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Aguanta

+21 tiene temas fuertes

Mis muñecas son lo menos que me duelen, durante bastante tiempo he sido el saco de boxeo de los matones de Persy, estoy tirada en el suelo encadenada de manos a un tubo y tengo una cadena en el cuello que no me permite moverme, la hinchazón en el ojo izquierdo apenas me deja abrirlo AGUANTA, AGUANTA, TU PUEDES es lo que me repito tratando de ser fuerte.

Pero aun así lo que más me duele es que confié en una persona que me había demostrado una vez que no debía darle mi confianza, y aun así lo hice, y me volvió a defraudar, esa es una de las razones por las cuales no creo en las personas, solo saben usarte a su conveniencia, tu jamás les llegas a importar, solo les importa su propio bienestar.

-Buenos días, lista para otra ronda –dice Persy entrando a sótano en el que me tienen –mis hombres están listos para otra ronda de entrenamiento.

¿Otra? Mi cuerpo aún está dolido por la anterior, no puedo creer que haya pasado tanto tiempo desde la última vez que se fueron, Persy se comienza a acercar a mí y yo me intento ir para atrás, pero mi espalda choca contra la pared, se ríe sarcástico al notar el miedo en mí.

- ¿Qué es lo que quieres? –pregunto - ¿Por qué haces esto? –mi voz es rasposa y apenas audible.

-No hay razón alguna, no eres importante para mí, o para lo que planeo hacer, es solo simple diversión –dice dejándome helada por indiferencia al hablar, porque todo esto es solo un juego para él.

- ¡Por favor, déjame ir! –le suplico - ¡te lo ruego! –digo con lágrimas en los ojos.

-Lo lamento, pero tengo unos invitados que necesitan atención –dice eso y sale de la habitación dejándome a oscuras.

El frio me cala la piel, el miedo y dolor mantienen mi cuerpo temblando, no me puedo mover ni ponerme de pie por las cadenas, así que sintiéndome humillada dejo que el líquido que llevaba reteniendo por mucho tiempo salga, mojándome los pantalones, los sollozos me salen a pesar de que intento ahogarlos, es imposible que ese sea el hombre que alguna vez creí amar.

La puerta se abre y entran cuatro sujetos, dos con armas largas y dos sin nada, los dos que no traen armas se acercan a mí y me mueven con brusquedad, a un lado haciendo que las muñecas me duelan y que la cadena en mi cuello apriete más, escucho como sacan unas llaves y luego mis manos caen a mi espalda dejando de estar unidas al tuvo, también quitan el candando de mi cuello quitándome el peso y poniéndome de pie.

-Qué asco, la perra se orino –dice uno con repulsión.

Me levantan por ambos brazos y me sacan arrastrando del lugar, mis pies duelen cada que chocan con las escaleras, pero no me quejo, solo me ganaría golpes que no creo soportar, me llevan al patio en donde hay más de veinte hombres y me amarran a un palo de madera que hay ahí.

- ¡Es hora de la ducha! –grita uno de los hombres que hay ahí y todos chiflan haciéndome sentir asqueada.

Una mujer se llega hasta mí con la cabeza agachada, pero puedo ver que tiene hematomas en la cara y brazos que sobresalen de la ropa que tiene puesta, por lo que no me quejo mi le grito cuando comienza a cortar mi ropa con una tijera, una parte de mí no puede permitir que le hagan daño a alguien por mi culpa, fijo la vista al frente mientras la mujer me desnuda y me percato que hay una cámara puesta justo en frente de mí, en la cual se puede ver absolutamente todo, no aparto la mirada, porque si es en vivo no quiero que mis hombres me vean rendida, y si es una grabación no quiero que Persy se dé el lujo de tener un video mío en donde me veo destruida emocionalmente, aunque así me sienta, si no lo demuestro no se dan cuenta.

De repente tres chorros de agua con bastante potencia comienzan a golpear mi cuerpo haciendo que la piel me arda por el fuerte impacto, el agua choca en cada parte de mi cuerpo, mojándome por completo, cuando el agua se apaga y la misma mujer de hace un rato regresa me comienza a enjabonar todo el cuerpo.

-Lo siento –dice mientras me pone el shampoo.

-No te preocupes –le respondo tratando de sonar tranquila.

-Solo no grites ni te resistas, ellos son muy crueles, y los gritos solo los

- ¡Aléjate ya! –le grita uno de los hombres tirándole un chorro de agua obligándola a alejarse.

