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Capítulo: O1.

Actualidad.

La primera semana de regreso escolar siempre suele ser demasiado agobiante para algunos estudiantes, sobre todo para los de nuevo ingreso. Por otro lado, para los de último año suele ser más emocionante, pues normalmente todos tienen algo maravilloso para contar sobre sus vacaciones de verano.

No obstante, había una persona que no la había pasado nada bien en sus vacaciones y todos pudieron notarlo en su comportamiento tan aislado que aquel jovencito mantuvo durante la primera semana de clases.

Por supuesto que sus compañeros se daban cuenta de la actitud desganada del de cabellos plateados, pero nadie se atrevía a preguntar, tampoco sobre la ausencia de uno de sus compañeros; Jung HoSeok. De todos modos, era algo fácil de deducir, pues todos eligieron pensar que aquel muchacho de risa contagiosa había decidido cambiarse de instituto.

Y honestamente todo era mejor así, sin que nadie preguntará nada ni le hablarán, todo estaba mejor así para TaeHyung.

—¿Qué tal tú primera semana?

O bueno, había un pequeño inconveniente, pues al parecer su psicólogo siempre era demasiado preguntón.

Sin obtener respuesta del menor ante su cuestionamiento, aquel hombre robusto de sonrisa relajada decidió recostar su espalda en el respaldo de la silla, cruzando sus brazos sin quitar sus ojos del jovencito.

—Me contó tú madre que te gusta la astronomía —mencionó con cierto interés, cambiando de tema con facilidad, esperando la atención del menor y cuando la obtuvo, prosiguió:—. Hay un taller de astronomía en tú instituto y pensé que sería buena idea que te inscribas, es bueno hacer cosas que te gustan. ¿Qué te parece? —termina de decir, extendiendo un papel sobre la mesa que los dividía, mostrando la convocatoria.

El menor se tentó unos segundos, queriendo tomar aquel papel para poder leerlo mejor, pero no lo hizo. Sus hombros se tensaron y entonces volvió a bajar su cabeza, sintiéndose por alguna razón avergonzado.

Pero eso no inmutó la actitud firme del hombre castaño, al contrario, decidió doblar el papel y guardarlo, pues al final de la sesión se lo daría a su madre. Se inclinó un poco hacia la mesa, apoyando sus codos sobre está y entrelazando sus propias manos.

—Está bien, podemos no hablar hoy —murmuró con una media sonrisa sin dejar de mirar al menor, darle confianza era uno de los puntos principales que había que hacer—. Solo quiero que recuerdes que son días malos, no una mala vida y que estoy dispuesto a siempre apoyarte para bien.

Indicó con un tono seguro, obteniendo nuevamente la atención del de mechones plateados y notando cómo su cuerpo se había relajado.

—No voy a obligarte a nada, estoy aquí para ayudarte. ¿Lo recuerdas? Espero que el lunes podamos conversar mejor, y sí no es posible, entonces esperaré hasta que te sientas cómodo —explicó, levantándose lentamente de su asiento mientras una sonrisa sincera se asomaba en sus labios—. Te veo el lunes, TaeHyung.

Y antes de decir algo más, una joven de aproximadamente 20 años se asomó por la puerta después de haber tocado dos veces, saludando cordialmente y sonriendo.

—Doctor NamJoon, una disculpa por haber entrado así, pero tiene una llamada urgente de su madre y supuse que ya casi terminaba con el paciente —dijo con prisa la fémina, disculpándose una segunda vez con los dos individuos y al recibir una respuesta afirmativa, se retiró de ahí.

TaeHyung con simpleza se levantó de su lugar, caminando hacia la puerta y antes de abrirla, se volteó sobre sus talones decidido a hablar. Mordió con cierta fuerza su labio inferior, intentando no esbozar una ligera sonrisa.

—Muchas... Le agradezco —susurró bajito pero lo suficiente para que el alto pudiera escucharlo, sin hacer contacto visual.

Sin esperar respuesta alguna, salió con rapidez del lugar, queriendo reunirse con su madre quien lo esperaba afuera en uno de los sofás vacíos. En cambio, NamJoon se quedó perplejo en su lugar y en cuanto pudo razonar, una risa juguetona salió de su garganta. Le alivio saber que después de un mes siendo su psicólogo, había conseguido por fin que TaeHyung le hablará y precisamente para agradecerle, eso significaba que había cierto avance sobre las sesiones que habían mantenido.

El menor se había encerrado en sus emociones y por ende se había aislado de absolutamente todo durante un mes, pues había decidido pasar su duelo en completa soledad. No fue hasta que sus padres optaron por llevarlo con un profesional que supiera guiarlo mejor, ahí fue donde se sintió completamente obligado a convivir con otra persona fuera de su zona de confort.

