Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1

—Pero ¿a ti qué narices te pasa?

Durante un segundo se me ha parado el corazón. Cuando estoy con el teléfono no presto atención a lo que hay a mi alrededor y no es la primera vez que alguien me da un susto como este. Me llevo la mano al pecho mientras miro al cielo intentando volver a la normalidad.

—Perdóname, no era mi intención. —La voz grave del chico me hace pegar un respingo—. ¿Eres una campista? Es muy temprano para estar por aquí, ¿dónde están tus padres?

Vale, es verdad que el año pasado estaba participando en el campamento, pero a ninguna persona que acaba de cumplir la mayoría de edad le gusta que le digan que parece más joven de lo que es. Levanto la cabeza dispuesta a pelear con quien se estuviese atreviendo a insinuar que tengo edad para ser una campista y me encuentro con unos ojos verdes que me miran con seriedad. 

 —¿Estás bien? Si has bebido demasiado o algo puedo llamar a un taxi para que te lleve a casa. Esta zona no es muy segura por las noches. ¿Quieres que llame a tus padres?

Pero bueno, ¿quién se cree que es? Menudo complejo de salvador tiene el amigo. Abro la boca para contestarle, pero me quedo embobada mirando los mechones rubios que sobresalen de la capucha de su sudadera amarilla. Su rostro está serio, se nota la preocupación en sus labios rodeados de una barba rubia desaliñada. Sacudo la cabeza, preparando mi contestación, cuando me doy cuenta de que en su sudadera está el logo del campamento con la palabra "staff" escrita en ella. Es uno de mis compañeros, aunque no lo he visto antes. 

—Lo primero, no estoy borracha. Y, aunque lo estuviese, no creo que esa sea la mejor manera de abordar a una persona que no conoces —digo mientras pongo mis brazos en las caderas—. Lo segundo: No soy una campista, soy monitora.

Le señalo mi mochila, donde sobresale la misma sudadera que él lleva. Debería habérmela puesto, pero en mi eterno positivismo pensé pedirme una talla menos pensando que para el campamento habría perdido algunos kilos, así que me está demasiado ajustada para mi gusto. Su expresión cambia, haciendo que una sonrisa se dibuje en su cara. No sé por qué, pero eso hace que me irrite mucho más. 

—Perdona —dice mientras se coloca una mano en el cuello—. Estoy un poco nervioso y, sinceramente, parecías una de las dos cosas. La próxima vez podrías contestar a la primera en vez de quedarte pasmada como si te estuviese dando una embolia.

Me quedo mirándolo fijamente unos segundos y vuelvo mi vista al móvil, donde la canción de "Enemy" de Imagine Dragons comienza a sonar. En la pantalla veo que es Mariela la que me está llamando.

—¿Sí? —digo contestando al teléfono—. Ya estoy en el aparcamiento. Sí... No llevo mucho rato... De verdad, que acabo de llegar... Juro que no he dormido aquí, Mariela. ¿Es que no has leído el grupo?... No, no estoy sola. Acaba de llegar un chico que parece un poco idiota, pero estoy bien. —Me giro para enfrentarlo mientras digo estas palabras y veo en su cara expresión divertida—. Es un compañero, lleva la sudadera del campamento... Vale, no tardéis. 

Cuelgo el teléfono y comienzo a dar vueltas por la zona mientras finjo que miro el móvil. Sé que el chico me está observando, pero intento disimular. No me resulta incómodo, aunque detesto ser el centro de atención. Mi misión en la vida siempre ha sido pasar desapercibida y que un chico guapo me esté mirando trastoca mis planes.

¿He dicho guapo? Mi cerebro y sus conexiones extrañas, pensando que es atractivo un chico que claramente me está irritando. No lo puedo evitar, mi cabeza va por libre. 

Intento fijarme en él sin que se dé cuenta. Es bastante alto, me saca una cabeza y no soy una chica bajita. Su barba hace que su rostro sea suave y tiene unos labios bastante bonitos. Está mirando el móvil y puedo ver cómo pequeñas arrugas se forman alrededor de sus ojos y la comisura de su boca. Mi madre siempre decía que a las personas jóvenes que les pasa eso es porque sonríen mucho. Es joven, imagino que tendrá poco más de veinte años, y a pesar de llevar una sudadera ancha puedo imaginar que debajo de esa ropa sus músculos...