Ella toma lo que trajo y se aleja, pero al llegar al otro lado uno de los salvajes al mi alrededor le da un puñetazo que la manda al suelo, ella solo se levanta y continúa caminando como si nada hubiera pasado solo no grites, ellos son muy crueles, recuerdo sus palabras y me duele el que piense así.

El agua me comienza a mojar nuevamente enjuagando el jabón que antes me pusieron, me aguanto los gritos de dolor o las lágrimas, no les demuestro lo mucho que me duele o la humillación que siento, las miradas pervertidas que me lanzan los hombres o los comentarios cargados de perversión me causan asco.

-Es hora –dice Persy haciendo que el agua se detenga.

Todos comienzan a gritar y Persy se acerca a mí quitando las ataduras que me mantenían en pie, por lo que caigo al suelo raspándome las rodillas, se agacha quedando a mi altura y toma mi rostro obligándome a verlo, no lo reconozco, no hay nada de la persona que alguna vez fue, pero si acepto que desde que lo conozco había esa oscuridad en sus ojos, solo que la estaba ocultando.

- ¿Qué me vas a hacer? –le pregunto haciendo que ejerza más fuerza en su agarre.

-Yo nada –responde y me suelta.

Se levanta y se marcha, sus hombres me ponen de pie arrastrándome con ellos, entramos en una habitación que no reconozco, me llevan a la fuerza a una mesa y me empinan sobre ella, veo que también hay cámara en esta habitación, pero esta vez sí aparto la mirada, separan mis manos amarando cada una en las patas de la mesa, después separan mis piernas dejándome abierta y encadenan mis pies obligándome a mantenerlos separados, la única movilidad que me dejan es la cabeza.

Los hombres se marchan después de verificar que todo quede bien seguro, el silencio y la incertidumbre acaban con mis nervios, me trato de mover, pero solo lastimo mis manos con las cadenas, el tiempo pasa y nadie entra, trato de calmarme, pero es imposible, físicamente estoy quita, pero mi mente no deja de pasar por diversos escenarios, aunque soy consciente de lo que va a pasar.

Cierro los ojos tratando de pensar que no está pasando, pero el dolor constante que siento no me permite hacerlo, a pesar de que no me puedo ver en un espejo estoy consciente que mi cuerpo está lleno de moretones, heridas y muy probablemente en estos momentos tenga la piel roja por la ducha que me dieron.

-Espero que disfruten su bienvenida –dice Persy entrando y todos mis sentidos se ponen alerta.

-Vaya bienvenida Smith, te luciste –responde una voz que no reconozco

-Sí, la zorra está muy buena, pero muy dañada –dice el segundo.

-Yo la quiero estrenar papá –dice una tercera voz.

-Pueden hacer lo que decidan, lo único que está prohibido es soltarla –informa Persy

-Mis hijos se sabrán comportar –dice una cuarta voz –¿cierto, muchachos?

-Bueno, me marcho para que disfruten –dice Persy y escucho que abre la puerta.

-Yo te acompaño, dejare que ms hijos se diviertan solos –dice la cuarta voz.

Escucho como ambos salen y comienzo a escuchar pasos por la habitación, giro la cabeza buscando a las personas que se quedaron, pero están fuera de mí vista, unos pasos se acercan y siento como una mano me comienza a recorrer desde el final de la espalda hasta el hombro y cuando llega me toma del cabello obligándome a mantener la cabeza contra la mesa.

-Pásame la mordaza –dice el que me tiene agarrada del cabello.

Su dedo se resbala y cae en mi boca, por lo que la abro y meto su dedo mordiéndolo tan fuerte que siento el sabor metálico de su sangre, el hombre grita y me jala la cabeza para atrás obligándome a abrir la boca y soltarlo, es ahí que puedo detallarlo, pero aun así no logro saber quién es, ya que nunca antes lo había visto.

-Hija de perra –dice al ver su dedo con las marcas de mis dientes y chorreando sangre, sonrío en respuesta mostrando el interior de mi boca llena del líquido carmesí.

El hombre destila odio al verme y lo siguiente que siento es mi cabeza rebotar contra la madrea cuando me estampa la mano dejándome la mejilla ardiendo y desorientada por el golpe que me lleve, mi vista es nublosa y doble, y el oído izquierdo, en donde me golpeo, solo emite un pitido.

