Capítulo 26.
—Adelante. —Escuchamos que dijo Mich.
Jayden, mi hermano y yo entramos a la habitación de hospital con un ramo de flores entre mis brazos.
El rapado tenía el pecho y el hombro vendado y estaba enganchado a un gotero mientras descansaba en una cama blanca.
—Si queréis prepararos unos espaguetis aquí tenéis un colador—. Bromeó desde la cama.
El pelinegro se rio y se acercó dándole la mano buena.
—¿Cómo te encuentras? —Pregunté dejando el ramo en la mesilla.
—Bueno, he estado mejor.
Le sonreí y nos sentamos en el sofá azul a los pies de la ventana que daba al aparcamiento.
—¿Se sabe algo de quién pudo haberlo hecho? —Le miró el pelinegro directamente a los ojos.
—No sé quién habrá sido el cabronazo que me disparó pero de lo que estoy seguro es que ha escapado, al otro se lo encontraron muerto frente al baño de abajo.
Tragué saliva asustada ¿Un tío armado que ha matado a una docena de jóvenes estaba suelto por la ciudad? ¿Y además yo había matado a su compañero?
Me agarré al brazo de Jayden el cual parecía igual de asustado que yo.
—¿Y..Y fueron los mismos del polígono?— Mi hermano jugueteó con sus manos, nervioso.
—No lo sé tío... —Miró a Jayden para volver a mirarnos. —No creo. El mundo cada día está más loco.
Sabía que ocultaban algo, cada día estaba más segura pero jamás quise reconocerlo en alto. "Él no me mentiría" pensaba, "seguro que no sería para tanto". No sabía cuánto me equivocaba.
—¿Cuándo te darán el alta?
—Y yo que sé, las enfermeras no me dicen una mierda. Pero creo que estaré unas cuantas semanas porque según me dijo el médico podría haber perdido la movilidad y la sensibilidad del brazo. Una movida.
—Wow menos mal que al final no llegó a nada más. —Suspiró Jayden. —¿Y Derek? ¿Vino contigo, no?
—Aquí está el menda. —Bromeó el susodicho entrando por la puerta con el brazo cubierto con una venda y haciendo un bailecito algo cómico.
—Oye Derek ahora quizás podamos usar el agujero de tu brazo para unos buenos canutos. —Le picó el rapado haciendo el gesto de fumar con el brazo que no tenía vendado.
—Quizás preferiría tu hombro, seguro que el porro tira mejor.
—Bueno, tranquilos que no vamos a fumar porros en el agujero de bala de ninguno. —Traté de calmar la situación mientras Sam y Jayden se reían del herido en cama que empezaba a enfadarse.
—Que hijos de puta... Esos cabrones han jodido mi fiesta—. Maldijo el moreno.
—Pobrecita de tu fiesta... Para nada es peor todas las muertes inocentes que ha habido. —Repliqué algo agresiva, no me parecía normal su forma de hablar del tema.
—¿No se sabe por qué pudieron haber hecho eso? —Intentó cambiar de tema Jayden.
—Ni idea hermano, el tirador muerto tenía unos cuarenta tacos y ya estaba fichado por la policía por venta de drogas.
¿Venta de drogas? N..No podía ser mi padre...¿No?
Siempre le había tenido como un monstruo pero no a tal escala, o quizás si...
—¿Cómo se llamaba? El que ha muerto. —Tragué saliva notando como los ojos azules de mi hermano se clavaban en mí horrorizado.
—Ni idea tía, sólo se sabe que es rumano.—Derek se metió las manos en los bolsillos más tranquilo de lo que debería.
Suspiramos aliviados, si hubiera sido mi padre los servicios sociales ya nos estarían buscando y eso no entraba en nuestros planes.
Nos despedimos de los heridos y volvimos de nuevo a casa. Cada vez que pisábamos la calle sentía que algo malo iba a pasar. Notaba unos ojos mirando directos hacia mi nuca...
La situación en casa era de shock. Ninguno de los tres asimilábamos lo ocurrido. lo que habíamos visto y escuchado no nos dejaba tiempo para conversar. Cada vez que encendíamos la televisión aparecían las noticias sobre el desconocido tirador desaparecido.
¿Y si nos estaba buscando? Nosotros matamos a su compañero. Más bien YO había acribillado a tiros a su amigo... Pero el arma era de Jayden... ¿De dónde había sacado el arma?
