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Capítulo 9.

Mientras que Jayden se ponía de vuelta la camiseta dándome la espalda traté de retomar el aliento, me bajé el vestido y busqué mis bragas por las ya deshechas sábanas. Había sido increíble, mejor que increíble, me había quedado sin palabras. Mientras el pelinegro me seguía dando la espalda poniéndose de vuelta el pantalón me acerqué hacia la mesilla y saqué el móvil de mi pequeño bolso para mirar la hora. Era todavía la una de la mañana, Jayden y yo habíamos estado una hora entera metidos en la habitación. No tenía ningún mensaje de Sam entonces comprendí que estaba ocupado.

Dejé el móvil de vuelta en el bolso y me volví a tumbar en la cama.

— ¿De quién es la casa? — Pregunté. Me daba curiosidad saber de quién era el cuarto que acabábamos de irrumpir.

Jayden se giró a mirarme mientras se ataba los cordones de las zapatillas. — De Izan.

Abrí los ojos sorprendida, si no hubiese pasado lo del baño me hubiese dado pena el hecho de rechazarle y luego tirarme a su mejor amigo en lo que parecía la habitación de sus padres ¿Y dónde estarían sus padres? No es algo común dejar a tu hijo montar una fiesta en casa.

— ¿Y sus padres?

— De viaje. — Se levantó y se dirigió a la otra puerta que estaba en la pared de la derecha, entró y pude ver que se trataba de un baño, parecía conocer bien la casa, luego caí en que lo más seguro es que ya hubiesen llevado un tiempo siento amigos.

Me levanté colocándome bien mi apretado y muy incómodo vestido. Le seguí al baño, era pequeño y estaba cubierto de mármol, había un espejo gigante donde el lavamanos, Jayden se miraba el cuello tratando de quitarse las marcas de pintalabios que le había dejado por toda la piel.

— ¿Tu que vas a hacer ahora? — Le pregunté mientras me apoyaba en el marco de la puerta, disfrutaba observarle pero tenía una sensación amarga por su indiferencia, Jayden no era un chico de muchas palabras pero siempre que hacíamos algo terminaba con cara de arrepentimiento.

— Bajaré a ver como están las cosas y si veo que la cosa va mal me voy. — Respondió raspándose el cuello con una toalla húmeda para conseguir borrarse todas las marcas rojas. — ¿Esa mierda es pintalabios o pintura de construcción?

Reí un poco ante su comentario y me acerqué a él. — Es un pintalabios permanente. Me temo que no te lo podrás quitar jamás. — Bromee y Jayden se giró a mirarme, con la mirada me dijo que no se lo creía.

Abrí el armario que tenía pegado a la pared y rebusqué, si era el baño de sus padres lo más seguro es que su madre tendría desmaquillante, al final lo encontré y mojé un disco de algodón que tenían también en un cajón e indiqué a Jayden que se acercase, me obedeció y se quedó inmóvil mirando a la puerta que quedaba detrás mía mientras pasaba el algodón por su cuello.

— Con esto se debería de quitar. — Dije mientras que el pigmento rojizo se impregnaba sobre el disco, pero para mi sorpresa había una mancha que no se quitaba puesto que no era de pintalabios.

Le miré a los ojos sonriendo de forma incómoda, él parecía confuso. — Creo que hay una mancha que tardará unos días en irse...

Jayden abrió los ojos sorprendido, se separó de mí y volvió a mirarse al espejo preocupado por el chupetón que adornaba su cuello. En mi defensa diré que no fue a propósito, es más, no sabía ni el momento en el que se lo había hecho. Estaba preparada para su enfado cuando me miró abriendo un poco la boca, parecía incómodo. Se acercó agarrándome de los hombros y me puso frente al espejo, no me había dado cuenta de que yo también tenía el cuello y el pecho lleno de esas marcas rojas. Noté como se me ponía la cara pálida. Mi padre. Mi padre me iba a matar, y no matar de cómo dicen todas las chicas "mis padres me van a matar" y sólo les quitan el móvil, no. La última vez que mi padre me vio con un chupetón me encerró en el baño durante un día entero, sin comer ni beber y diciéndome las cosas más hirientes que se le vinieron a la cabeza.

