Capítulo 32.
Mi teléfono se iluminaba en la penumbra de mi habitación. Estiré el brazo sin cambiar mi postura. Era Sophie.
Emily
Emily
Emily
Que pasa?
Estás bien?
Sí
Pasa algo?
¿Por qué no has venido hoy?
No me encontraba bien
Creo que deberías haber venido, hay algo que debes ver
Mi corazón comenzó a latir y sentía toda la sangre de mi cuerpo bombear tras mis orejas. Mis manos sudaban y mi garganta se había secado por completo. No quería saberlo.
¿El qué?
La gente está empezando a decir que Jayden y Abbie han vuelto juntos.
~~
No.
No podía ser.
Eso no estaba pasando.
Quería que todo aquello no fuera más que un mal sueño entre las duras sábanas del hotel.
Pero era verdad.
Una de mis peores pesadillas estaba siendo una realidad.
Me tapé de nuevo, deseando desaparecer para siempre y no volver. ¿Qué sería de todos los planes que había imaginado?¿Dónde estaba la vida que creía que podía conseguir? ¿No me la merecía?
Sam volvió del instituto con un nudo en la garganta que noté en cuanto pasó por la puerta. Max le había ido a recoger puesto que yo no sentía la capacidad de levantarme.
—¿Qué tal el día? —Pregunté desde la cama intentando sonar lo más tranquila posible.
—Bien...
Estaba claro que él lo sabía, todo el mundo lo sabría y yo volvía a ser el hazmerreír de todo el instituto. Me moría de vergüenza al haberme imaginado un futuro con el que pensaba que me quería, cuando, en realidad, no parecía haberme querido tanto como pensaba.
—Sophie ya me lo ha contado, Sam.
—Yo...Lo siento tanto Emily, tu no te mereces todo esto.— Me miró apenado.
Abrí lo brazos y este vino a abrazarme, estaban siendo unos días duros y sabía que aquel sentimiento tardaría en irse, incluso llegué a pensar que estaría toda mi vida con ese dolor en el pecho.
—¿Tan evidente ha sido?
—Yo les he visto en el comedor y Sophie dice que en clase no paraban de hablar. Todo el mundo decía que volvían a estar juntos.
—¿Se ha dicho algo de mi?
—Yo he escuchado a varias chicas decir que tu eras muchísimo más guapa. —Sonrió levemente.
No sabía si era verdad o si lo decía para hacerme sentir mejor pero me limité a devolverle la sonrisa con cariño. Estaba siendo un gran apoyo y jamás me he imaginado una vida sin él.
—Al final si que serás el hombre de mi vida. — Bromee con la garganta ahogada, volvía a tener ganas de llorar.
—Pero eso ya lo sabíamos. — Rio secándome las lágrimas que comenzaban a caer por mis mejillas como pequeñas cuchillas.
Por la tarde, mientras Sam estudiaba y yo estaba tirada en la cama, me llegó un mensaje y poco después una llamada.
Con una tonta esperanza me levanté corriendo para mirar quien era. Para mi desgracia no era Jayden, quien llamaba era Max.
—¿Si?
—Emily —saludó desde la otra línea. —¿Qué tal estás?
—Bien... ¿Ocurre algo?
—Que estoy en el centro comercial con Sophie y me preg..— Se comenzó a escuchar la voz de la rubia de fondo.— nos preguntábamos si querrías venir.
—Es que ahora mismo no me siento muy bien, la verdad.
Escuché como discutían de fondo hasta que la rubia agarró el teléfono. —Tía, tienes que venir, no puedes estar todo el día en la cama por un chico que no te valora.
—Ya..Ya lo sé pero...
—Ni pero ni nada, sabemos en dónde estás. Si no vienes tú iremos nosotros a por ti. —Me amenazó con un tono dulzón algo desconcertante.
—Bueno, está bien...
—Estamos en Frandor, avísanos cuando estés cerca.
Colgaron antes de que pudiera añadir nada más. No sentía que pudiera levantarme pero a la vez Sophie tenía razón, no merecía la pena estar encerrada en una cama por alguien que ni me echa de menos.
Me vestí con lentitud, sin ganas e intentando mantener en pie el peso de mi cuerpo. Sam vendría conmigo puesto que no quería dejarle solo en aquel lugar y tampoco me sentía muy segura de salir sola.
No me quedó de otra que conducir, el centro comercial estaba a unos minutos del motel pero fue un trayecto eterno. Mi corazón latía despacio, como si estuviera al borde del sueño. En el fondo todo se me hacía como un sueño, vivía con un sentimiento de adormecimiento que me atontaba.
Sophie y Max estaban en la puerta, Michigan ya estaba en un invierno frío y seco que nos hacía abrigarnos hasta las orejas. Los árboles estaban sin hojas, desnudos y afilados, y no quedaba mucho para el tiempo de nieve.
Sin decir palabra la rubia me estrechó con fuerza entre sus brazos. Su abrigo estaba frío pero sentí el calor de su abrazo en el corazón.
Después me abrazó Max, se me hizo algo incómodo pero no duró mas de cinco segundos. Entramos al centro comercial abarrotado de gente.
—¿A dónde vamos?—Me preguntó Sophie. —Hoy eliges tu.
—Me apetece tomar algo cliente, podríamos ir a una cafetería y luego vemos que más hacer.
