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CAPÍTULO 42/FINAL: "La ceremonia"

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Capítulo 42:

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Se encontraban atrapados entre esas cuatro paredes y solo porque Camila había abierto la boca y los había traicionado. Bueno, al menos era lo que daba a entender que estuviera parada justo a un lado de Adriel, sin ninguna cadena o grillete que les diera un indicio de que no estaba ahí por voluntad propia.

Kevin escondió a Angélica detrás de él, protegiéndola del rubio y cualquier cosa que supiera que le haría daño.

Ángel dio un paso adelante, con intención de lanzar uno de sus hechizos contra demonios, pero Víbora fue aún más rápida lanzando un conjunto y haciéndolo retorcerse de dolor.

—¡Ahaaa! —Gritó, sujetando su cabeza y su nariz comenzó a sangrar.

—¡Adriel, dile que pare! —Gritó Angélica muy asustada, pero Víbora seguía sin detenerse y Ángel cayó arrodillado sin dejar de gritar. Kevin volteó a mirarlo, asustado, y volvió a mirar a Adriel sintiendo más furia y angustia por dentro.

—Angélica. —La voz controladora de Adriel hizo que la castaña se quedara paralizada.

Y entonces pasó, sus ojos se tornaron blancos y su mirada quedó fija. Ella soltó la mano de Kevin haciendo que este la mirara de forma rápida.

—¿Angélica? —Ella no respondió, ni siquiera lo volteó a ver, empezó a caminar hacia el rubio que estaba parado bajo el marco de la puerta, y quien estiraba su mano hacia ella—. Angélica no, espera. ¿Qué haces? —Intentó agarrarla de la muñeca, pero la pelirroja desapareció y apareció tras él, agarrándole los brazos y cruzándolos tras su espalda.

Él intentaba zafarse pero definitivamente los demonios superaban en fuerza hasta a los seres celestiales. ¿Pero acaso era Camila un demonio? El cabello rojo cambió de color a uno más oscuro, sus ojos se pusieron rojos como la sangre y su rostro cambió.

Kevin lo vio todo a través de un espejo de la habitación y entonces lo entendió.

«Todo fue una trampa»

Se les había olvidado por completo del demonio que podía cambiar su aspecto cuando quisiera, se habían olvidado por completo de Anyi.

La delicada mano de Angélica tocó la gruesa mano de Adriel y este la tomó, acercándola a su cuerpo para agarrarla de la cintura.

—En otra vida no te di la oportunidad de estar a su lado, los maté sin arrepentirme; pero en esta vida el único que morirá serás tú y tu verdugo será ella, Kevin. No dejaré que me la arrebates de nuevo —mencionó Adriel, acariciando la mejilla de la chica entre sus brazos, entonces subió su mirada hacia Anyi y ordenó—: Ya es hora.

—Sí, señor —respondió ella.

Kevin miraba a Angélica, quien tenía sus manos en el pecho de Adriel, sobre su camisa desabotonada, sus ojos solo miraban a cualquier parte de forma fija. La tenía hipnotizada y hasta ahora se había dado cuenta.

—Dulces sueños, Kevin —susurró Anyi en su oído y sacó un polvo de sus bolsillos para soplarlo cerca de él.

Ella se separó y el azabache empezó a toser descontroladamente, empezando a ver todo a su alrededor borroso, para luego caer al suelo inconsciente. Víbora dejó de hacer sentir dolor a Ángel y él solo cayó al suelo.

Adriel cargó a Angélica.

—Duerme un rato, recupera fuerzas para que puedas convertirte en reina del infierno en tan solo una hora.

Ella lo miró y obedeció como títere presa de sus cuerdas, que la habían moverse al antojo de él, cayendo así en un sueño profundo donde solo despertaría si él se lo ordenara.

*

Justo al frente de la cabaña de los demonios, acababan de llegar los de la banda, siendo guiados por Cupido, quien buscaba con los ojos a dos personas que ya habían entrado por su cuenta.

—No encuentro ni a Kevin ni a Ángel por ninguna parte. De seguro entraron en la cabaña sin nosotros —confesó Cupido.

—¿Y entonces ahora qué? —preguntó Alex.

—No podemos quedarnos aquí parados —dijo Alejandro—. Hay que entrar, tal vez necesiten ayuda.

—No podemos, Ale —dijo Cupido—. Esa cabaña está llena de demonios, y en cuanto pongamos un pie adentro con el aspecto que tenemos y yo siendo un ángel, nos podrían derrotar en menos de cinco segundos.

