Capítulo 3
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Cuando entré a la oficina de Valeria, el escenario era igual de desfavorable. Habían sacado varios muebles que acompañaban a aquella.
Mi editora se caracterizaba por ser una friki total. Había tenido su oficina decorada con muebles en alusión a diversas sagas literarias desde Harry Potter (desde un pequeño baúl que asemejaba al que usaba el equipo de Quidicth, en donde guardaban la Snitch, dos Bludger y una Quaffle), Las Crónicas de Narnia (una "estantería" había sido adaptado para poner libros y que recordaba al famoso armario de la película "El león, la bruja y el armario"), El señor de los anillos (sillas, un gran sofá y cojines con alusión a ellos, en especial, el de color blanco con dibujos de Gollum era mi favorito). Sin embargo, ninguno de estas decoraciones, que adoraba ver siempre que iba a hablar con ella, estaban aquí. ¡Por Dios! ¿Qué estaba ocurriendo?
—Valeria, ¿qué pasó? —dije a pocos metros de ella, sin esperar nuestros diálogos de costumbre (‹‹Hola, ¿qué tal? ¿Cómo te va en la universidad?››, ‹‹Bien, justo mañana tengo una reunión en 'La calavera del diablo'››, ‹‹Me refería a tus estudios, no a tu vida social››).
—Hola —alegó ella con una pálida cara.
Definitivamente, todos en la editorial tenían un gesto que no presagiaba nada bueno.
—¿Se están mudando o qué? —Moví mi rostro con dirección al pasadizo—. He visto a varios hombres sacar cajas y...
—Siéntate mejor. Estas noticias es mejor recibirlas eh... —Suspiró profundo—. Sentadas.
Sentí una punzada en mi corazón.
¿A qué se refería con recibir una noticia estando sentada? ¿Tan terrible era que ponía en riesgo mi estabilidad física?
Busqué con mi vista la silla con el cojín de mis amores. De inmediato, me dirigí a ella para sentarme. Pero, antes de hacerlo, uno de los hombres de la mudanza se acercó a la oficina y preguntó:
—Señora, me tengo que llevar también aquellas sillas.
Valeria puso una cara de espanto.
—¡¿La de Gollum?! —grité.
¡Noooo! ¿Por qué? ¡A Gollum nadie se lo llevaría de mi lado!
Volteé para observarla para que le contestara como se merecía. ¿Cómo podía permitir que desmantelaran de esa manera su tan preciada y especial oficina? Pero, cuando mis ojos se toparon con los suyos, no emitió palabra alguna. Su cara estaba tan sudorosa, que parecía que había estado corriendo una maratón de varios kilómetros. Solo atinó a servirse un vaso con agua, con mucha dificultad, ya que su mano le temblaba.
Tragué saliva. Esta no parecía una mudanza cualquiera, no.
¿Tan mala era la situación para la editorial? ¿Quizá se había liquidado? Había escuchado que había empresas que se disolvían por problemas económicos y demás... bueno, lo usual, ¿sí? No obstante, Dreamers House no parecía que hubiera tenido problemas económicos recientemente. Sus oficinas eran grandes, tenían varios empleados a su cargo, cada cierto tiempo lanzaban best sellers, etc. Incluso organizaban fiestas con una ostentosidad que me dejaba alucinada. Pero, de todas ellas, la de fin de año era mi favorita.
A esta le llamaban fiesta de agradecimiento. Era una reunión de gala en donde asistían sus empleados, escritores y demás invitados del sector editorial, y siempre se celebraba antes de la Navidad. Yo esperaba con ansias que llegase noviembre para recibir mi invitación, y preparar con ilusión el peinado y vestido que usaría para la ocasión. Pero... ¡esperen un momento! Hoy estábamos veinte de noviembre y todavía no se me había cursado la invitación para la reunión tan esperada. ¿Por qué?
¡Dios mío! Esto quería decir que...
No quise decir en voz alta mis mayores temores fundados. Por el momento, solo necesitaba tener un momento a solas con Valeria para que me informara del asunto y ser consciente de la verdadera magnitud de lo que intuía. Debía robarle tiempo y privacidad a quien fuera, con tal de tener la charla que tanto necesitaba.
—Señor, ¿puede esperar a llevársela, por favor? —me dirigí al hombre.
