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Capítulo 32: Caleb

Hay un momento en nuestras vidas, uno muy pequeño pero que se repite muchas veces, aquel donde no entendemos por qué mierda pasan ciertas cosas en el momento menos indicado para nosotros.

―Bebé ―le saludo Dana, prácticamente ignorando a Emma y su amiga rubia que estaban frente a la caja. Las tres chicas, incluida Sara, se quedaron quietas y en silencio, mirando a Dana y luego las tres siguieron su mirada, que estaba clavada en Caleb.

―Hola ―respondió él, en un hilo de voz, apenado.

¿Bebé? ¿Por qué carajos tenía que llamarlo así? Y, además, ¿qué mierda hacía ahí?

Dana sonreía de oreja a oreja, observando la vitrina de los postres.

―¿Qué me recomiendas?

Caleb tragó saliva, tratando de arreglar un poco la situación y la mala educación de Dana, quien ignoraba que había otras dos chicas justo a su lado.

―Lo siento ―intervino Sara―, si se coloca en la cola podré tomar su orden.

Sara le señaló con la mano el espacio detrás de Emma y su amiga, algo que a Dana no le cayó para nada bien, ya que borró su sonrisa de inmediato, pero no dijo nada, simplemente caminó hasta quedarse detrás.

Caleb respiró hondo y le agradeció mentalmente a Sara. Pero, Dana no estaba sola. Tracy llegó al instante y se unió a ella, empezando a cuchichear.

―Mira ―le llamó Sara. Caleb asistió de inmediato, sin mirar a Emma―, ella es Becca. Bueno, se llama Rebecca, pero le decimos Becca de cariño. Una amiga.

Caleb le sonrió y la rubia le devolvió el gesto junto a un "mucho gusto".

―He oído cosas de ti ―le dijo ella. Vaya, eso no se lo esperaba. Lo que tampoco se esperaba era que Dana volviera a adelantarse.

―¿Disculpa? ―llamó de nuevo la atención―. ¿Podría mi novio ser el que me atienda cuando acaben? Digo, si no es mucha molestia.

Su voz era una molestia completa. Caleb quiso callarla, pedirle que no hablara cosas que no eran, y que se largara. Pero no lo hizo.

―Ya acabamos ―dijo Emma con una sonrisa. De lejos se notaba su falsedad, Caleb solo la miraba. Sintió unas ganas tremendas de aclararle que Dana no era su novia, pero tampoco encontró las palabras―. Nos llamas ―le dijo a Sara con un guiño y luego se fue. Becca volteó mientras caminaban y le dio una rara mirada. ¿Qué significaba? Era como... ¿pena? ¿decepción? ¿Qué había escuchado ella de él?

Caleb volvió a la realidad cuando Sara carraspeó. Ella le daba el paso cordialmente a la caja. Dana mantenía su sonrisa de payaso.

Miró alrededor por si estaba Cory. No lo encontró.

―¿Qué quieres? ―preguntó. A la mierda los modales.

―Uy, qué genio ―bromeó Dana. Tracy sonreía a su lado―. Te he extrañado ―le dijo al cabo de unos segundos.

Caleb no había notado la presencia de Sara cerca de él hasta que ésta se apartó, caminando hacia el lavabo.

―¿Qué vas a ordenar? ―volvió a preguntar.

Dana y Tracy pidieron simplemente dos tés helados con menta.

―Bebé ―le dijo Dana cuando él le entregó la factura―, este sábado haré una fiesta... Ven.

No sonaba a invitación, sonaba como a una exigencia muy sutil.

―Tengo trabajo ―mintió―. Pero, gracias ―agregó con una sonrisa.

―¿Trabajas los sábados?

Caleb asintió.

―Bueno, en otra ocasión será ―le dijo ella. Prácticamente trepada en el mostrador―. ¿Me lo traes a la mesa?

Por la puerta de servicio entró Cory, quien se sorprendió cuando vio a Caleb, o quizás fue cuando vio a Dana y a Tracy.

―Sí ―respondió Caleb, con la voz gruesa. No quería hacerlo, pero Cory podría hacerle problema el rechazar la petición de un cliente, más cuando no era la primera vez que se llevaba la orden a la mesa.

