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Capítulo 29.

Esperé unos minutos para llamar a Jayden. Estaba furiosa y mi pulso estaba descontrolado. Rogaba por favor que eso no estuviera ocurriendo y que por favor tuviera una buena razón para haberse ido. Rezaba porque no fuera lo que yo creía que era.

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—Hey amor —saludó nervioso —. Pensaba que estabas dormida, no quería molestarte.

—¿Dónde estás? —Pregunté cortante.

—Pues... Es que Mich me ha escrito con que necesitaba verme así que estoy de camino a su casa.

—Amm... ¿Y eso por qué?

—La verdad que no lo sé ¿Hoy tienes turno de noche, no?

—Sí.

—Estaré de vuelta para poder llevarte, ¿está bien? Te aviso cuando salga.

—Vale...

—Te quiero. —Canturreó despidiéndose.

—Yo más.

—Eso es imposible.

**

Colgó. Un sabor agridulce inundó mi boca ¿Estaba siendo una exagerada? ¿Debía calmarme? ¿O quizás debía enfadarme porque me siguiera mintiendo? ¿Me estaría mintiendo? Quizá estaba exagerando pero... Si desconfiaba era por algo, ¿no?

Escuchaba los ronquidos de Sam en el piso de arriba. Cuando buscaba algo que hacer mis ojos se dirigieron instantáneamente a la librería de Jayden.

Una ola de curiosidad me arrolló hacia la pila de libros de títulos sombríos.

Agarré uno de los que había ojeado anteriormente, "Sola sin nadie".

Parecía un libro normal, comencé a leerlo. Comenzaba contando lo que parecía ser una experiencia propia. Narraba como una mujer se sentía sola con su marido y su hijo, su marido falleció en un accidente de coche y su hijo la odiaba sin motivo. Después comenzaba una reflexión sobre las ideas y las manipulaciones exteriores involuntarias hacia los hijos.

La historia no estaba mal pero la reflexión era una porquería e incluso me parecían unas ideas algo cuestionables y sobreprotectoras, sobre todo controladoras.

Me aburrí y tomé otro libro. Cuando lo abrí este no era lo que yo creía. No era un libro normal, estaba hueco y dentro había...

No.

No podía ser.

Me estaba equivocando.

"Por favor que esto sea un sueño." Pensé.

Dentro estaba la pistola que Jayden había empuñado durante el tiroteo y además habían dos bolsitas con lo que parecían dos gramos de cocaína.

Lo solté como si quemara dejándolo caer al suelo.

Debido al gran estruendo de la pistola metálica contra la tarima, mi hermano se despertó en un ronquido ahogado. Peace salió de debajo de la mesa de café y comenzó a olisquear las bolsitas de plástico.

—S..Sam. —Le llamé temblando y sin fuerzas.

—¿Mmm?

—V..Ven.

Escuché como se rebozaba entre las sábanas.

—¡Sam!

—Q..Que.. ¿Qué pasa? —Se incorporó rápidamente, todavía atontado.

—Mira lo que acabo de encontrar...

Bajó aumentando su velocidad hasta estar a mi lado. Estaba paralizada mientras él miraba las bolsitas del suelo.

—¿Q..Qué? ¿Dónde mierdas estaba eso?

—En el libro. Todo este tiempo. —Comencé a hiperventilar al intentar coger oxígeno.

El aire no me entraba por la garganta y sentía como me vibrasen las yemas de los dedos. Mis piernas perdían fuerza a causa del gran temblor incontrolable y molesto que recorría mi cuerpo como una electricidad que podía causarme un paro cardíaco.

Mi hermano me agarró cuando mis piernas dejaron de funcionar.

—¡Emily! Emily tranquila.

Me sentó en el sofá intentando controlar el temblor de mis rodillas.

Me abrazó con fuerza para intentar calmarme, no podía moverme, no podía corresponderle y sentía como mi cabeza comenzaba a dar vueltas.

¿Qué cojones hacía eso ahí? ¿Consumía? Era imposible que no me hubiera dado cuenta ¿La vendía? ¿Pero entonces cuándo la vendía? ¿Y si sus salidas eran para eso? ¿Pero entonces si vende droga debería trabajar para alguien? Eso funcionaba así, ¿no?

Agarré mi teléfono y comencé a llamarle una y otra vez, no quería hablar con él por teléfono, quería que viese que pasaba algo y que debía venir rápidamente.

—Tranquila. Respira, ¿vale? Vamos a respirar hondo los dos.

Mi pecho subía y bajaba descontroladamente

—Él no Sam. —Comencé a llorar sintiendo como mi corazón dolía. —Él no haría esto. Por favor él no.

Las lágrimas resbalaban por mis mejillas como pequeñas cuchillas que se me clavaban con fuerza. Mi hermano me miraba impactado y afectado por mi llanto.

—Él no por favor. Él no puede hacerme esto... ¿Él no es papá verdad? Dime que no. Dime que no por favor. —Le supliqué como si él lo supiera, como si él fuese el que decidía nuestras desgracias.

—No lo sé, Emily. No lo sé.

Lloré contra su pecho sin apenas poder respirar.

