme cuenta que alejándome de Tom no haré que me sienta mejor, al contrario, estoy comportándome de la peor manera al distanciarme de él, pues sin importar qué, él sigue siendo mi mejor amigo y sé que tratarlo como lo estoy haciendo, también terminará por lastimarlo.

—¡Tom! —grito y ambos se giran a verme.

Anthony deja de reír en ese momento y su mirada se suaviza, desde lejos me saluda, mientras tanto Tom se acerca a mí y me abraza en el paso. Suspiro. Puedo sentir su calor envolverme, pero no es nada más que cariño. Ni siquiera puedo sentir aquel sentimiento de protección que me da Faye. Quizás es cierto, ya no me gusta Tom, pero en el fondo lo seguiré amando de la misma manera.

—Yoko. —Acaricia mi cabello y termina por dejarme un beso ahí, para luego mirarme—. Lamento lo de Ana, yo realmente quería irte a visitar en cuanto tu madre lo mencionó en la iglesia, pero no quería molestarte. De verdad, estuve muy preocupado por ti.

El sentimiento que me provoca Tom al preocuparse por mí, llena mi alma y me endulza el corazón. Aunque mis lágrimas amenazan con salir por el tema de Ana, me mantengo fuerte y termino por aclararme la garganta. Le he prometido a Faye que seguiré adelante y no pienso romper nuestra promesa.

—Lamento lo de tu tía, Yoko —exclama Anthony mientras se acerca a nosotros.

—Gracias. —Le sonrío brevemente y regreso mi atención a Tom—. Han sido días muy difíciles, Tom, pero estoy bien, ahora me encuentro mejor. —Rompo el abrazo y acaricio su mejilla—. Lamento haber estado distante contigo, no sabes lo mucho que te aprecio y no quiero que pienses lo contrario.

—Yo también, Yoko. —Me sonríe—. Sabes que siempre voy a estar para ti, nunca lo olvides. Y por favor, no me alejes.

—No lo haré.

—¿Nos vamos? —menciona Anthony con impaciencia y no me queda de otra más que asentir.

—Vamos, o llegaremos tarde a la escuela.

—Pasaré el sábado a tu casa —murmura Tom al mismo tiempo que me abraza por los hombros.

—No puedo —digo apenada—. Tengo planes.

—¿Planes? —pregunta y asiento—. ¿Con quién?

—Con una amiga.

Frunce el ceño, pero luego me mira comprensivo.

—Vale, pero iré después.

—Seguro.

Tom. Cuántas veces pasé mis días pensando en él, cuántos días no pude dormir por no saber qué hacer con todos esos sentimientos que tenía por él, pero ahora me siento como si ambos en realidad solo hubiéramos sido amigos y nada más. Y aunque así fue, sé que mis sentimientos en algún momento fueron los culpables de generar una barrera entre nosotros y llevarme a distanciarme de él, pero ya no más, a pesar de que aún tengo sentimientos por Tom, voy a ser fuerte y los voy a superar, así como con Ana.

Los tres nos despedimos en cuanto estamos en frente de mi salón. Tom besa mi frente y luego se va junto con Anthony, al parecer ambos tienen cosas de las cuales hablar en privado —o algo así he entendido de Tom—. Yo les sonrío y los veo partir. Este día va a ser difícil, no solo por mi decisión, sino porque tendré que hacerme cargo de otra inquietud que me persigue.

—¡Yoko! —menciona Nink mientras se acerca a mí—. ¿Cómo estás?

—¿Ya te enteraste?

Asiente, al tiempo que camina conmigo hasta mi lugar.

—Tu madre lo dijo en la última misa —me hace saber—. Lo siento muchísimo, yo estoy igual de triste que tú. Ana también fue como una madre para mí.

—Ana era la mejor —susurro mientras tomo asiento.

—Tom habló conmigo para saber de ti, pero le dije que no habías ido al trabajo, por otro lado, Hank me dijo que no te molestara.

—Ese vejestorio —exclamo en broma—. Qué bueno que le hiciste caso, no quería salir de mi habitación y seguro te hubieras ido a casa molesta porque te corrí.

