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Capítulo 13: Emma

A pesar de que recién amanecía, Emma llevaba despierta desde que aún estaba oscuro afuera. Una pesadilla volvió a despertarla, pero esta vez se calmó a sí misma, repitiéndose constantemente que no era real. Y había funcionado, porque su pecho dejó de retumbar como si un mono tocara el tambor dentro de su caja torácica, aunque de todos modos no pudo volver a conciliar el sueño.

Se estiró para tomar el celular sobre la mesita de noche, cerrando los ojos de inmediato cuando presionó el botón de desbloqueo y la luz de la pantalla la golpeó la cara. Entrecerrando los ojos, vio que eran las seis y cuarenta y dos de la mañana. Su mirada se desvió hacia el ícono de una aplicación que no había usado en mucho tiempo. Su respiración estaba normalizada y su cuerpo estaba seco, aunque no se sentía del todo limpia. Al despertar de la pesadilla, estaba empapada en sudor.

Con temor en los dedos, presionó el ícono de Facebook en la pantalla, esta tornándose azul de inmediato, mostrándole dos cuadros de texto que le pedían ingresar su usuario y contraseña. Dejó caer suavemente el aparato pantalla abajo sobre su pecho, mientras ella miraba al techo. La última vez que había ingresado a la aplicación, fue aquella mañana de domingo, igual que esta, para ver una publicación de Becca donde Emma estaba etiquetada. Se sentía como si ese pequeño pedazo de vida hubiese ocurrido una eternidad atrás. Le parecía un poco extraña la Emma de ese día en comparación con la Emma de este domingo.

Volvió a levantar el teléfono y escribió sus datos. Lo primero que apareció en la página de inicio, fue una foto de Sassy, la gata fastidiosa que Penny adoraba. El animal estaba bostezando, pero Penny había puesto como pie de foto "Mi bebéeee. Tan hermosa. :'3 Laaaa Aaaaamooooo." Emma rodó los ojos.

Deslizó su dedo hacia arriba y vio anuncios publicitarios, publicaciones de Becca con letras de canciones acompañadas de casi doce repeticiones del mismo emoticón. Uno que otro post de Sara, el último que Emma vio fue en la que su amiga tenía una camiseta polo color concho de vino oscuro y sonreía a la cámara. Ese debía ser el lugar donde trabajaba, ya que detrás de Sara estaba una vitrina larga con postres de varios colores y tamaños.

Emma sonrió al deslizarse más abajo y encontrar una publicación de Jamie. Era un simple ":$", publicado el día anterior, a las cuatro y treinta y tres de la tarde... A esa hora aún estaban en el gabinete, más o menos, a la hora en la que Santiago había estado en el lugar. Como pensó ella antes: era tan obvio. Sonrió.

Vio que tenía cuarenta y seis notificaciones, la mayoría sobre grupos a los que no recordaba haberse unido, aplicaciones de juego dentro de la aplicación de Facebook, aquellos que ella nunca jugaba, y lo que ella esperaba encontrar: publicaciones en su muro.

Algunas eran de chicos que ella conocía en la academia, compañeros de clase y maestros y maestras que se habían hecho sus amigos por todo el tiempo que llevaba ahí. Unos decían cosas simples como "Emma, la más fuerte que conozco. Recupérate pronto, amiga. Te estamos esperando. X".

Emma siguió bajando, encontrándose con las de Becca y Penny, pero estas eran fotos, donde estaban juntas, y le decían "Juntas siempre. ❤"

Dejó eso y entró en los mensajes, revisó varios, como el de Becca, o mejor dicho, los de Becca. Eran bastantes, en diferentes días y horas, preguntándole cómo estaba, si estaba bien que fuera a visitarla, que dónde estaba, o simplemente contándole un chiste. Penny, en cambió le había mandado fotos de su gata, diciendo que Sassy deseaba que se mejorara. El de Sara era más común de ella, indicándole con buena ortografía y gramática que no entendía su situación, siendo honesta, pero que en realidad esperaba que encontrara la fortaleza para recuperarse. Ella sabía que podía.

