Me quede con las ganas.
Para Fernandita a donde quiera que se encuentre la desgraciada.
Me quedé con las ganas pendientes, con un par de besos que me reclaman tus labios a la hora del café, con un montón de planes en mi cabeza donde figuraban tus ojos, tu aliento, la forma de tus cejas y esa sonrisa que curaba mis males.
A dónde irán esos mensajes dulces al despertarnos, el revoloteo en mi estómago al encenderse la pantalla del móvil y ver tu nombre, las llamadas que no encontrarán destino entre nosotros y caerán por la cornisa de un edificio de treinta y dos pisos.
Me quedé con las ganas pendientes, y podría jurar, que el restaurante griego al que nunca fuimos también lo hizo, o el parque al que no paramos por las jodidas prisas, o el pueblito al que prometimos volver y ese viaje que postergamos tanto que encontró fecha de caducidad entre la rutina.
Ya no sonarán tus pasos juntos a los míos en las banquetas, en las fiestas familiares habrá siempre una pregunta incómoda, quizá la señora del pan alguna vez se pregunte por qué ya nunca volvieron los enamorados, y es que, pensándolo bien, a quién carajos mirara la luna con tanta emoción al caer la noche.
Me quedé con las ganas pendientes, con tus caricias subiéndome el tono de esos besos que nos faltaron, con el recuerdo de tu mirada poniéndole color a los insomnios, con mi playera vieja buscándote en las noches al acostarme, con mis manos echando de menos las tuyas, con mi sonrisa fingida pensando en ti.
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