―Gracias ―respondió Dana con una sonrisa triunfal, tomando su cartera y volteándose, aferrándose al brazo de su amiga y caminando juntas hacia alguna mesa.

Mientras Caleb las veía alejarse, pensando todo menos cosas buenas, se encontró con unos ojos mieles que lo miraban, pero que rápidamente se desviaron hacia la pared de cristal que daba a la calle.

Tomó aire y se rascó la cabeza. Justo este día, justo este a Dana le daba por asistir. Era increíble. ¿Sería el karma?

Y después de todo, ¿por qué le afectaba tanto? ¿Qué era lo malo en que ella hubiera decidido ir al lugar?

―Listo.

Caleb miró a su lado, donde Zac había colocado dos vasos plásticos con el líquido oscuro que había ordenado Dana.

―¿Todo bien? ―le preguntó.

―Sí ―volvió a mentir, tragando saliva y soltando el aire―. Todo bien.

Zac le dio una media sonrisa y una mirada de... ¿comprensión? ¡Agh! Debería aprender a entender mejor a las personas.

―Si quieres yo lo llevo ―se ofreció Zac.

Caleb lo pensó, viendo la solución a sus problemas, pero conocía a Dana. Lo último que quería era que volviera a la caja e hiciera un problema.

―No, esté bien. Yo los llevo.

Sara pasó detrás de Zac hacia la puerta de servicio, dándole a Caleb una rápida mirada.

Caleb soltó el aire con pesadez mientras tomaba la charola y la llevaba hacia la mesa donde Dana lo recibió con una sonrisita. Había solo una mesa de distancia entre la de Dana y la de Emma.

―Gracias ―dijeron ambas.

Dana tomó de inmediato el vaso y le metió el sorbete, succionado el líquido al instante con mucha sensualidad mientras lo miraba con picardía. ¿Qué?

Cuando Caleb se volteó para regresar a la cocina, sintió el peso de una mirada sobre él. Giró la cabeza un poco y se encontró con los ojos de Becca apuntando en su dirección. Emma estaba sentada delante de ella, pero no bastó mucho para que se volteara y mirara a Caleb directo a los ojos.

Caleb pensó que ella lo miraría con decepción. Es decir, ella debería estar pensando que Dana era su novia, y que el sábado había estado simplemente tonteando con ella. Debería pensar lo peor. Pero no, Emma le dio una ligera media sonrisa antes de voltearse de nuevo.

Esa sonrisa si la pudo entender. Qué loco. Entender justo a la persona a la que no le gustaría entender, solo para no saber que esa sonrisa era la que se le da a un amigo cuando lo saludas de pasada. Ni siquiera amigo, sino a un compañero, nadie importante.

Emma y su amiga permanecieron en la cafetería casi tanto tiempo como Dana y Tracy, pero estas dos primeras se levantaron primero de la mesa. Dana, a paso firme y cargado de seguridad, se acercó al mostrador, ignorando otra vez a las personas que estaban de pie en la cola.

―Chao, baby ―le dijo a Caleb, que estaba sacando una porción de cheesecake de la vitrina. Esta vez más personas escucharon a la rubia, incluyendo todos sus compañeros de trabajo―. Espero verte el sábado ―añadió, dándole un guiño y lanzándole un besito.

Dana era muy guapa, y Caleb lo reconocía. Era lo que lo había impulsado a estar con ella. Pero cuando se trataba de lo de adentro, Dana nunca cumplió ni la más mínimos de sus expectativas. Fue todo un descubrimiento para él. Y eso lo impulsó a alejarse.

―Vaya ―le dijo Sara, tomándolo por sorpresa cuando se lavaba las manos. Su voz era tan baja que podría jurar que solo él podía oírla―. Te lo tenías bien escondido ¿eh?

―¿Qué cosa? ―respondió en el mismo tono.

―Tu novia ―Sara señaló hacia la salida de la cafetería con un ligero movimiento de cabeza.

―Ah, no, no... Caleb se volteó, pero no veía ya a Dana. La que ahora acaparaba su atención era Emma, con un semblante tranquilo mientras se dirigía a la salida. Se volteó hacia él y pareció despedirse, pero al darse cuenta, Caleb notó que de quien se despedía era de Sara. Luego, a él, le dio un pequeño gesto de cabeza como despedida―. No es mi novia. Ya no.