Emma sonrió al leer este último.

No notó el sueño que la invadió de repente, porque cuando abrió los ojos luego de lo que le pareció solo un parpadeo, Stella estaba ahí, parada junto a la cama con una sonrisa en el rostro. La habitación estaba más iluminada, mucho más.

Levantó el celular en su pecho, viendo que eran poco más de las nueve de la mañana.

―Buenos días, mi amor ―saludó Stella―. Ahora, sí, déjame verte.

Emma se desperezó, ladeando la cabeza mientras bostezaba. Con la mano se levantó un poco de pelo, recordando que se lo había pintado en cuanto lo vio. Ahora no era castaño claro, era negro azabache.

―Qué perezosa ―dijo Stella―. Levanta, vaga. ―Sonrió.

Le ayudó a sentarse, y luego examinó el cabello con sus manos para luego alejarse de la cama y ver a Emma como si esta llevara su vestido de bodas.

―Te ves hermosa ―concluyó, con una sonrisa.

Emma devolvió la sonrisa.

―¿Me ayudas a bañarme? ―preguntó.

Stella alzó una ceja, como si algo no estuviera bien, pero no dijo nada y solo asintió.

Luego de darse un baño, con el mismo cuidado y vergüenza que las veces anteriores, Stella la ayudó a bajar y sentarse en una de las cuatro sillas alrededor de la pequeña mesa redonda en el jardín trasero.

―Gracias ―le dijo Emma, sonriendo. Stella le había traído cojines para que estuviera más cómoda, igual que había hecho Jamie días atrás.

―Ya te traigo el desayuno ―mencionó, alejándose hacia la casa, cruzando las puertas correderas.

Emma sonrió al escuchar a su madre llamar a Jamie con un grito dentro de la casa que había sonado como: "¡Muchacho de pacotilla, deja de dormir que pareces oso! Ven que vamos a desayunar con tu hermana."

Luego de unos minutos, donde Emma había estado disfrutando de la suave y fresca brisa mañanera, apareció Jamie, cargando una jarra con jugo de naranja, y tres vasos de cristal. Luego salió Stella, con una charola, que cargaba sobre ella pan y fruta, jamón y queso.

―Buen día ―saludó Jamie.

―Buenas tardes ―respondió Stella con ironía llegando tras él.

Emma miró todo lo que estaba en la mesa. Casi no desayunaba mucho, pero sobre la mesa no había casi nada. Es más, parecía haber comida solo para una persona, a excepción del jugo.

―Iba a preparar tostadas con unas malteadas ―comenzó Stella, untando mantequilla a una cara del pan en su mano―, pero Jamie dice que irán a la cafetería donde trabaja Sara... Así que para que se coman esa frutita mientras tanto.

Emma asintió, pero no dijo que lo había olvidado.

―¿Quieres jugo? ―le preguntó su hermano.

―Bastante ―respondió Emma, recordando la sed que sintió al despertarse en la madrugada―. Si vas a matarme de hambre, que no sea de sed también.

Jamie hizo una mueca.

―Ya vamos a comer, no te quejes.

―¿Por qué no vienes con nosotros? ―le preguntó Emma a Stella.

Stella hizo un mohín con los labios antes de darle a un bocado a su sándwich.

―No creo. Estoy cansada.

―Recién amanece ―se rió Jamie.

Stella lo miró por unos segundos, fijamente, muy seria, haciendo que Emma se ría.

―Mientras dormías como un antílope, limpié tu baño, el de abajo, la cocina, lavé la ropa, que, por cierto, la tuya aún olía a perfume, y es la que te llevaste ayer. Vas a gastarlo si sigues usándolo así y no te voy a comprar otro.

