Capítulo 5
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Debí de haber puesto una cara de ignorancia total, que el gesto serio de Valeria se relajó.
—No sabes de qué trata ese síndrome, ¿cierto?
—Bueeeeeno...
Observé al techo y me rasqué la cabeza tratando de hacer memoria. No quería quedar como una ignorante. Pero, cuando luego de varios segundos, por más que hacía memoria y no encontré ninguna referencia para el bendito síndrome de Yamamori (¿o era Himamari?), di mi búsqueda por terminada. No me quedó otra que hacer un puchero y mostrarme como la ignorante que en realidad era. Total, ya bastante había dejado de lado mi orgullo a un lado al saber que me había portado mal con ella y reconocerlo, que una raya más al tigre no importaba.
—El síndrome de Hikikomori se puede decir que es una enfermedad actual y que tiene que ver con las tecnologías, ¿quizá? Aunque hablo desde cierta ignorancia, cierto. No soy psicóloga ni nada parecido. Pero te cuento por lo que he podido investigar de él en internet y los síntomas que he podido ver en alguien muy cercano.
‹‹¿Enfermedad?››, pensé arrugando la ceja. ¡Esto no pintaba nada bien!
—Este produce que un muchacho se aísle de la sociedad, no tenga amigos, no tenga novia, ¡ni siquiera tenga contacto con su familia! Literalmente, se aísla de todo y se la pasa las veinticuatro horas del día en su habitación, navegando en internet, jugando vídeojuegos o solo viendo el cable, etc. En fin, en cualquier actividad que no requiera de contacto físico con nadie... —Suspiró profundo y arrugó las cejas—. ¡Con nadie!
Pasé saliva ante un escenario así. ¿Cómo podía haber personas que quisieran estar alejadas de la sociedad, sin querer tener amigos, novia o demás?
—¿Como un ermitaño? —pregunté curiosa.
—Algo así, pero yo diría que es peor.
Apoyó su cabeza en su mano derecha, al tiempo que su vista se perdía en la pared contigua. Seguro que rememoraba detalles de lo que me estaba explicando.
—Aunque su caso no es tan extremo como los que he visto en documentales de varios chicos de Japón, pero... —Arrugó la frente—. Si sigue así, fácil podría llegar a una situación que requiera de asistencia profesional. Pero él, tan terco como es, dudo mucho de que quiera reconocer que necesita ayuda. Y tal y como están las cosas, de mal en peor y con el tiempo en contra, no sé qué va a ser de Daniel cuando se quede completamente solo —dijo apoyando su frente sobre su mano derecha y mirándome con expectación.
Ladeé la cabeza pensativa.
—¡Me estás preocupando, Valeria! —exclamé tratando de hacerme una idea sobre lo que me contaba—. ¿Acaso ese escritor es un lunático y quieres que trabaje con él? —hablé bastante desconcertada—. ¡Dios mío!
Ella me miró y resopló profundo. Trató de relajar su rostro, pero el rictus de preocupación no se le iba.
—¿Has oído hablar a Dashiel Patterson? —preguntó esbozando una falsa sonrisa.
¡Esperen un segundo! ¿Dijo Dashiel...? ¡¿Dashiel Patterson?!
—Te refieres a... —Pasé saliva—. El chico ese que escribió una novela de ciencia ficción y...
Ella asintió.
—Sí, ese mismo.
¡¿Q-U-É?!
¡Esperen un segundo! ¿Dijo el sexy ojos claros —que te provocaba mil orgasmos—, de pelo sedoso castaño, hermoso, bello y sensual Dashiel Patterson? Ay, Dios mío, Dios mío... A mí me iba a dar algo... A mí me iba a dar algo... ¡Esto no podía ser cierto!
En mi adolescencia, junto a mis crushes de One Direction, había tenido otro por el que moría en sueños, literalmente hablando: Dashiel Patterson.
Él había sido un escritor peruano que, a muy corta edad, había dado mucho de qué hablar al publicar su primera novela de ciencia ficción, "El mundo de los dobles", la cual hablaba de un sociedad futurista en la que los humanos solo se relacionaban virtualmente. Aquella había sido un éxito total. No había habido blog de reseñas o booktuber que no hablara positivamente de esta novela.
Yo había quedado fascinada al leerla. Me había devorado su libro de quinientas páginas en cuestión de solo dos días, ¡dos días! Y, más de una vez, les había pedido llorando a mis padres que me permitieran viajar a la capital para asistir a sus firmas de libros, a las cuales ellos, para variar, se habían opuesto rotundamente; primero, alegando que era muy chica para viajar por mí misma a Lima para ello; luego, cuando había crecido lo suficiente, de que no tenían dinero para pagarme el viaje a la capital.