Ella ríe.

—¿Cómo está Joseph?

—¿Cómo va a estar? —suspiro—. Todavía está asimilando que su esposa murió.

—Todo esto es tan inesperado...

—Buen día.

Ambas miramos al frente y nos encontramos con Faye entrando al salón de clases. Sonrío sin poder evitarlo, qué mejor para mi regreso a clases, que la primera hora sea con mi maestra favorita.

—¡Buen día! —decimos todos, mientras nos acomodamos correctamente en nuestros asientos.

—Hablamos luego —le digo a Nink y ella asiente.

—Señorita Apasra, un gusto verla de nuevo —exclama con suavidad.

—El gusto es todo mío, maestra Peraya. Lamento mi ausencia.

—No se preocupe. —Faye ya sabe sobre mi situación, pero es obvio que ambas tenemos que guardar las apariencias, al menos mientras estemos frente a los demás—. ¿Trajo su trabajo?

—Sí, maestra.

—¡Oiga, eso no se vale! —escupe Marck con desagrado—. Yo tuve que entregar la tarea el día que lo pidió, eso no es justo.

—Marck, el caso de la señorita Apasra es algo que escapa de nuestras manos y me veo en la obligación de ser empática, así que por favor, guarde silencio o puede ir tomando sus cosas y caminar un rato afuera del salón por interrumpir la clase —pronuncia Faye firmemente.

—¿Qué? —Se levanta del asiento y me mira amenazante—. Ni siquiera viene a clases y le da la opción de entregar su trabajo final. ¡Es una estupidez!

—Muy bien, Marck, toma tus cosas y sal inmediatamente del salón —sentencia Faye alzando la voz—. Camine un rato afuera, cerca de la dirección si quiere sentirse más cómodo, y reflexiona sobre el significado de la palabra empatía un rato.

A Marck no le queda de otra más que ahorrarse sus reclamos y salir antes de que Faye le agregue a su castigo algo más severo, sin embargo, por su ceño fruncido parece que matará a cualquiera que se le atraviese en frente.

—¿Aún puedo? —menciono indecisa a pesar de que sé la respuesta.

—Claro que sí, pero al final de la clase —contesta disimuladamente y asiento—. De acuerdo, vamos a retomar el tema donde nos quedamos ayer...

Tan pronto como termina su clase salen todos del salón. Nink intenta llevarme con ella para conversar, pero tengo que negarme ante la insistente mirada de Faye, quien me espera en su escritorio para hablar sobre "mi trabajo".

—Nos vemos luego, Yoko.

—Adiós, Nink —digo antes de verla partir.

Me acerco a Faye y le sonrío, mientras le entrego la tan esperada manzana y claro, igual mi trabajo. Arruga su nariz alegre por el gesto y es inevitable sonrojarme ante su mirada. Me recargo sobre el escritorio y la detallo fugazmente. El leve color rojo de sus labios, sus típicas argollas en forma de dalías, sus guantes que resguardaban sus delicadas y grandes manos, y ese impresionante aroma que siempre la acompaña. Como siempre se ve tan dominante y elegante.

Qué mujer tan más impresionante.

—¿Cómo se encuentra hoy, señorita Apasra? —me pregunta, con cierto encanto en su voz.

—Bien, mejor desde que la vi ayer. —Paso un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja y continúo—: Gracias por ir, sino hubiera sido por usted, estoy segura que hubiera perdido el año.

—Bueno —ríe—, me alegra que no haya sido así. —Mira un momento la entrada y luego regresa su mirada a mí—. Por cierto, con respecto a lo de ayer.

—¿Sí?

Ayer sin duda había sido un día bastante confuso. Aunque Faye por lo visto no quiere hablar sobre lo qué pasó la noche de la cena y tampoco sobre lo del libro, yo insisto con quererlo saber. Si mi madre no nos hubiera interrumpido, hubiera podido obtener la respuesta que tanto buscaba. No mentiré diciendo que no estoy frustrada —porque lo estoy—, pero sin importar que tanto me pregunte las cosas, no entiendo nada. Tal vez lo mejor será preguntarle a mi madre por el extraño comportamiento de Faye.