—¡Hey, chicos! —Jessica llamó la atención de todos ellos. Luna se encontraba al lado de ella parada, observando también lo que ella había visto—. Tal vez deberían dejar de hablar y mirar hacia la cabaña.

Todos entrecerraron los ojos en señal de confusión y se miraron los unos a los otros antes de dirigir sus ojos hacia la cabaña.

Personas vestidas de negro salían de ahí y caminaban hacia el estacionamiento, subiendo a los autos para luego irse manejando.

—¿Qué está...? —Cupido permaneció mirando a los autos, para luego voltearse ante los de la banda—. Aquí está ocurriendo algo raro —se quedó pensativo por un tiempo hasta que a su mente llegó la imagen de Kevin y Ángel, quienes aún no habían salido de la cabaña—. Nuestros amigos están corriendo peligro allá adentro. Hay que entrar.

*

La cabaña estaba vacía después de tantos demonios irse, apenas quedaron algunos. Ya no había rastro de Adriel, Víbora y menos de Anyi. ¿Pero cómo podrían haber salido? Tal vez habían utilizado una de las mil y una puertas de la cabaña. Pero ahora la pregunta era: ¿Hacia dónde?

Pocos demonios de la servidumbre se habían quedado dentro de la casa, vigilando a sus dos prisioneros, quienes eran la real pelirroja y el hermano de Angélica, los cuales estaban encadenados con grilletes en sus cuellos.

Camila estaba con sus ojos abiertos, consciente en una esquina de la habitación, mientras que en la otra esquina se encontraba Ángel inconsciente y tumbado en el suelo. No habían pasado más de diez minutos desde que Adriel les había tendido la trampa y todo era silencio hasta que ese mismo silencio se rompió.

Un estruendo causó conmoción entre toda la servidumbre de la cabaña. Cupido estaba apuntando una de sus flechas sagradas hacia uno de los demonios y todos los demás de la banda hacían rituales de purificación, los cuales se los había enseñado Ángel por si se llegaban a enfrentar a algunos demonios. Estos rituales causaban que los demonios sintieran un gran dolor en su cabeza, haciéndolos sangrar de los ojos, incluso de la boca y la nariz.

—¿Dónde está Angélica? —preguntó Cupido a la demonio que tenía apuntada con la flecha, la cual estaba vestida con ropa de sirvienta y un plumero en sus manos.

—No están aquí —dijo ella asustada—. Nuestro rey se la llevó a uno de los tres bosques prohibidos para un sacrificio antes de la boda real.

Cupido entrecerró los ojos.

—¿Que boda? —preguntó él.

—La boda entre la señorita Angélica y nuestro rey Adriel —confesó.

Tal vez esto podría haber sido una trampa si Cupido no supiera que esa servidumbre era la más débil de todos los demonios del infierno, ya que eran personas que habían vendido sus almas por ser famosos, ricos, y tenían que pagarle al demonio de una forma u otra cuando muriesen. En este caso, siendo sus esclavos, y ahora estaban asustados, asustados de que los mataran, pero para ser el olvido de cualquier persona y el recuerdo de nadie.

Cupido se quedó pensando y luego soltó otra pregunta.

—¿Dónde se encuentra Kevin, Ángel o Camila?

La sirvienta solo mordió uno de sus labios, estaba insegura, había dicho demasiado y si su rey se enteraba la podía eliminar. Por lo que se quedó callada.

Cupido entendió. Sabía que todos ahí tenían pánico de ser eliminados, o por él o por su rey demonio, así que les hizo un trato.

—Ustedes no están aquí por voluntad propia, son sirvientes del rey del infierno a quien les tocaba pagarles con su alma porque alguna vez él les brindó joyas, dinero, fama e incluso hasta la bendición de tener un hijo —dijo mirando a la sirvienta delante de él, la cual bajó la cabeza y tocó su vientre con una de sus manos.

Lágrimas cayeron de sus ojos, y entonces habló:

—Diremos todo lo que sabemos, si nos purificas a todos y nos sacas del infierno. Todos aquí nos equivocamos un día al venderle nuestra alma al demonio.

Cupido los miró a todos y ellos asintieron...

—¿Es un trato? —preguntó Cupido y todos volvieron a asentir.

Lo que pasó luego fue que pudieron liberar tanto a Ángel como a Camila y sacarla de ese lugar espantoso que solo consumía su energía celestial.

