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CAPÍTULO 39: "En manos del enemigo"

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Capítulo 39:

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Dicen que los finales felices no existen, que siempre hay algo que los arruina o alguien que los quiere arruinar. Yo no pensaba lo mismo, creía que las historias de amor siempre tenían sus finales felices luego de que ambas personas se entregaran el uno al otro; pero la vida resultó ser completamente distinta.

Mientras Kevin abrazaba a Angélica, ya de madrugada, esta había despertado hace unas horas para ir al baño. Aunque se sentía adolorida, no dejaba de sonreír, mirando el rostro dormido del chico al que se había entregado apenas hace unas horas.

Levantó su mano con delicadeza y acarició su mejilla con cuidado de no despertarlo. Estaba completamente enamorada de ese mortal y ahora ella era una mortal inofensiva que antes solía tener las alas más grandes y hermosas del cielo.

—Te amo —susurró mirándolo dormir y quitó su mano de su rostro.

Kevin, quien la tenía abrazada de la cintura, la soltó dormido y se volteó de espaldas a ella. Angélica fue a abrazarlo en el momento que el sonido de algo cayendo al suelo, proveniente de afuera, la hizo mirar de forma extremadamente rápida a la puerta.

Su corazón latía muy rápido y su cuerpo se había tensado por el susto. Lentamente se sentó intentando no hacer nada de ruido. Sus pies encajaron perfectamente en las pantuflas de color azul marino que combinaban con su pijama de ositos.

Al levantarse, la cama emitió un crujido que Angélica maldijo mil veces por lo bajo antes de mirar de reojo a Kevin, pero este estaba profundamente dormido y agotado como para despertarse solo por ese ruido. Con paciencia, caminó a la puerta y la abrió lentamente para poder ver afuera, sin embargo todo estaba oscuro y el interruptor estaba al lado de la otra esquina, donde se encontraba la puerta principal. Ella salió de la habitación y cerró la puerta de forma lenta, empezó a caminar hacia el interruptor, sintiéndose observada.

Angélica volteó más de una vez a las esquinas donde estaba el gran ventanal por el que se colaba algo de aire, ya que una de las ventanas estaba abierta; pero aun así, no había absolutamente nada que pudiera divisar.

Llegó hasta el interruptor y su corazón se aceleró aún más cuando sintió una respiración profunda detrás de ella. En un tres por dos subió el interruptor, prendiendo las luces de la sala y volteándose, preparada para verle la cara a lo que sea que tuviera detrás, pero no había nada.

Angélica saltó de un susto cuando tocaron de repente la puerta que tenía a un lado. Miró por el hoyo de la puerta y se alivió al encontrarse con la pelirroja que jugaba con sus manos algo impaciente.

—Ya voy —suspiró aliviada y caminó a la ventana, cerrándola para luego ir a abrir la puerta—. Joder, Camila, qué susto nos habías dado. Pensamos que los demonios te habían vuelto a encerrar.

Angélica la abrazó, pero Camila no respondió a este. Su mirada estaba fría, sin vida, mirando al ventanal. La castaña se separó y miró a su amiga algo extraña.

—¿Camila?

—Lo siento...

Angélica frunció su frente y ojos en confusión, y de un momento a otro, alguien le tapó la boca por atrás, ahogando un grito de dolor de su parte por la brusquedad con lo que lo hicieron. Ella se intentaba zafar, pero definitivamente su fuerza y poderes ya habían desaparecido como pronto lo harían sus recuerdos de cuando era un ángel.

—Hey, quieta, princesa. —Víbora estaba desde atrás, colocándole un cuchillo en el pescuezo a Angélica—. No queremos que suceda un accidente, ¿verdad?

Los ojos de Angélica se llenaron de lágrimas, estaba asustada y creo que esa palabra le seguía quedando pequeña a como en verdad se sentía. Ella miró a la puerta de la habitación entreabierta donde aún dormía el mortal que tanto amaba y que ahora desearía que saliera de ahí a rescatarla; pero no podía gritar, el agarre de la chica detrás de ella era más fuerte.

Camila dio la media vuelta y entonces pudo ver una cadena alrededor de su cuello, el cual no había visto antes por el cuello de su playera. La cadena daba hasta un lado y no tardó mucho en descubrir quién tenía el otro extremo.

Se escucharon pasos y alguien se paró frente a Camila, tapando sus ojos y haciéndola desaparecer de ahí. Angélica abrió sus ojos como platos al ver quien tenía frente a ella.

—¿Me extrañaste, linda? —Su sonrisa malévola se asomó entre sus labios. La silueta al fin tenía rostro y uno que nosotros conocíamos bien.

—Aquí la tienes, hermanito. —La pelinegra la soltó y la empujó en sus brazos, haciendo que este la tomara de la cintura.

—A-Adriel... —logró decir antes de que el rubio le tapara la boca nuevamente, apretándola con fuerza de las mejillas a lo que ella se quejó.