¡Ya basta! ¿Por qué siempre acabo pensando en eso? No lo puedo evitar, me fijo muchísimo en la gente y siempre acabo llevándolo al plano sexual. Quiero muchísimo a Román, pero mirar es gratis y sé que él también se fija en las chicas. Es algo natural, imagino. No sé muy bien cómo funcionan las relaciones, pero yo todos estos pensamientos me los guardo para mí misma. Sin embargo, nuestros amigos siempre hablan de las mujeres con las que se cruzan en algún momento de su vida. Siento que nosotras deberíamos hacer lo mismo sin tapujos, pero no puedo evitar sentirme culpable y juzgada.

—¡Julieta! 

Mariela se acerca corriendo emocionada, tiene tantas ganas como yo de este viaje. Su pelo rizado está recogido en una coleta alta y lleva un poco de maquillaje, nunca sale de casa sin él. Sus ojos grandes y marrones me miran con ilusión mientras me toma de las manos. Lleva la sudadera del campamento, cuyo color amarillo queda genial con su piel oscura y me hace recordar a mi acompañante que sigue detrás de nosotras mirando con cautela.

—¿Dónde están los demás? —pregunto.

—Comprando algunas cosas en la gasolinera. Solo falta Adrián, que se le han pegado las sabanas, pero ya estará bajando. —Se queda mirando al chico rubio—. Hola, yo soy Mariela.

Le tiende la mano con una sonrisa, pero antes de que él pueda responder aparecen tres chicos de amarillo gritando y saltando por la calle. Van cantando una canción que no comprendo y cuando llegan me doy cuenta de que son Román, Daniel y Adrián, que parece que ha conseguido llegar a tiempo. Llegan hasta nosotras mientras vemos cómo Coral los sigue sin aliento y con cara de pocos amigos. Seguro que la han sacado de quicio.

Román me da un beso y voy a preguntarle qué tal le fue el partido, pues no nos hemos visto desde el día anterior, pero comienza a hablar entre risas con nuestros amigos de cosas sobre baloncesto y pasan a ignorarnos completamente. Coral llega con nosotras, nos da un abrazo y comienza a quejarse de la odisea que ha sido venir con la panda de cenutrios hasta aquí. 

—Es muy guapo —dice Mariela guiñando un ojo.

La miro sonriendo mientras Coral sigue contándonos sus penas, cosa que es bastante común. Nunca está contenta, por más que le digas que intente ver el lado bueno de las cosas le resulta imposible. Es un poco adicta al drama, pero es nuestra amiga y la queremos. 

Comienzan a llegar los demás monitores, algunos de ellos bastante rezagados. A pesar de haber quedado una hora antes de que lleguen los niños, solo quedan veinte minutos para que llegue el autobús e incluso se puede ver a algunos campistas que ya están hablando con sus amigos mientras los sonrientes padres charlan entre ellos, seguramente de las cosas que van a hacer durante este mes de respiro. Al final, nos conseguimos juntar todos. Cuento veinte personas, once chicas y nueve chicos. Estamos todos enfrascados en nuestras conversaciones, algunos los conozco de los años anteriores y otros son caras nuevas. 

—¿Quién creéis que será el coordinador? —pregunta Daniel.

—Hola a todos —dice una voz grave detrás de mí haciendo que me sobresalte. Conozco esa voz, no puede ser...—. Soy Martín, el coordinador del campamento. Es mi primera experiencia, pero espero que me ayudéis a que este año sea el mejor en la vida de estos niños. 

Me giro para ver cómo el chico rubio, a pesar de que todo el mundo ha hecho un corro alrededor de él, me está mirando con una sonrisa pícara en los labios. Estaba claro, solo a mí se me ocurriría ser una borde con el que va a ser mi nuevo jefe.

Mierda.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro