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Capítulo 33: Emma

―¡Rayos! ―exclamó. Era la décima combinación que sacaba como resultado de mezclar las ropas que, poco a poco, fueron abandonando su lugar en el closet para pasar a estar esparcidas por toda la superficie de la cama.

Emma soltó el aire con resignación. No era la gran cosa. Solo iría al cine. Pero... No. Eso tampoco le quedaba bien.

Necesitaba ropa nueva, y eso era cierto. ¿Quién no? Pero su problema radicaba en que no lo había notado hasta ahora. No había reparado en el hecho de necesitar ir de shopping hasta que se paró frente al espejo y se planteó darle una buena impresión a Caleb. Porque podía ser todo lo que quisiera, pero no iba a mentirse a sí misma. Ese era el meollo del asunto: Caleb. Le gustaba, y ella quería quedar bien, y verse... algo bonita. Eso era todo. Simple y sencillo.

Mierda.

Se sentó sobre la cama un par de segundos y luego dejó caer su cuerpo hacia atrás. Le había dicho a Caleb por mensajes que se encontrarían en el cine directamente ―porque sí, había tenido tiempo para conversar con él a través de Whatsapp casi cada día luego de que le propusiera salir, de cosas tontas en su mayoría, pero no pudo pensar que necesitaba un tedioso vestido bonito.

Un momento...

Emma se sentó. No necesitaba un bonito vestido. Era solo el cine. No iban a al after party de Vanity Fair ni nada por el estilo.

Se levantó, sintiéndose más confiada ahora que podía sostener su propio peso sin necesidad de las muletas y sin causarle dolor. Escogió, de entre todo, unos jeans negros y una camiseta verde oliva.

Al final, cuando estuvo lista y se paró frente al espejo, no le pareció tan mal. El pelo lo llevaría suelto y unos botines cafés serían el punto final. Esparció un poco de perfume en el ambiente y luego cruzó a través de las partículas en el aire.

Luego de que Jamie la acompañara a tomar el taxi, Emma supo que ya no había marcha atrás. Durante todo el camino, se decía a sí misma que solo era una salida de amigos. Y, de hecho, eso era. Aunque nunca hablaron al respecto en las conversaciones por texto de media noche. Ni siquiera un recordatorio.

¿Y si Caleb se había arrepentido? ¿O se había olvidado?

Pronto las dudas invadieron la mente de Emma, pero, así como aparecieron, fueron disipadas cuando el auto aparcó frente al centro comercial donde estaba el cine.

Caleb estaba en toda la entrada, la principal, la más grande, donde iba y venía gente, pero, ante los ojos de Emma, ninguno podía llamar más la atención.

Se bajó luego de pagar y fingió no haberlo visto, recorriendo con la vista el lugar a su alrededor. ¿Dónde estará?, se preguntó a sí misma, tratando de hacerlo más real. Vio por el rabillo del ojo que Caleb se acercaba, así que volteó la cara hacia el otro lado.

―¡Hey! ―le tocaron el hombro.

Emma se giró. No llevaba las muletas. Era un gran paso, pero ahora se arrepentía. Sentía que sus piernas temblaban.

―Hey ―respondió con una sonrisa. No debió dejarse motivar por Jamie. Podría caerse.

―Pensé que te olvidarías ―le dijo Caleb, sonriendo de medio lado. Carajo. Se veía muy... bien. Atractivo.

―Es cine gratis ―bromeó―, ¿cómo lo olvidaría?

Caleb soltó una risita, ladeando su cuerpo invitándola a pasar.

Emma empezó a caminar, recuperando la confianza en sí misma con cada paso y también sintiendo el gélido aire que acariciaba suavemente sus brazos desnudos. Mierda. El abrigo. Se detuvo en seco, viendo como Caleb la imitaba y le daba una mirada intrigante.

―¿Qué pasó? ―preguntó él.

Emma sacó el abrigo de su habitación, de eso estaba segura. Luego lo enganchó a su bolsito cuando salió de la casa y... El taxi. Soltó el aire, resignada. Se distrajo tanto al ver a Caleb que olvidó cerciorarse que estaba todo en orden.

―Mi abrigo ―respondió al fin―, lo olvidé en el taxi.

Caleb levantó una ceja y luego preguntó:

―Oh, ¿tienes frío?

Seguido procedió a quitarse el abrigo concho de vino que cargaba, tomando la capucha para halarlo por encima de su cabeza. Emma respondió al instante que no era necesario, mirando para otro lado cuando la camiseta de Caleb se levantó un poco, mostrando la línea de bello bajo su ombligo.

Emma tomó aire, sintiéndose algo avergonzada. Realmente no era necesario que él tuviera ese gesto.

―De verdad, no tengo frío. Solo que me recordé que lo olvidé.

―Vaya juego de palabras ―respondió Caleb, con una sonrisa, haciendo que Emma lo imite―. Pero no importa, tómalo, por si luego te da frío. Si no, me lo das cuando salgamos.

Emma lo tomó, no iba a discutir por un abrigo. Mientras ambos caminaban hacia el ascensor, Caleb le hablaba de la película que verían, pero Emma estaba más enfocada en la sentir la tela de la prenda que ahora llevaba sobre su hombro y que acariciaba con disimulo.

