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Capítulo 4.

Izan terminó su espectáculo y la música volvió a vibrar a todo volumen. Nos bajamos de la plataforma y fuimos de vuelta a la cocina con Marcus. Necesitábamos otro vaso de vodka.

Bebimos tranquilos cuando se empezó a escuchar un alboroto entre la gran masa de gente que bailaba en el salón, había una chica gritando histérica mientras que la sujetaban entre varios. Intentamos mirar por encima a ver quién era hasta que Sophie vino corriendo hacia mi y se me puso delante en forma protectora, parecía nerviosa.

— Sophie ¿Qué está pasando? — Le pregunté.

— Olivia se ha enterado del beso con Jayden, te está buscando como loca.

— A por mí por qué.

Olivia se abrió camino entre las personas de la cocina y al verme pareció que le iban a explotar los ojos.

— ¡Tú! ¡Pedazo de zorra!

Apareció Jayden y se puso delante suya de la misma forma que hizo Sophie conmigo.

— Deja de comportarte como una loca y vamos a hablar. Esto es entre tú y yo.

— ¡No! ¡Quita que voy a matarla! — Se empezó a caer como si se desmayase mientras que Jayden trataba de sujetarla. Olivia comenzó a llorar.

— Jayden llévatela. — Ordenó Sophie.

El chico asintió y se la llevó mientras esta lloraba de forma escandalosa. Miré a la rubia una vez que esta se relajó.

— ¿Pero, por qué subió al escenario? — Pregunté.

— Emily, te acabas de meter en un gran problema. ¡Olivia es la hija del director! Te va a hacer la vida imposible.

— ¡La culpa fue de él! Él es quien tenía novia, no yo.

— Lo sé, pero Olivia es muy rencorosa. La tomará con los dos.

La miré apretando los labios.

— ¿Nos acercamos a ver qué ocurre?

Mi hermano se acercó y me puso la mano en el hombro.

— Y fuiste tú la que me dijo que no me metiese con chicas con novio. — Bromeó.

No supe qué responder. Seguí el camino que la pareja había tomado hacía un rato y mi amiga vino detrás. Subimos unas escaleras y pudimos escuchar los gritos de rabia en una de las habitaciones. Nos pusimos a escuchar a través de la puerta.

— Olivia, deja de mentirte, ya lo habíamos dejado.

— P..pero se podía arreglar. — Se escuchó cómo comenzó a llorar.

— Mírame. Esto no tenía solución, no te quiero, y tú en el fondo tampoco me querías.

— Eso es mentira.

— Lo único que te importa es la opinión de los demás, no me quieres, busca a alguien que de verdad te haga feliz, enserio.

Se quedaron en silencio un rato y oímos pasos aproximándose a la puerta. Sophie y yo nos separamos e intentamos parecer dos personas normales que estaban casualmente por allí. La chica rubia salió de la habitación con el maquillaje de los ojos manchando sus mejillas y la vista cansada, nos miró inexpresiva y bajó las escaleras. Mi amiga y yo nos miramos incómodas, ella bajó detrás y yo entré a la habitación.

Jayden estaba sentado en una cama de matrimonio con la cara hundida en sus manos, me vio entrar e hizo como si nada.

— ¿Por qué subiste si tenías novia? —Pregunté cruzándome de brazos.

Sus ojos verdes se clavaron en mí y levantó la barbilla algo molesto.

— ¿Y tú por qué me besaste si sabías que tenía novia?

Me acerqué levemente, algo enfadada.  — Yo no lo sabía.

— No mientas. Olivia se encargó de que todo el mundo lo supiera. — Jayden se levantó y quedamos todavía más cerca.

— No me has respondido a la primera pregunta. —Le recordé.

— Ni tú a la mía.

— Te besé porque me apeteció.

Se acercó más haciendo que nuestros labios quedasen a pocos centímetros del roce.

— ¿Vale que esa también sea mi respuesta? — Me acarició la mejilla y nuestras narices chocaban. El aire se volvió tan pesado que apenas llenaba mis pulmones.

— Tenías novia.

— Lo dejamos hace un par de semanas.

Me puso un mechón de pelo detrás de la oreja y sujetándome suavemente del mentón junto sus labios con los míos en un beso lento y abrumador. La habitación pareció calentarse, pasé mis manos por su amplia espalda, su camiseta seguía mojada y aproveché para acariciar su firme abdomen. Jayden me agarró el glúteo con rabia casi elevándome del suelo. Me giró mientras seguíamos el ritmo del beso, me empujó hacia la cama y mientras él se quitaba la camiseta yo desabrochaba mis botas. Nos miramos ya con su torso desnudo.