-Te voy a enseñar a respetarme perra –dice y escucho como se baja el cierre del pantalón –ponle la mordaza, yo le enseñare modales, la Comandante Kaira O'connor nos debía está –no entiendo de lo que habla.

Siento como toman mis caderas mientras otro sujeto se me acerca y me pone una mordaza que tiene una pelota obligándome a tener la boca abierta, el sujeto que me la pone la aprieta con fuerza lastimándome las esquinas de la boca, siento como el tipo al que mordí vierte algo sobre mí y luego hace lo que me denigra de la peor manera.

Sus movimientos son demasiado toscos, lastimando mi interior, los golpes por parte de él comienzan, y luego siento otras manos comenzar a tocar mi cuerpo, me intento mover, el daño en mis muñecas no me interesa, escucho como se ríen y golpean, cada que me muevo sus golpes son más fuertes, la persona tras de mí se quita y se pone otro, grito, pero apenas es audible, quiero suplicar, o hacer algo que los haga parar, la espada y las nalgas me arden por sus azotes.

Y justo cuando creo que ya no me pueden causar más daño, siento como el dolor se avasalla cuando dos de ellos me penetran al mismo tiempo, la garganta me quema por el grito, se mueven con furia, arañando mi piel, sus gemidos son la cuchilla que me entierran en el alma cada que los escucho, mi estómago se contrae de dolor y luego siento un líquido caer, mojando mis piernas.

-Qué asco, se rompió –dice uno y luego siento como salen de mí.

-Me tiene que limpiar –dice uno y luego jalan mi cabello manteniendo mi cara alzada haciendo que se me dificulte respirar, logro ver a los tres hombres y ninguno de ellos aparentan más de 25 años, y es ahí cuando logro reconocer de quien son hijos, Mark Bairon, acabe con varios de sus hombres y logre cerrar más de 5 centros de tratas de blancas en todo Norteamérica.

El que me jala el cabello me deja así mientras otro de ellos me quita la mordaza, pero antes de que pueda decir algo me ponen otra que de igual manera me mantiene la boca abierta, solo que esta tiene un circulo en el centro dejándole un vacío y las lágrimas salen de mí quemando mis mejillas, uno acerca su miembro a mi cara, pero la muevo ganándome un golpe.

-Solo no grites ni te resistas, ellos son muy crueles, y los gritos solo los

Las palabras de la mujer hacen eco en mi cabeza diciéndome cuanto me equivoqué, ella sabía con quién me tocaba estar y me estaba advirtiendo, yo fui la que se equivocó de personas, el tipo vuelve a acercar su miembro a mi rostro y esta vez no me resisto, simplemente las fuerzas se me acabaron, desde la muerte de Brandon todo ha ido en picada y ya no puedo, no puedo no quiero.

Me pierdo, dejo todo, mi mente ya no se enfoca en lo que está pasando, dejo que esos hombres dañen y perturben mi cuerpo cuanto quieran, lo único que sé es que cada vez me voy sintiendo más débil y que mi entrepierna se sigue sintiendo húmeda.

-Por dios la perra sí que sabe

El líquido caliente me salpica la cara y parte de los sesos del hombre vuelan manchando todo el lugar, el segundo hombre no tarda en caer, no me preocupo en ver a quien lo hizo, lo único que espero es que si me va a disparar no le tiemble la mano al hacerlo, espero la tercera detonación que acabará con la vida del primero que me pero no llega, lo que si me llega es su olor.

Escucho dos detonaciones seguidas que llevan al tipo al suelo ya que cada una de ellas fue dirigida a cada una de sus piernas, giro la cabeza ocultando mi rostro y lo único que escucho son los gritos del hombre, quiero voltear, pero no quiero verlo, no soy capaz de mirarlo a la cara, no después de la forma en la que me acabe de ver.

- ¡No quiero que nadie entre! –grita Zeth cerrando la puerta de un portazo.

Escucho sus pasos, pero no abro los ojos ni volteo la cabeza, las lágrimas siguen cayendo por mis ojos y no puedo contener los hipidos, lo primero que siento es cuando se agacha y me quita las esposas de las manos una a una, en ningún momento toca mi piel o me da una palabra reconfortante, después me quita las ataduras de los tobillos y lo escucho alejarse, a pesar de no tener ataduras no me muevo, ni me quito la mordaza que tengo en la boca.

-General

-Dije que no quiero que me molesten –dice y logro notar que su voz está quebrada.