Jamie se sonrojó cuando se encontró con la mirada de Emma, y ella sonrió con algo que Jamie identificó como ternura.

―¿Qué tiene que ver un antílope? ―se apresuró Emma con una risita, tratando de desviar la atención de su madre.

―No lo sé ―respondió ésta―. ¿No duermen demasiado?

Emma se encogió de hombros. Casi cantaba victoria, pero Jamie le dio una mirada de agradecimiento, y si algo hacía bien Stella, era leer las miradas de sus hijos.

―¿Hay algo que no me estoy enterando? ―preguntó, dando una mordida al sándwich.

A Emma le parecía graciosa la pose que tomaba su madre de vez en cuando, cuando conversaba con ellos así, encorvada y sujetando el sándwich como si alguien se lo pudiera quitar en un descuido.

Jamie negó con la cabeza.

―¿Seguro? ―le preguntó, con la ceja levantada. Este gesto parecía caracterizarlos a los tres.

―Totalmente ―respondió Jamie, un poco cabizbajo, pero sonrió de inmediato, retomando su pose jovial. Y en su mente: «¿Qué podría ocultarte?».

Stella pareció no creérselo, mirándolos simultáneamente mientras terminaba de masticar y tragar.

―Bueno ―contestó con simpleza, aun mirándolos con intriga.

―Ven con nosotros ―le invitó Jamie, cambiando de tema.

―Ya les dije... Mejor vayan ustedes, coman algo y tráiganme un pedazo de pie de limón.

Emma descubrió que el jugo no era de naranja, sino de durazno.

―¿Y si tendrán? ―le preguntó Jamie.

―Sí ―contestó Stella―. El otro día compré...

Stella se calló, sonriendo. Emma la miraba con sorpresa fingida, igual Jamie. Ellos dos intercambiaron una mirada de complicidad antes de hablar.

―Y no nos trajiste ―se ofendió Emma.

―Me invitaron ―se excusó Stella, arrepintiéndose de inmediato.

―¿Quién? ―preguntaron sus hijos al unísono.

―Nadie ―respondió y se puso seria―. Cómanse la fruta.

Emma sonrió de oreja a oreja, pero no volvió a preguntar. Ya se enteraría. Siempre lo hacía, igual que con Jamie. Por su lado, Jamie pensó en no volver a preguntar porque Stella podría insistir en el tema que él había desviado un momento atrás. Él sería precavido.

Cuando terminaron de comer, bromeándose con que Stella no quería salir con ellos porque traería a alguien a casa, se pararon los tres. Jamie ayudó a Emma a mantenerse en sus muletas antes de entrar los platos a la casa.

―Me baño y nos vamos ―le dijo él desde las puertas correderas. Emma asintió.

Stella estaba en la cocina cuando Emma entró.

―Mamá...

―¿Sí? ―Stella puso la jarra del jugo en la nevera antes de voltearse a Emma.

―¿Te puedo preguntar algo?

Stella asintió, algo dudosa.

―Mis cosas... ―comenzó Emma. Stella entendió de inmediato―. ¿Dónde están?

Stella sonrió, acercándose de nuevo al grifo donde enjuagaba uno de los vasos del desayuno.

―Pensamos que te pondría... algo triste verlas.

Emma casi sonrió, agradecida.

―Están en el cuarto de visitas ―concluyó―. ¿Por qué? ―Le dio a Emma una mirada curiosa, y preocupada.

―Tenía la curiosidad ―contestó―. Nada más.

En realidad, quería verlas, pero ese cuarto estaba al final del pasillo que partía desde afuera de la cocina, por lo que sería muy obvio ir en ese momento. Lo haría, pero cuando estuviera sola. No sabía si eso causaría una reacción en ella, por muy tonto que sonase, así que no se arriesgaría.

Emma estaba sentada en la sala cuando Jamie apareció por las escaleras.

―Listo ―anunció él. El cabello aún mojado―. Dos aventuras en un fin de semana ―mencionó, emocionado.

―Creo que mi estómago se comió mi páncreas ya ―se quejó Emma, bromeando. Aunque, de hecho, tenía un hambre de leona.

―¡Oye!

Ambos voltearon hacia la cocina, hacia el llamado. Stella salió casi corriendo, secándose las manos en el delantal.

―Toma ―extendió su mano a Jamie. Era dinero―. Tráeme lo que les dije. Pie de limón ―repitió, para que no se olvidaran.

―No, toma ―Jamie le regresó el dinero―. Yo acá te compro.

―Es curioso ―comentó Emma desde el sillón―, porque el dinero que tienes es de ella de todos modos.

Emma se rió y Jamie sonrió. Stella, con una mirada divertida, le metió el dinero en el bolsillo.

―No se tarden.

Siendo apenas las diez y media, el sol no pegaba tanto en la piel mientras esperaban un taxi. El cielo estaba parcialmente nublado, por lo que entre ratos el brillo excesivo desaparecía de ese día, creando una zona un poco más fresca de inmediato.

Emma entró al taxi, igual que el día anterior, respirando hondo y buscando cosas buenas que poner en su mente, antes de que el miedo apareciera junto con el temblor en sus manos. El día anterior tenía mucho con la renovación de su imagen a la ida, y la historia de Jamie a la venida, pero ahora, eso no parecía tener peso en su mente, y las imágenes del accidente parecían aplastar sus intentos por distraerse. Quizás Jamie, desde el asiento de adelante, se dio cuenta, porque su mano alcanzó la de ella en un instante, y Emma soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo, en un suspiro.

Es extraño cómo funciona la mente. Emma se había rehusado a asistir a un psicólogo porque creyó que con su voluntad tendría suficiente para controlar sus pensamientos y emociones. Pero no era así de fácil.

Secó las palmas de sus manos en su short negro y en seguida el ruido de los parlantes la sobresaltó. Jamie se volteó desde su asiento y le sonrió, en su mano tenía el teléfono y Emma pudo distinguir el reproductor corriendo. Vio que ellos, Jamie y el chofer, estaban hablando, pero no le había prestado atención. Dedujo que Jamie se conectó al aparato vía bluetooth.

Reconoció la canción de inmediato. Era Slut Like You de P!nk. Le encantaba esa cantante, y pronto el ritmo exagerado de la canción la invadió, sintiendo la música recorrer su cuerpo. El chofer les dio una mirada extraña al sonar el coro. Los dos hermanos intercambiaron una sonrisa que solo ellos entendían.

Emma sonrió a Jamie, agradeciéndole por poner la canción, aunque él no la veía por estar mirando a la carretera delante de ellos mientras entonaba la letra a todo pulmón. Emma se rió y se unió a él, justo en el "YEEE-YEYEIYEAH!!!" antes de que se escuchara el coro por segunda vez. Quizás el taxista dejó de pensar que estaban locos, porque empezó a menear la cabeza cuando ellos casi gritaban la parte final. No podía echarlos del auto, así que qué más le quedaba al pobre hombre.

Sí, era extraño cómo funcionaba la mente. Emma estaba sonriendo, fascinada, ¡Dios! Tanto tiempo sin oír música. Creyó que se deprimiría, pero Jamie atinó al poner aquella canción. Quizás no tanto por la letra, sino por el ritmo que tenía, obligándola a disfrutarla, como lo había hecho la primera vez que la escuchó. O quizás fue el apoyo que recibió de Jamie, ya que ella sabía que él no era de los que se ponían a saltar en los asientos de los taxis. Era muy tímido para eso.

La siguiente canción fue de una boyband que se hacía llamar One Direction, esa donde había cinco chicos, con un estilo diferente en cada uno. La canción la conocía porque Penny la había molestado cientos de veces porque la escuchara, se llamaba Through the Dark.