Aquella no era mi pistola, la mía tenía detalles plateados y aquella era completamente negra y pesaba más.
No sabía cómo preguntarle, quizás en aquel momento tampoco sentía que fuera el momento para ello. Había matado a alguien.
¿Y si la policía me buscaba por ello? En Michigan era legal llevar un arma y usarla en defensa propia... Pero era menor de edad.
¿Si me arrestaban entonces qué sería de Sam? Quizás se podría quedar con Jayden pero... Jayden no es su familia, yo sí y todos necesitamos a un familiar...¿no?
—¿Qué piensas tanto? —Preguntó Jayden sacándome de mi trance.
Se sentó a mi lado en el sofá donde sin querer me había quedado embobada. Pasó su brazo alrededor de mis hombros tirando de mí. Escuché como Sam entraba al baño.
—Sigo todavía... No sé, no paro de darle vueltas. He matado a un tío. —Le miré algo preocupada pero pareció comprender mi sentimiento.
—Un tío que nos estaba disparando y que no habría dudado en matarnos.
—Lo sé pero... No llego a comprender cómo alguien es capaz de hacer eso ¿Cómo puedes matar a tantos jóvenes inocentes sin sentir un mínimo remordimiento?
—La gente está loca, Emily.
Me abrazó contra su cuerpo y me acurruqué ante su calor tan acogedor. Hundí mi cara en la curva de su cuello abrazando su abdomen como si fuera un osito de peluche.
El pelinegro me dio un sentido beso en la parte superior de mi cabeza y susurró contra mi pelo. —Te quiero.
—Yo te quiero mucho más.
Levanté la vista y le miré directamente a los ojos soltando un suspiro involuntario al ver su rostro.
Pasó su mano por la parte trasera de mi cabeza acariciándome el pelo y tirando de mí hacia sus labios hundiéndonos en un cariñoso beso que terminó demasiado rápido.
—Eso es imposible.
Sin hacer caso a la competencia volví a besarle para sentir su cuerpo contra el mío otra vez. Un deseo había subido por mi zona íntima en forma de dolor placentero al imaginar el calor de su piel desnuda contra la mía.
Hacía mucho que no hacíamos el amor y extrañaba su cuerpo, su piel, su calor y la sensación de tenerle dentro mía.
Continuamos besándonos y pasé mi pierna por encima suya para sentarme sobre su miembro y subir la intensidad del roce entre nuestros sexos que rugían por encontrarse.
Me besó con ganas y esta vez en vez de agarrarme el culo como de costumbre, me abrazó contra su cuerpo con fuerza, agarrándome como si me fuese a ir, como si fuera el único abrazo que nos fuéramos a dar y diría que me besaba como si fuera la ultima vez. Él era la primera persona que parecía tener miedo a que desapareciera.
Tiré del borde de su camiseta para dejar su piel tintada al descubierto.
—Sam no tardará en salir de la ducha...—Susurró mientras seguía besándome con ganas, apenas dejando que me apartase.
—Créeme..., nos dará tiempo.
Sonreí contra sus labios mientras nos dábamos besos juguetones en los que nuestras lenguas se rozaban disfrutando del otro.
Levantándome me giró algo brusco para tumbarme debajo suya y después continuar besándome lentamente.
Subí las piernas a su espalda abrazándome a su torso mientras este me volvía a colocar a su altura.
Comenzó un camino de besos húmedos desde mi cuello hasta mis pechos en los cuales reparó para después continuar su marcha fresca por mi abdomen creándome un flujo de sensaciones y cosquillas que me estremecían el cuerpo.
Llegó a mi pantalón de pijama y en vez de retirarlo comenzó a acariciar mi zona despacio bajo las telas, cada vez me generaba más placer y ganas primitivas por tenerle dentro.
—Quítamelo ya...—Gemí según subía la intensidad.
Sus ojos verdes me miraron vacilones y según mantenía el contacto visual mordió el borde del pantalón para bajarlo.
No podía esperar a sentir su lengua húmeda contra mi zona sensible, necesitaba el placer que él me causaba.
—Por favor...—Susurré mientras volvía a acariciar mi clítoris por encima de la tela suave de mis bragas, estaban empapadas.
