Capítulo 33.
Me desperté con el sonido del despertador de Sam. Me había quedado dormida un rato al volver de trabajar y eso sólo me había hecho tener más sueño. Lo único que quería era estar en la cama, pero debía ir al instituto.
Comimos de los cereales baratos que había robado de la gasolinera y salimos del motel.
—Esta tarde tengo una entrevista de trabajo. —Dijo Sam mirando por la ventana mientras conducía por la ciudad.
—¿Una entrevista? ¿De qué?
—De reponedor de supermercado.
No pude evitar reír. —¿Y para qué es la entrevista? ¿Para saber si colocarás las cosas alfabéticamente o por colores?
Al ver su cara de enfado estallé en carcajada, para mí había sido una broma buenísima y por lo menos me había reído después de mucho tiempo.
Llegamos al instituto y bajamos una vez aparqué. En el fondo estaba nerviosa y muerta de vergüenza al saber que todo el mundo sabía lo ocurrido más luego todo lo que había surgido nuevo.
¿Qué haría si veía que era verdad? ¿Si han vuelto, qué debía hacer? ¿Cómo debía actuar?
No quería pegarla porque me expulsarían definitivamente, y al no tener todavía dieciocho entonces llamarían a mis padres, y eso es algo que no queríamos. Pero por otro lado ella era una de las causas de mi miseria, o por lo menos estaba convencida de ello.
Como de costumbre, me reuní con Sophie donde mi taquilla. Mientras guardaba los libros y hablaba con la rubia sentí que alguien me daba unos toquecitos en la espalda.
Al girarme, con una esperanza que me duró una milésima de segundo, vi como Olivia me sonreía falsamente.
—Emily, ¿qué tal estás? —Preguntó sin querer saber la respuesta?—Oye, creo que deberíamos hablar luego en el almuerzo.
—¿Para qué?
La chica rodó los ojos con asco. —¿Siempre eres así? Te veo en la entrada del comedor.
Se fue antes de que pudiese responderla.
—¿A esta qué la pasa? —Pregunté extrañada.
—A saber.
Entramos en clase de nuevo. Le dije a mis profesores que no me había encontrado bien y que por eso había faltado.
Jayden me miraba desde la segunda fila, él sabía que eso no era verdad. Él me conocía, ¿pero yo le conocía a él?
Mientras el profesor daba su clase de historia vi como Abbie intentaba hablar con el pelinegro pero, sorprendentemente para todos, él parecía ignorarla.
Yo no les veía juntos de nuevo como estaba todo el mundo diciendo. En parte me sentí aliviada por pensar que quizás se replantearía las cosas. Quizás si pasaba de Abbie era porque me echaba de menos, ... quizás ¿no?
Sonó el timbre del almuerzo. Estaba nerviosa por hablar con Olivia, no porque me diera miedo ni nada así, temblaba al pensar qué me diría. No quería sufrir más pero necesitaba saber si no había alguna mentira más escondida.
Olivia estaba esperándome a la entrada, apoyada sobre una pierna con los brazos cruzados y cara de cansancio.
—Hola.
—Hola.
—Ven por aquí. —Me agarró del brazo y tiró de mi hacia el baño.
Una vez llegamos a donde había discutido con Jayden meses atrás nos paramos frente al espejo del lavabo.
—¿Fumas? —Me preguntó apoyándose sobre el lavamanos sacando un paquete de cartón de la mochila.
—Mi respuesta nunca será que no.
Me tendió un cigarrillo. El ambiente parecía más tranquilo de lo que esperaba.
—¿Por qué lo habéis dejado? —Preguntó sin mirarme girando la piedra del mechero.
—Olivia yo... Lo siento por todo lo que pasó, con Jayden digo. Te hice daño y... lo siento.
Me llevé el cigarro a la boca poniendo un mechón tras mi oreja.
—Emily. Lo hecho, hecho está. No te he dicho que vinieras para esto.
—¿Entonces?
—¿Por qué lo habéis dejado?
Después de expulsar el humo que había absorbido me replantee si de verdad contárselo. Quizás era un tema muy privado como para contárselo a la que hasta ahora era mi gran enemiga. Pero, de alguna forma, me estaba inspirando confianza, y sabía que si me preguntaba era por algo.
—Porque le pillé con droga. —Volví a llevarme el cigarrillo a los labios. —La tenía escondida en un libro, y la descubrí.
—¿Droga? ¿Qué tipo de droga?
—Cocaína.
Soltamos el humo a la vez, mirándonos extrañadas. Jamás había imaginado que acabaríamos fumando juntas en el baño, y menos me imaginaba contándola mis intimidades.
—Jayden nunca ha consumido nada.
—Pues ahí estaban. Me dijo que llevaba tres años y que no lo quería dejar.
—Pero si... En el equipo les hacen pruebas bastante a menudo, una vez hubo un jugador que se drogaba y desde entonces les hacen test de orina cada dos meses.
—Pues a mi me dijo que no lo quería dejar. Yo le dije que o lo dejaba o me iba, y ya te puedes imaginar qué es lo que eligió.
Mi corazón volvió a pincharme, pero cada vez sentía que me dolía un poco menos y eso me reconfortaba.
—Emily, eso de que toma drogas no es verdad. Jamás le vi nada fuera de lo normal.
—Eso es lo que me extraña a mí también. Nunca me dio señales de que tomase nada.
Nos quedamos un rato en silencio, fumando tranquilamente.
