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Capítulo 12: Caleb

El atardecer tenía algo especial que provocaba cierta tranquilidad en él, en gran parte debido al recuerdo del ser que le dio la vida. Junto a su madre, había descubierto la virtud de la paciencia, y todas las veces que le habló de ser paciente, lo hizo mirando la puesta de sol, pues era el momento del día donde la calma podía acariciar todas sus preocupaciones.

Caleb, en una de sus travesías con Louis cuando eran niños, había encontrado un gran árbol en medio de un lote donde se planeaba crear un cine, un restaurant, o algo. Ahora el terreno estaba vacío, con maleza esparcida por el suelo, pero con el árbol aún junto a la cerca ­―o las estacas que aún quedaban. Sus hojas bailaban al ritmo del viento como si se riera en la cara de los planes de construcción que arruinó.

―¿Recuerdas cuando subíamos aquí todo el día? ―le preguntó Louis, que estaba sentado a su lado, en la gruesa rama que salía del tronco sobre la que Caleb sostenía su mano, como si le diera una pequeña caricia a un viejo amigo.

Caleb miró a los escalones, o más bien tablones, que habían sido clavados en el tronco luego de haberlo escalado juntos y descubrir que el árbol los aguantaba. Ellos pensaron en volver y escalarlo cada día después de clases, porque, joder, eso es divertido para unos niños adolescentes exploradores de doce años... Tristemente para ellos en esos días, el papá de Louis, que aún vivía, los descubrió y, a fin de mantenerles el secreto, solo pidió a cambio que tuvieran cuidado, que volvieran temprano a casa, que llevaran con ellos un silbato y lo sonaran en caso de cualquier emergencia por mínima que fuera, y que usaran los tablones que él les ayudó a colocar con ayuda de una escalera, un martillo, y muchos, muchos, muchos clavos.

―Parece que fue ayer ―respondió Caleb, con un atisbo de sonrisa.

Louis suspiró.

―¿Crees que si saltáramos moriríamos? ―preguntó Louis, mirando al suelo cubierto de maleza varios metros bajo sus pies.

Caleb rodó los ojos con exageración. Louis era capaz de saltar si lo motivaban.

―Muere solo, si quieres ―le dijo Caleb.

―Espera...

Louis se puso de pie sobre la rama, ganándose todo tipo de insultos de Caleb, quien prefirió quedarse sentado. Bien podría resbalarse y caerse, o lo que es peor, arrastrar a Caleb con él. O mucho peor, que la rama se rompiera... Pero para Caleb, considerando el grueso y el tamaño de la rama, era muy poco probable que esto pasara.

Louis, de pie, se arrimó al tronco, presionando a Caleb contra éste.

Caleb levantó la mirada cuando Louis se puso de puntillas para meter la mano en un hoyo pequeño en el tronco, aunque no era necesario que se estirara, ya que aún sin tener que estirar el brazo, bien podía alcanzarlo. Sin embargo, el objetivo de Louis también era mirar en el interior del orificio. Caleb reconoció ese pequeñísimo punto secreto del árbol.

―Mira ―le dijo Louis, volviéndose a sentar y pasándole un pequeño tubito de metal que ya estaba algo oxidado, Caleb lo tomó―. Aún siguen ahí.

―Increíble ―comentó Caleb, soltando una risita incrédula―. Cuántos años...

Eran los silbatos que el papá de Louis les había dado. Fue idea de Caleb ponerlos ahí cuando Derek murió, al no aguantar la pena que invadía a Louis cada que los veía. Nunca nadie aparte de los tres supo de esos silbatos y para lo que servían, así que ambos llegaron al acuerdo de que, así como Derek les había guardado ese lugar en secreto, ellos guardarían en secreto la ayuda que recibieron. Lo que Caleb y Louis no sabían, era que Derek solía vigilarlos a escondidas, para dejarlos tener una aventura, pero cuidando de que no se lastimaran.

Los silbatos aún tenían el collarín, una fina cadenita que se rompió cuando Caleb tiró con un poco de fuerza. Sintió un poco de nostalgia cuando descubrió que aquel material fuerte que un día colgó de su cuello no había aguantado el paso del tiempo.