—Vamos a intentar calmarnos hasta que llegue, ¿está bien?

Asentí alejándome un poco.

—Respira hondo. Cuando yo coja aire tú me imitas y cuando lo suelte también.

Comenzamos a respirar despacio a pesar de la angustia que corrompía mi pecho e intentaba trepar por mi garganta.

Mi respiración se estabilizó después de unas cuantas repeticiones. Entonces escuchamos las llaves de Jayden abriendo la puerta.

—Yo estaré arriba. Cualquier cosa me llamas.

Me pellizcó la mejilla con cariño antes de levantarse y subir por las escaleras sin reparar en el pelinegro.

Me giré a mirarle. Este estaba en la puerta mirándome, asustado por las llamadas que le había dejado y por el rojo de mis ojos que no eran señal de nada bueno.

Entonces, bajó su mirada y pudo ver la esquina del libro tirado por el suelo, enseguida reconoció qué libro era.

—Con que no me ocultabas nada. —Escupí aguantándome las ganas de gritarle.

—E..Emly yo—Comenzó sin saber qué decir. —No es lo que crees yo...Yo iba a contártelo te lo juro. Estaba esperando al momento adecuado y todavía no me sentía seguro. Yo... Lo siento.

Se acercó al sofá cabizbajo. Lo de mi pecho ya no era un peso que me agobiaba, sentía como si sangrase desgarrado en un dolor que me daban ganas de tirarme al suelo.

—¿Desde cuándo consumes?

El pelinegro levantó la cabeza algo sorprendido y volvió a bajarla resignado. —Desde hace tres años...

Auch ¿Cómo podía dolerme tanto? Jamás había sentido una traición como aquella ¿Con quién había estado viviendo entonces? ¿Quién era aquella persona que nos había acogido en su casa? 

—Entonces, llevas toda nuestra relación mintiendo... ¿Enserio quieres que me crea que no has encontrado un momento para decírmelo? Toda nuestra puta relación ha sido una mentira joder.

Las lágrimas quemaban mis mejillas en un ardor incluso reconfortante. 

—Sabes todo lo que he pasado por culpa de un adicto y tu... Tu eres otro más ¿Cuándo cojones consumías? ¿Cómo no he podido verlo?

Los ojos verdes del pelinegro comenzaron a lagrimear con culpa. Allí estábamos, los dos llorando. Él desde el recibidor y yo desde el sofá, mirándonos.

—Emily yo... De verdad que no sé que decirte.

—¡Llevas meses mintiéndome y ahora no sabes qué decirme! Ya te lo voy a decir yo. Vas a dejar esta mierda. Ahora mismo voy a coger todo esto y lo voy a tirar por el váter.

Me levanté y Jayden vino rápidamente y me agarró el brazo. Estaba serio, sombrío y con los ojos inyectados en sangre.

—No.

Le miré desgarrada, llorando al ver como ya no le reconocía, ya no era él. Quizás él nunca había existido, quizás yo lo había inventado.

—Jayden, lo tienes que dejar.

—No. 

Me senté en el sofá en shock, derrotada. —¿P..Por qué?

—No puedo Emily. No lo voy a hacer.

—Jayden yo no voy a volver a convivir con un adicto. Te ayudaré a dejarlo, de verdad. —Sonreí casi esperanzada de que aceptase. —Si nos esforzamos acabarás dejándolo. Dejaremos el pasado y esta mentira atrás y ya está.

Pareció pensárselo. Me miraba analizando mis facciones mientras yo le rogaba con la mirada. No quería dejarle. Quería estar con él pero si no estaba dispuesto a dejarlo yo no podría seguir.

—No lo voy a dejar, Emily. Lo siento pero tendrás que aceptarme como soy. —Apretó los labios llorando silenciosamente. Jamás le había visto llorar de aquella manera.

—No, Jayden. Eso es veneno joder. Me voy a quedar aquí y te voy a ayudar.

Estaba dejando todo mi orgullo en el suelo mientras me desprendía de mi coraza de chica dura, haciendo que me sintiera desnuda. 

—Si no lo vas a aceptar entonces no te puedes quedar aquí. No lo voy a dejar y si no te gusta entonces vete. 

Sus palabras eran duras pero no tajantes. No parecía querer decirlo pero lo había hecho. No sentía mi cuerpo, no podía mover ni siquiera los dedos. Sus palabras me hicieron sentir insignificante, débil.

Sentía que si no respondía quizás eso no habría salido nunca de su boca, pero eran una realidad.

—Pues entonces me voy. —Sentencié sin ser consciente de lo que decía. —Yo te he ofrecido mi apoyo y mi ayuda, pero si no lo quieres entonces aquí te quedas, Jayden. Pensaba que tu serías diferente. No sabía que todo este tiempo había estado en la misma casa de la que salí.

Comencé a llorar, el dolor que sentía era inexplicable y apenas podía asimilar lo que estaba pasando.

Sin responderme me subí a la que antes era nuestra habitación. Sam estaba llorando silenciosamente sentado en el borde de la cama, asimilando también todo lo que había escuchado.

—Sam, recoge tus cosas. Nos vamos.

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