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Epílogo


POV Leslie 

21 de agosto, 2017

América no ha querido salir de su casa por una semana entera. Es tan buena actriz que su mamá creyó todo sobre tener fiebre, o una gripe, algo extraño que la dejó en cama durante una semana.

Pero odié no poder estar con ella, no permitió que nadie la visitara con la excusa de que estaba muy mal y es contagioso, obviamente, y yo tengo tres cabezas. Así que ideé un plan junto con Renato y Eduardo para sacarla de su casa.

Hablé con su hermana, la cual estaba también un poco deprimida ¿Qué pasa en esa casa? La depresión le llegó a todo el mundo. Le dije que nos abriera la puerta el día que su mamá no esté y entramos.

A África se le veía horrible, solo con su pijama, círculos oscuros y bien profundos bajo sus ojos, su cabello hecho un desastre, ella no era África. Y así con miedo fuimos a la habitación de nuestra mejor amiga.

Me hizo acordar a la cueva de un vampiro. Obligamos a América a levantarse de su cama, darse una ducha y luego hablar con nosotros mientras le cocinábamos algo para que coma.

—Fue horrible —murmura ella apareciendo en la cocina. Parece una zombie.

—No has ido a la universidad en una semana — le riñe Eduardo.

Ella se encoge de hombros y se sienta en una de las sillas que adornan su cocina.

—¿Qué pasó, Mare? —pregunto yo un poco preocupada, le paso una taza de café porque ella lo ama.

—Pues —alarga la "e" y su voz se pone más aguda. Nos cuenta todo lo sucedido con Joaquín y su hermana. No puedo creer que África haya sido tan cruel como para hacerle eso a su propia hermana— ¡La odio!— chilla y sus ojos se llenan de lágrimas.

—Mare —Renato se le acerca y le rodea los hombros con su brazo como un disque abrazo. Le habla como si estuviera tranquilizando a una niña pequeña.

—¿Y qué vas a hacer? —le pregunto y me siento frente a ella. 

Eduardo se sienta a mi costado y Renato al costado de ella sin dejar de abrazarla. Ella apoya su cabeza en el hombro de nuestro amigo.

—No quiero hacer nada —confiesa—. Tengo que concentrarme en la universidad. En una semana me he perdido muchas cosas, solo por él. Le dejé un mensaje hace unos días y no me ha contestado, apuesto que no me quiere ver ni en figuritas.

—¿Mataremos a África? —pregunta Renato bastante serio.

Eduardo está completamente callado. Siempre he pensado que él tiene un crush por África.

—Ella merece sufrir —dice América y toma un sorbo de su café.

No voy a dejar que mi amiga pierda al único chico que ha querido en veintiún años, creo que tengo una idea para volverlos a juntar y que Joaquín entienda que América está loca por él, literalmente.

Miro hacia Renato y espero que entienda mi mirada, él me mira fijamente y a los segundos me guiña el ojo.

Vamos, lo conseguí.

***

—Te ves hermosa —le digo a Mare mientras conduzco hacia la cafetería donde nos reuniremos con nuestros amigos.

Ella se encoge de hombros como si no fuera gran cosa. Pero el punto es que ella tiene que verse bien, va a encontrarse con Joaquín en unos minutos. Realmente Eduardo y Renato la obligaron a arreglarse para hoy.

—¿Quieres que te cuente un chiste?

Ay no.

—Claro —finjo una sonrisa.

—¿Por qué el mar trae espuma? —sonríe de oreja a oreja, la primera sonrisa genuina que veo en días—Porque la sirenita se llama Ariel —empieza a reírse como loca y golpea la puerta del carro.

La miro de reojo y me rio a pesar de que el chiste no ha sido muy divertido.

—Ay, por favor —se queja—. Estuvo buenísimo.

—Claro —digo con ironía.

—Te cuento otro —no espera a que responda y me cuenta el chiste—. ¿Por qué un adivino no puede tener hijos? —se queda callada unos segundos viéndome—Porque tiene las bolas de cristal.

América explota en risas y se me contagia, y rio con ella. Me gusta verla riéndose después de varios días completamente seria y fría.

Llegamos a la cafetería entre risas y chistes. Bajo del auto un poco nerviosa y con toda la fe del mundo de que nuestro plan logre funcionar. Quiero ver a mi amiga reír y ser feliz de nuevo.