Su pecho y su cintura estaban cubiertos de tatuajes, me creaba una sensación de hormigueo por el cuerpo que nunca antes había sentido con nadie, por lo menos de esa forma. Mirándome se empezó a desabrochar el cinturón, le ayudé a bajárselo y se quedó en bóxer.

— Yo no la chupo el primer día. — Le miré desde abajo.

— Date la vuelta.

Obedecí poniéndome en la cama sobre mis rodillas, él de pie observó mi cuerpo a su disposición, me dio algún que otro azote y con delicadeza bajó mis bragas por las piernas haciendo que se me erizase la piel con su frío tacto. Masajeó mi zona causándome un gran deseo por sentir su cuerpo, ardía, necesitaba sentirle. Su miembro entró despacio, era grande y grueso, mi espalda se arqueó al sentirle dentro. Poco a poco fue moviéndolo de dentro hacia fuera haciéndome gozar de forma incontrolable, se sentía tan bien...

Fue aumentando la velocidad y el ruido de nuestros cuerpos chocando incrementó. Me tapó la boca para que no se escucharan los gemidos aún que igualmente se nos oía. El placer invadía mi cuerpo y no podía pensar en nada más, era como tocar el cielo. Me sentía viva.

Acabábamos de terminar cuando la puerta se abrió de golpe. Rápidamente nos separamos y yo me bajé el vestido mientras que Jayden se subía el pantalón. David, el amigo pelirrojo de mi hermano estaba mirándonos boquiabierto desde el marco de la puerta. Jayden, que parecía harder, fue hacia el chico y le agarró de la camiseta metiéndole a la habitación, cerró la puerta y le empotró contra la pared.

— Como cuentes algo de esto te mato ¿Entendido?

El chico le miró atónito.

— ¿¡Que si lo has entendido?! — Repitió.

— S-si.

Le soltó y salió corriendo hacia el pasillo. Jayden me volvió a mirar.

— Te digo lo mismo.

— ¿A mi también me vas a matar? — Pregunté poniendo la voz tenue.

— Sí.

— Qué pasa ¿Te avergüenzas?

Me puse las bragas y las botas.

— No, pero en este instituto no se puede tener vida privada.

— Como quieras. — Respondí de forma indiferente.

Me levanté y me puse en frente suya. Suspiré.

— Ha sido un placer, Jayden.

Hice el amago de irme pero el chico me agarró el brazo con fuerza. — Ha sido sólo un polvo, no te hagas ilusiones.

— Te digo lo mismo. — Solté su mano de mi brazo y salí hacia el pasillo cerrándole la puerta a las espaldas.

Bajé de nuevo las escaleras y busqué a Sam, estaba en el porche sentado en un sofá con otros dos chicos, los dos estaban fumando marihuana. Me senté en el sillón que estaba al lado.

— Vaya, Samuel, hoy estás que te sales. — Sonreí sarcástica.

— Sólo lo quería probar. — Sonrió atontado.

— ¿Probarlo y acabar cómo papá?

Los dos tíos raros nos miraron en silencio, parecían algo incómodos. Mi hermano rio nervioso.

— No voy a acabar como papá por un porro.

— ¿Cómo crees que empezó él? ¿Crees que empezó pinchándose heroína a la primera?

Sam se quedó callado, me levanté y le indiqué que viniese conmigo. Entramos y le agarré de la mano buscando a la chica que había besado en los retos, esta estaba hablando con sus amigas en una esquina del salón.

— Déjate de tonterías y ve a por ella, te saldrá más rentable hazme caso.

— Gracias, Emily.

Le guiñé el ojo orgullosa y Sam fue hacia la chica y comenzaron a hablar, una vez cumplí mi tarea salí de nuevo al porche para fumarme un cigarro.

Me apoyé en las finas verjas de la entrada. Me llevé un cigarrillo a la boca con gran gusto. La sensación de fumar borracha después de un polvo era tan agradable.

La fiesta se fue acabando puesto que al día siguiente había clases. Tuve que llevarme a rastras a Sam puesto que interrumpí su gran escena de pasión con la chica de pelo castaño. Nos despedimos de Marcus y de Sophie y nos dirigimos al coche. Mi hermano estaba ya muy borracho así que tuve que ayudarle a entrar y a ponerse el cinturón. Me miró riéndose.

— Emily, vas muy borracha.

— Habló el mudo y dijo lo que pudo. — Respondí sarcástica, era él el que iba muy borracho.

Me abroché el cinturón y arranqué rumbo a casa, no era un camino largo.