En vez de quitarlas las apartó (lo cual entendí puesto que Sam podía salir del baño en cualquier momento) y lamió con lentitud todos mis pliegues haciendo que casi se me giraran los ojos. Jamás había sentido tanto placer y tanta excitación como en aquel momento.
Sabía exactamente dónde estaba mi punto y no dudó en arremeter contra él lamiéndolo según aumentaba la intensidad haciendo que me mojara cada vez más e impidiéndome el contener los gemidos que se ahogaban en mi garganta.
Mi pecho se movía con velocidad mientras chocaba su lengua contra mi afectado clítoris que comenzaba a contraerse del placer. Sabía que me quedaba poco y no dudó en introducir un dedo dentro de mi cavidad haciendo que se me escapara un suspiro del gusto de sentir algo dentro mía.
—P..Por favor no p..pares...—Susurré arqueando la espalda y agarrándome de su pelo para soportar todo el placer que infectaba mi cuerpo de un cosquilleo que urgía por salir.
—Jamás...
Me tapé la boca con la mano al notar como por fin un calor salía expulsado de mi cuerpo aliviándome y dejándome jadeante.
Cuando estaba recuperando la respiración el pelinegro se incorporó y me besó la mejilla con cuidado.
—Vístete que tu hermano está por salir.
Sam salió del baño y entró Jayden para darse también una ducha.
Después cenamos pasta casera que estaba deliciosa y nos fuimos todos a la cama puesto que al día siguiente había instituto.
—¿Te ha gustado lo de antes? —Preguntó el pelinegro en la cama mientras Sam roncaba.
—Me ha encantado. —Le sonreí recogiéndome el pelo en una trenza.
—Si quieres podemos repetir...
Se arropó con las sábanas acercándose a mí. Esa noche se había ido a dormir sin camiseta porque sabía lo mucho que me gustaba cuando podía dormir contra su piel.
—Mmm... quizás... —Me metí a su altura pasando mi mano con cuidado por su pecho. —Quizás ahora me toca a mí...
Sin responder nada más me cubrí la cabeza con las mantas para bajar por su marcado abdomen besándolo e incluso lamiéndolo a mi antojo. Le tenía sólo para mí.
Su erección había crecido bajo su pantalón grueso que sólo lo acentuaba más. Bajé la tela para después retirar su bóxer dejando su miembro libre.
Sin dudarlo lo introduje en mi boca con lentitud para poder escuchar sus gruñidos según estaba más dentro.
—Madre mía...—Susurró casi en un gemido cuando lo tenía todo dentro.
Lo introducía y sacaba con placer según sentía su excitación. Paseaba mi lengua por su glande enrollándolo con lascivia y torturándole con mi parsimonia.
Su mano acarició mi pelo recogido para después empujar mi cabeza para que pudiera lamerle entero. Recorrí con mi lengua desde su tranco hasta su zona sensible que cada vez parecía estar más dura.
Pero, antes de dejarle terminar lo saqué y volví a subir por las sábanas. Antes de que me dijera nada lo agarré y lo introduje encima mía mientras me sentaba de nuevo encima suya.
Un escalofrío de placer recorrió mi espalda al tenerle por fin en mí. Necesitaba más de él y sin esperar comencé a moverme de arriba a abajo notando como me llenaba y viendo como casi se le rodaban los ojos del gusto que eso le generaba. Eran unas vistas increíbles.
—Muévete tú. —Ordené.
Vi como tragaba saliva y se colocó para agarrarme con fuerza de la cintura y levantando su cadera elevó la velocidad metiéndolo cada vez más rápido y cada vez más dentro.
Me estaba follando como nadie. Sentía que ya me iba a correr al notar como su polla chocaba contra mi zona G que hizo que mi cuerpo entero se estremeciera según llegaba al clímax. Cuando me corrí expulse un gemido de placer que el pelinegro tuvo que contener contra su mano también jadeante.
—Ponte en cuatro.
Acaté sus órdenes y me puse sobre mis rodillas contra el cabecero. Me terminó de quitar las bragas y sin previo aviso introdujo su enorme polla. Comenzó a moverse despacio y me agarró de la trenza que ya estaba despeinada tirando de mí.
—Eres mía... —Afirmó según subía la intensidad de sus movimientos cuidando que no hiciéramos mucho ruido.
—T..Toda tuya...
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