Estoy sentado sobre la cama, tiritando y no es de frío. Me abrazo a mí mismo y junto mis piernas temblorosas.

—¿Cómo te llamas niño? —pregunta con arrogancia el ser que tengo de pie frente a mí.

—Ta...Taehyung —trago saliva, no me atrevo a levantar la mirada—. Ki...Kim Taehyung.

—¿Y este lugar, qué es?

—Mi casa.

—¿Y qué hago yo aquí? —Se agacha y me obliga a mirarlo, tomando mi rostro con una de sus frías manos—. Estaba matando a una persona y de pronto, cuando lo tengo cogido del cuello, aparezco en este sitio. ¿Cómo es eso posible? —Me suelta, coloca sus manos sobre sus rodillas y se levanta—. Pero lo más extraño es que, en ese momento, pensé en la persona que me había salvado la vida, y luego a quien tenía por el cuello era a ti, mi salvador.

—¿Qué, yo tu salvador?

—¿Lo niegas humano? —me agarra por el pulóver y me pega a la ventana de cristal— ¿Y si no fuiste tú, entonces quién fue?

La luz de la luna me dejó ver sus facciones. Imposible. Me repetí esa palabra tres veces más. ¿Cómo esto puede estar pasando?

—Jungkook —mencioné en un hilo de voz y de alguna manera eso provocó que él aflojara su agarre.

—¿Sabes mi nombre?

—Yoo... bueno...

No sabía qué responderle. De hecho, cómo le iba a decir que él era un personaje de una caricatura que creé hace cinco años. Es que ni siquiera me explico a mí mismo cómo es que lo tengo justo delante, en carne y huesos, como si se hubiese escapado del mundo del manga.

—Mnn, supongo que lo sabes, esa hija de puta lo mencionó antes de intentar clavarme la estaca —me suelta—; pero llegaste tú justo a tiempo. Sí eres mi salvador. Perdona mi descortesía, debería de agradecerte en vez de querer ahorcarte.

—No te preocupes por eso.

—Gracias, Taehyung.

Sus ojos y los míos conectaron. Rojos, sus ojos eran tan rojos como un rubí, y brillaban con igual intensidad. Me sentí estremecer. Cuando dibujé a mi personaje, lo hice pensando en mi chico ideal; la estatura, el color de la piel, el cabello desaliñado, incluso la inmortalidad, todo lo hice a mi antojo. Por eso en esta tercera temporada quise hacer un romance peligroso, uno que nunca tuve, ni tendré. A excepción de mi abuela y mis padres, nadie sabe que no me gustan las chicas.

—¿Por qué me miras de esa manera?

—Tu ojos...

—¿Mi ojos...?

—Son lindos.

A decir verdad, a los dos nos tomó por sorpresa lo que dije. No pensaba hacer ese tipo de comentario en voz alta. Se acercó a mí y por instinto me eché hacia atrás, pero choqué contra la persiana y la pared. No tuve escapatoria, lo tenía ya justo delante.

—En 300 años de existencia ninguna persona había elogiado mis ojos, eres... la primera persona que lo hace. —Tomó mi barbilla—. Dime, ¿tienes novia? —Negué con la cabeza, mientras el corazón me latía como loco—. Entonces, puedo marcarte como mío.

—¿Qué? ¿Ma...marcarme? —Y justo en ese momento recordé...

Jungkook nunca había marcado a alguien, ni siquiera al personaje femenino que había creado para él, porque muy dentro de sí sentía que ella no era la persona indicada. Marcar a alguien, significaba que lo convertiría, y que vivirían juntos por siempre. ¿Pero por qué me escoge a mí? Apenas me conoce. ¿Será porque le salvé la vida? Aunque, bueno, técnicamente no fui yo, él solo me está confundiendo y creo que tengo la culpa.

El supuesto chico que lo salvó de la muerte, llevaba un colgante de plata en el cuello, con un dije en forma de luna, pero en el manga nunca dibujé su rostro, solo a alguien encapuchado. Supongo que haber incluido una prenda mía en el manga no fue buena idea.

—Por favor, Jungkook, no hagas eso, ni siquiera sabes quién soy ni cómo llegaste a este lugar.

—Eso lo puedo averiguar luego, una vez que seas mío —sacó sus colmillos, me aterré, debía hacer algo para evitarlo.

—Yo... ¡Yo hice que apagaras tu humanidad!

—¿Qué dices? —Se alejó con torpeza—. ¿De qué estás hablando?

—Yo... yo tengo la culpa de todo. Yo puse a esa mujer en tu vida y provoqué que casi te matara; pero debía salvarte porque... porque eres mi personaje principal. Yo te creé Jungkook. Tú: no eres más que una caricatura.

Dije todo aquello atropelladamente y, ni siquiera sé por qué lo hice pero, justo cuando terminé de hablar, él desapareció, y todo se puso oscuro para mí.