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TREINTA Y CUATRO: Puntos suspensivos


"No me lo pidas, no seré tu amigo. No aceptaré los puntos

                                                                                         suspensivos".

                                                       Puntos suspensivos – Piso 21


No era un día cualquiera y Agustín lo supo porque apenas encontrarse con su madre ella lo felicitó por su cumpleaños y luego, desayunaron juntos. Su madre mejoraba cada día y tenía en claro que la tormenta estaba pasando, faltaba, pero el divorcio había sido la opción correcta.

Desde que Moira había aparecido esa noche en su casa, su amistad había vuelto a comenzar y si bien no se veían tan seguidos como antes, estaban mejor que hace unos meses. Ella también le envió un mensaje felicitándolo.

Ambos prefirieron actuar como si esa llamada telefónica nunca hubiera existido. Pero si lo había hecho.

Celeste lo llamó y le hizo prometer que a la noche saldrían a festejar, y él aceptó.

Su padre apareció a la hora del almuerzo y volvieron a compartir un momento de los tres juntos como familia. Era extraño compartir tiempo sin pelear.

El resto del día fue más de lo mismo, recibir felicitaciones y agradecerles.

La sorpresa del día vino de parte de Moira, ya que se había aparecido en su casa a la noche y sin avisar. Era cerca de la medianoche y él se estaba preparando para ir a la casa de Bruno donde le iban a preparar una fiesta sorpresa, no tan sorpresa porque su amigo no era bueno ocultando las cosas. Pero bueno, valía la intención.

Además, solo sería juntarse un rato para disfrutar, no era nada grande y solo sus amigos más cercanos. Por eso, le llamó la atención que Moira fuera a su casa, ya que pensó que la chica estaría en la casa de su amigo. Pero, tal vez era la encargada de distraerlo.

— ¿Vas a salir?— lo interrogó. Debía admitir que era buena actuando— Porque yo había pensado en hacer algo para festejar tu cumple— ¿Hacer algo? ¿Qué estaba planeando realmente?

— ¿Ir a la casa de Bruno?— preguntó con duda. Moira estaba actuando un poco extraña y no sabía muy bien que contestar. Tampoco quería arruinar su sorpresa no tan sorpresa.

— ¿Para qué? Es tu cumpleaños, ¡tienes que divertirte!— exclamó feliz, estaba extraña— ¡Vamos, la vamos a pasar genial!

Nunca había vivido una situación tan extraña y un poco incómoda. Al poco tiempo se dio cuenta que Moira no sabía nada de la fiesta sorpresa, ¿acaso no la habían invitado? Estaba bastante perdido.

Lo que lo sacó un poco de onda fue cuando Moira lo presentó ante su novio Nicanor y su grupete de nuevos amigos. Él no lo conocía, pero Nicanor le parecía un idiota, tal vez sus celos tenían algo que ver con ese concepto sobre el estudiante universitario.

Pero el encuentro le había servido para conocer un poco más a su rival. Tenía veinte años y estaba estudiando Ingeniería, supuestamente por lo que había podido escuchar por las bromas de los demás, es que seguía estancado en primer año y lo bochaban de todas las materias. A simple vista, era un cheto, vago y egocéntrico. Y sus amigos, no estaban muy lejos.

Moira parecía feliz y él sabía que ya estaba borracha y apenas habían entrado al boliche. Y como había pasado veces anteriores, la chica lo había dejado para irse a bailar con su novio y supuestamente era para festejar su cumpleaños. Sí, que hermoso cumpleaños estaba teniendo, viendo a la chica que quería irse con otro.

Su celular vibró y se fue a una esquina para no estar entre toda la marea de gente que se movía locamente al compás de la música.

¿Dónde estás? ¿Cuándo vienes?

Volvió a vibrar con la llegada de un nuevo mensaje.

Te estamos esperando.

Y un tercero llegó.

Te estoy esperando.

A los segundos entró otro.

Olvida lo último. Solo ven, por todos.

Agustín sonrió sin pretenderlo. Celeste era una chica especial que había logrado calar hondo dentro de su vida. Se alegraba de tenerla cerca.

Miró al centro de la pista para ver a Moira bailando con Nicanor, volvió a mirar el celular y luego a Moira. La chica le hizo señas para que se acercara, pero el negó con la cabeza y se dirigió a la salida.

No vio la cara dolida de su amiga porque Agustín ya se había marchado.


+++


Sus amigos realmente habían preparado una fiesta sorpresa, con pancarta y todo. No sabía si hacerse el sorprendido o comenzar a reírse, hubo un poco de las dos.

