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Capítulo 45: Emma [Parte 1]

Emma le dio al taxista una dirección cualquiera. No quería ir a su casa, no aún. Ni siquiera se detuvo cuando Louis la persiguió y tampoco le hizo caso cuando él le dijo que él la llevaba.

Sentía vergüenza. Vergüenza de sí misma. ¿Cómo pudo creerle?

Caleb era demasiado bueno para ser cierto.

¿Cuántas veces no se habrá reído de ella junto a esa rubia?

¡Ugh!

Emma golpeó con fuerza la puerta del vehículo, atrayendo la atención del señor de edad que lo conducía, el cual la miró por el espejo retrovisor. Emma ni siquiera se disculpó. Estaba molesta.

Y si estaba molesta, ¿entonces por qué estaba llorando?

Estúpida... Eres una estúpida.

Era obvio que no estaba siendo buena consigo misma, ni viendo las cosas con claridad. Estaba cegada por la ira, y no podía hacer nada al respecto.

¿Por qué le molestaba tanto? ¿Por qué había malditas lágrimas en su rostro?

Él no debía importarle tanto, pero lo hacía. Emma había empezado a sentir algo por él, algo de verdad. Era prematuro, pero era real. Y ella quería que eso que sentía fuera correspondido y creciera. Pero, por lo visto, eso no pasaría.

¿Y si fue su culpa?

¿Y si Caleb buscó en otra lo que no halló en ella porque Emma decidió seguir el estúpido consejo de Becca durante varios días?

Suspiró mirando a la ventana. Llovía. El día estaba gris, para rematar.

Soltó un bufido mirando al cielo. ¿Era en serio? ¿Acaso había que adecuar la escena para hacerla sentir peor?

Emma se bajó cuando el taxista parqueó el vehículo.

Se movió por la calle con destreza, pues ya la conocía. La conocía muy bien. Había estado allí gran parte de su vida, y un accidente la alejó. Era la Academia.

Ella se acercó, pero un guardia, que no Emma no reconocía, le dijo que estaba cerrado. Que estaban de vacaciones. No recordaba el calendario de actividades, así que simplemente asintió, cuando bien podría él estarle mintiendo para no dejarla entrar. ¿Tan mal se veía?

Definitivamente sus pensamientos no estaban cooperando.

Caminó calle abajo, girando en las intersecciones y empapándose. La verdad es que no le importaba. Estaba en ese modo queminportista melodramático del que todos somos presos alguna vez.

El parque, por el contrario, estaba abierto, y la gente buscaba la salida, mientras Emma buscaba adentrarse más en él.

Señoras cubrían a sus hijos con los paraguas en un penoso intento de que no se mojaran, pero llovía más fuerte ahora y había algo de viento.

Emma llegó hasta la caseta al borde de la laguna, de donde se controlaba la salida de los botes. Se sentó, arrimada a la pared bajo el medio techo que sobresalía, de modo que ya el agua no le caía encima.

Suspiró.

Vaya... No esperaba reaccionar de ese modo.

Quizás lo mejor que hizo fue irse. Era mejor lidiar con sus malos pensamientos en soledad, antes de dejar que salgan en una situación donde podría herir a alguien. Las palabras lastiman, mucho, y Emma lo sabía muy bien. Lo acaba de comprobar, de hecho.

Respiró profundo, mirando las gotas reventar contra la paz de la laguna. El sonido que provocaban estaba actuando como efecto relajante en ella, calmándola.

Había olvidado por completo su teléfono, el cual venía guardado en la pretina de su pantalón. Por suerte no se había mojado... Bueno, no como para dañarse.

Estaba vibrando, y cuando ella lo tomó, vio el nombre de Caleb en la pantalla. Al colgar, descubrió 15 llamadas perdidas, todas de él.

Además, había un mensaje:

"Em, lo siento. Pero no es lo que parece. Déjame explicarte, por fa. ¿Dónde estás? ¿Estás bien? Contéstame."

Patético, pensó Emma.

Luego se recriminó pensar de ese modo. Estaba molesta, mucho, ahora más. Releer ese mensaje la volvió a enfurecer inexplicablemente, por lo que volvió a colgar cuando él volvió a llamar.

