Para: Adriana L. G.

No importa cuantas ganas le pongas a una persona, si esa persona ya no quiere estar contigo lo demuestra. lo demuestran sus ojos sin brillo cuando lo observan, lo denotan sus besos fríos cuando se despiden.

Lo enmarcan sus sonrisas fingidas cuando cuentas algún chiste. Lo escribe su indiferencia, su falta de atención; incluso, su inexistente comunicación.  Atrás quedaron las charlas hasta las 3:00 o 4:00 AM donde ambos eran participes; se perdieron las sonrisas de las buenas nuevas, las lagrimas de las frustraciones.

Poco a poco las llamas de la pasión se van consumiendo; las pocas ideas para reavivar la chispa se van extinguiendo como una fogata olvidada en la playa.   Se fue acabando la necesidad de comerse a bocanadas de besos las espaldas; a veces, se tiende a arañar los sueños con tal de que estos no se mueran, que no se apaguen como el amor, hasta que un día, sin deberla, ni temerla, decides recoger lo poco que te queda y continuar tu viaje.

Atrás quedaron ya las risas, los sueños, las metas, las ideas de toda una vida juntos, comienzas a conocer y a sentir curiosidad por otras pieles, por otros ojos, otras manos, y simplemente, no importa cuantas ganas le pongas a una persona, si esa persona ya no quiere estar contigo, no importará ya nada, simplemente se irá, dejándote un vacío, un corazón roto, o quizá hasta una nueva ilusión.

Así son las despedidas.

-Diesan-