No debía explicarle a Sara lo de Dana, pero una parte de él sabía que, si era como esperaba que fueran las chicas, esas palabras llegarían a oídos de Emma. Vaya, ¿realmente le importaba lo que pensara Emma?

Sí, sí que le importaba. No sabía, o no entendía, muy bien por qué. Ni si quiera entendía por qué iba a toda velocidad hacia la salida, abría la puerta, sacaba su cuerpo hacia la vereda y se detenía de golpe frente a una Emma con cara de confusión pero más de sorpresa. Caleb sonrió.

―Hola ―le dijo.

―Ho...la ―respondió Emma, poco convencida. Miró a su amiga rubia, quien se encogió de hombros.

―El sábado ―dijo Caleb, llamando la atención otra vez. No quería ser irrespetuoso al no haber saludado a su amiga, pero estaba siendo completamente espontaneo. Carajo. Nunca había actuado así.

―¿El sábado? ―Emma parecía ahora más confundida que antes.

―Sí ―contestó Caleb, limpiándose el sudor imaginario de sus manos en los pantalones―, el sábado. ¿Quieres...? ―¿Qué? ¿Qué le iba a proponer? ¿Le iba a proponer algo? Mierda...―. Ahm... Es decir ―tragó saliva―, cine. ¿Quieres ir?

Claro, cine, ¿Por qué no? Quizás porque no le apetecía en nada ir al cine, pero ahí estaba, de pie, esperando una respuesta a su penosa petición.

Caleb vio la sonrisa de Emma esbozarse lentamente, mostrando sus dientes entre sus labios, y, sin darse cuenta, él estaba haciendo exactamente lo mismo. Sentía su cara algo caliente, más aún con la fresca brisa de la tarde pegándole de frente, pero a este punto, parecía no importar.

―¿Por qué no? ―respondió ella.

Caleb ladeó un poco la cabeza. No entendió. ¿Era un sí?

―¿Sí? ―preguntó tontamente, con el miedo de que ella cambiara de opinión.

―Sí ―aclaró Emma, con una sonrisa al final.

Caleb sonrió.

―Bien.

―Bien ―repitió Emma.

El silencio se volvió incómodo. Fue la amiga de Emma quien lo sacó de ese momento donde él se había avergonzado a sí mismo por una salida al cine. Debía analizar muy seriamente su manera tan repentina de actuar.

―¿Nos... vamos? ―preguntó su amiga. ¿Cómo era que se llamaba? Ah, sí: Rebecca.

―Hasta luego ―le dijo Emma, acercándose para darle un beso en la mejilla.

Caleb se quedó quieto, sintiendo su cara caliente otra vez cuando la mejilla suave de Emma rozó la suya. Su cabello tenía un olor muy gustoso a su olfato.

Emma retrocedió y le sonrió de nuevo, Caleb no recordaba cómo hablar, aparentemente, por lo que hizo lo único que no había olvidado cómo hacer: sonreír. Bueno, podría ser una mueca extraña en realidad, pero no le quedaba más.

La vio alejarse con su amiga caminando a su lado por la vereda. Aún en muletas, Emma se veía... adorable. Su cabello se movía al ritmo del viento conforme se alejaba y, según veía, se reía.

Un golpeteo en el vidrio de la puerta lo devolvió al momento y lo hizo reaccionar. Cory estaba en la entrada, a un metro de distancia, mirándolo con una ceja levantada y sus labios en línea recta. Sacó su dichosa libreta y anotó algo en ella, antes meterse de nuevo al local. Caleb solo aceptó resignado, regresando a su trabajo. Si había una sanción, esta vez se lo merecía, lo sabía muy bien, pero, quizás, valdría la pena.


Del autor: Hey, nuevo capítulo. Muchas gracias por seguir aquí. :) Qué extraño el Caleb, ¿ah? xD En fin, me gusta conocerlo más cuando escribo de él. Y ¿a ustedes? ¿Les gusta leer sobre él? Eso es todo, nos vemos en el siguiente capítulo. Un besote. x


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