―Siempre nos guardó el secreto ―dijo Louis.

Caleb notó la nostalgia algo tembloroza en la voz de su amigo. Cuando giró un poco la cabeza para verlo, vio como los ojos de Louis tenían cierto brillo que se desvaneció entre sus pestañas, bajando por su mejilla en forma de lágrima. El sol estaba poniéndose, y la lágrima que recorría el rostro de Louis resaltaba en su rostro un poco colorado bajo los colores del atardecer.

―Fue el mejor ―le apoyó Caleb, dándole un suave apretón en el hombro, para luego juntarse más y cruzar su brazo sobre el hombro de Louis.

―Lo fue ―contestó, luego de tragarse el pequeño nudo en su garganta, sin apartar la vista del silbato.

―Mira ―indicó Caleb.

Louis levantó la vista. Una nube cubría el sol, dejando ver solo una mitad color amarillo. Más arriba, bajo el cielo azul que poco a poco iba oscureciéndose, pequeñas nubes esparcidas a lo largo y ancho, con un tono rosáceo.

Habían esperado cerca de media hora, luego de salir corriendo del taller hacia ese lugar ―con Louis a la delantera―, probando los escalones y trepando para ubicarse en los sitios estratégicos que sus memorias recordaban.

―Vaya ―comentó Caleb―. Nunca me decepciona. ―Sus ojos seguían en la pequeña curva que aún se veían del sol, hasta que desapareció.

―¿Te acuerdas lo que decía tu mamá cuando nos preguntaba dónde habíamos estado y...?

―Le decíamos que persiguiendo al sol ―completó Caleb, sonriendo.

Los dos se rieron.

¿Aunque sea se pusieron bloqueador? ―imitaron los dos a la vez, haciendo la voz más fina que podían.

Cuando terminaron de reírse, guardaron un momento de silencio. Ese lugar guardaba muchas emociones, sensaciones, recuerdos, secretos, risas, penas y lágrimas.

―No creí que aún estuvieran ahí ―comentó Caleb sobre los silbatos.

―Peor yo ―dijo Louis, recobrando su personalidad peculiar―. Creo que deberíamos dejarlos ahí.

Caleb asintió.

―Sí ―dijo, y esta vez fue él quien se puso de pie mientras Louis prendía la linterna de su celular―. Dame.

Caleb volvió a colocar los silbatos en el mismo lugar, viéndose a sí mismo a la edad de quince años, colocándolos ahí por última vez mientras Louis lo miraba desde el suelo, secándose las lágrimas con el dorso de la mano y reprimiendo sollozos.

Caleb sonrió con nostalgia al orificio en el tronco.

Louis fue el primero en bajar, con Caleb iluminando el camino desde arriba. Cuando Louis tocó el suelo, Caleb bajó con cuidado, sosteniendo el celular con la mano derecha, y saltándose los últimos dos escalones, casi cayéndose de culo de no ser por la ayuda de Louis.

―¿Crees que lo corten algún día? ―preguntó Louis mientras caminaban hacia la salida―. El árbol ―especificó.

―No sé ―respondió Caleb, sincero―. Mira los años que han pasado y nada...

―Qué mierda contigo ―se quejó Louis, poniéndose la mano en el pecho, como si lo hubiesen ofendido―. ¿Puedes dejar de decir años como si hubiesen sido en la época de Moisés? Me haces sentir viejo, hombre.

Caleb se rió. Louis volvía a ser el mismo.

―Es que sí pues ―contestó, sin reprimir la sonrisa―. Pero en serio, no creo que lo corten por un buen tiempo.

Louis asintió a su lado, soltando un suspiro de alivio que Caleb apenas notó. La calle estaba un poco vacía, pero cuando llegaran a la principal habría más gente y autos, y de ahí caminarían un par de cuadras hasta la casa de Caleb.

―¿Te divertiste? ―le preguntó Caleb―. En el taller. ―Sonrió.