—Pero... —dijo enarcando la ceja.
Me miró con una cara de "¿Y tú de dónde has salido?", que en otro momento me hubiera intimidado. Mas, la premura de los hechos requería que, la que tuviera que tomar las riendas de la situación sería yo, no él.
—Tengo que conversar con ella, ¡a solas! —acoté para luego empujarlo a la salida.
Tuve suerte de cogerlo desprevenido y que no se opusiera, porque en otro momento, con el tamaño y peso que tenía (1,80 y noventa kilos aproximadamente), fácil no hubiera sido capaz de moverlo ni un centímetro.
Luego de que se retirara, y cuando volteé la perilla del cerrojo a la puerta, para asegurarme de que teníamos la privacidad necesaria, me apresuré en sentarme para encarar a Valeria.
—Vamos, ¿me vas a decir qué es lo que está pasando aquí? —pregunté al tiempo que abrazaba al cojín de Gollum. Este, con sus grandes ojos, parecía decirme que mejor no continuara. Un mal presagio para lo que se venía. ¡Ay!
Ella volvió a darle otro sorbo a su vaso.
—Bueno, creo que ya lo has visto. —Con un dedo indicó hacia la puerta.
—Preferiría escucharlo con tus palabras —dije tratando de sonar de la mejor forma calmada posible. Y digo posible, porque las mariposas que revoloteaban en mi estómago estaban a punto de convertirse en avispones.
—¡La editorial ha cerrado! —exclamó mientras se tapaba la frente con una mano.
—Pero ¿cómo? ¿Por qué?
¡Esto no podía ser posible! ¿Cerrar? Pero ¿por qué? ¿Acaso no les iba bien en las ventas de sus publicaciones? ¿Acaso no se habían jactado el trimestre pasado, en su última gran cena de gala, del gran volumen de ventas de sus publicaciones? Porque fácil podía verse cada tanto varios de sus libros en las vitrinas de las librerías y ferias, e intuir, por el revuelo que mediáticamente causaban las mismas, que las ventas iban bien. Incluso, en más de una reunión, me habían presentado ante varios señores, cuyos nombres ya no recordaba, como uno de sus más jóvenes descubrimientos editoriales, y por ahí se había deslizado el rumor de que una televisora nacional podría estar interesada en adaptar mi novela para una serie, aunque todavía sin confirmar.
¿Acaso todo eso era falso? No lo creía. Incluso, aunque la cantidad mensual que recibía por mis regalías había descendido en el último semestre, en ningún momento se me hubiera cruzado por la mente que la editorial pasara por una crisis tal que ameritara su cierre.
Mas, si yo estaba carcomiéndome por las dudas, el semblante de Valeria poco ayudaba para absolverlas. Movía tantas veces la cabeza, como si con ello tratara de negar la terrible situación que tenía frente a sí.
—¿Por qué va a cerrar la editorial? —insistí—. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo? ¿Cuándo? —hablé con la voz temblorosa.
Ella me miró con unos ojos como si hubieran visto al diablo mismo.
La cosa vislumbraba mal. Ya no solo era que las ventas de mis libros habían bajado, ahora parecía ser que no había quien me podría publicar. ¡Dios santo!
—La cosa no viene desde ahora, Eli —dijo juntando sus manos con nerviosismo sobre su escritorio—. Desde que murió el viejo Jonas, sus hijos han llevado a pique la editorial. —Inhaló y exhaló profundo—. ¡Malditos, niños! Si no tenían capacidad para dirigir una empresa, ¿por qué mejor no decidieron delegar todo a la subgerencia? —añadió frunciendo el ceño—. Pero no, como están tan enfrascados en su vanidad de ver quién es mejor que el otro, no han tomado en cuenta la magnitud de sus acciones...
Jonas Boyle, el exdueño de la editorial, había sido un viejo zorro que había revolucionado el mercado editorial local hacía décadas atrás. Gracias a su empeño, constancia y trabajo duro, había logrado levantar su empresa, que si bien no era tan grande como Planeta, había logrado cierto renombre, según me había contado Valeria. Pero, desde que le detectaron un cáncer muy agresivo años atrás, había delegado la dirección de su empresa en sus dos hijos.