*

Un bosque abandonado, iluminado por velas, era testigo del intento de boda de los demonios. Con sus invitados vestidos de negro y el rey vestido de rojo, un rojo tan intenso como sus ojos y tan oscuro como la sangre, detenidos en el inicio del camino de rocas que llegaba hasta una cabaña de un leñador abandonado.

Las damiselas de los tres demonios más poderosos después de Adriel se encontraban paradas ahí, esperando a que la futura novia, la futura reina demonio, saliera tras la vieja puerta de madera. Y eso no tardó mucho en ocurrir.

El sonido de la puerta chillar al abrirse hizo que todos giraran su cabeza solo para verla. Aún tenía sus ojos blancos, tan tristes como la lluvia y sin brillo como la oscuridad, luciendo un vestido del color de la luna y tan largo como el de una reina, con un velo tapando su cara sin alguna emoción en ella.

—Te ves hermosa, mi futura reina —dijo una de las damiselas, acercándose a ella para ponerle un collar de rubí y oro en su cuello.

—Tienes una pureza tan bella por desposar —dijo otra quien se acercó para pintar sus labios de rojo.

—Usted será mi reina, señorita —dijo la última, para colocar el grillete de oro de nuevo en su cuello y tomar la cadena del otro extremo para hacerla andar como mascota entre la multitud de los demonios hasta el propio Adriel, quien al verla sonrió con malicia para tomarla de la mano, y el otro extremo de la cadena del grillete de su cuello.

—Mi hermosa reina, o al menos en eso te convertirás ahora. —Adriel miró a Anyi y a Víbora y les hizo una seña para que prepararan algo. Ellas asintieron y se fueron bosque adentro.

Adriel se volteó hacia los demás demonios de la boda y anunció:

—Escúchenme todos los presentes. Primero que todo, es un placer tenerlos aquí, tan dispuestos a defender a su rey y a apoyarlo en sus decisiones. Hoy me caso, luego de más de dos mil años como príncipe y más de mil como rey. Y ahora, quisiera invitarlos a todos a que me acompañen un poco más adentro del bosque para presenciar cómo mi futura reina se convierte en una de nosotros. Gracias.

Todos aplaudieron ante las palabras de su rey y caminaron hacia Víbora cuando esta apareció de nuevo por donde se había ido. Adriel miró de nuevo a su prometida y sonrió de forma malévola al ver la mirada sin vida de Angélica, porque así se sentía ella: como marioneta muerta en vida.

Al llegar todos al lugar hacia donde la pelinegra los condujo, se encontraron con un gran círculo rojo, tal vez hecho de sangre de algunos animales, tal vez hecho con pintura, pero solo puedo decir que era tan rojo que resaltaba en el gran pasto verde.

Adriel y Angélica fueron los últimos de llegar, mientras ella se abrazaba del brazo de quien sería su esposo en cuanto terminara el ritual.

Víbora se acercó hacia su hermano y le dijo: —Mi rey, ya está todo preparado.

Entonces, Adriel la miró y la agarró del cuello de una manera en que nadie se lo esperaba.

—¿Crees que soy tonto? —le apretó con fuerza su cuello y ella tosió.

—¿De qué me hablas? Yo solo te he servido a tu favor.

—Quisiste convencer a Anyi para que se hiciera pasar por Camila y le dijera a los chicos aquella vez donde nos encontrábamos, pero ella me es leal. Vino y me lo dijo todo, y le dije que lo hiciera. Todo porque quieres ser reina, ¿eh? Pero al final me hiciste todo más fácil, me trajiste justo lo que quería y ahora ya no te necesito —dijo de forma fría y apretó el cuello de su hermana cada vez más hasta arrancarle la cabeza. Anyi abrió los ojos como platos. ¿Qué le hubiese pasado a ella si no le hubiese sido leal a Adriel? Tal vez hubiese tenido el mismo destino que tuvo Víbora.

Angélica no se movió, ni siquiera abrió sus ojos por el susto, total, ni podía hacerlo bajo del hechizo hipnotizador de Adriel.

El rubio sacudió sus manos y limpió la sangre con la servilleta de su bolsillo, dejando la sangre de su rostro como si fuera perfume. Los brazos de Adriel se relajaron y volvió a sonreír, tomando de nuevo a su prometida por las manos y llevándola más cerca hacia el círculo rojo, donde estaba Kevin amarrado de brazos y piernas y arrodillado en el centro de este.

