Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10


Un sueño reparador arregla todos los males, eso tenedlo claro. Me he levantado con una perspectiva mucho más clara de mis problemas y he decidido que voy a pasar de todo. Sí, exacto, no voy a hacer caso a ninguno de los dramas que se presenten en mi vida. Me resbalarán como si estuviese recubierta de mantequilla. 

Tras una mañana tranquila en el lago, donde pasé la mayor parte del rato tomando el sol en silencio mientras las chicas discutían el plan de acercamiento de Coral con Martín y les respondía con monosílabos, me hinché a albóndigas en el comedor y decidí dar un paseo alrededor del campamento. 

En este momento estoy recorriendo un sendero que transita cerca de los árboles, teniendo cuidado porque justo en uno de los lados hay un pequeño precipicio en el que un mal paso provocaría una caída ladera abajo en la que no saldría muy bien parada; pero tengo bastante visibilidad gracias a la luz del sol y espero encontrar un claro donde recuerdo que nos escapábamos los últimos a pasar el rato lejos de los más pequeños del campamento y de los monitores.

Paro al darme cuenta de que no estoy sola, pues escucho murmullos provenientes desde la maleza que me separa de mi destino. Unas risas suaves se mezclan con el sonido de los pájaros que disfrutan de las horas de luz que les brinda la naturaleza. Me acerco en silencio, mi alma cotilla no puede dejar escapar la oportunidad de mirar a escondidas.

Maldito momento en el que decido hacerlo.

Miradme, soy Julieta. Soy una pava, insufrible y virgen que no ha disfrutado en su vida. —Escucho que intentan imitarme.

¡Ruth! ¡Deja de divertirte! ¡No está permitido! —Otro estallido de risas, esta vez más fuerte.

Asomándome entre los arbustos veo que son mis acampadas. María y Ruth están de pie y las demás sentadas haciendo un círculo alrededor de ellas. Me alivia un poco comprobar que no están todas, solo seis, pero aun así no puedo evitar sentirme mal al descubrir que tienen esa opinión de mí.

La culpa es mía, si quieres cotillear tienes que estar preparada para aceptar que puede que lo que descubras no sea algo bueno.

¡Vamos, chicas! Puede que tenga el culo más gordo de todos, pero conseguiremos subir esa montaña para quedar últimas en la prueba, así nos darán un diploma por haberlo intentado.

Continúan con las imitaciones y no me apetece aguantar más. Me giro intentando ser, de nuevo, lo más silenciosa posible para que no se den cuenta de que he estado allí, cuando escucho unas palabras procedentes de María que me hacen estallar.

¡Mirad a mi novio! No sé por qué está conmigo, él es un pibón y yo soy una gorda, amargada y con menos gracia que un sonajero. 

Vuelvo hacia el claro, entrando en él como una exhalación y haciendo que todas se callen de repente. Algunas me miran con temor, otras apagan los cigarros y Ruth se aparta de mi camino con cara de susto cuando ve que me dirijo hacia ellas, pero mi intención no es hablar con ella.

Me coloco en frente de María que mantiene en sus labios esa expresión de desdén que tanto le caracteriza. Coge un mechón de su pelo y empieza a juguetear con él entre los dedos mientras se lleva el cigarro a la boca, dándole una profunda calada y lanzándome todo el humo a la cara. Respiro, cerrando los ojos, y me contengo, pues mis manos han estado a punto de lanzarse a su cuello.

—Está prohibido fumar en el campamento, es una de las normas que os dijimos el primer día. Es más, hay carteles por todo el lugar. Estamos en mitad de la naturaleza y podéis provocar un incendio. —Intento que mi voz sea lo más calmada posible.

Todas se levantan, avergonzadas. Es normal, me ha pasado también cuando nos han pillado haciendo lo que no debíamos. Por un momento pienso en relajar mi semblante e intentar no ser tan dura con ellas, pero la expresión de María me hace cambiar de opinión.

—Perdona, Julieta. Prometemos que no lo volveremos a hacer, ¿verdad, chicas? —dice Ruth mientras las demás asienten.

—Quiero que cojáis todas las colillas que haya en la zona. Me da igual que no sean vuestras, puede ser peligroso, y las lleváis al campamento para tirarlas en la basura. Además, esta noche vais a limpiar vosotras solas todo el comedor. No diré por qué ha sido el castigo, no quiero que Martín tenga que llamar a vuestros padres, pero la próxima vez no me temblará el pulso: lo haré yo misma.

Asienten mientras comienzan a recoger en silencio. Sabía que la promesa de avisar a sus padres surtiría efecto, son todas menores y no creo que sus padres sepan que fuman. María continúa mirándome, retadora, ahora con los brazos cruzados. 

—¿No vas a ayudar a tus compañeras? —pregunto con tranquilidad.

—No. Y me da igual que avises a mis padres, ellos saben que fumo. 

—No es solo avisar, María. Fumar aquí va contra la ley, no solo te expones a una multa, sino que supondría tu expulsión inmediata del campamento.

