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Capítulo 7.

Pasaron dos días y nuestro padre no apareció más por casa así que Sam y yo estuvimos algo tranquilos. El moratón de mi ojo mejoró un poco y estaba contenta con ello.

Llegó el día del partido de Izan y Jayden y como a mi hermano le hacía mucha ilusión no me quedó de otra que ir. Nos vestimos para el partido y me tapé los moratones de la cara con maquillaje, lástima que todavía no podía quitarme la gasa y los puntos de la frente. No voy a mentir, me maquillé lo mejor que pude, tanto que cuando entré al garaje mi hermano me miró sorprendido.

—¿No vas muy arreglada? El partido es en el gimnasio del instituto, no en una pasarela.

—Cállate y entra en el coche.

Sam me obedeció y monté en el lado del conductor rumbo al partido.

Según bajamos del coche llamé a Sophie puesto que habíamos quedado en vernos en la entrada del instituto, no tardó en llegar.

—¡Emily, qué guapa vas! ¿Qué te ha pasado en la frente?

—¡Nada tranquila! Fue de la pelea — reí incómoda, ya hubiese querido Olivia hacerme eso.  —¿Contra quién juega nuestro equipo?

Comenzamos a caminar hacia el gimnasio. — Contra el instituto de aquí al lado, tiene pinta de que les vamos a ganar.

— ¿Juegan todas las semanas? — Preguntó mi hermano.

— No. Juegan cada dos semanas y suele venir todo el instituto a ver los partidos. — Sophie volvió a mirarme preocupada. — ¿Te expulsaron?

Suspiré. — Sí, me expulsaron una semana.

—Te avisé de lo que haría... Olivia no parará hasta que te expulsen definitivamente.

Entramos al gimnasio donde todos los jugadores estaban calentando, las gradas estaban llenas y nos costó encontrar un sitio. Una vez los tres sentados busqué con la mirada a Izan y Jayden, el último estaba calentando el tiro a canasta mientras que el otro estaba sentado en el banquillo hablando con un señor calvo, supuse que sería el entrenador. Sam miraba con ilusión como los jugadores practicaban entre sí, estaba segura de que acabaría apuntándose a algún deporte.

—La que se ha liado con el video de la pelea, está todo el mundo hablando de eso. — Habló Sophie mientras mirábamos al frente.

—Ya lo vi, la verdad que creo que exageran un poco.

—¿Has vuelto a hablar con Jayden?

—Sí, después de ver el video me escribió y hablamos en el baño.

—¿Y qué tal? Le vi salir de clase muy enfadado.

La miré. — Pues bueno, en conclusión me dijo que no se arrepiente de lo que pasó pero que le diga a la gente que mentí.

— Fíjate que yo creo que sí que está un poco colado por ti.

Fruncí el ceño. — ¿Por qué iba a estarlo? Quiero decir, no para de ocultar lo que ocurrió, eso no parece algo que haría una persona enamorada.

Las dos le miramos, estaba concentrado tirando a canasta, no fallaba ni un tiro. El árbitro pitó y todos se sentaron en los banquillos a hablar con sus entrenadores, los del equipo contrario no eran muy altos y no se les veía muy en forma. Los del equipo de Izan se quitaron las sudaderas quedándose en camisetas moradas, holgadas y sin mangas, Jayden se veía espectacular con todos los tatuajes cubriéndole parte de los brazos.

— Jayden siempre ha sido muy discreto con su vida privada, por eso no congenió con Olivia. Ella estaba toooodo el día publicando sobre la relación y presumiendo de todo lo que hacían, a él nunca se le vio cómodo.

— Pero lo de tirarse a unas y otras ya lo habrá hecho más veces ¿No?

— Sí, pero nadie pensó que lo volviese a hacer después de lo que le ocurrió.

— ¿Qué le pasó? —Pregunté intrigada.

Iniciaron el saque y sin pensárselo dos veces Jayden tomó el balón corriendo hacia el aro, se la pasó a Izan y encestó. Todo el mundo aplaudimos. El rubio me miró sonriente, no sabía ni dónde meterme.

— La última vez que Jayden ligó en una fiesta la chica se la jugó y mintió con que la había abusado sexualmente.

La miré incrédula. — ¿Enserio? ¿Quién era ella?

— Se fue del instituto cuando se demostró que lo que contó era mentira.

El equipo de Izan siguió metiendo puntos, jugaban con un ímpetu que era hasta hipnotizante, disfrutaban la jugada y los que más puntos metía eran Izan y Jayden, se compenetraban a la perfección.