El azabache apenas había comenzado a recuperar su consciencia y su visión, ya que todo apenas ahora era borrosa para él cuando vio comenzar a acercarse las siluetas en un traje rojo y un vestido blanco.

¿Dónde estoy? Pensó.

Pero no tardó mucho tiempo en saberlo al su vista acabar de aclararse y ver los árboles a su alrededor. Cuando volvió hacia las sombras que había visto antes, pudo ver a Angélica vestida de novia, entrando al círculo rojo y a Adriel que se quedaba afuera mientras le decía:

—Es hora, mi futura reina. Demuéstrame que eres de las mías, y mátalo.

Kevin abrió sus ojos de forma rápida al escuchar las últimas palabras de Adriel y al ver a Angélica aproximarse hacia él, donde a su frente había un cuchillo, una piedra y una pistola.

—Angélica, mírame —Kevin dijo con dificultad ya que su lengua seguía entumecida por el polvo que Víbora le había dado para dormir.

Angélica no lo miraba, ni siquiera le respondía, estaba siendo marioneta de Adriel y no podía controlar eso. Kevin se desesperó un poco, no quería morir y ni siquiera quería que lo matara alguien que nunca lo había dañado en la vida. Pero Angélica no hacía caso, no respondía nada; y entonces recordó la primera vez que la llevó a la heladería con Sebastián, cuando todavía él no le abría totalmente su corazón, y ella le cantó una canción, la misma que sin dudarlo volvió a cantar pero esta vez para ella.

Cuando más necesites
Un abrazo ahí estaré,
Cuidándote de todos
Los que no te tienen fe.

Y si un día te caes,
Yo te pararé,
Porque aunque me quitas
A tu lado siempre estaré.

Angélica se detuvo en seco y su mirada dudó por un momento, en ese momento Kevin se dio cuenta de que Angélica estaba luchando por dejar de ser una marioneta, y le dijo:

—Confío en ti, Angélica. Tú nunca me harías daño, lo sé.

Se le quedó mirando y ella no se movió.

—Angélica, ahora —ordenó Adriel de nuevo, y Angélica no se movió, otra vez.

Sus manos temblaban, su cuerpo quería obedecer pero su corazón sabía que no podía. Y entonces Adriel volvió a mandar:

—¡Angélica, ahora! —Volvió a ordenar pero no tuvo respuestas.

Angélica se quedaba quieta, mirando a Kevin. No quería moverse, sabía que si lo hacía su cuerpo obedecería las órdenes.

Adriel apretó sus puños del enojo al notar que Angélica no hacía caso a ninguno de sus mandatos, provocando que caminara con furia y pasos fuertes hacia el círculo rojo donde se encontraba Angélica. Kevin miraba a la castaña a los ojos, igual que la castaña lo miraba a él. Ella gritaba ayuda aunque su voz no salía, pero al parecer, alguien la escuchó.

Un rayo cayó del cielo y Adriel tuvo que dar un paso hacia atrás para que no lo tocara. Su cara se volvió a una de completa confusión y alzó su mirada al cielo, encontrándose con una gran nube negra que tapaba la luz de la luna, y de esta salieron seres celestiales, mandados por Ángel y Cupido, quienes iban al frente de todos ellos, con sus alas abiertas.

La cara de Adriel se llenó de furia: eso sí que no se lo esperaba. Ángel lanzó otro rayo y este sí le dio a Adriel en una de sus manos, haciéndolo soltar el anillo que era el que le daba el poder de controlar a Angélica como una marioneta, haciendo que los ojos de la chica volvieran a la normalidad. La castaña parpadeó por un momento, se sentía confusa y al mirar a Kevin su confusión aumentó aún más.

—¿Angélica? —preguntó Kevin—. ¿Vuelves a ser tú?

Ella lo miró, notando sus manos atadas y volteó hacia atrás, viendo como todos esos demonios habían empezado a luchar o a defenderse ante el ataque de los seres celestiales. Angélica miró a su vestido y volvió a mirar a Kevin, y rápido se abalanzó sobre él, agarrando el cuchillo para cortar las cuerdas.

—¡Vas a morir, maldito idiota! —gritó Ángel, lanzando hechizos purificadores hacia Adriel.

—¡Eso si no mueres tú primero! —gritó Adriel defendiéndose con un conjuro para luego lanzar otro hacia la tierra.

Ángel soltó una risita. —¿Tan idiota eres que no tienes puntería?

