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Capítulo 6.

Estaba por salir del baño cuando me metí a mirar todas las notificaciones que tenía de Instagram. Mi video afirmando mi lío con Jayden estaba por todas partes, docenas de personas lo habían publicado en sus historias y tenía cientos de mensajes privados, incluyendo uno de Jayden ¿Cómo sabía mi instagram? Me pregunté ¿Ya lo tendría de antes?

Dijo que teníamos que hablar con urgencia entonces le dije que viniera al baño, después de unos minutos leyó el mensaje y esperé su llegada.

Escuché sus pasos entrando al baño.

— Vaya vaya, con que utilizando el móvil en clase, qué malote. — Bromeé mientras me apoyaba en el lavamanos.

Jayden, con sus ojos verdes soltando chispas, me miró con ira. Si las miradas mataran él me habría estrangulado allí mismo.

— Estás putamente loca. —Comenzó. —Te dije que no contases nada.

— Jayden, yo no voy a soportar que me tomen por mentirosa mientras tú estás tan tranquilo. Yo no te debo nada.

Se acercó más a mí. — Yo tampoco te debo nada.

— Entonces no me toques los cojones Jayden.

El pelinegro se giró llevándose las manos a la cabeza y suspiró hondo. — Qué vamos a hacer ahora?

—Yo me voy a ir a mi casa, no sé que harás tu. — Dije despegándome del lavamanos. Jayden se puso delante mía.

— Vas a volver a mentir y vas a decir que eso que lo que contaste no es cierto.

Me acerqué con semblante serio. Esperaba que estuviera de broma. —¿Y si no quiero qué?

—Emily, por favor. —Sus ojos, que antes parecían querer matarme, ahora me rogaban.

— Lo siento pero yo no voy a ser la loca del instituto, que te arrepientas de haber follado conmigo no es mi problema. — Intenté irme de nuevo pero me agarró del cuello empotrándome contra el lavabo.

— Yo no me arrepiento de haber follado.

— ¿Entonces qué coño te pasa? No te entiendo.

Estábamos tan cerca que podía sentir su respiración contra mis mejillas.

— Izan está enamorado de ti ¿Entiendes?

— Pero eso no te impidió subir a la plataforma y enrollarte conmigo delante suya.

Apretó la mandíbula sin responder, le miré perpleja, su rostro era tan perfecto que hasta me sentía inferior sólo con observarle. Después de unos segundos retrocedió soltándome el cuello, suspiró y sentí como mi pulso volvía a la normalidad una vez más separados.

—No tenías por qué pegar a Olivia.

Reí incrédula ¿Acaso había hecho algo bien? No hacía más que poner pegas y quejarse de todo.

—¿Y qué debía hacer? Venga explícamelo —Me miró sorprendido por mi subida de tono. —¿Debía dejarme insultar por tu novia? ¿O mejor debía seguir escuchando como dice guarradas se mi hermano?

Sin responder el pelinegro me agarró las manos y las levantó para observarlas. Apesar de habérmelos lavado mis nudillos seguían ensangrentados.

—Lo digo por tus manos. Con una simple bofetada habría bastado.  —Dijo aún mirando mis manos con expresión seria ¿Lo decía en broma?

No supe que responder a eso. Quité mis manos de las suyas más bruscamente de lo que quería y nos volvimos a mirar a los ojos.

— Jayden, no sé a que juegas pero empieza a asumir tus errores.

— Ni siquiera me conoces así que no me vengas dando lecciones de vida.

—Ahí te voy a dar por primera vez la razón. No te conozco, pero lo único que me muestras de ti es que eres un inmaduro que no sabe asumir las consecuencias de sus actos, que buscas culpables por todos lados cuando sabes que tú también tienes la culpa.

El pelinegro se llevaba las manos a la cabeza ahogado por la rabia.

—¡Bueno lo siento si no quiero que todo el puto instituto sepa si hemos follado o no! — Dijo en voz alta sarcásticamente.

—Jayden, que me dan igual los demás, que Izan me la suda y Olivia también, que lo hecho hecho está joder.

—Vas a decir que todo es mentira. —Ordenó en un tono autoritario que conmigo no funcionaba.

Le miré negando con la cabeza totalmente decepcionada. —Lo siento pero te equivocas de chica.

Sin dejar que me respondiera me fui del baño, no iba a aguantar una discusión absurda con alguien que no sabía ni lo que quería.

Salí del instituto y me dirigí a mi sucio y destartalado coche. No sabía adónde ir así que no me quedó más remedio que volver a casa. Según abrí la puerta mi padre estaba esperándome con una botella en la mano.

—Con que una pelea, Emily... — Dijo en tono tranquilo, cosa que hizo que hasta mis huesos se estremecieran, sabía lo que iba a pasar.