Miré al suelo agobiada, mi pulso se aceleró y Jayden, que estaba detrás mía aún con sus manos sobre mis hombros pareció notarlo.

— ¿Estás bien? — Preguntó apretando un poco sus manos, levanté la cabeza, me miraba confuso, no sabía que hacer ¿Contárselo? ¿Pero y si contarle todo le ahuyentaba? Era raro llegar al tío que me follo de vez en cuando y soltarle un "mi padre alcohólico abusa de mi y de mi hermano y mi madre está muerta". Sabía cual iba a ser su respuesta y no me podía permitir seguir pareciendo un bicho raro.

— ¿Emily? — Preguntó de nuevo sacándome de mis pensamientos.

— Perdona, es que mis padres son muy estrictos. — Fingí reír pero quedó menos natural de lo que quería. Volví hacia el armario donde había encontrado el desmaquillante y el algodón en busca de algún tipo de base o corrector para esconder el chupetón antes de llegar a casa.

— A mi no me la cuelas, Emily. Alomejor esa excusa te ha funcionado con otros pero no conmigo ¿Por qué te cuesta tanto pedir ayuda?

Paré un momento de rebuscar y me giré sintiendo un agobio horrible en el pecho, odiaba tener que hablar de eso pero a la vez lo necesitaba pero a la vez no quería arruinar las cosas o envolverme demasiado en nadie, contarle todo sería darle mi mayor debilidad, sería darle la espada para que me mate. Ya obtuve demasiados rechazos en el pasado y este no iba a ser otro.

— ¿Pedir ayuda? ¿A quién, a ti? — Dije más brusca de lo que quería, su vena de la frente era prominente y sabía que no le había gustado mi contestación. Suspiró y relajó los hombros metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.

— Quedaros esta noche en mi casa. Tú y tu hermano.

Le miré confundida ¿Por qué trataba de ayudarme? Tampoco me conocía lo suficiente como para meterme en su casa a dormir junto con mi hermano. No sabía si sentirme agradecida o sentir rabia hacia el hecho de que sintiese pena por mi. Accedí sólo por mi hermano, porque sabía que no quería volver a casa, no esa noche.

— Gracias. — No sabía cuanto lo sentía de verdad.

Escribí a Sam diciéndole que me llamase cuando terminara y bajé de nuevo a la fiesta con Jayden. Según íbamos por la escalera nos sorprendimos al ver a Olivia esperándonos justo debajo, Jayden tragó saliva y me susurró un simple "ignórala", asentí sin estar muy segura de mi temperamento y bajamos reuniéndonks con ella.

— ¡Te has vuelto loco! ¡Cómo has podido pegar a Izan? La zorra esta te está volviendo loco. — Dijo refiriéndose claramente a mí.

Me iba a acercar a ella a ver a quién le estaba llamando zorra pero Jayden puso su brazo delante mía.

— Lo que yo haga no es asunto tuyo, Olivia. — Le dijo con voz grave, diría que hasta amenazante. Su cara inexpresiva volvió y no podía evitar observar como sus ojos brillaban con las luces de colores que bailaban por la sala.

— Te conozco lo suficiente como para saber que tu no eres así. — Puso cara de decepción, me parecía patética. Estaba deseando que Jayden quitase el brazo para que me dijese a mí las cosas a la cara.

— No me conoces.

— Te aseguro que sé más de ti que la zorra que te tiras.

No pude contener la rabia y empujé el brazo de Jayden acercándome a ella con brusquedad quedando las dos cara a cara.

— ¿A quién llamas zorra?

— A ti. — Dijo sonriendo dando un paso hacia delante, parecía satisfecha con mi reacción.

— Si Jayden te ha dicho que no quiere nada contigo deja de arrastrarte, das pena.

Miró hacia el pelinegro que estaba detrás mía como un guardaespaldas, miró su cuello y después miró el mío. — ¿Te lo has tirado verdad?

Sonreí orgullosa y asentí despacio mirándola a los ojos esperando su reacción, podía escuchar como le burbujeaba la sangre. Desistió dando un paso hacia atrás, levante la cabeza satisfecha y retrocedí para ponerme de nuevo al lado de Jayden.

— Me decepcionas, Jayden. No sabes cuánto.

— ¿Dónde está Izan? — Preguntó el pelinegro cambiando de tema.