— Por eso era tan importante para él mantener las cosas en privado... — Reflexioné en voz baja.

— ¿Y qué harás con Izan?

— Nada, Izan no me gusta.

— Izan parece mejor chico que Jayden pero no te confíes, es mucho peor. Ahora le ha dado contigo, pero le da con una cada dos semanas, hasta que no se la tira no para.

— Pero si tú misma me dijiste que por qué no le había dado mi teléfono. — la miré soriendo.

— Ya, pero eso fue antes de saber que te gusta Jayden.

— ¡No me gusta Jayden!

Lo dije demasiado alto y los de alrededor nos miraron.

— Haríais muy buena pareja.

— Sophie yo creo que hasta le caigo mal.

Ambas comenzamos a reír. — Del odio al amor hay menos de un paso, Emily.

Pitaron el final del primer tiempo y cada jugador se reunió en su banquillo, eran los simples gestos de Jayden que me provocaban un cosquilleo por el cuerpo, el cómo bebía agua y cómo se limpiaba el sudor de la frente con la camiseta... me estaba entrando hasta calor. Estaba deseando repetir de nuevo lo que pasó en la fiesta, estaba segura de que volvería a pasar.

—Después del partido bajamos a verles a los vestuarios, aprovecha la oportunidad. — Dijo Sophie giñándome.

Comenzó el segundo tiempo y nuestro equipo salió incluso más rabioso que en el anterior, Izan siguió jugando mientras que Jayden descansaba en el banquillo, este miró a las gradas hasta que me vio, abrió un poco los ojos e hizo como si nada, Sophie y yo lo notamos. Le volvieron a sacar y anotó mínimo diez puntos en menos de quince minutos, era increíble verle jugar.

Por fin terminaron y la gente se levantó de las gradas. Nos dirigimos a los vestuarios y notaba el entusiasmo de Sam, había estado todo el partido embobado sin emitir palabra.

Esperamos en los pasillos mientras que los jugadores se cambiaban y se daban una ducha rápida.

—Vi que te gusta mucho el baloncesto, Sam.

Me miró y sonrió. — ¡Sí! Estuvo muy bien.

— ¿Y por qué no haces la pruebas de acceso? — Izan salió del vestuario justó detrás de mi hermano, este al escucharle se giró. Algunos jugadores salieron y se fueron.

—Es que yo no he jugado nunca, seguro que si hago las pruebas no me cogerían. —Sonrió un poco avergonzado.

—Bueno, si quieres puedo hablar con nuestro entrenador para enseñarte lo básico antes de las pruebas.

Mi hermano le miró agradecido. — ¡Claro, me encantaría!

Ver a Sam emocionado me llenaba el corazón, al fin y al cabo estaba orgullosa de cómo a pesar de todo él seguía sonriendo.

Jayden salió de detrás de Izan con su expresión habitual, un cactus parecía tener más sentimientos. Tenía el pelo mojado y llevaba una camiseta blanca ajustada y unos pantalones grises de deporte. Entre los amigos ni se miraron, di por hecho que Izan había visto mi video admitiendo todo. Cuando el pelinegro estaba por irse le agarré del brazo.

—¿Podemos hablar un momento? Es importante.

Me miró de arriba a abajo y se quedó parado, inmóvil. Hablamos un rato con el rubio y Sophie se lo llevó a él y a mi hermano, yo entré en el vestuario con Jayden.

—¿Qué pasa ahora? —Preguntó cansado mientras dejaba su gran bolsa de deporte sobre los bancos.

Me senté. —Quería disculparme, no sabía lo importante que era para ti el guardarlo todo en privado, y siento haberte causado problemas con Izan.

Ladeando la cabeza frunció el ceño. —¿Qué te ha pasado en la frente? Eso no fue de la pelea.

—Sí que fue de la pelea. — Respondí haciéndome la confusa.

—Emily, vi la pelea con Olivia y en ningún momento te hizo esa brecha en la frente, y cuando hablamos en el baño tampoco la tenías. Ni ese moratón en el ojo. — Se acercó y me quitó el maquillaje de la ojera con el dedo. — ¿Quién te ha hecho eso?

—Me caí. — Me miró sin creerlo. —Me caí por la escalera. Me caí y me di luego con un mueble en el ojo.

—No mientas, y si mientes por lo menos hazlo bien.

—¿Por qué te lo tendría que contar a ti?

—¿Y si no a quién, Emily? ¿A Izan?

—No tengo por qué contárselo a nadie. — Le miré extrañada hasta que lo entendí. —¿Acaso estás celoso?

— No, pero estar con él no te traerá nada bueno.