Aparqué en la entrada puesto que la puerta del garaje hacía mucho ruido y con la hora que era no quería despertar a todo el vecindario, y mucho menos a mi padre. Saqué a mi hermano del coche y, con él apoyado sobre mis hombros, caminé hacia la puerta. Abrí y estaba la luz de la cocina encendida. El miedo invadió mi cuerpo al imaginar que alguien había podido irrumpido en casa, al fin y al cabo aún tenía algo de alcohol en el cuerpo.

Dejé a mi hermano sentado en las escaleras y coloqué mis llaves entre los dedos por si tenía que pegar un puñetazo. Me quité las botas en silencio y fui lentamente hacia la puerta de la cocina, miré despacio preparada para dar el puñetazo y justo cuando lo iba a dar me encontré con que era mi padre, estaba con otros dos hombre bastante sospechosos hablando en la mesa. Me miró sobresaltado.

— E..Emily, pensaba que estabas en tu cuarto.

— ¿Quién son estos y que hacéis aquí a esta hora?

Se levantó. — ¿Se puede saber de dónde vienes?

— Sam y yo venimos de una fiesta de bienvenida que nos organizaron nuestros compañeros de instituto.

— Apestas a alcohol.

— Tú también.

Me miró con rabia y yo mantuve mi semblante inexpresivo.

— ¿Qué hacen estos hombres aquí a estas horas?

— No te incumbe.

Miré a los dos que estaban sentados, uno era de piel negra y cuerpo fuerte cubierto con tatuajes y el otro era pequeño y pálido con un aspecto sucio. Tenían cara de pocos amigos, pero para mal genio ya estaba yo.

— Me incumbe puesto que esta también es mi puta casa y, o me dices que hacen estos aquí, o se largan.

— Me estás dejando en vergüenza puta cría. — Me agarró del cuello con fuerza haciendo que me faltase el aire.

— T..Tu si que me dejas en v..vergüenza siendo mi padre. — Apreté el puño y le pegué en la cara haciendo que me soltase.

Me volvió a mirar furioso, sus ojos ardían y cuando se iba a abalanzar sobre mi los dos que estaban en la mesa se levantaron y le sujetaron de los brazos.

— ¡Te voy a matar pedazo de perra!

Me fui dándoles la espalda y volví a las escaleras donde Sam estaba dormido. Me agaché acariciándole la mejilla, abrió un poco sus ojos azules y me miró con tristeza.

— Emily, tengo miedo, vámonos por favor.

Comenzó a llorar como cuando tenía diez años y yo sentí como se me partía el alma en dos. Le abracé hundiendo su cabeza en la curva de mi cuello, verle llorar abrió la bóveda que hizo que también comenzasen a caer gotas por mis ojos, no sabía cómo protegerle, no estaba cumpliendo mi promesa de cuidarle, me sentía inútil y en el fondo también tenía miedo de que nos pasase algo a cualquiera de los dos, no quería denunciar todavía.

Levanté a Sam mientras que este seguía compadeciéndose, subimos las escaleras con cuidado y le llevé a su cuarto. Le quité las zapatillas y ya tumbado le arropé con las sábanas.

— Echo mucho de menos a mamá. — Soltó Sam con la voz quebrada.

No pude evitar llorar de nuevo. — Yo también la echo de menos Sam.

— ¿Crees que nos estará viendo ahora mismo?

— No lo sé.

— ¿Crees que se sentiría decepcionada con nosotros?

— No Sam. — Le dije sorprendida, me acerqué y le acaricié el pelo con cariño.— Estoy segura de que estaría muy orgullosa de nosotros.

— ¿Por qué crees eso? — Me miró de forma inocente con los ojos vidriosos.

— Por cómo lo estamos superando todo. No queda nada para poder vivir tranquilos.

— Desearía que volviera.

— Ella no pudo superarlo Sam, cargó mucho a sus espaldas, pero ella siempre quiso nuestra felicidad.

— ¿Y por qué lo hizo, Emily?

— Supongo que todo fue demasiado para ella mi amor.

— Yo no la traté muy bien. — Lloraba angustiado.

— Pero ella sabe que la querías Sam. Ella siempre nos quiso mucho a pesar de todo.

— ¿Crees que yo también tuve algo de culpa?

Las lágrimas caían de forma descontrolada por nuestros rostros. Me quedé un rato en silencio intentando recomponerme para hablar.

— Todos tuvimos algo de culpa. Pero el verdadero culpable no fuimos nosotros.

A Sam le temblaba la voz. — Si pudiera volver al día de antes...

— No te martirices, duérmete mejor, mañana será otro día. Cuando cierre la puerta pon el pestillo por si acaso.

— Vale.

Le di un beso en la frente y me levanté, caminé hacia mi habitación y puse el pestillo en mi puerta. Me puse ropa cómoda y me desmaquillé, estuve toda esa noche llorando.




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