—No —dijo Adriel, sonriendo de forma malévola y entonces la tierra se abrió, formando un gran vacío a sus pies.

Dos demonios gigantescos salieron de la gigante abertura del suelo para luego cerrarse. Uno de los demonios agarró a Ángel del cuello, levantándolo con fuerza y apretando con intención de darle la misma muerte que Víbora. Pero Cupido fue más rápido lanzando una de sus flechas purificadoras al brazo del gigantesco monstruo, el cual se zafó de su cuerpo, soltando a Ángel y haciéndolo caer al suelo.

Cupido apuntó su flecha hacia Adriel y disparó sin dudarlo, pero alguien se metió en el medio tomando la fecha por él. Y esa persona fue Anyi, haciendo el cuerpo de ella cenizas que se elevaron en el aire lo cual le dio a Adriel la oportunidad para escapar corriendo entre los demonios.

Angélica ayudaba a que Kevin se levantara y este la tomó de la mano de forma rápida.

—¡Él está escapando! —dijo Kevin señalando hacia donde estaba Adriel corriendo.

—Hay que ir a por él —dijo Angélica sin dudarlo—. Somos los únicos que podemos derrotarlo, Kevin. Los demás no se han dado cuenta todavía.

—No quiero que te haga daño, Angélica. Eres el motivo de mi vida.

—No —dijo ella—. Tus sueños son el motivo de tu vida. Que yo esté entre uno de ellos es muy diferente a lo demás.

Kevin se le quedó mirando y ella empezó a correr hacia donde se había ido Adriel, lo cual no le dejó mucho tiempo para pensárselo y tuvo que correr detrás de ella. Sus pasos en el bosque resonaban con cada pisada, pisando ramas que se rompían o simplemente hojas secas en el suelo. Adriel corría hacia la puerta de la cabaña. Sabían lo que quería: escapar por la puerta de la cabaña e ir hacia la cabaña de la ciudad.

Angélica intentó correr un poco más rápido, pero tropezó y cayó al suelo, haciéndose un rasguño en la mejilla y este comenzó a sangrar. Adriel abrió la puerta de la cabaña con intenciones de irse y los volteó a ver.

—Voy a volver por ustedes, lo juro. Y tal vez esta vez los tenga que volver a matar a los dos —soltó una carcajada llena de malicia y traspasó la puerta, pero lo que sucedió lo dejó totalmente fuera de órbita.

Estaba en el interior de la vieja cabaña, pero no de la cabaña de la ciudad, ya que esta había sido quemada por Cupido, Camila, Ángel y los de la banda antes de salir de ahí con ayuda de toda la servidumbre de los demonios quienes ahora se encontraban como refugiados en el cielo, donde cumplirían misiones para que su alma pueda ser tan pura como antes y poder pertenecer al cielo para siempre.

—¿Qué? ¿Cómo es esto posible? ¿Por qué no aparezco en la cabaña? —gritó eufórico para él mismo y una voz le contestó.

—La cabaña de los demonios ya no existe, mi querido Adriel. —Él se volteó para saber quién era y se encontró como dueña de la voz a Camila, quien ahora gozaba de unas alas grandes incluso más hermosas de las que Angélica había tenido una vez. Pasó que el cielo supo darle su lugar como ella siempre lo tenía merecido, porque a pesar de haber caído en los engaños de Adriel, nunca se dejó llevar por la misma avaricia de él, ni su tonta avaricia de tener un par de alas hermosas.

Camila lanzó un rayo, queriendo golpear el pecho de Adriel pero este desapareció y apareció detrás de Angélica, agarrándola del cuello y tomando el cuchillo que ella todavía sostenía en sus manos.

—¡Aléjate! —les gritó a Kevin y a Camila.

Ellos dos se miraron y dieron un paso atrás.

—Adriel, suéltala —dijo Camila y Ángel llegó corriendo junto a Cupido.

—No tienes escapatoria, Adriel. —Ángel dio un paso más adelante de los demás—. Entrégala y haznos esto más fácil.

El rubio apretó más el cuchillo contra el cuello de la castaña, haciendo que un hilo de sangre corriera hasta sus pechos, manchando el vestido blanco.

Eso bastó para que Ángel entendiera que debían alejarse. Kevin apretó sus dientes, quería salvar a Angélica a toda costa, cuando de repente una flecha hizo que Adriel tumbara el cuchillo que tenía en sus manos.