Louis le dio una mirada helada que podría entenderse como: ¿Hablas en serio? Y luego rodó los ojos.

―Es que eso me pasa por buena gente ―contestó, fingiendo indignación―. Yo hubiese sabido que me ibas a coger como tu esclava sumisa, me hubiese ido a mi casa por ahí mismo por donde llegué.

Caleb se rió.

―Oye, no te traté tan mal.

Louis abrió los ojos como platos, como si no se creyera lo que oía. Caleb se rió más fuerte.

―¡Me tuviste sosteniendo una puta puerta como una hora!

Caleb estalló en una carcajada. No por lo que decía Louis, sino por recordar la carita que tenía al sostener la puerta. Bueno, él se había ofrecido a ayudar.

―Es que estaba recién pintada ―explicó Caleb, optando una pose seria y forzándose a hablar con claridad―. Además, no sé por qué no la colgaste en gancho en la pared. ―Louis lo miró―. Ahí las ponemos siempre.

―¡Cara de culo! ―gruñó Louis, sin poder evitar la sonrisa al sentirse como pendejo―. Me dijiste que si la dejaba por ahí se dañaba la pintura.

―¿En serio? ―inquirió Caleb―. Creo que se me pasó...

Caleb tuvo que echar a correr porque Louis amenazó con meterle una patada en el culo. Lo persiguió hasta que llegaron a su casa, deteniéndose en la ventana donde Rosy estaba asomada. Louis llegó luego que él, también doblándose y colocando las manos en las rodillas mientras tomaban aire a grandes bocanadas.

―Ya no... estoy... para estas... carreritas.

―Menos mal no quieres sentirte viejo ―le dijo Caleb.

―Vete a la... ―Louis se detuvo al ver la mirada de advertencia de Caleb, y luego desviando sus ojos hacia Rosy, que sonreía cómodamente, antes de desaparecer hacia el interior de la casa―. A la mierda ―terminó.

Caleb rodó los ojos. Iba a decir algo, pero el móvil en su bolsillo comenzó a vibrar. La puerta de la entrada se abrió y Rosy asomó la cabeza.

―¿Quién es? ―preguntó Louis, arrimándose a lado de Caleb y casi pegando la cara en la pantalla.

―¿Puedo? ―pidió Caleb, mirando fijamente a Louis.

―Lo siento. Es que no te comunicas conmigo, así que debo...

Caleb lo cortó con una seña de mano.

―¿Bueno? ―contestó―. Sí... Aja... ¿En serio? Eso es... Claro... Okey... Gracias, ahí estaré... Igual. Bye.

Louis se sentó en el escalón de la entrada, juntando las piernas, haciendo pestañitas a Caleb e indicándole con la mano derecha que tomara asiento a su lado, como una señorita.

―No me hagas usar mi lenguaje casual delante de esta fémina y, por favor, toma asiento, carajo.

Caleb rodó los ojos. Louis podía ponerse intenso cuando quería, así que mejor se sentó.

―¿Quién era? ―preguntó Louis.

―Mike ―contestó Caleb, registrando el número y luego guardando el móvil. Louis lo miraba como si esperara que continuara, con la boca abierta. No pudo evitar reírse―. Me consiguió una entrevista para el lunes. A las ocho. Con ropa casual. Peinado. Nada más. Deja de mirarme así.

Rosy se rió detrás de ellos, y luego salió corriendo cuando escuchó el llamado de su padre. Caleb cambió su expresión, mirando a la moto que pasaba por la calle, con un chico conduciendo y una chica detrás, ambos sin casco.

―¿Dónde? ―preguntó Louis, sacándolo de su distracción.

―Ah, en una cafetería. No sé, me dijo que me enviaba la dirección en un texto.

Louis alzó una ceja.

―Mucha ayuda, ¿eh?

―Sí ―concordó Caleb―. Estaba pensando lo mismo, pero mientras me ayude de verdad...

―Y luego te pedirá reembolso. ―Louis hizo cejitas.

―¿Será?

Louis asintió. Caleb se encogió de hombros. No creía tener la clase de reembolso que Louis estaba sugiriendo.

―Me pregunto si así hablarás de mí cuando estas con tus otros amigos.

―Es que tú no eres mi amigo ―le explicó Louis, con una sonrisa medio psicópata―. Eres mi hermanito.

―Soy mayor que tú.

―Jódete...

―Yo creo que estás muy cansado ―le dijo Caleb, sin poder evitar la sonrisa al recordar la pose de Louis con la puerta―. Mejor...

―¿Y qué se hace hoy? ―interrumpió Louis, abandonando su pose de señorita maniaca y abriendo las piernas, estirándolas en el suelo y echándose hacia atrás, sosteniéndose con los codos sobre el piso de la casa.

―Nada ―contestó Caleb de inmediato―. Estamos cansados.

Era sábado por la noche, pero en realidad se sentía agotado. Además, no quería volver a toparse con Dana por ahí. Porque si salía, estaba más que seguro que se la encontraría en el camino.

―Yo no ―le dijo Louis, restándole toda la importancia a la respuesta de su amigo.

―¿Quieres venir mañana de nuevo? ―le invitó Caleb―. Creo que el taller se abre a las...

―Chao ―se despidió Louis, levantándose―. Fue un gusto.

Caleb sonrió y también se puso de pie.

―Que descanses ―le dijo a Louis―, hermanito.

Louis arqueó una ceja.

―Gracias ―contestó, pero Caleb no pudo entender bien a qué se refería―. Por lo de allá ―aclaró Louis, señalando con un gesto de la barbilla hacia donde estaría el terreno baldío con el árbol.

Caleb sonrió, sincero.

―De nada.

Louis se adelantó, para sorpresa de Caleb y lo abrazó.

―Te quiero, hermano ―le dijo, esta vez sin ningún rastro de broma.

Caleb le devolvió el abrazo, pero no contestó. No es que no lo quisiera, porque, en el fondo Louis era como su hermano, su mejor amigo y confidente, pero no le era fácil decir esas palabras. La última persona a la que se las dijo sintiéndose bien con ello fue a su madre en su lecho de muerte. Incluso con Rosy le sonaba extraño decirlas en voz alta. A veces temía que sonaran muy automáticas y que eso le restara importancia a lo que realmente sentía.

Louis se apartó y bostezó, entendiendo la reacción de Caleb, a la cual ya estaba acostumbrado. Sabía que a su amigo se le hacía más fácil demostrarlo que decirlo, por raro que sonase, como en el árbol, cuando le abrazó.

―Cuídate, Thomas ―le dijo Louis―. Si puedo, vengo mañana a joder un rato.

―Qué fastidio ―bromeó Caleb, acompañándolo hacia la calle.

Ni bien llegaron a la vereda, un taxi llamó su atención con la bocina y Louis le gritó, por inercia, aunque el chofer ya venía por él. Ambos se rieron.

―Te pones el rojito ―le indicó Louis, su usual broma sobre bragas, con un guiño y un besito volado, antes de subirse al taxi.

Caleb vio el auto irse, y al igual que siempre desde hacía un mes y algo más, no podía evitar que las imágenes del accidente se presentaran en su mente.

Mientras caminaba a su casa, pensaba en lo fácil que se olvidaba a veces el accidente, y en lo fácil que recordaba todo y sentía esa sensación abrumadora que, si no era controlada, podría causarle problemas.

Al cerrar la puerta, revisó el texto que le llegó y se sentó en el sofá, leyendo la dirección del lugar donde le harían la entrevista de trabajo. Se echó sobre el respaldo, notando la presencia de Rosy por las escaleras. Pero también notó algo más, en su mente, de hecho, era el eco de una pregunta que resonaba desde lo más profundo de sus pensamientos: ¿Cómo lo sobrellevara ella?


Hey, amigos, ¿cómo están? Algo emocional este capítulo, ¿eh? ¿Les gustó? Si así fue, apreciaría que consideraran el dejar su voto o comentario. :) Poco a poco el nudo se va desenredando, ¿cómo creen que avanzará la historia? Un beso. x

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