Tal vez era cierto lo que ellos decían, y cuando uno se enamora, podría cargar a esa persona por encima del agua y el fuego solo para merecer su amor, y cuando la noche caiga, encontrarían juntos un camino a través de la oscuridad.

Quizás a Jamie le gustaba el grupo, porque la música era la que él tenía archivada en su teléfono, y la siguiente fue de los mismos chicos, que esta vez le cantaban al amor, gritándole al mundo que no les importaba lo que pensara la gente en una canción titulada Happily; según la respuesta de Jamie cuando le preguntó el nombre.

―¿Son del mismo álbum? ―volvió a preguntar Emma, levantando la voz para ser oída por encima de la música.

Jamie solo asintió.

―Las encontré en YouTube el otro día ―explicó él―. Y no sé, me gustaron.

Emma aceptó la respuesta meneando la cabeza. No es que ese grupo, mucho menos P!nk, fueran malos, pero siendo honestos, ese no era tanto el tipo de música de Jamie. Lo suyo era más Amy Winehouse, Michael Jackson, Florence and the machine...

La última canción que escucharon antes de llegar al centro y posteriormente a la cafetería, fue una que a Emma le dio un golpe justo en sus inseguridades y miedos recientes. Kelly Clarkson le gritaba por los altoparlantes que lo que no te mata te hace más fuerte.

No sabía la letra, pero le gustaba prestarle atención, para lo que tuvo que esforzarse un poco... Jamie la cantaba a todo pulmón también. Lo había escuchado hablarle de ella en algunas ocasiones en el pasado, pero no recordaba con exactitud sobre qué canciones. Quizás el gusto de Jamie por su música siguió creciendo desde entonces.

Cuando los estuvieron en la vereda, luego de que el taxista se ofreciera a ayudar a Emma a bajar muy amablemente, se despidieron de él, agradeciéndole el no botarlos por medio camino por culpa del ruido que causaron.

―No se preocupe, señorita ―le respondió el hombre con una sonrisa―. Por lo general mis carreras suelen ser aburridas. Esta no. ―Y le dio un guiño―. Joven ―saludó a Jamie con la barbilla y luego se fue.

―Qué tipo tan agradable ―comentó Jamie.

―¿Ya estás pensando en engañar a Santiago? ―bromeó Emma, seriamente.

Jamie se alarmó, divertido.

―Oye, podría ser mi abuelo.

Emma había estado insegura de hacer la broma, pero ya la había dicho. Agradeció a todos los cielos que Jamie no se haya molestado. Debería tener más cuidado con ese tema... Aún no conocía del todo el terreno que pisaba, solo sabía que ese terreno era de Jamie y ella no quería ser tomada como una invasora.

―Vamos ―le invitó ella.

Antes de voltearse, Jamie la detuvo sosteniéndola por el codo.

―Espera... ―Emma lo vio sacar unas gafas oscuras de su bolsillo. Las reconoció; eran de Stella―. Póntelas.

Emma enarcó una ceja, colocando las muletas bajo sus brazos, sujetándolas entre sus axilas.

―¿Por qué? ―preguntó mientras se las ponía.

―Ahora ponte seria ―le ordenó él―. Bien. Es que así pensarán que estás molesta y cuando nos paremos en la cola nos dejarán pasar.

Emma abrió la boca, entendiendo, fingiendo ofenderse.

―¿Me estás usando? ―gruñó, en la misma pose seria que había optado.

Jamie sonrió.

―Perfecto. Así. Ahora mantenlo.

Emma se volteó, escuchando como Jamie decía algo de que su plan era supervivencia humana, cuando un cuerpo ajeno golpeó el suyo.

―Oh ―exclamó el chico con el que chocó―, lo siento. Yo... No te vi.

