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Capítulo 42: Caleb

—¿Quieres ser mi novia? —le preguntó.

La última vez que él se había quedado quieto, callado y con temor, fue cuando murió su madre.

Emma le miraba con incertidumbre, como si esperara algo más que una simple pregunta en un parque donde había mucha gente haciendo bulla por doquier.

—¿En serio? —respondió ella—. No... no pareces muy seguro.

Caleb alzó las cejas.

Claro que estaba seguro. A él le gustaba ella, le gustaba mucho, demasiado, pero Emma debió haberse dado cuenta que eso no era realmente lo que él le quería decir.

Caleb bajó la mirada hacia sus zapatos. Aunque se sentí tonto por pensarlo, él esperaba poder hacerle esa pregunta en un momento y lugar especial, no así por así, como resultado de su pésimo ingenio para zafarse del momento.

—Lo siento —se escuchó decir—. Mejor, mejor olvídalo —y sonrió. O eso creyó hacer.

Por un instante estuvo seguro de que Emma se enojaría y se iría, tal vez sintiéndose burlada. Eso pensaba él que haría cualquier chica. Pero para su sorpresa, Emma sonrió, y luego exigió su mano, sujetándola suavemente. La calidez y sensible textura de la mano de Emma pronto empapó su cuerpo entero, casi secándole la boca.

—Mira —le dijo ella—, no sé qué te pasa, ni sé qué ocurre, pero me gustas, y yo sé que te gusto, así que, dejemos esta conversación para otra ocasión, ¿bien?

¿Qué?

O sea, ¿qué?

Caleb soltó el aire que no supo había estado reteniendo. ¿En serio había escuchado lo que había escuchado?

—¿Eres una chica? —preguntó, sintiéndose completamente idiota.

Emma soltó una pequeña carcajada, moviéndose para retomar la caminata.

—Lo soy —respondió divertida, mirándose de pronto los pechos, algo que hizo picar las mejillas de Caleb, y luego levantó la mirada—. Sí, lo soy.

Caleb sonrió.

—Lo siento, es que... no hay muchas chicas que digan ese tipo de cosas.

—Ya —respondió ella de inmediato—. Yo creo que sí las hay, sobre todo las que aprenden de sus errores, solo que temen decirlo en voz alta. En otras circunstancias me hubiese sentido vulnerable al decir algo así.

—¿Circunstancias? —Emma asintió—. ¿Puedo saber... cuáles?

—Bueno, estaba en mi zona de confort. Solía tener un cronograma de actividades y el control de lo que pasaba día a día. No podría haber dicho algo como lo que te acabo de decir sin sentirme tonta o usada.

—¿Usada?

—Sí —respondió ella—. Es como instinto de supervivencia creo yo, el ponerse en plan defensivo antes cualquier señal de agresión. Y creo también que este pensamiento aplica al rechazo en lo amoroso.

Wow... Qué chica...

Emma le miró de nuevo y volvió a sonreírle. Caleb sintió que ahora le gustaba más si era posible. Sus ojos mieles hacían juego con el color del atardecer, y su cabello suelo ondeaba levemente al ritmo de la suave briza que los acariciaba esa tarde.

—Vaya —comentó. Se sentía tonto de no poder dar una respuesta a la altura de las de Emma—. No sé qué decir...

Soltó una risita en modo de disculpa, y Emma la recibió de buena manera.

—Creo que algo te pasa —le dijo ella—, y sea lo que sea, espero que, si lo puedes resolver solo, lo pienses muy bien, y si necesitas alguien con quien conversarlo, yo podría, o podrías buscar a alguien más. Yo pasé varias semanas callando cosas, y eso solo me amargó hasta empezar a lastimar a mi familia, por eso aprendí a no hacerlo más, y a ser más compresiva, conmigo misma y con quien lo necesite. —Emma soltó una risita—. Realmente apesta sentirse solo, más aún cuando es por voluntad propia.

Definitivamente ella era demasiada mujer para él, y ahora lo veía. Pero bastaba con que ella lo mirara de ese modo, como si lo conociera de siempre, como si supiera qué pasaba en su interior, para desbaratarlo y tener ese primitivo pensamiento de posesión. Pero ella no era suya. Y, siendo un alma libre, ella no lo sería. Aunque esperaba que ella lo dejara convivir a su lado, y disfrutarla.

—Entonces... —no se sentí seguro de preguntar, pero...¡a la mierda! —¿te gusto?

Emma solo sonrió de medio lado, pero no dijo nada.

—Te estuve escribiendo estos días... —le dijo él, buscando una conversación diferente a la del accidente, porque momentos atrás, lo había puesto en una situación que no supo controlar, pero que Emma dominó como la mano al bolígrafo.

—¿En serio? —inquirió Emma, rápidamente—. Qué extraño... seguro problemas con el celular. Tengo hambre, ¿vamos a comer?

—Okey... —respondió él, caminando más rápido para alcanzarla.

Mientras comían tacos, él se preguntó cuánto más podría no decirle la verdad. A pesar de que conocía de sobra que ese día, ese trágico, pero mágico domingo, fue culpa de los semáforos, aun así, se echaba la culpa al hombro, como con la muerte de su madre.

Pero lo haría. Verla reír lo hacía desear decírselo de una vez por todas, y así proponerle noviazgo y verla y escucharla reír más veces, más días, más por él.

Si ella pensaba ya de ese modo, significaba que no pasaría nada malo. No tanto, al menos. Seguro ella encontraría la forma de hacerlo sonar mejor, con sus lindas palabras y su hermosa voz. Seguro ella era lo que él necesitaba en su vida.

Pero ¿y si no?

La dejó en la puerta de su casa aquella tarde, partiendo hacia la propia, imaginando cómo podría proponerle a Emma que fuera su novia, de una manera que le hiciera olvidar cualquier sabor amargo que él mismo pudiera provocarle.

Solo necesitaba un buen movimiento, una buena jugada.


Nota de autor: Vaya, desde aquí ya puedo ver el final de esta novela. Espero les esté gustando y pues, sino, ya vendrán otras. Gracias por su aprecio, sus votos y su apoyo. En serio, son lo máximo. :D <3


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