Me parece ver cómo su cara sufre un cambio momentáneo, ya no parece tan segura de sí misma. Intenta volver a su estado anterior, pero los nervios la traicionan. Sé que, en otra situación, me hubiese agarrado del pelo e intentado tirar al suelo, lo veo en sus ojos. No sé de dónde consigue sacar la entereza, pero vuelve a sonreírme con tranquilidad mientras se agacha a recoger la colilla que acaba de tirar.

—Te arrepentirás de esto, Julieta. —Se une a sus compañeras.

—Ya lo estoy haciendo —respondo con pesadez.

Les obligo a revisar toda la zona hasta que creo que han cogido toda la basura del lugar. La llevan en las manos, pues no se habían traído ni un mísero cenicero para tirarlas. Llegamos al campamento y ya es la hora de la cena. No les dejo ni tomarse una ducha, pues he decidido por el camino que tampoco participarán en la gala nocturna y se irán directas a la cama. Sueltan un pequeño quejido, pero no continúan protestando al ver mi cara. Sé que les fastidia, porque hoy es una de las noches de karaoke y tenían preparadas varias canciones. 

Después de limpiar todo el comedor las acompaño a la cabaña, donde les doy unos minutos para que se pongan el pijama y se aseen. Decido que yo tampoco iré a la velada, me voy a quedar en la entrada de la cabaña, por fuera, vigilando que no enciendan las luces ni se pongan a hablar. Lo intentan en algunas ocasiones, pero mis golpes en las puertas hacen que se tranquilicen. 

Dos horas después, muerta de frío y con una manta echada en los hombros que cogí de la cabaña, voy hacia la zona de reuniones, donde mis compañeros van a empezar la reunión del día. Me siento en la última mesa en silencio, al lado de Mariela y Carol que me miran con extrañeza. Claro, solo le he contado mis planes a Fran y Martín, así es que no saben que he estado haciendo hasta ahora ni dónde están mis chicas. Les digo que luego les contaré y me arrebujo entre la manta intentando entrar en calor.

La reunión no se hace muy larga, cada vez estamos más en sintonía y hay menos dudas que responder. Algunos se van a la cama, pues el cansancio del paso de los días nos está pasando factura, y solo unos pocos nos quedamos en la reunión. Veo cómo Román se aleja con Adrián y Daniel mientras los tres me lanzan una mirada de pocos amigos. En solo unos días he conseguido enemistarme con ellos y eso que queda más de la mitad del verano.

—Bueno, Julieta, ¿nos vas a contar qué ha pasado? —pregunta Coral.

Les relato mi experiencia esa tarde. No omito el tema del tabaco, sé que son mis amigas y no contarán nada a nadie. Si estuviese Virginia a lo mejor no lo contaba, porque no somos tan cercanas, pero esa noche se había ido a dormir temprano con los demás. Cuando termino las dos me apoyan, haciendo que me sienta mejor con mis decisiones, pues pensaba que había sido demasiado dura.

—Yo le hubiese dado un guantazo —dice Mariela, haciendo que me ría y Coral se ofenda.

—¡Mariela! No lo puedes decir en serio, son nuestra responsabilidad.

—Es broma, Coral. No pienso pegar a nadie, al menos mientras estemos en el campamento.

Las tres nos reímos mientras cogemos unos refrescos. Intentamos colocarnos en una de las mesas más apartadas y me cuentan los planes que habían tramado la noche anterior para conseguir un acercamiento entre Coral y Martín.

—Entonces, ¿vuestro plan es que os quedéis a solas en mitad del bosque? —pregunto, sorprendida ante la simpleza de su afirmación.

—Algo así —responde Coral encogiéndose de hombros—. Es que la mayoría de las ideas que tuvimos eran demasiado descabelladas. Sobre todo las de Mariela, que pasaban siempre por fingir un secuestro.

—¡Eh! No es tan mala idea. Sigo pensando que rescatarte de unos salvajes que habitan en el bosque es la mejor baza que tenemos para que caiga a tus pies.

Comenzamos a reír como unas posesas, haciendo que los pocos que quedan en la zona se nos queden mirando con sorpresa. Cuando nos calmamos seguimos dándole vueltas al plan, pero me parece que no va a surtir efecto. No solo porque tengo información privilegiada que no he contado y sé que a Martín no le gusta Coral, sino porque todo depende de que ella inicie una conversación y me parece muy poco probable que eso suceda. Sin embargo, me dejo envolver por su ánimo y comenzamos a desvariar mientras imaginamos su vida en común, con boda e hijos incluidos.

En tres días intentará el acercamiento, pues los padres de los acampados vienen de visita y algunos de ellos se los llevarán para pasar la noche en el pueblo más cercano, así es que habrá muy pocos niños para vigilar y normalmente ese día Fran, la enfermera y los cocineros se encargan de vigilar a los pocos niños por la noche para que los monitores disfrutemos de un día libre. Es el mejor momento, porque seguro que la reunión de esa noche se alarga hasta altas horas de la madrugada. Tiene tres días para entablar conversaciones con él que sean más personales y nosotras le ayudaremos.

Solo espero que el destino me dé una tregua y que nuestro jefe no le destroce demasiado el corazón a mi amiga.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro