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VEINTICUATRO: Ser valiente, enfrentar y aceptar


¿Cómo había terminado así? No estaba muy seguro. Bueno, sí. Después de hablar con Celeste en la escalera de la escuela, la chica había insistido en que vaya a almorzar a su casa porque cuando uno estaba triste no era bueno estar solo. Esas habían sido sus propias palabras, y él pudo jurar que un pequeño peso dentro suyo había desaparecido ante la preocupación sincera de su compañera.

Luego, recordó el mensaje de su madre y terminó aceptando la invitación porque de todos modos no iba a regresar a su casa muy pronto.

—Cariño, hoy regreso temprano— Celeste asintió a lo que decía su madre, mientras ella y Agustín dejaban las mochilas en el sofá de la sala— Dejé el almuerzo listo, solo debes recalentarlo en el microondas—finalmente la madre de la chica apareció en la sala y parecía sorprendida—Hola.

—Hola señora, soy Agustín, un compañero de la escuela—se presentó porque a él le habían enseñado a ser educado.

La madre de Celeste salió de su asombro y sonrió.

—Un gusto. Soy Mariana, la mamá de Celeste. Y estás aquí por...—y dejó la frase en el aire esperando una respuesta.

—Tenemos que terminar el trabajo de Historia— le contestó Celeste.

—Ah sí, ese trabajo. Esa profesora no los deja en paz— terminó frustrada— Está bien, pero antes van a comer algo. ¿Me escucharon?— entrecerró los ojos mientras los desafiaba a qué la contradigan.

—Sí mamá, no te hagas la Terminator conmigo— dijo alegre la chica.

—Y tú no me contestes así, niñita—dijo con una sonrisa y agarró su cartera— Me voy cielo, sino llego tarde al trabajo— le dio un beso de despedida— Adiós Agustín, no estudien mucho y almuercen— gritó mientras se subía al auto y los despedía con la mano exageradamente para luego, desaparecer calle abajo.

Celeste rio y cerró la puerta—Es una exagerada, pero es la mejor—Agustín se sorprendió de la sinceridad y que no se avergonzara de las muestras de cariño entre ambas. Cualquier adolescente no actuaría con sus padres así frente a otros.

—Te quiere mucho.

—Y yo a ella, pero eso no le quita lo exagerada. Anda, vamos a almorzar, sino la conocerás enojada— soltó entre risas yendo a la cocina y Agustín la acompañó.

—No quiero parecer un vago, pero no tengo ganas de hacer el trabajo de Historia. No tengo ánimos— terminó un poco más bajo y triste. Celeste lo miró después de poner los platos en el microondas.

—Lo sé, no haremos el trabajo. Solo dije eso porque ella estaba esperando una respuesta, ¿o esperabas que le cuente tus problemas? Que de paso no sé cuáles son...— Agustín rio por la forma de ser de Celeste. Hace mucho que no hablaba con ella, pero estaba seguro que la timidez que antes la distinguía iba desapareciendo.

—Mejor comemos la piza de tu madre, así no tenemos que lidiar con Terminator—dijo en broma y ayudó a su amiga a poner la mesa.

—Seee, de mi madre, seguro.

Y el almuerzo fue divertido, les sacaron el cuero a todos los profesores y compañeros.

— ¿Y viste cómo escupe cuando habla? Yo siempre me alejo a una distancia prudencial— Agustín estalló en carcajadas—Esto es serio. A mí me da asco— y luego ambos rieron.

—Mis padres no paran de pelear cada vez que se ven y mi casa es un infierno—soltó Agustín apenas terminaron de reírse. Celeste lo miró seria.

—Cuando tenía seis años, a mis padres le sucedía lo mismo y debido a eso me volví retraída y tímida. Decidieron separarse y las cosas mejoraron mucho, pero a pesar de eso, cada vez que escuchaba un grito me largaba a llorar— cerró los ojos al recordar— Pero con el tiempo y la ayuda de mis padres lo fui superando. Y hoy en día estoy segura que lo mejor que pudieron hacer fue separarse, dolió al principio porque todos quieren a sus padres juntos, pero en la actualidad se llevan mucho mejor que cuando estaban casados. Cada uno tiene su familia, pero cuando nos juntamos en las fechas importantes somos una gran familia ensamblada y nos llevamos perfecto—agarró la mano de Agustín y la apretó— Puedo tener una idea de cómo te sientes, pero ningún dolor es igual. Solo te aconsejo que no te sientas culpable porque no lo eres, ellos deben arreglar sus propios asuntos. Habla con ellos y déjales en claro que la situación te lastima.

Agustín se dio cuenta de lo increíble que era la chica y se alegró de haber aceptado almorzar con ella. Él apretó también su mano.

Después de eso, no quiso volver a su casa y los dos terminaron yendo a la Peatonal, y como todavía tenían tiempo, fueron por un helado. Hablaron de todo y se rieron de cualquier cosa.

Cuando ya había oscurecido, ambos regresaron a la casa de Celeste porque Agustín se había negado a dejarla volver sola. Celeste había protestado, ya que podía volver sola porque la situación no era peligrosa, todas las calles estaban iluminadas y aún era temprano y la gente seguía en la calle. Pero el chico era terco y no le dio opción.

Al contrario de lo que pensaba Celeste, no era solo por la seguridad de su amiga, sino más bien porque le gustaba la compañía de la chica y no quería separarse tan pronto.

—Bueno, mi caballero de la brillante armadura, has cumplido tu misión y me has traído sana y salva a mi castillo de color blanco—dijo con burla. Agustín sonrió y metió las manos en los bolsillos del pantalón. Estaba nervioso.

Celeste no se movió y tampoco dijo nada, esperó que Agustín haga algo. Pero el chico dudaba y Celeste se preguntaba qué podía tenerlo así. Hasta que levantó la vista y la decisión lo rondaba.

— ¿Mañana podemos juntarnos a terminar el trabajo de Historia?— parecía una pregunta de lo más casual, pero Celeste notó el miedo al rechazo.

— ¿Un sábado haciendo cosas de la escuela?—inquirió sorprendida. Agustín iba a decir algo, pero ella no lo dejó—No tengo problema, ¿vienes a mi casa?—Agustín parecía visiblemente más relajado y asintió.

Antes de irse hacia su casa y cuando Celeste ya estaba casi cerrando la puerta de su casa, el joven frenó.

—Gracias.

Fue un susurro tímido y no esperó respuesta, solo se marchó. Celeste lo miró perderse entre las calles y finalmente entró a su casa, para encontrarse a su mamá parada en el medio de la sala con una sonrisa burlona.

—Así que ese es el famoso Agustín. Es lindo y simpático, definitivamente tiene mi aprobación— la chica gimió frustrada y se regañó mentalmente, no volvería a contarle a su madre sobre el chico que le gusta.

Cuando Agustín entró a su casa, quiso salir corriendo y volver a la tranquilidad que le brindaba Celeste cuando estaban juntos, ya que sus padres estaban peleando otra vez. Pero decidió ser valiente y apenas cerró la puerta, el silencio reinó, sus padres lo miraron con sorpresa. Pero solo tres segundos después, se vio abrazado fuertemente por su madre mientras lloraba desconsoladamente, y al poco tiempo, sintió a su padre abrazarlos a los dos.

—Mi niño hermoso—decía entre sollozos—No me lo vuelvas a hacer. Me asusté demasiado—su padre acariciaba su cabello, mientras intentaba abrazar a su madre y a él al mismo tiempo—Te amo, te amo mucho, mi niño.

Su padre besó su sien y se sintió querido.

Más tarde, después de ese momento, supo que sus padres se habían preocupado por él al no recibir una respuesta cuando lo llamaban. Se desesperaron y empezaron a buscarlo por todas partes, quisieron llamar a la policía pero comenzaron a discutir y el resto era historia.

Agustín vio su celular roto después de haberlo azotado ese día en la escuela y se dio cuenta que debido a eso, sus padres no habían podido contactar con él. Ahora tendría que comprarse otro.

Se fue a dormir pensando que el día no había sido tan malo. Celeste le mostró otro punto de vista de su situación y ahora podía estar seguro que sus padres lo querían y no estaban mal por su culpa. Era algo que tenían que arreglar como pareja, tal como le había dicho la chica.

En ningún momento recordó que esa tarde saldría a pasear a la Peatonal con Moira.


Varias calles más lejos, Moira miraba su celular sin entender por qué Agustín no le contestaba y por qué la había dejado plantada. Se fue a dormir sabiendo que algo estaba mal.


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