—También e de decir que habéis durado mas de lo que pensaba. Jayden antes de estar contigo y estando conmigo era de llevarse a chicas a su casa continuamente. Una tras otra. Luego no quería saber nada de ellas.
—¿Contigo también fue así?
—Emily, él y yo nunca nos quisimos. Yo le quería porque era guapo y me hacía quedar bien y él me quería... pues sinceramente no lo sé, parecía que quería simplemente compañía. Pero lo nuestro nunca fue verdadero amor.
—¿Y yo cómo se si lo nuestro fue verdadero amor?
—Eso simplemente lo sabes.
—¿Por qué ahora quieres ayudarme? —Pregunté tirando la colilla del cigarro al lavamanos.
La rubia suspiró apagando el cigarro con el agua del grifo. —Porque sé que lo necesitas. Además había escuchado todas las teorías de la gente sobre vuestra ruptura y no me creía ninguna. Aún que esta también me ha sorprendido.
Nos dirigimos una última mirada antes de que sonase el timbre.
—Recuérdalo, haya sido amor o no, si ha terminado ha sido por algo.
La sonreí levemente una última vez antes de despedirnos e ir de vuelta a clase por separado, como si todavía nos llevásemos mal.
Volvimos a la habitación de motel, quizás Olivia tenía razón, si lo nuestro a acabado era por algo, yo no quería estar con una persona como mi padre. Si él no quería cambiar entonces yo tampoco.
Pasaron unas semanas, ya eran mediados de diciembre. El frío ardiente de Michigan estaba en las calles esperando a calar por los huesos a cualquiera que saliera de su casa. Las fachadas ya estaban decoradas de navidad y la nieve ya había hecho acto de presencia.
Aquella noche había decidido salir. Estaba mejor de ánimos pero necesitaba salir de aquella habitación. Decidí volver a una de las discotecas a las que iba yo sola el verano anterior. Cuando mi madre falleció pude estar una semana entera saliendo, era lo único que podía hacer para escapar.
Me puse el vestido marrón que una vez llevé al polígono. Por encima llevaba un abrigo de pelo que una vez había robado de aquella misma discoteca. Con mis botas altas y ajustadas de plataforma me pinté los labios de un color neutro y me pinté los ojos de negro.
—¿Enserio vas a salir sola?¿Y si te pasa algo?
—No me va a pasar nada, Sam.
—Eso no lo sabes. Voy contigo.
—No. —Le corté cuando iba a levantarse de la cama. —No podemos dejar la habitación sola tanto tiempo.
—Emily, aquí no hay nada de valor. Como no se lleven los cargadores de los móviles entonces no sé el que.
—Sam. Voy a ir yo sola. Te iré escribiendo.
Metí mi móvil y mi cartera en el bolso negro a juego con el abrigo. Me despedí después de mirarme una última vez en el espejo del baño y salí. Para mi desgracia, había un hombre apoyado en la pared del pasillo, era alto y grande, con barriga pero con los brazos musculosos, tenía el pelo blanco y una barba que le llegaba a la clavícula.
Pasé por en frente sin mirarle mientras sentía sus ojos por todo mi cuerpo, cuando pensaba que quizás no soltaría ningún comentario se le ocurrió silbarme. Me giré a mirarle, no quería pelearme así que me limité a clavarle una mirada de advertencia que ignoró al no estarme mirando a a cara.
Aceleré el paso hasta por fin salir del motel. Arranqué mi estropeado coche y puse la calefacción. La nieve comenzaba a subir así que tardaría poco en volver a utilizar el autobús.
Llegué a la discoteca, estaba hasta arriba de gente como de costumbre. Al estar en el centro de Lansing era la discoteca mas popular de la ciudad. Los seguratas de la entrada ya me conocían así que no tuve que hacer cola.
—Hombre Emily, ¿Cómo tu por aquí? Llevábamos meses sin verte. —Dijo Ruben, el chico rubio que todavía vigilaba la entrada. Me lo tiré alguna que otra vez donde la noche estaba aburrida.
—Es que me aburría y pensé en haceros una visita. —Le sonreí mirándole directamente a los ojos.
El rubio tragó saliva y se apartó. —Pues es un placer verte.
Entré mientras las luces de colores cubrían las cabezas de todo el mundo que bailaba en la pista. Primero fui a pedirme un refresco para después ir al baño a echarle el alcohol que llevaba escondido en el bolso, me negaba a pagar diez dólares por un cubata.
Después me dirigí a la pista, bailé un buen rato hasta que se me acercó un chico que se me hacía muy conocido. Era moreno y con el pelo castaño a juego con sus ojos almendrados.
—Hey, ¿te acuerdas de mi?
Le miré de arriba a abajo, le conocía pero no me acordaba de dónde.
—Nos vimos en la fiesta de Halloween, hablamos antes del tiroteo. Me dijiste que tenías novio.
De eso me sonaba, era el chico guapo al que rechacé en aquella fiesta.
—Es verdad, ya me acuerdo. ¿Qué tal estás?
—Bien —Sonrió incómodo. —Por suerte, aquel día pude salir por una de las ventanas del piso de arriba.
Le sonreí sin querer continuar esa conversación. No me apetecía revivirlo todo.
—¿Estás aquí con tu novio?
—No, ya no tengo. — Sonreí levemente.
—Pues entonces perfecto...¿no?
Se acercó a mí pero esta vez no me aparté, se me hacía atractivo y el alcohol a me calentaba las mejillas. Cuando estábamos por ir al baño sentí como me llamaban por la espalda.
¿Mich?
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