―Dicen que es muy buena ―dijo Caleb.

―Lo sabremos ahora.

El ascensor se abrió y ambos se dirigieron a comprar las entradas.

―Puedes seguir ―le dijo Caleb cuando llegaron a la cola donde estaban cinco personas―, mira qué nos ofrece ese menú. Yo compro las entradas.

Siendo dramática, hubiese pensado que él quería deshacerse de ella, pero la verdad era que adentro, había también una cola, por lo que dividirse las tareas, fue una buena opción.

De acuerdo iban avanzando, Emma caía más en la cuenta de que a su mano le encantaba el abrigo de Caleb. Con discreción, volteó la cara sobre su hombro, olfateando la tela que sobre él se acomodaba. Olía bien. Olía a Caleb. De hecho, desde ahora, ese aroma sería llamado Caleb. Estaba divagando, pero tenía que ser sincera. Caleb estaba gustándole más, poco a poco, y aunque parecía una cita casual, para Emma estaba teniendo algún significado. En el fondo, ella quería que tuviera un buen significado. Como el verle un cuarto de abdomen cuando se quitó el abrigo, que, por cierto, cabía recalcar que se le notaba un poco la marca de la "V" que se le hace a los hombres... Pero, eso no tenía nada que ver. Volvía a divagar.

―¿Y bien?

A Emma casi le dio un mini infarto al escuchar la voz de Caleb. Estaba tan distraída.

―Yo creo que ese ―señaló ella al azar en el menú expuesto en cartelera, el cual no había estudiado en lo más mínimo más que solo habérselo quedado mirando mientras su mente estaba por otro lado.

―¿El doce? ―preguntó Caleb.

Emma no entendió.

―El combo, ese me señalaste, ¿no?

―Ah, sí. Ese.

―Sí ―aceptó él encogiéndose de hombros―, me gusta.

Estaba loca. Eso era lo que estaba. Pero no evitar pensar cosas raras mientras estaba con él. Por ejemplo, no podía dejar de mirarlo disimuladamente mientras él pagaba lo que se comerían. Emma creía que debía poner dinero también, pero él había invitado, y ella no quería hacerlo sentir mal. Ya le había pasado antes el dar una impresión equivocada por el simple hecho de vivir en un barrio donde pareciera que lo puede comprar todo. Y Caleb ya sabía dónde ella vivía. No quería arruinar un momento bonito.

―¿Has venido antes? ―le preguntó él.

Emma lo miró.

―Al centro comercial, sí. Pero no al cine.

Caleb arrugó un poco el entrecejo.

―Pensé que tú y tu hermano salían bastante.

―No ―respondió Emma, con una sonrisita, mirando sobre su otro hombro su cabello tinturado―. Sólo a veces.

¿Caleb había pensado eso? O, mejor dicho: ¿Había pensado en ella? Vaya...

―Ya veo. Bueno, te va a gustar. Las salas son muy grandes.

Caleb parecía un niño emocionado cuando había dicho eso, y eso era tierno.

―¿En serio? ¿Ya has venido?

Ella entregó las entradas y el muchacho les dio la bienvenida a la sala que les correspondía. Mientras caminaban, miró a Caleb, quien parecía estar buscando su respuesta.

―Un par de veces ―contestó. Luego la miró y le dio un guiño.

¿Qué? ¿Qué significaba eso?

Emma buscó en lo que sabía de chicos, porque sabía que un guiño podía significar muchas cosas. Desde algo pícaro y vano, hasta un secreto que solo se entienden entre los dos.

Buscaron sus asientos y se acomodaron, observando al resto de la gente ingresar también. La primera impresión al estar en ese lugar es que sí, efectivamente la pantalla era muy grande, y verían la película en calidad digital. Lo que llevó a Emma a imaginarse el precio de las entradas. Estaba siendo educada al aceptar la invitación, pero tampoco quería abusar. No fue criada de ese modo.

Lo que también sintió de inmediato fue el frío, lo que la llevó a colocarse el abrigo. Cuando se terminó de arreglar, y se recostó contra el respaldo del asiento flexible, sintió el peso de una mirada. Al girar un poco la cabeza, vio los ojos de Caleb, más oscuros de lo normal. Quizás por la poca luz que había en el lugar.

―¿Qué? ―preguntó ella, sin poder evitarlo.

―Nada ―Caleb se encogió de hombros―. Es que... te ves... preciosa.

Emma notó el nerviosismo en las palabras. Y también notó el propio.

―Gracias ―dio una sonrisa, o al menos cuanto pudo.

La luz de la sala se fue apagando, oscureciendo más los ojos de Caleb. Entonces, Emma supo de inmediato, que no podría prestarle atención a la película. No si tenía a ese chico llamado Caleb sentado a su lado.


Del autor: Hey, espero hayan tenido una linda semana. Yo estuve a full de ivestigaciones con la Universidad. Pero en fin, cada cual se mata a su manera, ¿no? xD El capítulo tiene una segunda parte, la cual subiré en los próximos días y estará narrada desde el punto de vista de Caleb. Un besote, y gracias por votar y comentar. Después les cuento algo que tengo que decir por ahí. :D

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