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CINCUENTA: Graduados


                                    "Las heridas sanan, pero dejan cicatrices".

                                                          Aleluya - Reik ft. Manuel Turizo.


Cuando Agustín entró a su habitación el viernes por la tarde, lo primero que vio fue el uniforme del colegio sobre su cama. Su madre lo había lavado y planchado y lo dejó ahí para que él pudiera vestirse, ya que dentro de unas horas sería el acto de colación. Por fin, después de estar trece años en la escuela, terminaría la secundaria y podría entrar a la universidad el año que viene.

Era hora de comenzar a pensar en su futuro, aunque él ya lo tenía decidido, viajaría a Santa Fe para estudiar Administración de empresas y Comercio exterior. Santa Fe era una ciudad que estaba a 30km de distancia de su ciudad natal y separada por un gran río. Sería la oportunidad perfecta para alejarse de todo y conseguir la tranquilidad que tanto necesitaba.

Después de su ruptura con Celeste y su declaración a Moira, todo se había puesto patas para arriba. Celeste lo ignoraba en la escuela y había vuelto a sentarse al frente, bien lejos de él, pero no sola, Aaron siempre estaba a su lado. Su amigo había preferido a la chica, aunque de todos modos, Aaron estaba volviéndose a acercar a él y su amistad estaba volviendo lentamente.

Moira era un caso aparte, la chica no había concurrido los días siguientes a su declaración y Agustín hubiera querido saber cómo estaba, pero no lo hizo. Él también necesitaba tiempo y espacio para saber y aceptar lo que había sucedido. Nadie moría por amor, pero aún así dolía.

Cuando Moira regresó, fue evidente el distanciamiento entre ellos y eso provocó que volvieran los rumores. La mayoría de los alumnos hablaba de cómo Moira lo había engañado y él se había enterado que el hijo que ella esperaba no era suyo, entonces enfadado por la mentira la había dejado.

Moira no soportó las miraditas, las burlas y el desprecio. Sus calificaciones comenzaron a bajar y sus ausencias fueron en aumento. Finalmente, quedó libre y dejó el colegio, decidió que rendiría las materias después de tener a su beba. Se encerró en su casa para que nadie la viera, estaba avergonzada de sí misma.

A pesar de que ellos se habían alejado después del rechazo de ella, Agustín la seguía queriendo, así que la llamó y le dijo que pasara lo que pasara, siempre podía contar con él. Moira se lo agradeció, pero de todos modos no volvieron a comunicarse.

Agustín miró una vez más su uniforme para la colación y se dispuso a comenzar a vestirse, pero en ese momento su celular sonó. Se extrañó al leer el nombre de Moira en la pantalla.

—Hola —dijo para iniciar la conversación.

—Agustín, ¿puedes venir? —interrogó casi al borde del llanto.

El chico se alarmó al escucharla.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó al notar el miedo en su tono de voz. Algo no estaba bien.

—Creo que rompí bolsa y estoy sola en casa —comenzó a llorar y no pudo evitar que se notara lo asustada que estaba —Vení por favor, te necesito —suplicó.

Agustín ya se dirigía a la cocina donde estaba su madre ordenando las cosas antes de irse al acto de colación.

—No te preocupes, ya voy para allá —dijo él para tranquilizarla.

—No tardes, tengo miedo —mencionó entre sollozos.

—No te voy a dejar sola, estaré ahí.

Luego, todo pasó muy rápido, le explicó de forma apurada a su madre lo que estaba pasando. Ella solo entendió que Moira estaba a punto de tener a su hija, así que manejó rápido a la casa de la chica mientras se comunicaban con los padres de la amiga de su hijo.

Cuando llegaron, Moira estaba sentada en el sillón llorando, las contracciones todavía eran leves, pero era innegable que en un par de horas daría a luz. Trataron de tranquilizarla, mientras la llevaban al auto para dirigirse directamente al hospital donde se reunirían con sus padres.

Moira estaba al borde de un ataque de pánico y solo pudo tranquilizarse cuando su madre le prometió que entraría con ella a la sala de parto.

Fueron horas interminables para Agustín, su madre y el padre de Moira, quienes estuvieron todo el tiempo en la sala de espera. Sin obtener muchas noticias.

Cerca de las diez de la noche de ese día viernes de un diciembre caluroso, mientras la mayoría de los alumnos recibía su diploma que certificaba que habían terminado el secundario, Moira traía al mundo a su hija y Agustín solo pedía que todo saliera bien.

Cuando pudo entrar a la habitación para verla, después de varias horas y ya bien entrada la madrugada, Moira estaba realmente agotada. Su rostro necesitaba urgentemente varias horas de sueño.

—¿Interrumpo? —dijo mientras asomaba la cabeza por la abertura de la puerta.

Moira al verlo, negó con la cabeza y esbozó una sonrisa cansada.

—Pasa —dijo ella.

—Iba a preguntarte cómo estás, pero realmente al ver tu cara creo que no es necesario —dijo burlón para aligerar el ambiente.

Se sentó en la silla que estaba al lado de la cama y ella hizo el amago de golpearlo.

—Estoy destruida, recuerdame nunca más tener hijos —dijo mientras cerraba los ojos.

Agustín no respondió, esta era una de las pocas y extrañas veces en que Moira mencionaba y hablaba de su maternidad. Pero el chico suponía que haber tenido a su hija lo hacía real. Antes podía fingir que la panza solo era gordura o evitar hablar de eso, pero ahora esa niña ya era algo tangible, algo que podía ver y tocar. Era una persona, una niña indefensa que respiraba y existía.

Una enfermera entró a la habitación, con un pequeño bulto envuelto en mantas en sus brazos.

—Esta hermosa niña quiere ir con su madre —mencionó con voz suave y dulce.

Moira se tensó al darse cuenta que se le pedía que la tuviera, Agustín se percató y se puso de pie inmediatamente. La enfermera notó el avance del chico, así que con una sonrisa se la entregó, mientras le explicaba cómo debía sostenerla.

Era la personita más pequeña e indefensa que Agustín había visto en su vida, pero también lo más maravilloso. Era increíble como hasta hace unas horas ella prácticamente ni existía y ahora la estaba sosteniendo, como esa imagen del ultrasonido se había convertido en una beba tan hermosa.

Sonrió por los milagros que la vida ofrecía y con mucha suavidad besó la diminuta mano con cinco deditos que se había agarrado de su pulgar.

—Felicidades, acaban de graduarse como padres —susurró la enfermera, no queriendo romper la atmósfera que se había creado.

Moira pudo sentir cómo la realidad se abría frente a ella, acababa de convertirse en madre y ese hombre que sostenía a la niña era Agustín, su mejor amigo pero quién la amaba como mujer.

Lo vio y lo sintió de una forma diferente.

Tal vez, entre ellos no estaba todo dicho todavía.



¡Amores míos, llegamos al capítulo número 50! ¡Ni yo me lo creo!

Agustín está una vez más para Moira, quien acaba de traer al mundo a su hija. ¿Qué les pareció? ¿Qué creen que pasará ahora? ¿Moira cambiará de parecer? Pues, habrá que esperar...


PROHIBO LA COPIA TOTAL O PARCIAL DE LA OBRA, ASÍ COMO TAMBIÉN LAS ADAPTACIONES. USA TU PROPIA IMAGINACIÓN Y CREATIVIDAD, NO LA DE OTROS.

TANTO LOS PERSONAJES COMO LA HISTORIA SON MÍOS. NO AL PLAGIO.


Solo quedan 2 capítulos... ¡Nos leemos mañana!


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