— ¿Y estar contigo sí? —Reí perpleja. — ¿No te das cuenta de que no nos conocemos? Hemos compartido cama pero seguimos siendo desconocidos.

Se quedó en silencio unos segundos sin saber que responder. — Si no le quieres díselo.

Le miré incrédula agitando la cabeza. — No le quiero, Jayden, nunca he dicho ni he insinuado que me guste lo más mínimo.

—Quién te ha pegado Emily.— Preguntó después de unos segundos de silencio.

No respondí. El nudo que se había formado en mi garganta me impedía hablar.

—Está bien —Aceptó abatido. —Soy un desconocido ¿Quién mejor para contarle toda la mierda que te pasa? Emily si sigues callándotelo todo se te va a pudrir dentro.

Apreté los labios conteniendo la verdad que se intentaba arrastrar por mi lengua. —No lo entenderías.

Se colocó delante mía y me agarró la mano tirando de ella, una vez de pie me condujo hasta el interior de un baño cerrando la puerta a sus espaldas. Pegados en esas cuatro paredes me miró a los ojos. Ya no era ni con ira ni con rabia, me miraba con inferioridad, con empatía.

Puso mi cara entre sus manos y me besó con cuidado. Nuestros labios se fundieron de forma lenta, exageradamente lenta. Le abracé el torso con suavidad mientras me ponía con calma contra la pared. Mi cara ardía y sentía que me iba a explotar el pecho, nunca había tenido ese sentimiento con el beso de nadie. Separó un momento sus labios y nos miramos a los ojos, los dos parecíamos sorprendidos por el cúmulo de nuevas emociones que se nos acumulaban en el pecho.

— Con que no había posibilidad. — Sonrió Jayden recordando mis palabras en la cafetería días antes.

— ¿Cómo podría la gente creerse eso? — Contraataqué con sarcasmo.

Levanté la ceja levemente mirándole a los ojos, sus ojos me hundían en él como un mar rabioso. Me intrigaba tanto saber qué es lo que le pasaba por la cabeza, necesitaba saber todo de él, serlo todo para él.

— Emily yo no quiero una relación. — Dijo casi con pena.

— ¿Y quién te ha dicho que yo sí?

— Sólo quiero dejar claras las cosas, no quiero malentendidos.

Sonriendo le acaricié el cabello húmedo de la nuca y volví a empujarle hacia mí fundiéndonos de nuevo en un beso dulce y profundo. Se sentía tan bien...

Jayden se sentó en la tapa del retrete tirando de mí hacia su regazo. Me senté encima notando como la electricidad de nuestros miembros chocaba al rozarnos, me sentía liberada, no tenía ese sentimiento vacío que me producían los otros chicos con los que me había besado de fiesta. Esto era distinto. Agarró mi cintura con firmeza empujando mi cuerpo a su gusto mientras que bajaba a besarle el cuello con ansia. Su respiración era agitada y estábamos tan juntos que podía sentir el latido de su corazón contra mi pecho. Me abrazó la espalda con fuerza clavando las yemas de sus dedos sobre mi piel. Su lengua acariciaba la mía en lo que me quitaba la sudadera y el crop-top , quedándome así en sujetador. Le quité la camiseta admirando de nuevo toda la tinta que cubría su piel, para mí era una obra de arte.

Se levantó haciendo que yo también me pusiera de pie, agarrándome de la cintura me giró dejándome cara a la pared, sin aviso y con rapidez me bajó los pantalones y después se bajó los suyos, apartó mi tanga y los dos nos fundimos de placer. Nuestros gemidos retumbaban por las paredes abaldosadas del estrecho baño, Jayden no parecía preocupado por el ruido y nuestros cuerpos chocaban sonoramente, se me iban los ojos y se me nublaba la vista del gusto.


— No sabía que los desconocidos también follan. — Le dije irónicamente mientras se ponía la camiseta.

— ¿Nunca antes habías follado con un desconocido? Me decepcionas.

Jayden miró su teléfono. Su tono podía parecer sarcástico pero más bien pareció hablar enserio, nunca sabía si tomarme sus respuestas en broma u ofenderme.

— Sí que lo había hecho antes. — Sentada en el banquillo le miré ladeando la cabeza. — ¿Por qué siempre tienes cara de enfadado? Te pareces al enanito gruñón de Blancanieves.

Levantó la cabeza apretando el ceño. Chasqueó la lengua. — ¿Siempre eres así?

—¿Así cómo?

No entendía a qué se refería, le miré extrañada y se giró hacia mí.

— Así de graciosa. — Sonrió falsamente diciendo la palabra "graciosa" con sarcasmo.