—¿Te sorprende? Pensé que me querías muerto, pero eso no me importa porque ahora ni ese mortal se impondrá en nuestro camino. —Tomó su mentón, levantando la mirada que Angélica trataba de evitar hacia él—. Mi querida futura reina del infierno.

Angélica lo miraba aterrada. Ya no lucía como antes, su cuerpo estaba llenos de tatuajes con significados perversos y conjuros de demonios. Sus ojos habían pedido ese hermoso color a pasto de primavera para tomar un color más intenso que la sangre, lleno de poder y deseo. Su aura se sentía oscura en su totalidad, pero en el fondo ella sabía que esa era su verdadera forma.

Siempre lo fue.

Adriel era un Dios de la ilusión y el engaño, hijo de Lucifer, príncipe y ahora rey del infierno. ¿Pero cómo no se habían dado cuenta de eso antes? ¿Cómo no lo notaron los ángeles?

La castaña negó de forma rápida intentando forcejear con Adriel para que la soltara. Había entrado en algo que jamás había sentido: PÁNICO.

Le tenía pánico a lo que pudiera pasar, pero no la juzgaba, hasta el más valiente le tendría miedo a que terminaran por herir a las personas que quieren, pero más si te obligan a ser algo que no eres. En este caso: La reina del infierno.

Con fuerza mordió la mano de Adriel y este la soltó de un tirón por el dolor provocado.

—¡Mierda!

—¡KEVIN, AYU...! —gritó sin éxito, pues la pelinegra le tapó la boca rápido por detrás y de un momento a otro, susurró un conjuro que hizo que su cabeza palpitara del dolor.

Un grito desgarrador fue desatado de su garganta, como una bala al apretar el gatillo: rápida y precisa, que llegó hasta los oídos del chico que tanto amaba, quien abrió los ojos al instante. Pero todo fue silencio, la pared blanca sobre él fue lo primero que vio, sin saber si ese grito había sido un sueño o la más pura realidad.

—Joder, pensé que las pesadillas habían acabado —se dijo a sí mismo en el profundo silencio de la habitación, en la que no tardó en darse cuenta que estaba solo.

Se volteó para abrazar a Angélica, y en el momento en el que no la sintió, se levantó rápido para salir de la habitación.

—¿Angélica? —La sala estaba vacía y las ventanas nuevamente abiertas.

La vista de Kevin se dirigió de forma rápida a una pluma negra cerca de estas ventanas y la tomó en su mano, analizándola, para después mirar a su alrededor. Su mandíbula comenzaba a apretarse, dándose cuenta de lo que había pasado.

Gritó y echó abajo el adorno que se encontraba en la mesa en un ataque de frustración, sus dedos despeinaron sus cabellos poco a poco, llenándose de desesperación.

Otro grito desgarrador salió de la garganta de Kevin, llenando por completo el departamento vacío en el que estaba.

*

Los pies de Adriel tocaron el suelo de la cabaña con Angélica inconsciente en sus brazos, su cabello caía hacia el suelo y su cabeza se recostaba en el pecho de quien la traía.

—¿Y bien, ahora qué? —preguntó Víbora al aterrizar detrás de su hermano.

Adriel solo caminó callado pasando por al lado de los demás demonios, hasta llegar a una habitación. Decir que parecía de cuentos de hadas era poco: las paredes rojas le hacían dar un toque realmente posesivo y demoníaco a las cosas de color negro, como la cama, el espejo el clóset  y la alfombra.

Era una habitación preparada especialmente para la reina demonio, la esposa del hijo de Lucifer.

—Adriel, estoy hablando contigo. —Su hermana lo perseguía hasta quedarse parada detrás de él.

El rubio acomodó a la chica de sus brazos sobre la cama y las almohadas hechas con plumas de cisnes.

—Calma, Víbora. Aún todo no termina, falta una última cosa que hacer antes de la ceremonia —dijo Adriel, acariciando la mejilla de la castaña con suavidad, mirándola de forma seria pero con algo de brillo en sus ojos.

—¿Qué cosa? —preguntó su hermana, cruzándose de brazos y viendo como su hermano mayor encadenaba a Angélica de una pierna con un grillete de oro.

—Convertirla en demonio.

—¿Qué? Eso es imposible. —La pelinegra descruzó sus brazos y lo miró tapar a la castaña con una manta hecha con más de mil hilos antes de voltearse hacia ella.

—Era imposible siendo un ángel, pero siendo una mortal solo hace falta que mate a una persona, y esa persona será la misma que le quito sus hermosas alas. —Adriel hizo aparecer su bola de cristal con solo chasquear sus dedos y esta se oscureció como la última vez, mostrándole al azabache hablando desesperado con Ángel, quien lanzó todo lo que pudo de la furia, gritando algo a los cuatro vientos—. Lo matará a él... a su preciado Kevin Demon. El chico por el que tanto luchó para salvarlo de la muerte.

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CAPÍTULO CON EDICIÓN CONCLUIDA.

(Capitulo largo)
¿Adriel esta vivo?

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