—¿Pero qué han hecho Magda y a Gael? —pregunté preocupada, aludiendo a los hijos del viejo Jonas—. No me digas que, por culpa de sus malos manejos, la empresa ha quebrado o algo parecido —dije a manera de broma, como para alivianar la tensión.
Mas, lo que empezó como una broma, fue confirmada con tristeza por Valeria. Asintió con pesadez al tiempo que añadió:
—Hace unos días se han declarado en bancarrota ante una junta de acreedores —afirmó con pesar—. ¡La editorial ha cerrado!
—C-¿Cómo es posible? —hablé con desesperación. ¡Esto no podía estar pasando!—. ¡Debe de haber una salida! Quizá una reestructuración de la empresa, venta de algunas acciones o yo que sé —dije lo primero que se me vino a la mente.
No sabía mucho de manejos de negocios, pero había escuchado en las noticias que, en más de una ocasión, una compañía había sido reestructurada para que no cerrara, por lo que los hijos del viejo Jonas debían manejar otras salidas, antes de simplemente cerrar su empresa.
Ella negó con la cabeza, a manera de resignación.
—Según supe, la empresa ha ido de mal en peor en los últimos tiempos. Las ventas han decaído porque la piratería nos golpea mucho. Ni bien sale a la venta un libro, este es pirateado a menor precio en todo el país. ¡Inclusive en las ferias pueden verse stands que solo venden libros piratas!
—Bueno, no me estás contando nada nuevo —alegué—. En este país la piratería campea a sus anchas. Pero no solamente piratean los libros de Dreamers House, sino también puedes ver libros de Planeta, Alfaguara y demás. Y no creo que ellas quiebren debido a esto.
—Es que no solamente es eso; es un conjunto de factores y de malas decisiones, Eli —dijo apenada.
—¿Qué quieres decir?
Y ahí fue que me dijo la triste realidad.
Magda Boyle, la hija mayor del viejo Jonas, una mujer que había pasado tres cuartos de su vida en Europa y había regresado a Lima para dirigir su empresa, al morir su padre se había encargado de la dirección de los sellos de libros educativos. Pero... con su tan mentada innovación que quería hacer en los libros escolares, en un país en donde hacía pocos meses se había formado toda una polémica porque había un sector ultraconservador que no quería que se enseñara la ideología de género en las escuelas primarias, había provocado que muy pocos colegios apostasen por comprar los libros de la editorial. Esto se había visto reflejado en las poquísimas ventas de textos educativos en los últimos años. Y, cuando quiso resarcirse el último año adaptando los libros a la currícula escolar mayormente aceptada por los colegios, ya era muy tarde. Era tan mala la reputación que tenía la editorial en la actualidad, que solo dos escuelas primarias, en todo el país, habían aceptado comprar el catálogo de libros que les ofrecía. ¡Sólo dos! ¡Dios santo!
Gael Boyle, su hermano menor, no había estado exento de tomar malas decisiones como su hermana. Al igual que su padre era un soñador empedernido (de ahí el título de la editorial que el viejo Jonas le pusiera a su empresa). Pero, a diferencia de este, que trabajaba con ahínco para concretar sus sueños, él solo se quedaba en las nubes, sin concretarlos de la manera debida.
Según me explicó Valeria, yo había sido la última autora superventas que ellos habían contratado. Luego de que no solo mi libro recibiera malas críticas, sino toda una serie de novelas que se habían publicado bajo la dirección del viejo Jonas (muchas de ellas escritas por personajes de la farándula, como youtubers, cantantes, modelos y participantes de realitys shows de moda, sino exnovias de famosos), Gael se había cansado de que la editorial sea vista como una "lavandería de basura", según un calificativo que había visto en una reseña de un blog; por lo que había decidido darle un cambio drástico a la misma. En los últimos años se había esforzado por crear sellos de publicaciones culturales, abarcando desde una revista de investigación científica, libros de poesía hasta novelas de ciencia ficción con argumentos ultra complicados, dirigidos a un público lector muy selecto.
—Pero no veo que sea malo hacer eso —agregué encogiéndome de hombros—. Digo, así Dreamers House adquiere mejor reputación, ¿no es así?
Ella negó con la cabeza.
—En una editorial, si no vendes libros, no te es rentable, así de simple. Funciona como cualquier empresa, Eli.