Estaba hecha un manojo de emociones incontrolables, y eso la intranquilizaba. Emma no podía perder el control así por así. Ella no era de ese modo. Se sentía tonta de haberse permitido lidiar con ello solo para poder llegar a Caleb. Había pasado por encima de reglas propias solo para complacer un estúpido capricho. O sentimiento. Lo que fuera.

Caleb volvió a llamar y Emma esta vez abrió la llamada para decirle claramente:

—Te agradecería que no me llamaras otra vez porque estoy algo ocupada, gracias.

No esperó respuesta, y se dispuso a colgar, pero antes, uno de los guardias la asustó.

—Señorita, no puede estar aquí. Se avecina una tormenta y estamos cerrando el parque. Por favor, acompáñeme.

Emma asintió y se puso de pie. Cuando miró la pantalla del celular, ésta ya estaba apagada. Bien, la llamada había terminado.

Siguió al guardia hasta la salida y notó que había varias personas con las mismas camisetas. Luego de salir, uno de ellos cerró las puertas. Emma no se había dado cuenta que era de los últimos que estaban en el parque.

Aunque la lluvia había disminuido antes su fuerza, ahora volvía a retomarla, y el viento ya se sentía más también. De pronto una ola de frío recorrió su cuerpo de pies a cabeza. ¿En qué estaba pensando? Debería ir a casa.

Emma le dio las gracias al señor que fue por ella y luego caminó hasta la esquina, parándose bajo una parada de bus, a la espera de un taxi.

Sacó su teléfono de nuevo, y por curiosidad se metió al registro de llamadas. Al parecer no todas las 15 llamadas perdidas eran de Caleb. Había 2 de Jamie y 3 de Stella, el resto si eran del susodicho.

—Ma, voy en camino —le dijo a su madre cuando ella le abrió la llamada.

—No te tardes, hija. Dicen que habrá una tormenta.

Emma sonrió, no tan animada, mirando al cielo que casi se caía a pedazos.

—¿En serio? —respondió con ironía—. Bueno, ya voy de todos modos.

Stella le colgó luego de despedirse.

De haber sabido hubiese llevado un paraguas. No recordaba cómo había estado el cielo cuando salió de casa, aunque en su mente era un día brillante y soleado, pero bien pudo haber sido la emoción por lo que iba a hacer.

Y recordar eso volvía a hacerla sentir avergonzada.

Ahora, con mal calma, pensó que no debió haberse apresurado a actuar. Quizás debió estudiar y analizar más las circunstancias, pero no, ella quería al chico.

El taxi que se detuvo le pidió que subiera rápido para no dejar entrar agua al asiento; tal vez no notó que Emma estaba ya empapada, y ella no iba a mencionarlo.

Antes de que el auto se pusiera en marcha, el insistente sonido de una bocina atrajo su atención, y por lo visto también la del taxista, pero éste no espero más y se puso en marcha.

La dirección era en vía contraria, así que el auto debía girar en U más adelante. Justo cuando estaba en ese punto, Emma notó por el rabillo del ojo una luz que parpadeaba, y otra vez esa bocina. Al ver por la ventana, venía una moto. No se veía bien, por el agua sobre el vidrio, pero sí era una moto. Y veía a velocidad.

Algo en su interior se removió con esa imagen. Se dio cuenta que iba del mismo lado del auto de aquella vez, con el brazo en el mismo lugar de la puerta, y su corazón se aceleró.
Al mirar de nuevo por la ventana, la moto ya estaba casi sobre ella, otra vez. Emma ahogó un grito, pero lo dejó salir cuando la moto patinó sobre la calzada, terminando por voltearse, impactando contra la vereda y resbalando hasta el taxi que estaba detenido en la intersección para girar en U, donde ella estaba.

El pánico que había sentido no le impidió abrir la puerta de golpe. Quizás por sentía que se iba a ahogar o solo quería salir de ese espacio reducido que la llevó a aquel domingo.

La moto estaba a un metro y algo más de ella, y el motociclista estaba tirado sobre la vereda.

Mierda. Esa moto...

Emma abrió la boca, sintiendo pánico otra vez.

Esa era la moto de Louis.


Continuará... xD

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