— Le han dejado en su habitación reposando, lo más seguro es que después se le lleven al hospital, no le para de sangrar la nariz.

Sin importarle la presencia de Olivia me acercó a él agarrándome de la cintura, me habló al oído para poder escucharle mejor con la música, siempre que se acercaba a mí de esa forma sentía un cosquilleo por todo el cuerpo que me hacía casi temblar.

— Dile a tu hermano que vaya acabando, me quiero ir ya de aquí.

Asentí y me acerqué a su oído. — Vámonos fuera y le llamo.

Le agarré del brazo y salimos mientras me despedía de Olivia con la mano de forma pícara. Su cara me parecía tan divertida que deseaba que volviese a llegar el momento de picarla otra vez. Al salir por la puerta me chocó un golpe de frío, al fin y al cabo ya era de madrugada. No había llevado chaqueta así que no me quedó de otra que encogerme y abrazarme a mi misma para calentarme los brazos. Bajamos por las escaleras del porche y nos quedamos en la acera. Saqué mi teléfono del bolso y marqué el número de mi hermano, tenía los dedos congelados. Según llamaba miré a Jayden, este iba en manga corta y no parecía tener frío. Me acerqué disimuladamente para recibir algo de calor. El pelinegro se dio cuenta pero no hizo nada.

...bip...

...bip...

— ¡E..Emily! — Balbuceó alegre.

— ¿Dónde estás?

— En la habitación con July ¿Por qué? ¿Nos vamos ya?

— Sí ¿July está igual de borracha?

— No.

— Dila que te acompañe hasta la calle fuera de la casa.

— Vaaaaale. — Canturreó.

...bip...

Sam colgó y volví a guardar el móvil en mi minúsculo bolso. Me volví a abrazar con fuerza mientras tiritaba. Jayden me miró y se acercó más a mi.

— A quién se lo ocurre venir sin chaqueta.

— A mí. — Le miré. — ¿Tú no tienes frío?

Negó con la cabeza y volvimos a mirar hacia la entrada de la casa para ver si salía Sam de una vez, esos silencios con Jayden se me hacían de lo más incómodos porque tenía la sensación de que los dos queríamos hablar pero no sabíamos de qué, la conversación sobre el tiempo ya la habíamos tenido y tampoco sabía qué más decirle. Después de unos minutos Sam salió apoyado en el hombro de la chica de pelo castaño, ella llevaba un vestido rosa coral y unos tacones bajos, me parecía muy guapa. July nos miró algo incómoda y nos saludó al llegar a donde estábamos.

— Lo siento por tardar, tu hermano se ha caído varias veces y...

— No pasa nada. — La interrumpí. No tenía nada en contra suya pero tenía que seguir el rol de madre autoritaria o si no se me subiría a las barbas. Además tenía que asegurarme de que me guardase algún respeto si quería estar con mi hermano. — Jayden ¿Puedes sujetarle por favor?

Le miré pidiéndole por favor con los ojos y este accedió resoplando. Sam pasó con cuidado del hombro de July al de Jayden, mi hermano estaba sonriente y balbuceaba cosas sin sentido.

— Nos veremos, July. Ha sido un placer conocerte. — La dije con seriedad. En realidad me hubiese reído en ese momento, hacer eso era mi parte favorita de las novias de mi hermano.

La castaña me sonrió incómoda y sentí que hasta me quería hacer una reverencia a lo oriental, me había gustado. Me gustaba para mi hermano, era educada y se la veía buena chica.

Caminamos hacia el coche de Jayden mientras este se quejaba diciendo que si era mi hermano lo llevase yo. Llegamos a su coche, era un Cardillac grande en color negro. Me asombré al verlo, estaba reluciente y sabía que era un coche muy caro ¿Era Jayden millonario? No había comparación con mi coche casi despiezado por mi padre para comprarse droga.

Me ordenó que sujetara a Sam mientras que él abría la puerta de atrás, le sentamos con cuidado poniéndole el cinturón, parecía estar casi dormido a esas alturas. Cerramos su puerta y me senté de copiloto mientras que el pelinegro conducía. Seguía sin creer de verdad que nos íbamos a dormir en casa de Jayden, parecía estar soñando pero en parte creo que era por el alcohol que aún seguía por mis venas.

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