—Eso lo entiendo, pero...
—Si quieres tener una sección de publicaciones culturales, adelante.
—¿Y eso es malo? Hay editoriales que publican libros de una temática muy específica y no por ello se van a la quiebra.
—Sí y no. Si sabes que los libros que se publiquen bajo estos sellos no van a sostener al total de la empresa, si hasta hacía poco los gastos de esta dependían, en su mayoría, de la venta de libros comerciales, debes replantearte ciertas cosas. —Hizo un puchero y negó con la cabeza—. Pero no, cuando se lo planteé más de una vez, que no dejara de lado la venta de potenciales best sellers, no me hizo caso. Incluso cuando le dije que me parecía interesante contratar a más chicas como tú que se habían vuelto virales en Wattpad y que nos podrían asegurar buenas ventas, igual. Decía que quería limpiar el nombre de su editorial, que no se arriesgaría a contratar a escritores cuyos libros volvieran a ser lapidados por la crítica, y que lo haría a toda costa.
Sentí la espinilla de la vergüenza clavándose en mi interior.
—Ok, sé que no me llevo los laureles por mi primera novela, pero tampoco es para tanto. Digo... —Pasé saliva—. Tú misma me dijiste que, para ser una novela escrita cuando tenía quince años, no estaba mal y que tenía mucho potencial como escritora —añadí haciendo un puchero de tristeza.
Valeria ladeó la cabeza y me dedicó un gesto de compasión.
—Lo sé, cariño, lo sé. Te lo dije muchas veces. Tienes potencial. Solo debes madurar tus ideas, leer y practicar mucho, y vas a ver cómo vas a escribir libros que sean dignos de elogios.
Negué con la cabeza. Ella me miró interrogativa.
—Camino acá estaba pensando en tragarme la vanidad e intentar escribir la continuación de mi fanfic, si es que esto me aseguraba nuevos ingresos. —Arrugué la frente—. Como solo me contaste que la venta de mi libro había bajado... —Bajé mi frente—. ¡Jamás me imaginé que la situación sería tan crítica! —dije con pesar.
Pude sentir que algo invisible me aprisionaba la garganta.
Ella sacudió la cabeza.
—Perdón por no ser totalmente sincera por teléfono, pero este tema del cierre de la editorial no podría adelantártelo por ahí. Vi conveniente solo decirte lo de las ventas, porque si no lo hacía, seguro que no hubieras venido con urgencia, ¿o no?
—Bueeeeno, yo... —Rodeé los ojos y sonreí con nerviosismo.
—Eli, conociéndote, seguro que hubieras preferido dormir o irte a pasear a la playa, antes de discutir cuestiones de trabajo conmigo.
Me encogí de hombros y puse mi mejor cara de inocente.
—Y si así fuera y la editorial no hubiera cerrado, tampoco creo que resultaría. Las ventas han bajado bastante, eso sí. La disolución de One Direction no es algo que hubiéramos podido prever. Igual, las cosas no eran tan buenas como pensábamos —alegó al tiempo que su rostro se ponía más serio, si aún cabía poder hacerlo.
—¿Qué quieres decir? —dije con un temblor en mi voz.
Y así fue como choqué con la cruel realidad.
Gael Boyle, tan soñador y buena gente como era siempre, había estado cubriendo de su bolsillo el pago de los sueldos a sus empleados, porque no había tenido la firmeza de querer despedir a ninguno, con la esperanza de que en un futuro las cosas mejoraran en la editorial. No obstante, al llegar a un punto crítico en el que no podía más, había gestionado a nombre de la empresa préstamos en los bancos. Pero, debido a la disminución de las ventas de su revista y libros, había llegado a un punto tal en el que la situación era simplemente insostenible. De ahí que, a la empresa no le quedó otra que declararse en quiebra.
Y, si bien había disminuido el pago de las regalías a varios de los escritores de la editorial, debido al bajo volumen de ventas, mi caso había sido la excepción. Conocedor de mi situación económica familiar, se había negado a que se disminuyese el pago de mis regalías en los últimos meses, con la esperanza de en un futuro cobrarse el préstamo gracias a mi próximo best seller. ¡Qué bueno —por no decir ingenuo— que era!