No eran muchas personas, solo sus amigos más cercanos como Marcos, Bruno, Celeste y Jennifer, pero también Efraín, Nacho y Amilcar, sus amigos dentro del equipo de fútbol.

Nadie se salió de control, pero si la pasaron muy bien, aunque la mayoría se había dado cuenta que Marcos se había pasado un poco, por suerte era un borracho alegre y todos terminaron riendo de sus tonterías.

Nadie le reprochó por llegar tarde. Nadie le preguntó dónde había estado. Y lo agradeció.

Mucho más tarde, cuando la mayoría estaba entretenido escuchando a Marcos que intentaba contar un chiste, pero no hilaba dos palabras juntas. Celeste le hizo una seña para que la siguiera.

Cuando llegaron a la cocina de la casa y todavía podían escuchar las risas de sus amigos que se encontraban en el patio trasero, pero mucho más amortiguadas; Celeste lo encaró.

La notaba demasiado nerviosa no solo porque se agarraba el bordillo de su remera y lo retorcía sin parar, sino también porque no podía sostenerle la mirada por mucho tiempo y entonces, se concentraba en recorrer el lugar una y otra vez.

No se sorprendía de lo mucho que había llegado a conocer a la chica rubia.

— ¿Celeste?— preguntó para animarla ante su silencio.

Ella cerró los ojos y respiró profundo para luego soltar el aire lentamente. Cuando abrió los ojos, lo miró de una forma tan intensa que Agustín no supo muy bien cómo interpretar o tal vez, tuvo miedo de hacerlo.

—Voy a hablar, pero necesito que no me interrumpas, sino me voy a acobardar y no te diré nada— esperó hasta que Agustín asintió para continuar— Me gustas— soltó a bocajarro — De verdad me gustas y mucho. Intenté olvidarlo, pero no funcionó. Entonces, opté por ignorarlo pero cuanto más me esforzaba, más crecía lo que siento por ti. Y luego, luego nos fuimos acercando y no lo pude detener y si no te lo digo, siento que voy a explotar— terminó un poco desesperada.

La chica esperó unos segundos, pero Agustín se quedó en silencio intentando procesar las palabras. Celeste se mordió el labio inferior y cuando junto valor, avanzó unos pasos hasta quedar frente al chico y besarlo.

Fue apenas un roce, un toque de labios, como un pequeño aperitivo, pero antes de que se convirtiera en algo más, Celeste se alejó.

—Si quieres, esto se puede quedar aquí— volvió a llevar sus manos al bordillo de su remera para calmar los nervios— No voy a enojarme, si quieres podemos continuar siendo amigos, solo dímelo— volvió a sonar desesperada.

Necesitaba saber si era un sí o un no, para volver a armar sus defensas y enfrentar la realidad del rechazo. Porque prefería la dura realidad que vivir en una ilusión sin atreverse a saber qué podría haber sucedido.

— ¿Eres una potterhead?— Celeste se desconcertó, Agustín se dio cuenta que era mejor aclararse— Esa fue una frase de Harry Potter, ¿eres una fanática?

Celeste siguió mirando sin entender. Después de declararle que estaba enamorada de él, ¿eso le iba a decir?

Nunca la habían rechazado de esta forma. Bueno, tampoco nunca antes se había declarado a alguien para que la rechacen, pero según las películas esto no sucedía. Decían otras cosas, como: "Lo siento, no me gustas", "Yo no siento lo mismo" u otras más crueles como "¡Eres horrible! Nunca sentiría algo por ti", "Me das asco".

Pero Agustín rompía barreras, era alguien fuera de lo común. Tal vez por eso se había enamorado de él.

— ¿Sí?— no sabía cómo reaccionar a esta situación.

Agustín sonrió de una forma tan bonita que Celeste volvió a sentirse derrotada.

—Yo también

Y acortó las distancias para volver a unir sus labios y como la primera vez solo fueron segundos. Pero no se alejó, sino que unió sus frentes para mantener la cercanía.

— ¿Eso es bueno?— preguntó un poco dudosa y atontada por la cercanía del chico con rulos.

—Muy bueno— y se volvió a acercar.

Ambos sonrieron contra los labios del otro. Y sin miedo a nada, se lanzaron hacia la nueva sensación que experimentaban.

Porque para Agustín, Moira era como un foco que atraía a todos los demás sin remedio, te atontaba y te quedabas revoloteando a su alrededor para intentar conseguir algo, pero corrías el riesgo de morir cuando se apagaba.

Pero Celeste... en realidad no sabía cómo sería con la chica, así que solo le quedaba arriesgarse.

Y estaba dispuesto a hacerlo.


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Maratón 2/5

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