—Sobre el viaje a Brown.

—Ah. —Claro, ella no hablará nada que por lo visto le incomode—. Mi padre me dio permiso para ir, pero primero quiere hablar con usted.

—¿Conmigo? —repite incrédula—. ¿Para qué?

—No lo sé. —Alzo los hombros—. Solo me dijo eso.

—Ya. —Asiente pensativa—. ¿Ya elegiste el día para ir?

—Sí, el sábado. Por cierto, le iba a dar esto... —Abro mi mochila y le entrego un mapa—. En cuanto se fue anoche busqué en los estantes de la casa y me encontré con un mapa que tenía mi padre.

—Oh, Yoko. —Me sonríe con dulzura—. Eres tan linda.

Bajo la cabeza avergonzada. Ese comentario me ha tomado por sorpresa.

—No quiero que por mi culpa terminemos pérdidas, y digamos que no soy la mejor guía para llevarla a la ciudad.

—Solo necesito recordar por donde vine para saber cómo regresar, pero esto. —Alza el papel—, servirá de mucho.

—Bien, entonces nos vemos el sábado.

—¿Te parece a las ocho?

—Seguro. —Camino hasta la puerta—. Qué tenga un lindo día, maestra Peraya.

—Igual usted, señorita Apasra.

En cuanto las clases terminan, regreso directo a mi casa. Como siempre no hay nadie, así que me dispongo a hacer todas mis tareas, cuando termino, la noche ya ha caído.

Los días siguientes son iguales, lo mejor de todo es que cada día siento que vuelvo a ser la misma con Tom. Nuevamente nos contamos todo, vamos a la casa del otro e incluso volvemos a desayunar juntos, sin contar que Nink y Anthony se nos han unido y ahora pasamos con más alegría los recesos.

Me agrada mucho volver a ser la de antes, tener a Tom a mi lado y saber que ambos nunca más nos alejaremos, sin embargo, aunque en momentos siento esa chispa que me hace sentir Tom, busco tranquilizarme y lo logro, o mejor dicho, lo logré, porque después del viernes de esa semana ya no sentí nada más por él, ya nada me ata a él, a excepción de nuestra amistad.

El sábado por fin llega y es inevitable tener miles de emociones jugando con mi corazón. Estoy emocionada por salir con Faye, pero triste porque nuestro viaje es con motivo de visitar la tumba de Ana. Aunque en la mañana se me cruza por la cabeza que tal vez no seré lo suficientemente fuerte para volver a estar frente a ella y no llorar, el saber que Faye estará a mi lado, me da la fuerza suficiente como para poder salir de mi cama.

Me baño y me arreglo, cuando estoy lista bajo las escaleras, al hacerlo mi madre ya me espera impaciente en la sala y en cuanto me ve, se acerca a mí y llena mi cara de besos, acaricia mi espalda y me pide que me porte bien. "Hazle caso a la señorita Peraya y recuerda tus modales", pronuncia, y no puedo evitar reír cuando termina de darme ese sermón, claramente asiento a todo lo que ella me dice. No hay forma de que le lleve la contraria, puesto que al igual que ella, yo también quiero comportarme a la altura de Faye.

Preparo unos simples emparedados para el camino, no hay mucho en la alacena esta vez, a mi madre aún no le han pagado, pero tampoco quiero ir con las manos vacías, menos cuando Faye se ha ofrecido a llevarme en su auto a Brown y se ha negado rotundamente a que viajemos en autobús, diciendo que: "Mientras ella esté viva, siempre viajaremos cómodamente y a como yo lo merezco". Aunque no entiendo bien a qué se refiere con eso de "lo que yo merezco", ya que toda mi vida he viajado en autobús, usar el auto de mi padre solo es para ocasiones de emergencia, pues la gasolina cuesta demasiado.