—¿Gael hizo eso por mí? —Tragué saliva. ¡Jamás me hubiese imaginado que aquel señor, que me parecía una versión joven de Papá Noel, por lo gordito y una sonrisa bonachona que tenía, hubiera hecho eso por mí!
Ella asintió.
—No me sorprende —dijo ella con resignación, arrugando las cejas—. Es tan bueno que, cuando le pedí que fuera mi aval para para un préstamo para pagar la hipoteca de mi nuevo apartamento, no dudó en aceptar, con incremento de sueldo incluido.
Yo moví la cabeza con tristeza, en señal de afirmación.
—Pero entonces, ¿eso quiere decir que todos están despedidos? Vi a Debbie llorar en el pasadizo y... —Apunté con mi mano en la puerta.
Valeria suspiró profundo y asintió con resignación.
—¿Y qué va a pasar con nosotros, los escritores? —pregunté con nerviosismo—. Es decir, ok, nosotros no somos empleados como ustedes, pero nuestros libros pueden seguirse vendiendo y seguirán generándonos ingresos, ¿o no? —la interpelé con cierto grado de esperanza.
Y era cierto. Es decir, había editoriales que cerraban, algunas que eran compradas por otras más grandes, etc., pero los libros, de una u otra manera, si tenían demanda, podían seguirse vendiendo. ¿Qué pasaba con ellos y con las ventas de los mismos?
Dada la situación actual, quizá podría buscar otra editorial que estuviese interesada en vender mi libro. Y, aunque por mucho que hubiese bajado las ventas del mismo, si conseguía un trabajo de medio tiempo, entre lo que ambos me generasen, podría agenciármelas para tener con qué vivir a fin de mes. Y así se lo hice saber a Valeria.
Más, cuando vi que negó con la cabeza e hizo un gesto de rotunda tristeza, me di cuenta de que estaba equivocada.
—Gael está gestionando con varias editoriales la cesión de derechos de los libros de nuestro catálogo para que ustedes no se vean perjudicados —me informó.
—¡Genial! No esperaba menos de él.
—Pero, debo serte franca. Pedí los reportes a Contabilidad. —Sacó una hoja de su cajón. La observó y se rascó la cabeza preocupada—. Con lo que estás vendiendo últimamente, no llegarías a obtener por regalías ni S/. 100 al mes.
Sentí un baldazo de agua fría.
—¿C-Ó-M-O? —hablé fuera de mí.
Si había alzado la voz, no me importaba.
—Pero... —dije azuzando los brazos de manera desesperada—. ¿No decías que "Because of you" había sido un gran boom editorial, tanto que hasta al italiano se había traducido y...?
Solté una diarrea verbal que duró no sé cuántos minutos. Le recordé toda la gira nacional que había hecho en diversos eventos literarios, las entrevistas en radio y televisión, el viaje que hice a Chile hacía dos años para una firma de autógrafos en una feria de libro local, la cantidad de lecturas astronómica de cincuenta millones que había obtenido en Wattpad a la fecha, etc. Mas, luego de escucharme pacientemente, lo que soltaría a continuación me haría pisar tierra.
—¿Hace cuánto que no escribes una nueva historia?
Pasé saliva.
—Casi tres años quizá... —dije elevando mi mirada al techo para tratar de hacer memoria.
—¿Y cómo has visto la cuestión de estadísticas en tu perfil de Wattpad? —preguntó para luego abrir su laptop y dar un par de clics con el mouse.
—¿Eh?
—Estuve haciendo un monitoreo de tu perfil estos días. Y, aunque no quiero sonar dura, tu popularidad ha decrecido bastante, Eli, a tal punto de que actualmente con las justas serías rentable para una editorial, si hablamos en términos comerciales. Y, lastimosamente, no creo que muchas editoriales apuesten por ti en la actualidad.
Sentí un gran estrujamiento en mi interior, que me provocó náuseas.
—No... —Pasé saliva—. No te entiendo.
—El número de tus seguidores era de 150,121 hace una semana. Hoy es de 150, 125. ¡Solo cuatro personas te han seguido en una semana!
—¿Y? Es normal, ¿sí? No escribo nada hace tiempo. Pero mi historia sigue siendo popular, que es lo que a fin de cuentas importa.
Ella negó con la cabeza.