Entramos a la cafetería y diviso a nuestros amigos bien sentados en la mesa que habíamos acordado horas atrás. América y yo caminamos hacia ellos y los saludamos. Renato y Eduardo alagan el aspecto de mi amiga y ella solo muestra una sonrisa avergonzada.

En ese mismo instante veo a dos amigos de Joaquín – creo que son Kevin y Marcelo – entrar a la cafetería y segundos después entra el susodicho. América como si tuviera un sexto sentido voltea la cabeza en el preciso momento en que Joaquín entra.

¿Qué rayos?

La sonrisa de mi amiga desaparece y su rostro se pone pálido como si hubiera visto un fantasma.

—¿Qué hace él aquí?—pregunta entre dientes analizando cada movimiento del chico de sus sueños.

Me encojo de hombros y me hago la desentendida, lo mismo hace Renato y Eduardo, lo cual nos delata frente a América.

—¿Qué hicieron? —voltea la mirada hacia nosotros.

—Nada —somos pésimos actores.

—Pero...

—Vamos —la cojo del codo para animarla a que me acompañe—, me muero por una torta de tres leches.

Ella baja la mirada hacia el suelo y solo deja que la guie hacia donde están las tortas.

Hago como si estuviera buscando la torta que quiero y por el rabillo del ojo veo como Joaquín y sus amigos están viendo algo en la carta. Luego Kevin, creo, dice algo y Joaquín voltea y ve a América, la cual se encuentra en su mundo triste.

Volteo hacia donde están Renato y Eduardo, ambos están viendo la escena como si fuera una película. Noto que alguien se acerca a mi amiga y es Joaquín.

Mi plan está funcionando de maravilla.

Le toca el hombro para llamar su atención y ella levanta la mirada con lentitud hasta llegar a su rostro, sus mejillas enrojecen no sé si de vergüenza o de recordar buenos momentos.

Me alejo un poquito, no tanto, porque muero por escuchar aquella conversación.

—¿Joaquín? —pregunta ella bastante asombrada.

—Yo también estoy sorprendido de verte, aunque ya entiendo porque me insistieron tanto en venir aquí.

—Y-yo —tartamudea nerviosa—, no tenía idea de que estarías aquí.

Joaquín se encoge de hombros y voltea la cabeza para fulminar con la mirada hacia sus amigos, los cuales solo le sonríen y le animan a que siga la conversación.

—Mare...

—Antes de que digas algo, tienes que saber que estoy muy arrepentida, realmente fue un plan tonto, yo no sabía que en algún momento te ibas a enterar —empieza a divagar— porque sé que no tiene sentido...

Joaquín se acerca a ella y le tapa la boca con las manos.

—Te perdono —murmura—, aunque no creo que podamos seguir juntos.

—Lo sabía—dice ella apartando la mano de él de su rostro—, estás con otra. Así tan rápido y te olvidas de mí.

—Mare...

—Es que yo sabía que te iba a perder, pero solo fue unas semanas...

—Mare...

—No entiendo cómo pudiste cambiarme tan rápido, sé que cometí una tontería.

América se queda callada porque de pronto Joaquín la besa, cabe recalcar que es una buena manera de que esa mujer se calle.

Renato y Eduardo chillan en sus asientos emocionados, y yo también de emocionada pego un brinco levantando mis brazos en actitud de celebración, celebro tanto que no me doy cuenta que golpeo a alguien que se encuentra detrás de mí. Volteo al instante e intento ayudar al chico que acabo de maltratar.

—Disculpa —digo al instante y veo que el pobre chico se soba el vientre. Le di un codazo, que bueno que no fue más abajo.

—No te preocupes —inquiere haciendo un gesto de dolor—, no fue tu intención, debí de darme cuenta tu celebración.

—En serio lo lamento tanto.

Él asiente y con aquel mismo gesto de dolor se dirige a una mesa con bastantes personas. Olvido lo que acaba de pasar, mi curiosidad no aguanta y vuelvo la cabeza hacia dónde está mi amiga con el chico de sus sueños. Hablan entre ellos tan bajito que no logro escuchar, y a los segundos ambos se sonríen entre si, América voltea a verme y se despide, Joaquín hace lo mismo con sus amigos.

Los veo a los dos salir de la cafetería no sé a dónde pero espero que vuelvan a estar juntos.

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