Como sea, Faye ha sido muy amable conmigo y no quiero que el viaje sea pesado por el sentimiento de culpa que me rodeará al no saber cómo pagarle, así que preparo algo con lo poco que hay: dos grandes emparedados y dos botellas de jugo de manzana para acompañar el desayuno.

Escucho que tocan la puerta, Faye ha llegado, así que me despido rápidamente de todos. Papá como siempre me amenaza con que si se entera de que he hecho algo malo en mi salida, no me la acabaré llegando a casa, de inmediato le aseguro que nada pasará y con algo de temor corro hasta la cocina. Guardo dentro de la canasta las flores que cortó mi madre esta mañana para mí, los emparedados y también las dos botellas.

—Nos vemos en la noche —le digo a ambos, quienes me ven desde la sala.

En cuanto abro la puerta, Faye me recibe del otro lado con una amplia sonrisa. Quiero regresarle el gesto, inclusive con más euforia, pero ante las intensas miradas de mis padres solo le puedo brindar una tímida sonrisa.

—¿Lista? —menciona con delicadeza.

—Sí.

—¿Quieres que te ayude con eso? —dice señalando la canasta, pero niego de inmediato.

—Estoy bien, puedo sola.

—Señorita Peraya, un gusto. —Me giro y me topo con mi padre, quien retiene la puerta para que no la pueda cerrar.

—Espera, voy a hablar con él por un momento —me dice y no me queda de otra más que aceptar.

Camino hasta el auto y dejo la canasta en la parte trasera, no quiero ser grosera, pero tomo el atrevimiento de sentarme al frente. Al final de cuentas solo seremos ella y yo en ese viaje. Una vez lo hago, miro con dirección hacia mi casa, ambos todavía conversan, los dos parecen bastante calmados así que eso me tranquiliza. Faye se despide con un apretón de manos y regresa de inmediato al auto.

—¿Todo bien? —digo cuando entra al auto.

—Sí, solo me estaba dando algunas indicaciones sobre cómo llegar a la ciudad —exclama, mientras arranca el auto—. Y bueno, también para decirme lo que me ocurrirá si algo malo te pasa.

—¡Oh, Dios! —Me tapo el rostro avergonzada—. Por favor, no le hagas caso, así es él, solo exagera las cosas. Siempre hace eso para meterle miedo a la gente.

—Bueno... pues le funcionó —ríe nerviosa y el sonrojo de mis mejillas no puede ser más evidente—. ¿Nos vamos?

—Sí, por favor.

Vuelvo a mirar hacia mi casa y desde lejos me despido de ambos, mi madre me sonríe y me alienta a irme ya. Miro a Faye y asiente. Segundos después ya nos encontramos saliendo de mi calle.

—Son tres horas para llegar a la ciudad, si salimos desde ahora, podemos llegar antes que sean las doce —dice Faye mirándome de reojo.

—¿Viste el mapa que te di? —pregunto y ella asiente—. Serán seis horas solo para ir y venir.

—Por eso salimos de mañana —aclara—, pero aún así llegaremos de noche.

—Lo sé, pero no me molesta. Ya hablé con Hank, el dueño del R'chester, él me dijo que no tenía problemas con que faltara hoy, al contrario, me dijo que me tomara el tiempo que necesitará para poner mis pensamientos en orden.

—¿Hank conoce a Ana?

—Hank conoce muchas cosas... —murmuro mirando por la ventana, sin embargo, cuando regreso la mirada hacia ella, noto su interés por que aclare los antecedentes de mi comentario—. Antes Ana vivía en Belhaven, pero después de la sequía de hace dos años, se mudó. Fue difícil para todos, porque ella era una persona muy querida en el pueblo, pero su esposo encontró un trabajo como electricista en la ciudad y fue imposible negarse.

—¿Ana tenía hijos?

—Dos varones, pero ambos ya están casados.

—No, no —menciona divertida—. No me refería a eso.

—Lo sé —río—. Tampoco me refería a que te los fuera a presentar.

Niega con la cabeza divertida por mi aclaración y regresa su vista al frente.

—¿Qué pasó con ellos?