Me comienzo a mover tratando de sentarme en la mesa, pero el dolor en mi vientre es demasiado, por lo que tardo más de lo normal, sigo sin verlo y así alzo las mano desamarrando la mordaza quitándola de mi boca, y sin querer mi mirada viaja el suelo en donde veo a lo que era el hombre en un charco de sangre totalmente irreconocible.

Volteo a ver el lugar en donde quedaban mis piernas y el corazón se me comprime al ver la imagen, hay un rio de mi sangre en el suelo, observo mis piernas y ellas están teñidas de del líquido carmesí, siento como dejan algo a mi lado y luego se vuelven a alejar, giro el rostro y veo que dejo su chaqueta militar, me la pongo y el olor de ella me llega a aliviar de cierta manera.

Me quedo unos segundos así, hasta que me intento poner en pie, me bajo de la mesa, pero las piernas me fallan llevándome al piso, me intento levantar una vez más, pero no puedo, el dolor me vence y lloro, sin importarme quien me escuche o que piensen, estoy rota, me dañaron de una manera en la que no existe reparación, de una forma que siempre vivirá en mis recuerdos y nada podrá hacer que lo olvide, ya que está ocurriendo por segunda vez.

-Déjame ayudarte –me pide Zeth llegando a mi lado agachándose quedando a mi altura.

No respondo solo asiento mientras aparto la mirada, me toma con suma delicadeza, como si temiera romperme, y quiero decirle que ya alguien más lo hizo, pero las palabras no salen de mí, su tacto me tranquiliza, y dejo que me tome de la cintura, me vuelve a sentar en la mesa y gimo de dolor al sentir un tirón en mi vientre.

-Mírame –me pide quedándose frente a mí, pero deja de tocarme.

-Mírame –vuelve a pedir al no tener respuesta por mi parte.

Noto el dolor y la impotencia en su voz, recuerdo lo que paso hace dos meses en la boda, lo que ha pasado desde ese día, y es eso lo que me detiene y me hace no mirarlo, no hay forma de que me vuelva a ver como esa mujer, ahora yo estoy estoy

-Mírame –pide, pero esta vez toma mi quijada con suma delicadeza y la gira mi rostro, pero yo mantengo los ojos agachados –mírame por favor.

Su suplica me hace alzar la mirada y noto sus ojos rojos llenos de lágrimas, puedo ver la angustia, sufrimiento e impotencia en su mirada, su cara esta manchada de sangre al igual que su ropa, pero no puedo sostenerle la mirada por más tiempo y la separo, sintiéndome una basura por lo que me guarde y ahora el no

-Tengo algo que decirte –hablo mirando el suelo.

-Hazlo, pero mírame a la cara –suplica.

-No puedo verte a la cara así –digo con la voz rota y a punto de comenzar a llorar nuevamente.

-No me importa, Kaira, nada de esto me importa –responde intranquilo y desesperado por no saber que decirme o hacer.

Alzo la mirada uniendo nuestros ojos y no sé si decirle es lo mejor, aprieto los labios y cierro los ojos tomando una respiración, después los abro y noto la preocupación con la que me mira y no puedo ocultárselo, a él no puedo ocultarle nada, sin que él se lo esperará tomo sus manos entre las mías y las uno mientras trago saliva.

-Acabo acabo de -las palabras no tiene manera fácil de decirlas –estaba embarazada.

Lo suelto de golpe, noto la sorpresa y confusión en su mirada, pero cuando lo acepta sus ojos se llenan de lágrimas que no detiene y estas salen, siento que va a caer, por lo que lo atraigo a mi pecho dejando que ambos nos desahoguemos y lloremos por la pérdida que tuvimos, porque a pesar de que no fue algo que decidimos su perdida duele.

-Tengo que llevarte al hospital urgentemente –dice separándose de mí, puedo notar que está tratando de ser fuerte por los dos en este momento.

Antes de que pueda responder ya estoy en sus brazos, me lleva cargada hasta la puerta y la abre, salimos de la habitación y veo como Rox se acerca poniendo una manta tapando la desnudes de mis piernas.

-Ella necesita su espacio –le dice a Zeth tratando de hacer que él me baje.

-Lo necesito a él –respondo aferrándome más al hombre que me causa seguridad y tranquilidad en estos momentos.

Sin esperar más me sube a un helicóptero que no tarda en elevarse, en ningún momento me suelta y yo en ningún momento me quejo, la tranquilidad que Zeth me da es tanta, en el inmenso dolor que siento.

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