Emma vio la expresión alarmada del muchacho cuando vio su pierna y luego regresó a su rostro. Él no podía ver sus ojos, pero ella podía ver los de él, color café, resaltando al resplandor del día. Su mirada era intensa y buscaba la suya a través del lente de las gafas. Había olvidado que tenía el rostro tenso por el plan de Jamie, así que lo relajo un poco.

―No hay problema ―sonrió Emma, sintiendo los labios torcérsele un poco, como cuando se está nervioso.

El chico quizás había creído que le iba a dar un muletazo o algo por el estilo, porque también relajó su rostro y le devolvió una media sonrisa, dubitativo, mientras se acomodaba las mangas de la camisa azul oscuro que llevaba por encima de una camisetilla negra.

Emma observó los ojos ajenos aun luchar por ver a través de sus gafas, luego bajaron a sus labios, y cuando bajaron hacia su busto, él los subió de inmediato, sonriendo incómodo. El chico tenía la piel bronceada, casi canela, pero, aun así, y a través de las oscuras gafas, Emma notó el poco rubor que apareció en sus mejillas. Sus orejas estaban rojas, pero ella no supo si era porque se había sonrojado, o ya estaban así por culpa del sol.

―Bien ―balbuceó él, pasando su mano derecha entre sus cabellos castaños. Era mucho más oscuro que el de Jamie, pero la luz de sol le daba ese aura café―. Lo siento ―repitió, con una media sonrisa, y se fue, casi tropezándose al pasar por su lado y sonriéndole otra vez. Finalmente le hizo un gesto de saludo con la mano antes de voltearse e irse por la vereda.

―¿Qué le dio? ―cuestionó Jamie, casi divertido por la escena, mirando al chico caminar hacia la otra esquina.

Emma también lo siguió con la mirada un momento. El chico aminoró el paso para ver la cafetería, hacia su interior, y luego siguió. Antes de girar, él volteó hacia ella, y rápidamente giró la cara antes de desaparecer de la vista de los dos hermanos.

Emma se encogió de hombros, cuando Jamie se volteó hacia ella.

―Es lindo ―comentó Emma, con una repentina sonrisa en sus labios.

―Para que te digo que no si sí ―respondió Jamie, colocando una mano en la espalda de su hermana mientras le abría la puerta del local y la dejaba pasar primero.

Emma soltó una risita. Había imaginado tener este tipo de conversaciones con Jamie antes, porque en el fondo, siempre supo que las tendría.

Al entrar, sus ojos encontraron de inmediato a Sara, quien llevaba su pelo negro perfectamente recogido en una coleta. Ella estaba en la caja, facturando algo. Se acercaron más a la cola y Emma optó la cara que Jamie le había dicho que pusiera. Había dos tipos, uno como de treinta y uno de veinte y tantos, los dos se hicieron a un lado para que Emma pasara. La mujer que estaba delante de la caja recibió su factura, indicándole a Sara que la llamara cuando la orden estuviera.

―No se preocupe ―le respondió Sara, con una sonrisa falsa. Seguro venía con el uniforme―. Se lo llevamos a la mesa.

―Perfecto ―contestó la señora, retirándose satisfecha―. Gracias.

―Buenos días ―dijo Sara automáticamente cuando Emma y Jamie avanzaron hacia ella―. Bienvenidos. ¿En qué puedo...?

Sara se detuvo al levantar la vista y reconocer a Jamie, a quien le dio una sonrisa. Luego sus ojos viajaron a Emma, quien aún mantenía la expresión molesta en su rostro.

―Hola ―le dijo a Jamie, borrando poco a poco la sonrisa―, ¿Cuál es su orden? ―preguntó Sara, algo nerviosa.

Emma se quitó las gafas y le dio una sonrisa. Sara pareció impresionada y sorprendida a la vez, antes de sonreír de oreja a oreja.

―Oh por Dios... ―exclamó la pelinegra, ahora sí totalmente sorprendida―. Me asustasteee ―se rió, colocando su mano derecha en el pecho.

