Marcus paseaba por la casa tarareando una melodía conocida por todos, acabando de llegar de un homicidio múltiple, manchado de sangre hasta las cejas, acercándose despacio al clon de Irene que había engañado para que estuviese en una relación con él.

—Hola mi vida y mi corazón. —La voz de Marcus debería sonar dulce, pero era aterradora, sobre todo si se unía a la imagen que tenía en ese momento.

La mujer que había sentada en el sofá lo miró aterrada. Se llamaba Eva, era de la misma edad que Irene, habían nacido el mismo día con algunas horas de diferencia, pero físicamente eran iguales. Le fallaba la personalidad, mientras que Irene lo retaba y calmaba cuando algo no iba bien, Eva simplemente se asustaba y pedía piedad.

Eva sufría de un síndrome de Estocolmo notorio. Siempre había tenido la autoestima baja, y el día en que un hombre tan atractivo como Marcus se le acercó pensó que iba a reírse de ella, pero la trató mejor de lo que nunca jamás nadie lo había hecho. El proceso que tan lento solía ir de manipular a alguien para que perdiese la autoestima y se aferrase con fuerza a la persona dominante se aceleró en cuanto Eva conoció a Seth. Quiso y adoró tanto al niño que fue un punto extra a favor de Marcus, que le hizo romper las pocas relaciones de amistad y familia que tenía, usando al niño siempre como excusa, pidiendo que le cuidara a su hijo mientras él trabajaba.

Pronto Eva dejó de trabajar para cuidar todo el día de Seth, viviendo ya con Marcus y el niño, descubriendo poco a poco que ese hombre del que se había enamorado era en realidad un asesino y un violador, un hombre que se dedicaba a robar y a amenazar, que la había manipulado para que ella fuese una víctima más. Pero ya estaba enamorada de él, ya dependía totalmente de aquel ser con el que compartía vida. Decidió que usaría sus días junto a ese monstruo para hacer que la vida del niño que tenía de su antiguo y seguramente único amor no lo pasara tan mal como ella lo pasaría.

—¿Qué pasa, cielito? ¿Se te ha comido la lengua el gato?

Mientras Eva temblaba Marcus se acercó hasta besarla, manchándola de sangre y asustándola aún más de lo que ya estaba.

—¿Mamá Eva? —La voz de Seth los interrumpió en ese extraño beso, Marcus lo miró con una tétrica sonrisa.

Se acercó y lo cogió en brazos, dando vueltas como si bailara con el niño y acercándolo a Eva.

—Ella no es tu madre, ni lo será nunca, así que deja de llamarla mamá Eva. Es una zorra de la calle que encontré por ahí tirada y que intenta ser alguien.

Marcus dejó a Seth sobre el regazo de Eva, que abrazó al niño y este la consoló como pudo.

Se acercó despacio hasta el cuarto del niño, llevándolo en brazos, mientras el que era el único hombre de su vida abría la ducha, mientras gritaba una última vez "nunca serás como Irene".