—Llegaste a tu punto máximo de popularidad hará hace dos años, cuando tu historia llegó a los cincuenta millones de lecturas. Pero, en los últimos dos años solo habrás conseguido uno o dos millones más. Esto significaría mucho para un novato, pero no para ti, que ya tienes una reputación de best seller ganada y que dependes exclusivamente de tus seguidores en Wattpad y de las ventas de tus libros para mantenerte.
—Sigo sin comprender... —dije enarcando la ceja.
—El mercado literario varía continuamente. Cada año se publican más libros de los que pueden venderse, Eli. Y muy pocos están destinados a ser long sellers, eso ya te lo expliqué hace tiempo.
Yo asentí.
—Y un libro como el tuyo, que depende en gran parte de la popularidad de una banda que está desintegrada, no puede mantenerse por mucho tiempo en la mira del público lector. Y si no escribes más, con el tiempo tu popularidad decae, así como las de las futuras novelas que sacarías.
—¿Cómo hay escritores que se mantienen vigentes sacando libros con un espacio de tiempo considerable? ¡Mario Vargas Llosa sacó su último libro luego de varios años! ¡Si Stephen King se demorara más de diez años, estoy segura de que le comprarían!
—Sí, pero...
—¿Y qué me dices de escritores no tan reconocidos mundialmente? Renato Cisneros saca un libro cada tanto y siempre está en la mira. No me digas que él no vende libros porque dejó de publicar una temporada, ¡por Dios!
—Te doy toda la razón. Pero en su caso es distinto, Eli.
—¿Eh?
—Tu caso es excepcional. —Hizo una mueca que, si quería describir la situación, poco ayudaba.
Y ahí fue que me di cuenta de mi realidad.
Mi éxito era uno que ella calificaba de sui generis (tenía una afición por las palabras en latín que a veces me fastidiaba). Mi libro había crecido tanto como la espuma, en un período tan corto de tiempo, que nadie tenía una explicación lógica para ello. No obstante, cuando Valeria me descubrió, y analizó en términos de estadísticas el número de mis lecturas y de seguidores por día, se dio cuenta del gran potencial comercial que tenía frente a sí, que no dudó ni un momento en informar a Gael de su propuesta para que apostaran por mí. Y como tal, habían sabido aprovechar la coyuntura del fenómeno del momento. Pero, esto tenía su contraparte negativa.
Según me explicó, en el caso de los libros que salían de Wattpad, un gran porcentaje de ventas de los mismos era gracias a que los mismos seguidores de la plataforma los adquirían en físico, luego de haberles gustado al leerlos online. Pero, sus gustos lectores eran tan variables, sumado a que se publicaban miles de historias cada tanto que, fácil en un año un libro estaba de moda y al siguiente pocos se acordaban de él, ya que era reemplazado por otro boom más actual.
Y a pesar de que había autoras que se mantenían en el pico de la popularidad, este no era mi caso. Ahora, con el análisis que tenía de mis estadísticas, tres años después del mismo, distaba mucho de ser el fenómeno de antes, que me augurara poder vivir de las ventas de mis libros.
Mas, cuando terminé de escuchar todo ello, una luz de esperanza se me ocurrió y así se lo hice saber:
—¿Y qué tal si publico la continuación de "Because of you"? —hablé muy entusiasmada—. ¡Al diablo mi ego, mi reputación y todo eso! Me pondré a escribir como loca ni bien termine los exámenes finales en la universidad, lo prometo. ¡En un mes podría estar terminado!
—Eli...
—Aunque One Direction se haya desintegrado, la popularidad de los chicos no ha disminuido. El otro día vi una noticia de que el vídeo de Harry Styles, "Kiwi", se viralizó y recibió más de doscientos mil me gusta en solo una hora, Valeria, solo una hora.
—Eli...
—La gente aún quiere leer fanfics sobre los chicos, ¿no?