—¡Ahaaa! —gritó del dolor cuando la misma flecha rasguñó su mano, quemándola.

Angélica aprovechó y mordió la otra mano de Adriel, haciendo que la soltara. Ella corrió con Kevin y este la abrazó. Camila se acercó con un collar en forma de alas.

—Eres la única que puede derrotarlo, Angélica.

—Pero ya no soy un ángel, Camila.

—Acepta este collar, es el mismo con el que ayudaste a la anciana que cuidaba Ángel para volver con su hijo.

La imagen de aquella noche lluviosa le llegó a la mente y sus ojos se llenaron de añoranza. Pero había un problema: si se convertía en ángel de nuevo, sabía que debía volver al cielo. Ella volteó a ver a Kevin, quien estaba luchando como podía contra Adriel junto a Cupido y Ángel.

—Hazlo por él —dijo Camila como últimas palabras y ella asintió levemente.

Camila puso el collar en el cuello de la castaña mientras ella cerraba los ojos, y cuando los volvió a abrir, estos eran completamente dorados. Una luz radió sobre ella, cegando a todos los demás junto con una onda de poder que sacudió a la tierra.

Su cabello creció con iluminaciones color oro y su vestido blanco fue cambiado por un vestido de seda, como esos que usan las diosas del Olimpo. De su espalda salieron un par de alas inmensas de color dorado que casi tocaban las ramas de los árboles.

Cuando la transformación acabó y el gran destello de luz se esfumó del lugar, Angélica lanzó un poderoso rayo de luz hacia Adriel, haciendo que se apartara de su hermano.

—¿Qué carajos? —gruñó él al ver a su ex prometida de una forma muy poderosa.

—Te atreves a tocarme un caballo siendo solo una débil humana, pero estando así te aterro. ¿Verdad?

—¡Yo no le tengo miedo a nada! —gritó furioso y le lanzó un conjuro, pero ella lo esquivó, lanzando otro.

Cupido apuntó una de sus flechas hacia Adriel, pero Camila lo interrumpió bajando su arco.

—No hagas nada, esa batalla debe ganarla Angélica sola. Órdenes del señor.

Cupido la miró extraño. Se sentía frustrado, pero no podía hacer absolutamente nada si eran órdenes de arriba.

La batalla siguió entre Adriel y Angélica. Kevin estaba asustado, tenía miedo de que Angélica resultara herida, pero eso era casi imposible cuando Camila hacía hechizos de sanaciones para la castaña.

—¡Camila, cuidado! —gritó Ángel al ver como uno de los demonios leales a Adriel se le aproximaba a Camila por detrás con un cuchillo. Kevin rápido se metió en el medio para defenderla y un grito desgarrador fue lo que desconcentró a Angélica de lo que estaba haciendo.

Al voltear y ver a Kevin arrodillado en el suelo, con el cuchillo en su pecho, sus ojos se llenaron de miedo y Adriel aprovechó esa oportunidad para atacar, sacando una daga de su traje ya todo roto.

—¡Angélica! —Le gritó Camila a la paralizada castaña y cuando ella se volteó, la daga hizo contacto con su abdomen, rajando el vestido, sangre salió de su boca.

Esa no era cualquier daga, era una capaz de matar a uno del infierno como a uno celestial. Cupido abrió sus ojos como platos y Ángel quiso correr con ella, pero otra ola de poder proveniente del cuerpo de Angélica los tumbó a todos al suelo.

—Es una pena —susurró Adriel, haciendo girar la daga, provocando que la herida comenzara a tener una hemorragia—. Tal vez nos veamos en otra vida.

Angélica tosió, estirando un de sus manos a una flecha sagrada que había en el suelo y sonrió.

—No lo creo...

Desenterró la flecha del suelo y la encajó en la espalda de Adriel, justo del lado del corazón, haciéndolo gritar y quemarse, quedando solo sus cenizas.

Ángel se sacó de Cupido y llegó corriendo con su hermana, pero esta ya había cerrado sus ojos.

—No, Angélica, no. —Se arrodilló ante ella y la cargó en brazos—. ¡Hermana, abre los ojos! Angélica....

Sus alas desaparecieron y su cabello volvió a ser castaño. Se estaba poniendo fría y su corazón no latía ya.

—¡Angélica, carajo!

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CAPÍTULO CON EDICIÓN CONCLUIDA


Alabao! Peren no pierdan las esperanzas aún falta el epílogo ¿Que creen que va a pasar?)

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