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3 de febrero de 2009

Tras dos semanas de preparación Marcus estaba listo para su actuación. Cada tarde, cuando Irene volvía de ir a echar curriculums, ensayaban trucos que todo el mundo había visto hacer a Marcus en las calles, mientras que se pasaba todas las mañanas garabateando trucos que podía hacer si conseguía hacerlos funcionar.

Casi nunca cenaba por caer rendido en la cama tras un día agotador y poco antes de media noche se despertaba para salir sigilosamente sin despertar a Irene, volviendo a las horas cubierto de sangre o con cosas recién robadas que la noche siguiente tendría que dejar en algún lugar.

Le gustaban esas escapadas, pero llegaba a casa mentalmente agotado y solo quería tirarse en la cama hasta que el despertador de Irene sonase para que ella se fuese a echar currículums, pero muchas veces eso era imposible. Había ocasiones en las que era incapaz de volver a dormir y acababa haciéndole el desayuno a Irene después de no haber dormido nada. Esas veces eran las mejores. Las peores eran cuando, al llegar, Irene estaba despierta, mirándolo entre decepcionada con él y consigo misma. A Marcus se le caía el alma a los pies cada vez que la veía así, pero era su única fuente de ingresos por el momento, a ella no la contrataban por falta de estudios y él aún no había empezado con sus actuaciones, al menos hasta ese día.

No había aceptado ningún trabajo para la noche anterior, y tampoco había salido a hacer nada por su cuenta, estaba demasiado nervioso como para concentrarse en nada. Irene había tratado de tranquilizarlo de tantos modos como se le había ocurrido, pero no había conseguido nada.

Tras el escenario, Marcus estaba sentado mirándose en uno de los tantos espejos que tenía preparados para las ilusiones, se sentía ridículo totalmente repeinado como si llevase un gato en la cabeza y con esa camisa de mago tan ridícula que parecía sacada de hacía un par de siglos, lo único con lo que estaba cómodo era con aquellos vaqueros negros que Han le había dejado usar. Este se encontraba sentado tras de Marcus, tamborileando con los dedos sobre el reposabrazos de aquella silla giratoria.

—Lo harás genial, Phi. Te preocupas por nada. —Aquel hombre que tanto le había dado se había acostumbrado a llamarle por su apellido y nombre artístico, evitando así un encariñamiento que les permitía tener una relación profesional.

—No sabes lo importante que es para mi y para Irene que esto vaya bien... —Su voz era solo un susurro, algo que a los oídos de su jefe llegó como un murmullo indescifrable.

—Estás nervioso porque es tu primera actuación en un lugar "importante" —Marcus vio cómo hacía las comillas con los dedos por el reflejo del espejo —, pero te puedo asegurar que todo va a ir tan bien como cuando actuabas en la plaza o en el banco de esta calle. Son trucos que has practicado mil y una veces y que todo el mundo te ha visto hacer.

—¡Ese es el maldito problema! —La voz de Marcus se alzó de golpe mientras se giraba para mirar de frente a su mentor —. Esta vez nadie sabe lo que habrá pero, ¿Y los días de aquí en adelante? ¡Sabrán que están pagando por ver algo que antes veían gratis! No hay apenas novedades, y la gran mayoría de novedades son simplemente la adaptación del truco al escenario.

—Por favor, es tu primera actuación, solo hay que hacerte ver que tienes potencial, nadie espera una actuación magistral de un mago primerizo.

Antes de poder contestar vio como los pies de aquel hombre tocaban el suelo para irse a apagar las luces y empezar a preparar todo para la actuación.

Se giró para volver a mirarse en el espejo, ese truco con los espejos era algo que aún no había perfeccionado al cien por cien y podría acarrear que alguien saliera herido, Han le había prohibido tajantemente intentar usarlo, pero lo tenía listo por si veía a la gente aburrirse con los trucos que todos conocían.

Caminó hacia las escaleras que subían hacia el ático en el que vivían cuando escuchó los pasos de Irene. Estaba preciosa, mil veces mejor de lo que estaba él, llevaba una blusa roja con el escote en pico y manga francesa, junto a unos pantalones negros ajustados que la hacían ver más alta de lo que era en realidad.

—Estás preciosa mi vida.

—Tú pareces un vampiro intentando actualizarse. —Ese comentario hizo que Marcus soltase una carcajada e Irene sonriera.

—En principio no deberías salir siquiera, pero gracias por pensar que seré capaz de hacer el truco final.