—Bueno, ambos se casaron y se fueron a vivir a Cross, según ellos allí encontrarían mejores trabajos que aquí, pero se olvidaron de algo muy importante.

—¿Qué cosa?

—Que su madre estaba enferma y los necesitaba.

Nos quedamos en silencio por un momento, sé que Faye aún busca las palabras correctas para dirigirse a mí después de esa confesión, pero yo no quiero que nuestro viaje se vuelva incómodo por la culpa de uno de mis comentarios.

—La boda de sus hijos era algo que Ana esperaba muy ansiosa desde que se enteró de sus compromisos —digo intentando seguir la conversación.

—¿Ambos se comprometieron el mismo día?

—Y también se casaron el mismo día. Es tradición que entre hermanos hagan eso, además de realizar una fiesta cada semana por un mes, ¿acaso no es así donde tu vivías? —La miro intrigada, pero ella niega.

—No, la verdad es que nunca me interesé por las costumbres de compromiso que habían en mi ciudad, mucho menos de mi estado, aunque muchas veces mi madre me obligó a leer grandes libros de etiqueta, a la par de que me contrató una maestra para que aprendiera cómo atraer a ricos hombres. —¿Hombres ricos? Será mejor no indagar—, lo olvidé tan rápido como pude. Creo que hay cosas que no son para mí.

—¿Casarte no es para ti?

—Los hombres no son para mí.

—¿Perdón? —La miro confundida, pero ella tan rápido como dice esas palabras, cambia de tema.

—¿Qué traes allí atrás? —menciona mirando por el retrovisor.

—Unas flores... unos emparedados y algo para beber —contesto aún consternada—. ¿Faye?

—Dime.

—¿Tú... —No puedo articular bien ninguna palabra, además de que es imposible que lo que estoy pensando sobre ella sea verdad—. ¿Tienes hambre?

—Si te soy sincera, no comí nada esta mañana, así que pensaba llevarte a desayunar.

—Oh —exclamo avergonzada—. No es necesario que lo hagas, aunque te aclaro que solo he podido hacer un emparedado para cada una. Justo ahora mi familia no se encuentra muy bien de dinero. Mamá no pudo comprar carne esta semana, pero había un poco de pollo en el refrigerador, así que creí que sería buena idea prepararte algo de comer a cambio por llevarme a Brown. No es mucho, pero es todo lo que te puedo ofrecer.

—Yoko —dice con dulzura—. Eso que has hecho, ha sido muy lindo y es suficiente para mí. —Me sonríe—. No tienes que preocuparte por darme algo a cambio, yo lo hago con mucho gusto, pero si no está en tus posibilidades, no lo hagas. Me sentiría más cómoda sabiendo que es algo que vas a disfrutar tú y tu familia.

—Lo hago porque quiero, Faye, además de que igual me siento bien dándote algo a cambio. No quiero que creas que me estoy aprovechando de ti. Además tú dijiste que te gustaban mis emparedados...

—Me encantan —me corrige.

—Entonces, no veo cuál es el problema.

—No hay ningún problema, Yoko. Sé que todo lo que haces lo haces de corazón y sé que nunca te aprovecharías de mí, pero no excedas tus posibilidades. ¿Qué te parece si hacemos esto? Yo te doy los ingredientes y tú cocinas, ¿qué dices? —pregunta sonriente.

—Pero seguiríamos igual, porque yo tomaría algo tuyo.

—No, porque yo te doy los ingredientes a cambio de que tú cocines todas esas delicias que sabes hacer. Además, yo termino ganando por tener a la mejor chef de todo Belhaven —comenta orgullosa y no puedo evitar bajar la cabeza avergonzada—. Es la verdad.

—Solo has probado mis emparedados.

—Y tu agua de naranja, que por cierto es deliciosa.

—Pero...

—Nada de peros —sentencia y río.

—Está bien —digo rendida—. Es un trato.

—Bien, así me gusta.

La miro disimuladamente y noto la felicidad en su rostro.

Me alegra saber que he hecho bien al invitarla a venir conmigo, aunque vamos a un cementerio, no quiero estar triste y la compañía de Faye genera en mí mucha alegría.