Kim NamJoon, un hombre de 28 años, especializado en psicología y con mayor experiencia en jóvenes adolescentes, sabía totalmente que la paciencia es lo primordial, es por eso que siempre se demostró relajado en cada sesión que tenía con el menor de la familia Kim.

Había descubierto un cuadro de depresión severa y un trastorno de estrés postraumático, sin embargo, después de un mes atendiendo al menor, descubrió que TaeHyung había creado un método de defensa en su mente, bloqueando todo recuerdo traumático que experimentó. Pues desde aquel día, TaeHyung no se había atrevido a hablar sobre aquello y lo mejor que pudo hacer fue aislarse.

Se reprimen los recuerdos, más no el efecto.

Normalmente las personas que reprimen algún evento traumático no son conscientes hasta que ven o escuchan algo relacionado a ello.

NamJoon había decidido al menos por este mes, esperar a que el menor tuviera confianza en explicarle por sí mismo y así no presionarlo. Lo peor que podía hacer era hacer sentir más abrumado al de cabellos grisáceos.

Por experiencia propia, los adolescentes que pasan por este tipo de situaciones suelen estar siempre a la defensiva, así que obligarlo hablar no era una opción. NamJoon quería lograr ser parte de su zona de confort. Hacerlo sentir seguro y cómodo siempre fue lo principal, es por eso que al oírlo dirigirle la palabra por primera vez después de haber tenido cinco sesiones con él, supo que iba bien y por supuesto que el lunes le preguntaría sobre ello.

Tomó su portafolio y entonces salió del consultorio, encontrándose con la madre del menor. Decidió ir a saludarla y aprovechar la oportunidad de hablar con ella.

—Buenas noches, señora Kim —saludó.

—Que sorpresa Doctor. ¿Pasa algo? —cuestionó la mujer con una expresión de preocupación en su rostro, poniendo su completa atención en el contrario— ¿Mi bebé sigue sin hablar? Yo siempre le he dicho que debe contarle todo a usted.

—Solo quería decirle sí puede traerlo tres veces por semana, no creo que una vez por semana sea suficiente —explicó NamJoon, ignorando la pregunta de la señora, pues hablar sobre lo demás en medio del pasillo no era lo correcto.

—Oh, eso es... —Suspiró aliviada la mayor, volviendo a relajarse—. Está bien, traeré a TaeHyungie. ¿Podría ser lunes, miércoles y viernes?

—Por supuesto, mi secretaria le pasará los horarios disponibles —Sonrió, despidiéndose de la mujer y posteriormente irse a recibir la llamada de su madre.

La señora Kim terminó de firmar unos papeles y finalmente volvió al automóvil dónde se encontraba el menor.

—¿Cómo te fue, cariño? —preguntó mientras encendía el automóvil, colocándose el cinturón de seguridad y acomodando el retrovisor delantero para poder mirar al de mechones plateados.

TaeHyung se encogió de hombros y desvió su mirada hacia sus zapatos, evitando totalmente mirar a su madre.

—Está bien, no te preocupes, te amo. Lo sabes, ¿verdad? —Sonríe un poco y seguidamente comenzar a manejar hacia su hogar.

Mientras un TaeHyung abrumado ahora miraba hacia la ventana, no recordaba desde cuando su madre había empezado a decirle todos los días que lo amaba. Hasta había renunciado a su trabajo solo para estar con él todo el día. Su padre seguía trabajando, pero los fines de semana siempre estaba ahí día y noche. Su hermana mayor no estaba físicamente con él debido a sus estudios fuera del país, pero todos los días recibía una videollamada de ella o mensajes. 

Eunyeong nunca había sido una mala madre, siempre buscaba lo mejor para sus hijos y por eso decidía trabajar duro para otorgarles todo lo que ella no tuvo, pero eso quitaba tiempo, aquel tiempo de calidad que también es importante.

Fue entonces que, al recibir la noticia sobre el fallecimiento del hijo de su mejor amiga, supo que antes de que TaeHyung entrará a la universidad e hiciera su vida, quería amarlo y atenderlo hasta que llegará la hora de dejarlo ir.

Quería recordarle todos los días lo amado que era y enseñarle que él se merece todo el amor que existe en este mundo y también fuera de este.

El único inconveniente era que el de cabellos grisáceos no lo sentía así, y por milésima vez en el día, Eunyeong rezaba y deseaba que todo aquel dolor que su hijo guardaba le fuera otorgado a ella en su lugar.

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