—No pienso que seas capaz, sé que eres capaz, llevas diseñando trucos desde que te regalé aquella libreta, ponerlos en práctica seguro que se te da de maravilla. —Se acercó hasta la mejilla de Marcus para darle un suave beso mientras a este se le borraba la sonrisa, sí, usaba el cuaderno para diseñar trucos, pero también para planear ciertos asesinatos que le gustaría efectuar, pero que no se había visto capaz por la complejidad logística.

Cuando abrió la boca para responder escuchó como su mentor lo presentaba al público y salió corriendo hacia el escenario mientras su novia se reía de los nervios de su pareja.

Marcus se centró en el escenario tras el telón y respiró hondo, aguantando el aire hasta que vio como las cortinas se separaban, fue entonces cuando empezó a expulsar el aire y se dejó llevar.

Se sentía libre en el escenario, pero tenía límites, no era su elemento natural, era una creación artificial, y eso le hacía sentir que no podía expresarse con toda la libertad que le gustaría. Miró de reojo al público, pero aquello fue un error, Han le había dicho que no lo hiciera, y ahora entendía por qué. No había una sola cara de fascinación, siquiera de interés. Todas sus esperanzas de tener una vida buena y normal con Irene se fueron a pique.

Levantó la mirada a entre bastidores, viendo a Irene con una sonrisa de apoyo, animándose levemente con eso y mirando de frente al público.

—Tras estos trucos de calentamiento, llega el truco final —Miró entre bastidores de nuevo, la cara de su mentor decía que parase en ese mismo instante, pero Irene le sonreía mientras caminaba hacia el escenario —. Hasta ahora no habéis visto nada que no vieseis gratis cuando actuaba en la calle, pero durante este tiempo me he dedicado a perfeccionar y crear trucos que os harán experimentar la verdadera magia.

El público contuvo el aliento por primera vez desde que el espectáculo había comenzado, Irene llegó a su altura y Marcus le vendó los ojos, dispuesto a comenzar con un truco que, de salir mal, podría dañar gravemente a su amada, ya que en contra de la creencia popular, cuando había un ayudante el mago era la distracción y no al revés.

A los pocos segundos Marcus escuchó un grito, estresándole por un momento pensando que Irene ya había salido herida, pero era un grito de sorpresa, era la primera vez que hacían ese truco sin dar avisos de qué sucedía en qué momento. Irene había desaparecido de escena ante los ojos atónitos de todo el teatro, pero claramente eso no era lo importante, hacer desaparecer cosas es fácil, lo difícil es hacer que aparezcan de nuevo de forma que deje al público con ganas de más.

Con un gesto Marcus dirigió la atención del público hacia la entrada del teatro, donde una Irene sonriente y resplandeciente se encontraba saludando al público, o al menos eso parecía. Después de ella chasquear los dedos volvió a desaparecer, mirando todo el público al escenario, esperando encontrarla de nuevo junto al mago, pero este tenía una sonrisa de superioridad mientras negaba lentamente, con un nuevo gesto dirigió la mirada a una butaca entre el público, y los asistentes que se sentaban cerca de ahí se vieron sobresaltados con la presencia de la joven que se encontraba a su lado, saludando tímidamente al mago que la transportaba de un lugar a otro, para desaparecer nuevamente.

Por última vez hizo reaparecer a su amada, esta vez a la de verdad, y no a una ilusión creada con espejos, haciendo que el público se levantase y aplaudiera. Marcus se fijó bien en su ayudante, tenía la respiración agitada, la venda de los ojos era para que no lo pasase tan mal en la caída por la trampilla, ya que imaginaba cosas en aquel espacio tan pequeño, pero la oscuridad de la venda no era una solución total, ya que le alteraba por malas experiencias en la oscuridad.

Cuando el telón se cerró Irene no pudo evitar abrazarlo, feliz por el éxito y aterrada por esos segundos de oscuridad de los que aún no se había recompuesto.

—Tranquila, esto será solo estos días, hasta que se terminen los shows de presentación, después adaptaré todos los trucos para que no te de miedo.

—No, no te preocupes, haz los trucos funcionales, olvídate de mis miedos... total, yo soy solo provisional hasta que encuentres una ayudante de verdad.

—Oh, mi vida —susurró mientras le acariciaba el pelo —, sabes que eres provisional porque no te gusta este mundillo, pero serás mi ayudante hasta que decidas parar o encuentres otro trabajo.