Ya después, cuando me vine a Lima y había querido saber qué había pasado con mi crush, para por fin conocerlo en persona y tener su tan preciada firma en mi libro, ¡simplemente había desaparecido del mapa! No había librería, feria o evento literario alguno que lo anunciara. Debido a esto, había indagado en todas librerías habidas y por haber, así como con los chicos de las editoriales con los que me topaba, si sabían algo de Dashiel Patterson o de si iba a sacar un nuevo libro, pero nadie nunca supo darme referencias, Valeria incluida.
Desde hacía varios años que no publicaba nada y nadie sabía qué había sido de su vida. Era como si la tierra se lo hubiera tragado. Y así, al transcurrir el tiempo, crecer y tener otras prioridades como estudiar y escribir nuevos libros, se había esfumado mi interés de fan enamorada por él... Hasta ahora.
No supe cómo, pero le conté de una manera tan atropellada y emocionada a Valeria de mi fanatismo por él, que ella soltó una carcajada para luego invitarme un vaso con agua de la pequeña jarrita. que descansada en una mesita de la esquina. Con mil mariposas revolucionando en mi interior, tuve que coger el abanico que tenía en mi bolso para darme aire. Estaba hiperventilando, literalmente hablando.
—Recuerdo que un par de veces me preguntaste por él, pero nunca imaginé que... —Ladeó la cabeza y me miró divertida—. Bueno, que fueras tan...
—¿Tan?
—¿Apasionada sería la palabra? —dijo frunciendo la boca.
Suspiró profundo.
—Es que, a ver... —dije azuzando las manos como loca—. Me estás diciendo que, después de soñar y amar durante tantos años a quien fuera mi amor platónico en la adolescencia... ahora... ahora...
Le di un sorbo al vaso con agua. Tenía que calmarme y no parecer una loca hormonal. Pero, Dios, era tanta la emoción en mi cuerpo al saber de semejante noticia, que me temblaba la mano y por poco derramaba el agua sobre el escritorio.
—¿Voy a tener el placer de conocerlo en persona, y si se puede, de trabajar con él? —dije con el temblor de mi voz.
—Si aceptas mi oferta... —habló enarcando la ceja—. Pues sí.
—¡Ay Dios mío! ¡Ay Dios mío! ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡No lo puedo creer! —exclamé levantándome de la silla, chillando y dando gritos y saltos de emoción en toda la habitación.
El latido de mi corazón revolucionaba a mil por hora. Mi frente, y no por el calor, sudaba como no tenían idea. Mis manos las azuzaba sin parar en un movimiento continuo, semejante al que una haría en un concierto de su banda favorita.
No supe por cuanto tiempo estuve haciendo mi show de fangirl enamorada, pero... luego de que los latidos de mi corazón y mi respiración se tranquilizaran, lo que a continuación me diría Valeria me cayó como baldazo de agua fría:
—Viéndote así, no sé si sería buena idea encargarte el trabajar con él.
De inmediato, me acerqué donde ella y me senté sobre la silla.
—Pero ¿qué dices? —hablé en voz alta y con una emoción indescriptible—. ¡Claro que me encantaría trabajar con él! Por Dios, ¡es mi sueño hecho realidad! Conocerlo en persona, saber cómo se le ocurrió semejante novela, hacer que firme mi libro, disfrutar de su hermosa sonrisa, perderme en su seductora mirada.. ¿Y quién sabe? Luego... él... yo...
Tuve que obviar decir lo que mi mente pervertida pensaba en ese instante. No quería que Valeria creyera que tenía frente a sí a una escritora de novelas eróticas, en lugar de fanfics de boy bands.
Cuando emití mi último suspiro y decidí volver a la tierra, lejos de mis sueños nada católicos con el bello y guapísimo Dashiel Patterson, lo que me dijera Valeria me supo a una estocada final:
—Pues no sé si sea buena idea que trabajaras ahora con él —habló frunciendo la frente.
—¿Qué quieres decir? —pregunté apoyando mis dos manos en la mesa y observándola con atención—. ¿No has escuchado que me moría y me muero por conocerlo? ¡Claro que quiero trabajar con él!
Ella inspiró y exhaló profundo.
—Dash ya no es ni la sombra de lo que era antes, Eli —dijo con tristeza.
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