Sin decir nada más nos pusimos en marcha, todos intentaban hablar con normalidad mientras nos paseábamos frente a escaparates. En el fondo me sentía como un fantasma extraño en esas conversaciones. Quería mi vida de antes, mi vida con Jayden.
Llegamos a una pequeña cafetería en el medio de varias tiendas, era pequeña pero bastante acogedora. Nos sentamos en una mesa y pedimos uñas tazas de chocolate caliente que contrastaban a la perfección con las luces navideñas que ya estaban colgando del techo junto con decoraciones como bolas doradas y muérdagos. La navidad siempre me había dado igual pero me daba rabia no poder tener una normal por primera vez.
—¿Qué tal en la gasolinera?—Preguntó Sophie mientras nos quitábamos los abrigos.
—Bien, hoy vuelvo a tener turno de noche.
—Yo también. —Coincidió el pelirrojo —¿Cuánto llevas trabajando allí?
—Casi dos meses.
No me había parado a pensarlo. Hacía dos meses ya estaba en casa del pelinegro. Hace casi tres meses había empezado mi aventura con Jayden y eso era algo que me vaciaba internamente.
—¿Tu que tal estás Sam?—Preguntó de nuevo la rubia como segundo intento e sacar conversación.
Aquella situación sólo me hacía sentir como una enferma, más bien como una tonta. Los tres estaban tensos y eso no me hacía sentir tranquila.
Quería volver al hogar que ya no tenía. Quería volver a sentirme bien.
—Bien, aún que mis notas no están siendo muy buenas...
Se me había olvidado por completo mis estudios. Sacaba las notas mínimas y sabía que tendría que repetir curso, pero eso no me importaba. No sentía ganas por el futuro, no creía tener uno.
—Yo la verdad que tampoco, además todavía no sé que quiero estudiar. —Dijo Sophie preocupada.
Aquel iba a ser nuestro último año y no tenía pensado nada. Sólo sabía que sacaría a mi hermano de esa ciudad y que le daría una vida buena, una vida desde cero, olvidando todo lo anterior, olvidando los abusos y dejando atrás toda la mierda que habíamos sufrido en nuestra infancia.
Mi futuro me daba igual.
Quizás no merecía ninguno.
Quizás yo no merecía tener una vida normal y plena.
Quizás ni siquiera la quería.
Al ver ninguna respuesta por mi parte los tres decidieron volver a cambiar de tema.
—¿Y vosotros qué haréis en navidad? —Preguntó Sophie alegremente.
Ella sabía que no teníamos buena relación con nuestros padres pero no llegaba a imaginarse la situación. Decidí que ese no era el momento para contar mi mayor debilidad, aún que en el fondo ya me sentía desnuda y frágil.
—Nosotros no celebramos Navidad.
—¿Sois judíos? —Preguntó Max frunciendo las cejas.
—No, no. En mi casa nunca lo hemos celebrado, no somos muy religiosos. Además ahora mismo no estamos muy bien y pues... ya sabéis. No creo que hagamos nada.
—Ahh... Ya sabéis que siempre tendréis mi casa, mi madre está deseando conoceros. —Sonrió la rubia.
—Bueno, cuando estemos más cerca lo vemos.
Continuamos hablando un rato de temas mundanos que, a pesar de tener ese peso en el pecho, me hacían sentir una adolescente normal. Quizás eso era lo que necesitaba, ser una chica de mi edad.
Después de tomar nuestras tazas de chocolate caliente nos levantamos para ir a mirar tiendas. La ropa siempre me había gustado mucho y, aún que nunca tuvimos dinero, siempre que podía disfrutaba viendo la ropa en tendencia que jamás había podido permitirme.
Mi ropa no lo parecía pero parte era de mi madre y la otra parte era de donaciones de la iglesia. Además había tenido una etapa de robar en tiendas, me llevaba perfumes, maquillaje, tops y vestidos pequeños,...
Todavía seguía avergonzada y me sentía observada al pasear por los pasillos, como si las dependientas me fueran a reconocer.
Entramos a una tienda de ropa muy grande que casi parecía un laberinto. No tenía dinero para comprar nada pero me encantaba ver las nuevas tendencias e imaginarme dentro de todos esos vestidos y camisetas caras. O por lo menos eran caras para mí.
Después de un rato mirando estábamos por salir de aquel lío de estanterías hasta que al girar me choqué con alguien.
—¿Mich? —Pregunté al levantar la cabeza y ver al rapado con una cara de...¿susto?
—E..Emily, no esperaba verte aquí. —Sonrió incómodo —. ¿Qué tal estás?
—Bien...¿Estás solo?
Me parecía raro que estuviera en la sección femenina él solo, quizás simplemente estaba saliendo pero se me hacía raro verle en un centro comercial sin Derek o Jayden.
—Emm..si. El cumpleaños de mi madre es en unos días y estaba...buscando, ya sabes. —Rio no muy naturalmente.
¿Qué le pasaba?¿Estaría con Jayden y no me lo quería decir? ¿O quizás estaba encubriéndole y él estaba por allí?¿Y si estaba por allí con Abbie?
—Felicítala de mi parte entonces. —Respondí naturalmente mientras Sam y él se saludaban.
—Se lo diré.
Nos sonreímos una última vez y continuamos nuestro camino. Seguimos viendo tiendas durante horas hasta por fin irnos a casa. Había sido un día largo, no me había sentado mal salir y pasear como una chica normal pero, en el fondo, sentía que necesitaba todavía varios días ausente para volver en mí.
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