—Sí, ella se lo ganó papá te lo ju-

—¡Eres una imbécil! —Gritó furioso.

Me golpeó en la cara con la botella. De la nada volví a ser la niña de siete años a la que siempre recibían así en casa. En otra ocasión me hubiese defendido, pero no tenía fuerzas para ello. Todo caía sobre mí, las burlas por redes sociales, la muerte de mi madre y los golpes de mi padre, la responsabilidad de proteger a mi hermano y el no saber ni quién era. No aguantaba más.

En vez de devolvérsela caí al suelo aturdida y sollozando, volvía a tener el miedo que tenía tiempo atrás. Mi padre siguió pegándome patadas mientras que yo trataba de cubrirme la cabeza con los brazos. Terminé perdiendo el conocimiento.

Todo estaba negro y escuché los gritos de mi hermano.

— ¡EMILY!

Sam se tiró al suelo levantándome la cabeza y poniéndola sobre su regazo, me dio leves golpecitos en la mejilla. — Emily ¡Despierta Emily!

Abrí los ojos con dificultad, mi hermano me miraba horrorizado.

— ¿Qué a pasado? - Preguntó aterrorizado.

Tosí con la garganta seca y el sabor a sangre en la boca. — P...Papá.

— Tenemos que ir al hospital.

— No.

— Emily estás cubierta de sangre, ¡tienes la cara como una pelota de playa!

— Sam, estoy bien. — Me senté con cuidado, todo me daba vueltas y veía borroso.

— Podemos decir que te caíste por las escaleras. Porfavor vamos.

— Que no. Los médicos se darían cuenta. Estoy bien, no tengo nada roto.

— No podemos seguir así. — Sam me agarró de los hombros ayudándome a levantarme. — Te subo a tu cuarto en lo que voy a comprar vendas y agua oxigenada.

Me ayudó a subir las escaleras. Tenía las piernas adormecidas y todavía temblaba del miedo.

Sam me dejó sobre la cama y con la ayuda de una toalla húmeda que tomó del baño me quitó la sangre de los labios y de la brecha en la frente, después de eso salió a la farmacia que estaba cerca de casa.

Le conocía y sabía como se sentía. Estaba aterrorizad. Siempre sentía su miedo al entrar en casa estando mi padre pero el pánico que sentía en esos momentos era mayor. No le culpaba, yo estaba igual de asustada que él, en el fondo sabía que esa situación nos venía grande a los dos, si trataba de protegerle por encima mía al final era lo mismo que dejarle solo cuando yo recibía todas las palizas. Recordaba la última vez que me pegó una paliza así, mi madre seguía viva pero tampoco ayudó en nada. Sam la adoraba y yo aún seguía fingiendo que también la quería, pero eso nunca fue cierto.

—Ven al baño. —Me ordenó mi hermano desde el pasillo.

Me levanté con dificultad. El cuerpo entero me pesaba y me dolía hasta el cielo de la boca. Quité el pestillo de la habitación y abrí la puerta, mi hermano me ayudó a llegar al baño y me senté en la taza del váter en lo que él preparaba las cosas.

—¿Qué sientes? —Preguntó Sam dándome la espalda mientras abría la bolsa de las gasas.

—Me escuece la herida de la frente y el labio, el ojo derecho me palpita.

—Lo del ojo derecho es un moratón así que no podré hacer nada, se te irá en unas semanas. Compré estos puntos de papel para la brecha de la frente y te desinfectaré las heridas del labio.

—Vaya ¿Por qué no estudias para enfermero? — Sugerí sonriendo.

Sam se giró con un bote de agua oxigenada en la mano.

—¿Crees que se me daría bien?

—Bueno, ahora lo veremos. — Nos sonreímos pero con risas amargas, era una situación muy violenta.

Me elevó la cabeza con cuidado de no hacerme daño y retiró algunos mechones de pelo de mi frente observando la herida.

—Había cristales rotos en la entrada, supongo que te hiciste la brecha por eso.

—Me pegó con una botella.

Tragó saliva.— V..Vale.

Se concentró y dejó caer unas gotas de agua oxigenada sobre la herida haciendo que chillase de dolor, era insoportable, sentía como me ardía la frente.

—Sé que escuece, Emily, pero no queda de otra.

—Calla y sigue. —Ordené quejándome de dolor.

Con una gasa húmeda siguió limpiando los restos de sangre que me quedaban y me colocó los puntos de papel con una gasa tapándome la herida. No fue una sensación muy agradable. Después me limpió la raja del labio. Cuando terminó suspiré aliviada.

— Qué tal lo hice?

—Bien supongo ¿Me veo muy mal?

Se quitó de enfrente mía y me levanté para mirarme en el espejo del lavamanos. Tenía un moratón gigante en el ojo y la gasa en la frente, parecía que me había caído de un quinto piso, me veía fatal.




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