Me levanté sin apartar el contacto visual, él era más alto que yo pero eso sólo me hacía levantar incluso más la cabeza. Me acerqué a él de forma lenta, sonriendo.

— ¿Prefieres que no lo sea?

— Me la suda. — Me miró serio apretando la mandíbula. No era capaz de entender lo que se le pasaba por la cabeza. No sabía cómo actuar ante él ¿Prefería el royo de chica sumisa? ¿O hacía bien picándole y siendo sarcástica?

— Si te la suda entonces cállate. — Soné más borde de lo que esperaba. Sinceramente no me gustaban ese tipo de contestaciones. Nos miramos durante unos segundos, realmente no entendía por qué estábamos en silencio ni cómo habíamos llegado a esa situación tan rara.

— ¿Qué hago con Izan? — Pregunté según me apartaba levemente. Sentí como sus músculos se relajaban y dejaba de tensionar la mandíbula.

— ¿Decirle que no te gusta? — Sugirió como si fuera lo más obvio del mundo.

— Pero él no me ha dicho que le guste.

— Emily no seas imbécil. — Elevó la voz. — Está claro que le gustas, no te hagas la tonta.

— Sigo sin comprender el por qué te importa tanto que rechace a Izan.

— Ya te lo he dicho, él no te traerá nada bueno. — Se llevó la bolsa de deporte que había dejado en el banco al hombro.

— ¿Y no es por el rollito de antes de que te puedo contar mis problemas y no se qué más?— Me crucé de brazos levantando la ceja. Realmente me había sorprendido que dijese eso y más aún que fuese en pleno acto.

— ¿Segura que quieres que repitamos cada cosa que decimos antes de follar? — Se llevó las manos a los bolsillos de su pantalón gris de deporte.

— ¿Por eso no quieres que le siga el rollo a Izan?

— Izan no se merece a nadie, créeme.

— Hablas muy mal de él para ser amigos.

Sabía perfectamente que habían discutido por lo que pasó en la fiesta, pero eso no lo decía por la discusión. No me parecía bien por parte de Jayden que hablase tan mal de su amigo, si no le gustaba su forma de ser nadie le obligaba a estar con Izan.

— Que yo sea su amigo no significa que no sea consciente de todo lo que hace.

— ¿Si tan malo es, por qué te juntas con él? — No lo llegaba a comprender.

— No es tan fácil, Emily.

— ¿Habéis discutido por lo de la fiesta?

Jayden me miró a los ojos, tragó saliva y miró hacia otro lado como si no lo quisiera reconocer. — Sí.

Se giró y comenzó a caminar de forma lenta hacia la puerta, caminé detrás suya. Verle me parecía exquisito, era perfecto con cada simple movimiento, hiciese lo que hiciese parecía sacado de un cuadro, no parecía real.

—Lo siento. —Dije en voz baja detrás suya. Jayden abrió la puerta y se echó a un lado para dejarme pasar.

—Se le pasará. — Dijo mientras yo pasaba por la puerta rozándonos por unos segundos.

Salió detrás mía y nos paramos en el pasillo.

— ¿Y ahora qué? — Pregunté. Jayden me miró sin entender a qué me refería. —Qué vamos a hacer ahora ¿Nos seguiremos hablando o haremos como que no ha ocurrido nada?

Se quedó callado unos segundos. Tampoco quería parecer desesperada por seguir manteniendo estos encuentros con él pero las cosas era mejor dejarlas claras, no sabía si esa iba a ser la última vez que hablásemos pero en el fondo sabía que si Jayden prefería hacer como si no hubiese ocurrido nada yo igualmente iba a seguir intentando conquistarle, me lo propuse y lo iba a conseguir. Tampoco quería parecer obsesiva, pero esos pequeños juegos me encantaban, en ese entonces no sabía que aquellos juegos pasarían a cosas más serias, y que las personas en realidad no eran juguetes con los que yo podía jugar.

— ¿Tú qué quieres hacer? — Preguntó después de unos segundos en silencio.

— Si los dos tenemos claro que nada de relaciones entonces no veo mal el seguir viéndonos.

Sonrió levemente mientras se acercaba a mí con la gran bolsa de deporte colgada al hombro. — Está bien.

Caminó con las manos en los bolsillos y pasó de largo dejándome parada ahí en medio del pasillo. Me giré y le vi de espaldas caminando hacia la gran puerta gris de emergencia, empujó y salió. No iba a parar hasta conseguir tenerle para mí, sólo con pensar en él sentía cosquillas en el estómago. Iba a ser mío.






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