Ella meneó la cabeza, con resignación. Levanté las cejas y la miré interrogativamente. Dio un fuerte suspiro y luego afirmó:
—Estuve haciendo un monitoreo de los fanfics que hay sobre la banda. Y si bien siguen siendo populares, en la actualidad han sido reemplazados por los fanfics de bandas coreanas como BTS. Ya no son lo que eran hace dos o tres años, Eli. De ahí que te explicara sobre la variabilidad de estos fenómenos literarios. Algunos se mantienen, sí. Pero, en tu caso... —Hizo una pausa y me miró de una manera tan penetrante, que provocó que una gota de sudor bajara por mi frente—. En tu caso, no es así —habló frunciendo el ceño—. La curva de las estadísticas de tus historias va en descenso y dudo que eso cambie. No serías muy rentable para alguna editorial.
Sentí que el piso alrededor de mí me temblaba.
Ella, mi editora, mi amiga y confidente, que siempre me había dado palabras de ánimo cuando llegaba llorando a su apartamento, diciéndole que extrañaba mi casa o que la había pasado muy mal porque había visto una crítica destructiva, sino insultante, hacia mí y hacia mi libro, ahora hablaba con una tranquilidad tal, cuando poco menos me decía que me iría mal y que muy pocos apostarían por mí.
¿En dónde quedaba la Valeria de antes, la que siempre miraba con optimismo mi futuro literario y tenía palabras de aliento hacia mí?
—¡¿Cómo puedes afirmar eso de forma tan categórica y derrotista, cuando ni siquiera lo hemos intentado?! —exclamé en voz alta.
—Eli...
—¡Tú, que siempre me habías dicho que confiabas en mí, que me decías que tenía mucho talento cuando te decía llorando que quería abandonar la escritura, debido a las críticas negativas de mi libro...! Tú... tú...
Hice una pausa. Mi respiración estaba tan entrecortada, por las lágrimas que pugnaban por salir de mis ojos, que me impedían seguir hablando.
—Eli... —dijo de forma pausada. ¿Cómo podría estar tan tranquila luego de todo lo que me había dicho?—. Mira, sé que las cosas pintan bastante mal, pero tengo una salida para tu futuro...
—¿Futuro? ¿Futuro? —dije levantándome de la silla—. Después de todo lo que me has dicho, del cierre de Dreamers House y que muy pocas otras editoriales se interesarían en mí, ¿dices que tengo un futuro? —pregunté al tiempo que azuzaba los brazos y cogía mi mochila.
—¿A dónde vas? —preguntó arrugando la frente.
—Ya que tú no tienes fe en mí, lo intentaré por mi cuenta —dije dándole la espalda y encaminándome hacia la puerta—. Escribiré la continuación de "Because of you" y buscaré una editorial que esté interesada en publicarla.
—Pero, ¿hasta entonces qué va a ser de ti? ¿Regresarás a tu ciudad? ¿O le dirás a tu papá que te mantengan en la capital?
Volteé para encararla.
—¿Te importa?
—¡Claro que sí! ¡Por Dios! ¿Cómo dices eso?
Suspiré resignada.
—Supongo que, cuando vendan la cesión de los derechos de mi libro a otra editorial, me avisarán, ¿no? Todavía está vigente mi contrato con ustedes y contratar un abogado para que lo resuelva no está en mi presupuesto.
—Eli...
—¿Me avisarán o no? —pregunté de mala gana.
—Por supuesto que sí —dijo con paciencia.
—Ok, me avisas, por favor.
Cogí la manija de la puerta. Pero, antes de retirarme, miré atrás y le dije:
—Gracias por todo lo que hiciste por mí. Y le das las gracias de mi parte a Gael.
—Eli...
Vi un atisbo de tristeza en sus ojos.
—Siento que las cosas no siguieran como antes —agregué.
El nudo en mi garganta se percibía más intenso que antes, empujándome a llorar. Pero no lo haría. Mi orgullo herido, al ver que quien había apostado por mí tiempo atrás, ahora no tenía la más mínima esperanza en mi carrera, me impedía que me volviera a ver derramar otra lágrima en su presencia.
Atrás había quedado la época en la que ella era mi amiga, mi mentora, mi confidente. La Valeria, que tenía a pocos metros de mí, era solo una vieja sombra de la mujer optimista, emprendedora y luchadora, que con solo una palabra podía mejorarte el ánimo, que yo había conocido.
—Adiós —me apresuré en decir, para luego cerrar la puerta con firmeza y salir corriendo de allí, al tiempo que mis lágrimas ganaban la batalla y caían de mis ojos, así como mis esperanzas de un futuro mejor como escritora.
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