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Capítulo 48: Caleb

Odiaba hablar de su padre, pero en este caso, no le quedaba de otra, más que nada por la insistencia de Emma. Ella supo persuadirlo al decirle que su hermanita estaría preocupada, que debían avisarles.

Emma entró de nuevo en la habitación con una sonrisa en su rostro. Se veía tan bella.

—Vendrán por la mañana —dijo ella.

Caleb soltó el aire. Al parecer su petición de "no les digas nada, por favor" había sido desechada.

—Quita esa cara —animó Emma, acercándose a la camilla—. Hablé con tu hermanita.

Caleb alzó las cejas.

—¿Le dijiste a ella...?

—No, no. Eso no. Solo la saludé, y pedí que me pasara con tu papá. Pero antes de hacerlo ella me preguntó si estaba contigo y le dije que sí, y luego me preguntó si era... si era tu novia.

—¿Y qué le dijiste?

—Que no.

Caleb hubiese jurado que escuchó la máquina que monitoreaba sus latidos emitir un largo e ininterrumpido pitido.

—Claro —aceptó.

—Es muy preguntona —dijo Emma, cambiando el tema mudo que se había presentado sobre la mesa—. Pero tiene una vocecilla muy aguada, casi me imagino su risa.

Caleb sonrió. No solo por recordar la risa de su hermana, sino por ver a Emma motivada con ello. ¿Le gustaría conocerla?

—Es muy contagiosa —respondió él.

La televisión estaba prendida, y en ella se vio un flash de un noticiero local. La tormenta seguiría toda la noche, y se recomendaba que todos permanecieran dentro de sus casas. Además, era probable que se presenciaran apagones. Sin embargo, esta no sería la única noche. La tormenta era más grande de lo que preveían, y podría durar más de tres días.

Al ver las noticias, Caleb se preocupó mucho por Rosy. ¿Estaría bien? ¿Habría ya comido? Sintió impotencia y ganas de salir de aquel lugar e ir por ella. Pero Emma había hablado con Elías, así que él estaba en la casa.

¿Cómo pudo pensar que su propio padre la dejaría sola en la casa?

—¿Te sientes bien?

Caleb miró a Emma, sin entender del todo la pregunta.

—Te pusiste serio, ¿pasa algo? ¿Llamo al doctor?

Él relajó la cara, dándose cuenta que efectivamente, se había tensado.

—No, no. Solo pensaba en Rosy.

—Uhmm... ¿quieres que llame de nuevo? Para que hables con ella, digo. Si así te quedas más tranquilo.

¿Cómo supo Emma que estaba preocupado? ¿Cómo supo ella que él quería hablar con Rosy? ¿Cómo parecía conocerlo, cuando él no terminaba de comprender muchas cosas básicas de ella?

—Gracias —fue todo lo que dijo, asintiendo.

Mientras hablaba con Rosy, explicándole lo que tenía que hacer, la comida que debía guardar y la ropa que debía tener preparada por alguna emergencia, vio a Emma salir de la habitación. Seguro había ido a hablar con su familia tal como había dicho.

Pasaron varios minutos antes de que Emma volviera, y cuando lo hizo, traía un café en sus manos y... una blusa diferente. Era blanca, y no parecía de hospital.

—¿De dónde la sacaste?

Emma se detuvo y miró su torso.

—Una enfermera me la prestó. Dijo que después me enfermaría por andar mojada.

—Te queda bien.

Emma sonrió.

—Gracias.

Él la vio caminar hasta la ventana y cerrar las persianas que faltaban.

—Te tengo un par de malas noticias —habló ella—. La primera, no te daré café, así que deja de mirar mi vaso. El doctor dijo que no debía darte por ahora.

Caleb se decepcionó. Realmente esperaba pedir un poco.

—Y, ¿la segunda?

—La segunda es que no tengo donde dormir, así que debo escoger entre ir a la sala con las enfermeras y dormir sobre las sillas o...

—¿Oh?

—O dormir aquí contigo... literalmente, contigo.

Caleb sonrió. Y la vio a ella hacer lo mismo.

—Supongo que estará bien mientras no se den cuenta —aceptó.

Eso pareció alegrar a Emma, pues la vio caminar hacia la puerta y terminar de cerrarla.

Las sonrisas de complicidad que compartían hacía que Caleb dejara de prestarle atención parcialmente a la tormenta, a pesar de que los truenos ya se escuchaban con más fuerza. La televisión estuvo encendida por un ratito más hasta que vio a Emma bostezar y levantarse de la silla para apagar el aparato y luego dirigirse a la camilla.

Se subió con cuidado, y Caleb sonrió, con la certeza de que ella no lo veía en medio de la oscuridad.

Emma soltó una risita cuando se golpeó con algo. Caleb la imitó, pero no preguntó. Los medicamentos le provocaban sueño, pero no había querido mencionarlo. En secreto, había estado deseando que Emma apagara ese televisor de una vez.

Sintió a Emma abrazarse a su torso, y sonrió, con los ojos cerrados. A veces en las cosas malas terminan sucediendo cosas buenas.

Se quedó dormido así, con la cercanía de la chica que le gustaba como nunca antes le había gustado otra, con la certeza de que a ella también le gustaba él, y, con el deseo que al despertar no fuera solo un sueño.


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