Jamie permanecía con una sonrisa divertida mientras Emma se encogía de hombros y elevaba la mirada al cielo, estirando los labios en una sonrisa juguetona.

―Casi te da una coronaria ―le dijo Emma.

―Sí ―respondió ella, alargando la "i", riéndose levemente, como si lo hiciera a escondidas.

Sara solía decir lo de la coronaria cada vez que algo la sorprendía. Era como su broma por defecto desde la secundaria.

Jamie se rió. Él también reconoció el comentario.

Luego de tomar la orden, Sara les dijo que les llevaría la comida a la mesa. Ellos se fueron a sentar, junto a la pared de cristal que daba a la calle, aquella por la que había visto el chico con el que se chocó afuera.

―Me gusta este lugar ―comentó Jamie, recorriendo el sitio con la mirada―. Tiene un estilo peculiar.

―Sí ―contestó Emma―. Ya veo por qué le gusta a mamá.

Jamie levantó las cejas.

―No te olvides del pie.

Emma hizo una nota mental, asintiendo.

Un momento después, cuando ellos ya habían criticado como expertos cada uno de los detalles que sus ojos encontraban, Sara apareció con una bandeja rectangular café, colocando la orden de los hermanos sobre la mesa, dándoles una sonrisa, y presumiéndoles sus dotes como camarera.

―Disfruten ―les dijo―. Tengo que irme, pero está pendiente que me cuentes. ―Sara señaló el cabello de Emma―. Cómo es posible... No, en serio, tenemos que conversarlo. Deja que les cuente a las chicas...

―No ―le dijo Emma―. Mejor cuando vayan a la casa, que sea sorpresa.

No era la gran sorpresa, pero sentía curiosidad por ver la expresión de sus amigas. La de Sara le pareció muy graciosa.

―Sí ―respondió Sara―, mejor. Yo te aviso cuando vayamos. Me tengo que ir ―les dijo, dándoles besitos silenciosos.

Emma la vio levantar una parte del mostrador, justo en la esquina, y desaparecer en algún lugar tras este.

Jamie gimió cuando probó su moccaccino.

―Excelente ―comentó él.

Emma meneó un poco el cappuccino que había pedido, para enfriarlo un tantito, mirando perdidamente la espuma blanca que se hacía poco a poco café, mientras se hundía en el humeante líquido. Ya casi podía sentir su sabor amargo dulce en su boca. Tanto tiempo sin tomarse uno, que lo quería disfrutar por completo. Vio por el rabillo del ojo a Jamie levantar uno de los sándwiches de pavo que habían pedido, junto con las tartas de manzana y nuez para ella, y de zanahorias para Jamie.

De fondo, por los pequeños parlantes ubicados en zonas estratégicas, sonaba la canción Starlight de Taylor Swift.

Emma volvió la mirada al recipiente hermético frente a ella, al cappuccino que ya era solo líquido café, con pequeños restos de la crema ondeando en él. Sonrió ante la repentina aparición que se hizo su mente. El color de la caliente bebida, por alguna razón, le recordó a los del chico con el que se había chocado un rato atrás. La forma en la que se disculpó, muy lejos de parecerle tonta, le pareció tierna. Y cómo se había avergonzado cuando le vio el busto... Emma soltó una risita, desviando la mirada ante la ceja levantada de Jamie, quien luego bajó la mirada con deseo hacia el sándwich. Se dijo a sí misma que también debería enfocarse en comer, a fin de cuentas, cuando uno sale a la calle, no suele toparse con los mismos desconocidos dos veces.

¿Cierto?


Curiosa la manera en la que funciona el destino en este capítulo, ¿verdad? ¿Les gustó? Bueno, de ser así, apreciaría si consideraran el dejar su voto o comentario. Nada más. :) Hasta la próxima y que tengan una linda tarde. Gracias por leer. Ah, y Gracias por sus votos y apoyo en los capítulos anteriores. <3

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