Ambos sonrieron al otro y, justo cuando sus labios iban a juntarse en un cariñoso beso, unos aplausos desenfrenados los interrumpieron.

—¡Bravísimo, Phi! ¡El mejor truco que he visto desde hace muchísimo! El teletransportar personas está muy visto, pero esto... ¡Qué naturalidad haciéndola aparecer y desaparecer!

—Señor Ling —Irene fue la primera en reaccionar —. Subestima usted a Marcus, ¡Es un gran mago!

—Irene, cariño, yo... —Este fue interrumpido mientras hablaba por la voz de su mentor.

—Todos los trucos a partir de ahora serán de esos que diseñas, nada de trucos aburridos y baratos, en cuanto acabemos el pase de presentación habrá, como mínimo, un truco diseñado por ti en cada espectáculo.

Los ojos de Marcus brillaron de emoción, tenía pensado adaptar los trucos que le había permitido hacer para que Irene no lo pasase mal, o al menos no tan mal, pero ahora podía diseñar trucos totalmente nuevos para que la gente quedase boquiabierta en cualquier momento sin que su novia lo pasara mal a la hora de tener que esconderse o de "sufrir lesiones".

—Vente esta noche a cenar a mi casa con tu cuaderno de trucos, solos tu y yo, para ver que trucos son los que podemos aprovechar. —Marcus miró a Irene, no le gustaba dejarla sola mientras ella estaba despierta, pero esta asintió con una sonrisa, sabía que era una muy buena oportunidad para Marcus.

Por la noche Marcus se encontraba frente a la casa de su mentor. Era una casa unifamiliar enorme para una sola persona, ahí había espacio para una familia de tres hijos y un perro, era la casa que Irene soñaba y que Marcus trabajaba por conseguir.

Cuando entró en la casa quedó aún más maravillado, no encontraba palabras para describir esa casa de blancas paredes y techos altos, con grandes ventanas pero cubiertas por cortinas para ganar luminosidad sin perder privacidad y suelos de madera. Podía ver al fondo del pasillo unas escaleras que daban a un piso superior y, por lo poco de pasillo que quedaba tras las mismas, debía haber una puerta que diese a un almacén o al sótano.

Se giró para ver a su mentor, que era quien le había abierto la puerta, este le recibió con una gran sonrisa, tenía la mano extendida pidiéndole el cuaderno que Marcus aún no había soltado. Había sacado cuidadosamente las hojas que utilizaba para pensar los asesinatos, pero tenía miedo de haberse olvidado de alguna.

—¿No podemos cenar primero? Este cuaderno es especial y lo de dentro es todo inventado por mí, no sé si será tan bueno como esperas...

—Tonterías, seguro que es buenísimo. —Le quitó la libreta a Marcus de las manos y empezó a ojearla mientras este se ponía cada vez más nervioso, pero los ojos de Han solo hacían chiribitas.

Antes de decir nada lo empujó a sentarse en la mesa, mientras cenaban Ling no paraba de hablar de grandes proyectos en los que Marcus estaba incluido, pero Irene no. Según la conversación avanzaba Marcus dejaba de sentirse incluido en ese plan y empezaba a sentirse como una herramienta de enriquecimiento para ese hombre que tenía sentado ante sí. Estaba dejando de ser el bonachón que había conocido.

La mente le iba a mil, seguía el hilo de la conversación por si le hacía alguna pregunta mientras planeaba cómo dejar de ser su herramienta y sacar provecho de ello, pero no había manera de sacar provecho de ese hombre, al menos no si estaba vivo. Su mente se aclaró de repente: tenía que arreglarlo todo para que, cuando muriese, él fuese el único beneficiado.

La noche siguió adelante, Marcus iba llenando la copa de su anfitrión cada vez que se vaciaba, lo necesitaba en un estado de ebriedad tal que no recordase haber redactado y firmado un testamento nuevo.

Tardó poco en estar tan borracho que ya ni sabía dónde estaba, así que en poco tiempo Marcus le estaba dictando un nuevo testamento que, de alguna manera, conseguía teclear en el ordenador. Cuando estuvo listo lo imprimió y Marcus falsificó las firmas necesarias, quedando perfectamente. Era un documento oficial calcado, cualquiera se lo creería.

Llevó a su reciente víctima hasta la cama para que descansase y, mientras revisaba de nuevo el testamento, cayó en la cuenta de que cuanto más esperase, menos iba a heredar.

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