—¿Qué te parece si nos detenemos un rato para desayunar esos fantásticos emparedados tuyos? —pregunta y asiento—. Entonces, creo que aquí es un buen lugar.

Nos detenemos al costado de la carretera, bajamos las cosas y nos sentamos en unos troncos que hay cerca. Le paso un emparedado a Faye y en segundos ya se encuentra devorándolo. Río mientras la veo comer, aunque ella también parece divertida por su propia actitud, aunque claro, a pesar de su hambre, come con tanta delicadeza que es casi hipnótico mirarla.

—No mentías cuando dijiste que tenías mucha hambre —menciono en broma.

—No tenía tanta, pero tan pronto como probé el emparedado, el hambre llegó a mí —dice mientras termina de comer.

—Toma —exclamó, al tiempo que saco una botella y se la entrego.

—¿Qué es esto?

—Agua de manzana, la preparé esta mañana para que estuviera fresca.

—Tú me quieres hacer adicta a las manzanas, ¿verdad? —pronuncia divertida.

—Es uno de mis malvados planes —río.

—No sabía que hablaba con una villana malévola —dice incrédula mientras intenta ocultar su risa—. Lo peor de todo es que he caído en tu trampa, porque me estoy volviendo adicta a ellas.

—Te voy a hacer adicta a muchas cosas —menciono con falsa seriedad, pero ella deja de reír y me mira con una ceja alzada.

—Yo creo que eso ya está pasando.

—Eso quiere decir que mi plan funcionó —digo para al fin ambas estallar en risas.

Ambas terminamos nuestras meriendas entre conversaciones y bromas. Sin duda el tiempo junto a ella lo disfruto de sobremanera. Después de conversar por tanto tiempo regresamos al auto. Ayudo a Faye acomodando las cosas en la cajuela y luego me dirijo hacia ella, sin embargo, en cuanto me giro, me encuentro a Faye abriendo la puerta del auto para mí.

—Gracias, caballero —exclamo con encanto, mientras le regalo una sonrisa tímida.

—Todo por una damisela como usted —menciona bromeando.

Me acerco a ella y como forma de agradecimiento por su gesto, deposito un beso sobre su mejilla. Nunca antes hemos tenido este tipo de contacto, mucho menos tan íntimo, pero por su reacción, sé que no le ha disgustado.

—Gracias por acompañarme —exclamo con sinceridad.

—Con gusto te acompañaría a donde sea. —Me sonríe con timidez, algo que tampoco antes había visto de ella, sin embargo, lo que realmente me sorprende, es el hecho de que se acerca a mí para igual mi acción y dejarme un beso en la mejilla.

Siento un repentino calor subir hasta mi rostro y me es inevitable bajar la mirada avergonzada. Mi mejilla parece haber sido acariciada por una delicada brisa, pues sus gruesos labios son suaves y se encuentran húmedos. Una extraña combinación que vuelve confusa la sensación, una sensación que solo puedo definir como increíble... Muy increíble.

—Vamos, todavía tenemos mucho camino por recorrer —dice Faye con una sonrisa.

—De acuerdo —es lo único que alcanzo a decir. Subimos al auto y comenzamos de nuevo nuestro viaje a Brown.

El verano siempre ha sido mi estación favorita. Creía que los mejores momentos se vivían ahí, pero al lado de Faye me di cuenta que no importaba la estación, el tiempo ni el lugar, mientras estuvieras con la persona correcta, lo demás no importaba.

Todo puede ser felicidad con alguien a tu lado y aunque el dolor por la pérdida de Ana aún está fresco, Faye me ayuda a ignorarlo. Me hace sentir tan bien que durante las próximas horas solo puedo pensar en ella y en las sonrisas que me regala cada vez que me ve, sin embargo, aunque el camino a Brown es tranquilo, las cosas al llegar comienzan a llevarnos por un sendero de emociones que es difícil detener. Más cuando mi vista se pierde en el color de sus labios y mis latidos no pueden ser mejor advertencia para saber que algo me está pasando.

Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro